La revelación de “entrar en el descanso de Dios” está fluyendo con fuerza en el Cuerpo de Cristo y gracias a ello, están sucediendo grandes cosas.
Dios está diciendo: No más fatiga—descansa en la bendición.
Vemos a personas alrededor del mundo entender el descanso de Dios. A medida que entran en ese descanso, desistiendo de su propia fatiga, escuchan con mayor claridad la Palabra del Señor; la toman por fe, y reciben en abundancia Sus promesas en todas las áreas de su vida.
En mi rol de pastor, estoy emocionado de entregar esta revelación poderosa a mi congregación y saber que a través de ellos y de sus testimonios, la revelación está alcanzando mucho más lejos de los muros de nuestra iglesia. Está llegando a las naciones del mundo y la gente está viendo a Dios establecer Su reino en la Tierra.
De regreso al comienzo
Cada revelación del plan maestro de Dios está conectada a Su propósito original para la Tierra y para el hombre. Observando el comienzo, antes de la fundación de la Tierra, podemos ver lo que Él siempre ha tenido en su corazón para la humanidad. Fue en ese momento cuando Su plan quedó totalmente establecido. El plan estaba en Él, de principio a fin, antes de que todo comenzara.
Cuando Dios empezó, El hizo Su obra en seis días. Luego, como Génesis 2:2 nos dice: «Dios terminó en el día séptimo la obra que hizo; y en ese día reposó de toda su obra».
Dios creó el cielo y la Tierra en seis días, las estrellas y los planetas. Él declaró y modeló toda clase de peces en el mar y toda clase de plantas y animales en la Tierra. Pero cuando llego a Adán, el primer hombre—el primero de nuestra clase—Él nos declaró y modeló en Sí mismo. Adán es la copia exacta de Dios, hecho a Su imagen.
Dios y Adán funcionaban en esta Tierra no como dos personas separadas, sino como uno solo. Y Dios bendijo a Adán y le dijo: «¡Reprodúzcanse, multiplíquense, y llenen la Tierra! ¡Domínenla! ¡Sean los señores de los peces del mar, de las aves de los cielos, y de todos los seres que reptan sobre la tierra!» (Génesis 1:28).
¡Con esa bendición, la obra de Dios quedó completa! Él terminó, y descansó.
El resto del plan
Dios separó un área en la Tierra y la llamó Edén, creando un jardín. Su plan era que Adán viviera por siempre en la bendición que Él había comandado; el Jardín debía expandirse sobre toda la Tierra. Todo lo que le pidió a Adán era que sembrara el cielo en la Tierra… ¡tan solo que saliera y he hiciera florecer la bendición!
¡La bendición de Dios era lo suficientemente poderosa para hacerlo! Él ya había provisto todo para que fuera posible. Todo lo que Adán tenía que hacer era descansar en la bendición. El poder para vivir en la bendición estaba en la unión entre Dios y Adán. El suministro de todo lo que Adán necesitaba y deseaba estaba en esa unión; pero Adán permitió que lo persuadieran y lo apartaran de
la bendición.
Adán escogió satisfacer sus necesidades a su manera, y repentinamente él y Eva estaban allí “haciendo todo por sí solos”. Ellos tomaron la actitud de operar en la Tierra separados del plan de Dios—separados de la bendición de Dios. En Génesis 3:17 Dios le dice a Adán: «…la Tierra está bajo una maldición por tu culpa; con tristeza y fatiga comerás [de los frutos] todos los días de tu vida» (AMP). La palabra fatiga significa: “trabajar con esfuerzo, con dolor o agotamiento, corporal o mental”. ¡Qué gran herencia la que nos dejó Adán!
Nuestros ancestros perdieron muchísimo con esa decisión, y además de perder su vida eterna, también perdieron nuestro descanso en Dios. Pero, ¡Dios no se dio por vencido!
Dios habrá descansado en el séptimo día de la creación, ¡pero Su plan continuó operando! El hombre se alejó de Dios, pero Dios estaba determinado desde antes de la fundación del mundo, que Su bendición descansaría sobre la Tierra—la Tierra completa sería Su Jardín, y el hombre sería quien distribuiría y recibiría Su plan.
Por siglos después de Adán, Dios continuamente buscaba por un hombre que pudiera recibir todo lo que Él tenía para darle, incluyendo el descanso en la Tierra. Y en su búsqueda declaró frecuentemente Su plan a través de Sus profetas—el plan en el que su gente un día recibiría la plenitud de la bendición y establecería la Tierra como el Jardín de Dios.
Algunos captaron la visión de Dios y se conectaron con Él. Dios les reveló Su plan a Abrahám, Isaac, Jacob, José, Moisés y David, y todos ellos vivieron en ese plan por una temporada. Luego, ellos o sus descendientes se salían del camino, y el pueblo de Dios terminaba de regreso en el desierto de una u otra manera.
Generaciones más adelante, Dios habló a través del profeta Isaías acerca de lo que visualizaba para la Tierra y Su pueblo. «Miren a Abrahám, su padre; miren a Sara, la mujer que los dio a luz. Cuando él era uno solo, yo lo llamé, lo bendije y lo multipliqué. Yo, el Señor, consolaré a Sión; consolaré todos sus páramos. Haré de su desierto un paraíso, de su soledad un huerto mío, y en ella habrá gozo y alegría; alabanzas y voces de canto» (Isaías 51:2-3).
Dios siempre había planeado hacer que la Tierra completa fuera como el Jardín del Edén—un lugar para que Su hombre floreciera en Su descanso. A través de la fe de Abrahám, una parte de la Tierra fue liberada y transformada en un jardín del Señor para sus descendientes. Abrahám recibió la Tierra, la llamó suya, y cumplió la relación entre el hombre, la Tierra y su territorio que Dios había planeado.
A medida que la historia de la familia de Abrahám se desenvolvió, sus descendientes abandonaron su tierra y su bendición, y esto llevó a muchas generaciones de su familia a la esclavitud. Pero Dios nunca se dio por vencido; Él nunca dejó de declararle a Su pueblo acerca de Su plan, para llevarlos a un lugar de descanso y sin fatiga.
El día ha llegado
El profeta Ezequiel habló de parte de Señor a Su pueblo, esperando que llegaran los días en los que Su plan se desplegaría.
«Así ha dicho Dios el Señor: «El día que yo los limpie de todas sus iniquidades, haré también que las ciudades vuelvan a ser habitadas, y que las ruinas sean reconstruidas. La tierra asolada volverá a ser cultivada, en vez de permanecer asolada a la vista de todos los que pasan». Entonces se dirá:—Esta tierra, que alguna vez fue asolada, ha llegado a ser como el huerto de Edén. Estas ciudades, que habían quedado desiertas y asoladas y en ruinas, ahora están fortificadas y habitadas”. Entonces las naciones que hayan quedado a su alrededor sabrán que yo reconstruí lo que fue derribado y planté lo que estaba desolado. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré» (Ezequiel 36:33-36).
Bien, aquí estamos—¡en ese día! ¡Estamos en los días más grandiosos de Su plan! Gracias a la preciosa Sangre de Su Hijo, Jesús, Dios nos ha limpiado de nuestras iniquidades. ¡Él ha entregado al Cuerpo de Cristo la bendición que Jesús recuperó para nosotros! ¡Gloria a Dios!
Y ahora estamos recibiendo todo lo que se suponía que tuviéramos, Su pueblo—Sus hijos. Él está haciendo que vivamos en nuestras ciudades y construyamos en ellas. Nuestras tierras desoladas y el pueblo desolado están siendo resembrados y están floreciendo nuevamente como Él quería que fuera el Jardín de Edén. Y como Ezequiel 33:36 declara: las personas a nuestro alrededor que no lo conocen verán claramente que ¡Él es quien está haciendo todo!
¿Puedes verlo? Es como en el comienzo—tal como el Jardín original. ¡Él lo dijo y lo está haciendo! Dios dijo que sea… y fue.
¡Esto es todo Su plan, es toda Su Palabra, y es toda Su obra!
¡Estamos en descanso—no más fatiga!
A medida que Su pueblo se une a Su visión, caminando en Su plan, aferrándose de Su Palabra y permitiéndole hacer lo que Él dice, ¡estamos en descanso—no más fatiga!
Quizás te preguntes: “¿Entonces, eso significa que nos sentamos por ahí y no hacemos nada?”
No, pero lo que el Señor nos llamó a hacer, lo podemos hacer sin fatigue, esa fatiga bajo la que Adán trabajó. Nosotros hacemos la buena obra para la que Dios nos creó en Jesucristo, descansado y apartados de toda clase de fatiga que trae dolor corporal y mental (lee Efesios 2:10).
¡Salimos a nuestras comunidades y al mundo, descansando en la bendición—declarando Su Palabra y completando Su plan de revelar Su Jardín en cualquier lugar en el que estemos!
Jesús demostró una y otra vez la clase de obra que Dios quiere que hagamos. Pedro se había fatigado toda la noche para atrapar peces, pero cuando escuchó la voz de Jesús, solo tiró la red y recogió el que debió ser el botín más grande de toda su vida (Lucas 5:1-7). Y es así como nuestro trabajo para el Señor debería ser.
En más de una ocasión, miles de personas se sentaron a escuchar predicar a Jesús y decidieron quedarse para el almuerzo. Los discípulos empezaron a fatigarse pensando (cansancio mental) cómo alimentarían a la multitud. Jesús tomó un pedazo de pan, le agradeció a Dios, y se lo dio a cada uno de ellos. Él dijo: Aquí tienen, hagan esto, acérquense a la gente, partan el pan y entréguenselo— sin fatigarse, tan solo siguiendo mi ejemplo. Así es como nosotros deberíamos ser.
Y lo hemos visto pasar.
Estamos saliendo a nuestras comunidades y al mundo, descansando en la bendición mientras lo hacemos. Estamos siendo sembrados en el mundo como signos visibles del Jardín, recobrando y recuperando todo lo que estaba perdido. Vemos los lugares desolados y las situaciones sin esperanza, oír lo que Dios dice acerca de ellos, y seguimos el ejemplo. Sin fatiga. ¡Tan solo completando Su plan para revelar Su jardín en cualquier lugar en el que estemos!
Y aquí está la mejor parte—la gente está empezando a sentir curiosidad a medida que nos ven cosechar resultados grandiosos sin fatigarnos, viendo lo que Dios está haciendo. Ellos preguntan: “¿Cómo está pasando esto?”
¿No es éste el plan real de Dios?
Él dijo: «¡Reprodúzcanse, multiplíquense!» Llenen la Tierra. Él habla aquí de gente
reproduciendo gente.
Ha llegado el momento de que su pueblo sea realmente Su Pueblo—de que la iglesia sea La Iglesia. La gente alrededor del mundo está esperando ver algo en nuestras vidas que ellos no pueden ver en las suyas. Dios ha sembrado dentro de cada persona el deseo de ver el Jardín de Edén en sus vidas. Ellos quieren descansar.
A medida que progresamos en el descanso de Señor y trabajamos sin fatigarnos a Su lado, la gente hará filas para entrar a nuestras iglesias. Los atraerá la sanidad en nuestras iglesias—la prosperidad, el gozo, la paz, el descanso.
Ellos atravesarán las puertas de nuestras iglesias… y aun las puertas de nuestras casas, negocios, colegios… cualquier lugar en el que el pueblo de Dios descanse en Él. ¡Ellos atravesarán la puerta preguntándose, maravillados de ser parte del cielo en la Tierra; de ser parte del plan de Dios para el hombre en la Tierra; el plan que les permitirá descansar y recibir la vida de Dios… sin más fatiga!