Mientras crecía, en una ciudad pequeña del Tuskegge, Alabama. Siempre soñé con ir a otros lugares y conocer el mundo. En mi imaginación, me veía como doctor, bombero, aún hasta como un héroe, o como Superman.
Eventualmente la ocupación que cautivó más mi interés, fue ser un piloto. Durante mi juventud, en nuestra comunidad, tuve el privilegio de conocer a muchos de los pilotos legendarios de Tuskegge y todos ellos eran héroes gigantes que trabajaban, alababan a Dios y vivían en mi ciudad. Sus hijos e hijas estaban en mi clase durante la primaria. Todos vivíamos, aprendíamos y soñábamos en Tuskegee.
Una ocasión inolvidable fue cuando hice mi primer viaje en avión con un hombre que era instructor de los pilotos de Tuskegee, el Señor Charles A. Anderson, quien cariñosamente era conocido como el “Jefe Anderson”. Después de esa experiencia, supe que estaba destinado a volar. Años después, me gradué del Instituto Tuskegee (Ahora la Universidad de Tuskegee) y serví en la Fuerzas Aéreas los Estados Unidos, donde me convertí en piloto de guerra. El servicio militar me llevó por todo el mundo, desde los confines de una comunidad pequeña afroamericana en Alabama al Sureste de Asia, Corea y varias partes de los Estados Unidos.
Preparación para el destino
Sin saberlo, en ese momento me estaba preparando para mi destino. Mientras estuve en las fuerzas militares, aprendí algunas lecciones de liderazgo, como la importancia de la disciplina en una tarea asignada, cómo funciona la autoridad, planear y ejecutar una misión, junto con la importancia de la precisión y la excelencia. También aprendí lo que significa ser valiente cuando enfrentas una amenaza u oposición, la importancia de “nadie puede ser abandonado”, además del arte de tomar decisiones y delegar.
Después de ser dado de baja con honores, al final de mi servicio militar fui contratado en el área de ventas en IBM, una compañía internacional de computadores. En esta compañía fue donde mi vida cambió drásticamente. El cambio más grande ocurrió en el área de los negocios, donde aprendí el arte de vender, cómo manejar el rechazo, la importancia de las ganancias y la importancia de proveer un servicio de calidad. Para la compañía era muy importante la excelencia en la atención a al cliente y el respeto por cada persona.
También desarrollé el arte del liderazgo que sirve y a cómo descubrir en las personas su potencial escondido. Muchos de los vendedores que se unieron a mi equipo de ventas al comienzo no eran los mejores. Sin embargo, con entrenamiento, ánimo y guía, se convirtieron en los mejores. Algunos se convirtieron en los productores más grandes de la región y generaron muchas ganancias; eran los vendedores más prestigiosos. Sobra decir que mientras yo los ayudaba a descubrir su grandeza, también descubrí algunas cosas interesantes acerca de mi personalidad. Reconocí que parte de mi don consistía en ser un motivador y maestro, con la habilidad de inspirar y sacar lo mejor de las personas.
El segundo cambio grande fue que conocí a mi esposa, Verónica, quien ha sido mi compañera de aventuras en fe por más de 30 años. Ella también trabajaba en la compañía, en la parte técnica del negocio, como ingeniera de sistemas.
La tercera cosa y la más importante que sucedió, fue que recibí a Cristo en mi vida. Decir simplemente “cambió mi vida” sería muy poco. Comencé a ver todo distinto, incluyendo mi propósito en esta Tierra.
La Biblia se convirtió en algo más que un libro de reglas—algo religioso. Se convirtió en la Constitución del cielo, un libro de éxito, en el encontramos leyes o principios que, si aplicamos o creemos, “sobrenaturalmente” producirán resultados fenomenales, sin importar las circunstancias ambientales o las condiciones del mercado.
Una vez nacido de nuevo en el reino de Dios, empecé a escuchar a maestros de la Biblia ungidos que me dieron el entendimiento acerca de que Dios me ofrece una nueva oportunidad de empezar de nuevo… que la vida vieja, que yo había arruinado, podía reescribirse—en cada uno de sus capítulos. También aprendí que este nuevo Reino en el que había nacido, es el gobierno del cielo traído a la tierra y que tiene una manera de hacer las cosas, que requería prácticamente un cambio total de la manera de pensar que había aprendido.
La manera en la que Dios hace las cosas
La Biblia dice: «Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas». Eso simplemente significa: “busca la manera en la que Dios hace las cosas”. Rápidamente aprendí a cómo aplicar las leyes bíblicas y sus principios para producir resultados predecibles en las ventas, no solamente un mes, sino consistentemente todos los meses. También, aprendí muy pronto a cómo acceder a la sabiduría de Dios para resolver cada problema.
Me emocionaba hacer presentaciones de mis ventas, cerrar negocios y ayudarles a los clientes a resolver sus problemas. Cuando la sabiduría de Dios está disponible, puedes llegar a la cima en tu gráfico de rentabilidad sin sudar. ¡Es fenomenal! Las escrituras nos dicen: «Él atesora sabiduría eficaz para los rectos». No de los rectos… sino “para los rectos”. Todo esto se basa en el hecho de que Dios es omnisciente, lo que significa: “que lo sabe todo”. Él conoce el final desde el comienzo, Él ya ha visto tus necesidades y las ha suplido por adelantado. Yo dejé de ver los problemas como obstáculos, o como algo que quería sabotear mi éxito. No; cada problema se convirtió en una oportunidad de manifestar este Nuevo Reino y además… ¡de traer a la casa cheques con una comisión mayor!
No hace falta decir que, debido a mis resultados (y por supuesto la gracia de Dios), fui promovido a gerente, y allí trabajé con las leyes y principios más altos del Reino. Esta aplicación de “la fe y los negocios” creó una plataforma de credibilidad que hizo que muchos de mis compañeros y amigos se preguntaran cómo es que lo hacía. Eso me recuerda al Faraón de Egipto, que nunca se preguntó acerca del padre de José, hasta que la sabiduría de Dios resolvió sus problemas a través del mismo José.
Hay algo muy importante que debes recordar: el cristianismo nunca ha sido destinado para ser impuesto, sino que debe ser demostrado. Tu trabajo se convierte en tu púlpito, tu desempeño se convierte en tu plataforma y los negocios se convierten en tu audiencia. Jesús lo dijo así: «que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos».
Por esa razón escribí: Faith and the Marketplace (La fe en los negocios). Muchos cristianos han visto su cristiandad como algo separado de su trabajo o negocios, algo para solamente los domingos por la mañana y para muchos, es difícil reconciliar su fe cristiana con el deseo de tener ganancias y un negocio exitoso. Permíteme asegurarte que no están diseñados para estar separados.
Una ilustración magnifica al respecto es el testimonio que leí acerca de David M. Browne, el ex-gerente y presidente de LensCrafters, compañía que él también fundó. Mientras crecía en la iglesia, Browne recibió la creencia de que la fe y los negocios no se mezclaban, por lo tanto, “cayó en la costumbre de aplicar un sistema ético para su vida personal y otro sistema ético completamente distinto en el trabajo. Sin embargo, a través de un encuentro íntimo con Dios, Browne comenzó a darse cuenta que después de todo, debía existir un puente entre los dos mundos”.
Creó un puente entre ambos al aplicar: “el modelo de liderazgo de Jesucristo, del que sirve” en su manejo de LensCrafters. Después de cambiar su estilo de liderazgo y eventualmente la cultura de toda la compañía, el éxito que se ha generado por más de 10 años habla por sí solo. Las ganancias de la compañía crecieron a $2 billones, el número de tiendas creció de 50 a 1.200; la compañía fue reconocida como la tienda con mayores ganancias del momento, con casi un margen del 20% de ganancia; los últimos siete años de crecimiento se cimentaron en el flujo de caja y no vía deuda. Además, LensCrafters fue la primera compañía con ánimo de lucro que recibió de manos de la Casa Blanca el premio de Acción Voluntaria, por su programa “el regalo de la vista”.
Como Mateo 11:19 dice: “La sabiduría de Dios… demuestra ser verdadera por sus resultados” (Traducción Las Buenas Nuevas). Dios estratégicamente nos posicionó en el mercado, no sólo para llevar Su compasión, sino también para que, a través de nuestro desempeño laboral, demostremos Su sabiduría y por último Su influencia.
Un derramamiento de la Sabiduría de Dios
De acuerdo con las escrituras en este final de “los últimos tiempos”, experimentaremos un derramamiento de la sabiduría de Dios y seremos testigos de una explosión de inventos, que solamente podrán ser comparados con la Creación original de Dios. Este derramamiento, llegará a través de la iglesia y el Cuerpo de Cristo. No será la sabiduría intelectual, tecnológica o científica enseñada en las universidades. Será la sabiduría que únicamente el Espíritu Santo puede enseñar. Es la sabiduría que estableció a Daniel para aconsejar al gobierno de Babilonia y a José para generar la economía más poderosa que el mundo ha visto; esta sabiduría los puso a ellos dos en un lugar de prominencia y de liderazgo en los negocios.
Mi deseo es que, a través de este libro, aprendas a aplicar tu fe en los negocios, para conseguir “10 veces” mejores resultados, o desempeño, en cualquier cosa a la que te dediques o quieras hacer. Este éxito puede suceder en la vida de cada creyente una vez que encuentre su lugar de gracia (propósito) y entienda los principios del Reino. Para mí, este entendimiento del Reino de Dios llegó primero a través de las enseñanzas de un maestro de la Biblia que escuchaba en una estación de radio cristiana, cuando iba al trabajo todas las mañanas. Para ti, el entendimiento del Reino puede llegar a través de tu pastor, o “maestro”, o a través de libros y enseñanzas de audio.
Mi punto es que cada cristiano sirviendo en los negocios necesita de un maestro, alguien que le ayude a entender “cómo” aplicar las escrituras, en las situaciones diarias. En este libro verás claramente que esta “colaboración divina” de reyes (aquellos que trabajan en el mercado) y sacerdotes (el clero y los 5 ministerios), en estos últimos tiempos no es una opción. Si la Iglesia va a preservar a la humanidad, destruir la pobreza desde la raíz y hacer que la sociedad salga del camino de destrucción por el que va, esta colaboración es un requerimiento. Apocalipsis 1:6 dice: «y nos hizo (la iglesia) reyes y sacerdotes para Dios…»
Como escribió un hombre, “Cuando confinas el ministro verdadero a (solamente) los cinco ministerios (o el púlpito), haces que el 95 por ciento de la iglesia sea irrelevante”. ¿Por qué? Porque todas las personas en la iglesia son “ministros” llamados a servir a Dios, ya sea en la religión, los medios, los negocios, el gobierno, las artes y entretenimiento, la educación o la familia. Como proféticamente Dios me lo dijo en 1986: “es el momento de ‘quitarse las correas’, es decir, recalibrar tu pensamiento para que cada persona en el Cuerpo de Cristo entienda su propósito y responsabilidad de cumplir su tarea”.
Hoy, los países están a punto de entrar en recesión debido a las obligaciones excesivas de sus deudas; las ciudades no pueden cumplir con sus presupuestos municipales, sin tener que imponer impuestos cada vez más altos a sus ciudadanos; la amenaza de terrorismo es a nivel mundial, las drogas, la pobreza, la violencia y la falta de trabajos están tratando de destruir las comunidades urbanas. Es el momento de que la iglesia tome su lugar. No existe otra institución en la Tierra equipada para resolver problemas de esta complejidad y magnitud. Entonces, sea que estés llamado al púlpito, o al banco en la iglesia, tienes un llamado. Ya no eres común y corriente. Has nacido con mucho más potencial y para una obra más grande, del lugar en donde te encuentras en este momento. Como Elías y Ester, que decidieron el destino de naciones, el cumplimiento de tu tarea del Reino es extremamente importante. Como pastor, o en el consejo de la ciudad, como profesor o evangelista, como agente de bolsa o ama de casa, o como misionero, estás ungido para prestar un servicio excepcional. Y a través de esta colaboración divina, entre los reyes y los sacerdotes y por supuesto, el Dios todopoderoso, efectivamente podrás cambiar el destino de millones, e inclusive billones, en las ciudades y países por todo el mundo.
Puede que no solamente confirmes tu lugar único en el Reino, sino también pongas a trabajar tu fe en el mercado, para producir el cielo en la Tierra a cualquier lugar al que vayas.