El sol de Texas brillaba sobre las calles de Dallas cuando Tom y Tiki Finlayson se apartaron de la caravana y se detuvieron a la orilla. Formaban parte del equipo de los Ministerios Mike Barber, y todavía experimentaban vívidamente la emoción de haber ganado 2500 almas para Cristo durante la última campaña en la ciudad de Westville, Indiana. El padre de Tiki estacionó el camión con acoplado que transportaba los equipos. Bajando desde la cabina, se estiró antes de abrazar a Tiki.
“Papá, muchas gracias por todo lo que hiciste” le dijo.
Con una sonrisa les dijo, “Sí”, mientras Tom comenzaba a abrazarlo. Observaron cómo se montaba a su motocicleta para regresar a casa en Chattanooga, Tennessee.
Mientras conducían de regreso a Houston, Tiki reflexionó maravillada acerca de cuánto había cambiado su vida desde que ella y Tom se habían casado. Era un marido maravilloso y un gran padrastro para sus dos hijos, Derek y Kevin.
Tom no siempre había sido ese predicador sagaz y ganador de almas que era en la actualidad. Hijo de predicadores en la ciudad de Chattanooga, se había rebelado y su dependencia a la cocaína había ascendido a unos $5.000 dólares semanales. Cuando alcanzó el final de la cuerda, entregó su vida a Cristo. A principios de la década de 1990, su hermano mayor, un evangelista, lo inscribió a la lista de correo de la revista “La Voz de Victoria del Creyente”, la publicación mensual de los Ministerios Kenneth Copeland. Leer cada número de tapa a tapa había provocado un cambio radical y, al convertirse en colaborador de KCM, aprendió a vivir por medio de la fe. En 1995, comenzó a trabajar en el ministerio carcelario.
Después de casarse con Tiki en el 2002, ella se sumó a él en el ministerio. Habían comenzado con un servicio al mes, más estudios bíblicos para reclusos y actividades evangelísticas. En el momento que alcanzaron los 87 servicios mensuales, tenían un equipo de 120 voluntarios.
En el 2010, Mike Barber les había solicitado que trabajaran para su ministerio. En Houston, Mike había recibido el puesto de director de capellanes en la cárcel del condado de Harris. El condado de Harris no era una cárcel cualquiera. Era la cárcel más grande de los Estados Unidos con un promedio de 8000 a 10.000 presos. Mike les había pedido a Tom y a Tiki que se mudaran a Houston, y que modelaran allí lo que habían hecho en Tennessee.
Después de la mudanza en enero de 2011, Tom y Tiki pasaron tres semanas al mes trabajando en Houston y una semana en Chattanooga. Este tipo de campañas eran como la crema del pastel de una vida y un ministerio maravillosos.
El teléfono sonó a las 9:30 de la noche de julio de 2011.
“Tiki”, comenzó su hermano, “Papá tuvo un accidente muy grave justo cuando se dirigía a Chattanooga. Creen que no pasará la noche.”
Tom y Tiki oraron mientras empacaban.
Ayuna y ora.
¿Venía eso de parte del Señor? Tiki no la pasaba muy bien sin comer. Tendía a desmayarse sin previo aviso.
“Dios, ¿estás seguro?”, le preguntó ella.
Ayuna y ora.
Manteniéndose firmes en la Palabra de Dios
“Salimos de Houston a las 10:30pm y manejamos todo el martes por la noche y la mitad del miércoles, orando todo el tiempo”, recuerda Tiki. “Papá estaba en coma en la zona de terapia intensiva (UCI por sus siglas en inglés). Tenía una lesión cerebral grave. El accidente había sido causado por negligencia; alguien tenía una parrilla de gas en la parte trasera de un camión que no estaba amarrada. Esta se cayó del camión, causando un choque múltiple de vehículos.”
“Cuando me permitieron entrar a la UCI, le dije: ‘Papá, te recuperarás. No voy a comer hasta que te despiertes, y no saldré del hospital.’ Dormí en una silla en la sala de espera de la UCI. No hubo cambios en su condición hasta el viernes por la noche. Mi hermano y yo le pedíamos que nos apretara las manos cuando abrió los ojos. Lo primero que pensé fue, ¡Puedo comer! Oí al Señor que me respondía: ‘Todavía no.’”
Tiki sabía cómo orar con fe. Su abuela había aprendido sobre la fe de Kenneth E. Hagin y Kenneth Copeland. Ella había crecido afilando sus dientes espirituales en la Palabra de fe. Sus dos hijos, Derek y Kevin, ambos ahora en sus 20 años, también fueron criados en la fe. Cuando sus padres se mudaron a Houston, ambos se quedaron en Chattanooga: Derek hizo planes para vivir en California y Kevin ahorró dinero para comenzar su propio local de café y juegos cerca de la casa. Kevin amaba el ministerio de la prisión y, a menudo, llamaba temprano por la mañana para preguntar si Tiki y Tom orarían por uno de sus amigos.
“Cuando recibimos la llamada acerca del papá de Tiki”, recuerda Tom, “sabíamos cómo apoyarnos en la Palabra de Dios. Temprano en la mañana del domingo, salí de regreso hacia Houston. Había llegado a Birmingham, Alabama, cuando Derek me llamó. Me dijo que uno de los amigos de Kevin había pasado por el sitio de un terrible accidente y había reconocido la camioneta de Kevin, completamente destrozada. Llamé al teléfono de Kevin y alguien del hospital me respondió.”
“La recepción telefónica en la sala de espera de la UCI era mala. La gente había estado tratando de comunicarse con Tiki, pero las llamadas se caían. Finalmente logré conectarme y le informé que Kevin estaba en algún lugar del hospital. Luego di la vuelta y comencé mi regreso.”
Tiki corrió a la UCI. Él no estaba allí. Luego corrió a la sala de emergencias donde dos oficiales se reunieron con ella. “¿Eres la mamá?”
“Sí, ¿dónde está Kevin? Necesito verlo.”
Kevin estaba en cirugía. Tiki asumió su posición de fe, imaginando los ojos brillantes de Kevin, inundados de buen humor y su largo y hermoso pelo, el cual había dejado crecer para donarlo a niños con pérdida de cabello.
Al llegar el médico, comenzó a detallar una larga lista de lesiones y finalizó: “No luce muy bien. Estamos haciendo todo lo que podemos.”
“Aprecio su conocimiento y el cuidado de mi hijo”, respondió Tiki. “Estoy orando y esperando un milagro.”
Una posición de fe
La apariencia de Kevin era tal que simplemente nada podría haber preparado a Tiki. La única parte de su cuerpo que ella podía tocar era su brazo y mano derechos. “Kevin”, le dijo Tiki, “no es hora de que te vayas. Saldrás de esa cama. Tienes un propósito. Escucha a tu mamá.”
Las visitas tenían que ser muy bien planeadas. Tanto Kevin como el padre de Tiki estaban en la misma UCI. Los médicos de su padre no querían que él se enterara del accidente de Kevin, preocupados porque su estado era demasiado inestable para recibir las noticias. Cada visita tenía que ser orquestada, y cada visitante prevenido.
A la familia le habían informado que había ocurrido una muerte en el accidente. Ellos habían orado por la otra familia, pidiéndole a Dios que los consolara en su pérdida. Cuando llegó un detective para discutir la investigación sobre el accidente, había nueva información.
La muerte reportada había sido la de Kevin.
Él había muerto tres veces camino al hospital.
La otra noticia fue aún más impactante. Kevin había sido impactado de frente por una conductora ebria.
“Necesitamos orar”, dijo Tiki. La familia se tomó de las manos mientras oraba: “Dios, la perdono por lo que le ha hecho a nuestra familia. Te pido que saques algo bueno de esta situación.”
“¿Cómo pudiste hacerle eso a Kevin?”, preguntó un miembro de la familia.
Otro la maldijo.
“Hubo una guerra en mi interior”, admite Tiki. “La vida de mi hijo estaba en la balanza. No sentía ganas de perdonar. Elegí perdonar. Me sorprendió cuando lo dije.”
Una clase distinta de milagro
Todavía ayunando, Tiki oró la mayor parte de la noche, manteniéndose firme por un milagro. A la mañana siguiente, ella esperaba un buen informe. “A las 8:57 de esta mañana”, comenzó el doctor, “hemos diagnosticado a Kevin con muerte cerebral.”
“¡No puede hacer eso!”, insistió Tiki. “¡No apague ni una sola máquina a menos que yo se lo indique!”
El doctor parecía aturdido y un poco asustado.
Tiki se dirigió a la UCI como un general que avanzaba contra un enemigo. Al llegar a Kevin, ella le dijo con severidad que tenía que quedarse y terminar su propósito. Habiendo dicho eso, ella continuó su postura de fe.
Siete horas más tarde, y todavía creyendo por un milagro, sucedió algo inesperado. Tiki se inclinó y susurró al oído de Kevin: “Kev, mamá no está lista para que te vayas.” Cuando escuchó la voz de Kevin, las palabras eran tan fuertes y claras que se quedó sin aliento.
“Mamá, es demasiado doloroso.”
Cuatro palabras. Ella escuchó cuatro palabras audibles.
“Sus palabras fueron tan claras que pensé que se había despertado y hablado conmigo”, recuerda Tiki. “Pero él no lo había hecho. Estaba entubado y en coma. Escuché a su hombre espiritual hablarme en voz audible.”
“Creo que estaba tan convencida de que Dios lo sanaría, que Dios le dijo algo por el estilo a Kevin, ‘Tu madre está golpeando las puertas del cielo. Si no le dices que no quieres volver, tendré que responder a su oración.’”
“Creo que Dios dejó que Kevin decidiera. Kevin estaba en presencia de Jesús, y yo le estaba pidiendo que se fuera. Yo tampoco hubiera querido irme.”
“Está bien”, le dijo Tiki a Kevin. “Mamá estará bien.”
La vida sin Kevin
Por primera vez en seis días, Tiki salió del hospital. El viaje a casa fue el viaje más largo de su vida. Tendría que aprender a vivir sin su hijo.
El 6 de agosto de 2011, más de 3000 personas asistieron al servicio de celebración de la vida de Kevin. Michael Ketterer, quien había entonado una canción original escrita por Garth Brooks en America’s Got Talent de la TV, participó con su canto y Dean Sikes del programa Spirit of America ofició el servicio. Ese día, cuarenta y ocho personas respondieron a un llamado al altar y entregaron sus corazones a Jesús. Dos de ellos habían sido ateos.
El 9 de agosto, el padre de Tiki finalmente fue dado de alta del hospital. Sólo entonces supo que su nieto había muerto. Tiki había regresado a Houston hacia finales de ese mes.
“Mi mente estaba como en una neblina, no podía leer la Biblia”, nos relata. “Escuchar la alabanza de la música y orar en lenguas me daba paz. Seguí diciéndole a Dios que no entendía, pero que confiaba en Él.”
La conductora del automóvil que causó el accidente, una joven de nombre Latisha Stephens, tenía 32 años. Un nivel de alcohol en sangre de 0,08 por ciento se considera legalmente ebrio. Su nivel era de 0,235 por ciento.
Luego de la tragedia, Tiki y su hijo mayor, Derek, comenzaron un grupo de concientización sin fines de lucro llamado 1N3 (NDT: acrónimo del idioma inglés que se traduce como “Uno en Tres”). El nombre se basó en las estadísticas de que una de cada tres personas se ven afectadas por conductores ebrios. Los medios de comunicación se presentaron en el primer evento 1N3 y un reportero le preguntó a Tiki: “Si le pudieras decir algo a la mujer que mató a tu hijo, ¿qué sería?”
Tiki miró a la cámara.
“Latisha, si estás viendo esto”, dijo, “quiero que sepas que te perdono, y espero que cambies tu vida.”
Hubo muchos acuerdos y desacuerdos entre los miembros de la familia debido a la actitud de perdón que Tom y Tiki habían tomado con respecto a la mujer responsable de la muerte de Kevin. Algunos miembros de la familia se negaron a hablar con ellos. Otros, los toleraron.
Rompiendo las cadenas
“Tiki estaba funcionando, pero era como una zombi”, explica Tom. “Mike Barber y su familia fueron maravillosos con nosotros, pero sabían que ella necesitaba irse a casa. Mike amablemente nos permitió hacerlo.”
Mientras tanto, Latisha Stephens había sido acusada de la muerte de Kevin y su juicio estaba en proceso.
Cuando la familia llegó al juzgado en marzo, la fiscal de distrito pidió reunirse con ellos. “Quiero ofrecerles algo”, comenzó. “Se llama Justicia Restaurativa. Queremos que se reúnan con Latisha y su familia. Se les dará la oportunidad para hablar sobre cómo sus acciones han impactado a su familia.”
“Definitivamente”, respondió Tiki. “¿Cuándo?”
“Hoy.”
Un par de horas después, las familias se conocieron. La tía de Kevin, Crystal, había escrito 61 largas cartas a nombre de “Querida Conductora Ebria” que ella condensó en cinco páginas. Fue muy difícil. El mensaje principal era: Te odio.
Cuando llegó el turno de Tiki, ella dijo: “Quiero decirte, cara a cara, que te perdono. Eso no significa que lo que hiciste estuvo bien. Nunca estará bien.”
Tiki le mostró fotos de Kevin a Latisha y reprodujo clips de audio. Cuando terminó, el Señor le dijo: No has terminado. Ella va a la cárcel. Ofrécete para ayudarla.
“Quiero ofrecerme para ayudarte. Si me lo permites, me gustaría ayudarte a convertirte en la persona que Dios te ha llamado a ser.” Latisha aceptó la oferta.
Entonces Dios dijo de nuevo: No has terminado. Quiero que la abraces.
Antes de que Tiki pudiera terminar de decir las palabras, “Y, me gustaría abrazarte.” Latisha se levantó y caminó hacia los brazos de Tiki. Se aferraron la una a la otra, y sollozaron.
Algo se rompió mientras se abrazaban. Fue un momento verdaderamente sanador.
Ayuda inesperada
El día que Latisha debía ser sentenciada, las dos familias se reunieron temprano en el juzgado y pasaron dos horas hablando. Latisha hizo una declaración en un video que se usaría en los eventos 1N3. Sin previo aviso, la tía de Kevin, Crystal, se acercó y abrazó a Latisha. “Te perdono”, le dijo.
El rango de sentencia de Latisha era de ocho a 12 años. La familia de Kevin pidió que recibiera más de ocho años. Negociaron que Latisha sólo cumpliera con el 20 por ciento de su sentencia antes de ser elegible para la libertad condicional, en lugar del 30 por ciento normal. Después de pasar dos meses en la cárcel local, Latisha fue trasladada a una prisión de máxima seguridad en Nashville. Tom y Tiki le dieron su dirección y se mantuvieron en contacto. Los hijos y amigos de Latisha se ofrecieron como voluntarios en algunos de los eventos 1N3.
“Diez meses después de que ella fuera a la cárcel”, recuerda Tiki, “recibí una llamada notificándome que Latisha tendría una audiencia de libertad condicional el próximo mes. No tuvimos en cuenta que podrían ser eliminados de su condena un máximo de 16 días por mes por buena conducta. Pensé que era demasiado pronto. ‘Señor, ¿no vale la vida de Kevin más que esto?’”
Dijiste que confiabas en Mí.
“Estaré en la audiencia”, Tiki le dijo a la mujer que había llamado, “Pero no para oponerme.”
No apareció nadie para oponerse. Veintiún personas apoyaban la libertad condicional de Latisha. Tiki habló al final.
“También soy culpable de asesinato”, comenzó. “El Padre del hombre que maté me ha perdonado y me trata como a Su propia hija. Él no me culpa de lo que hice. El hombre que maté era Jesús. ¿Quién soy yo para no extender la misma clase de perdón que Él me ha dado?”
El 13 de noviembre de 2013, Latisha Stephens fue puesta en libertad. Fue la primera vez en el estado de Tennessee que a un recluso se le concedió la libertad condicional por ese cargo en su primera audiencia.
“Latisha y yo comenzamos a hablar juntas [en los eventos del 1N3] en enero de 2014”, recuerda Tiki. “Nuestro mensaje es simple: ‘Lo que elijes es importante.’ Hablamos en colegios de secundaria, centros de rehabilitación, iglesias, programas de educación para conductores, grupos de jóvenes y eventos comunitarios. Cientos de personas han entregado su vida a Cristo como resultado de esos eventos.”
“Hoy, Latisha es como una hija para nosotros. No podríamos amarla más. Se casó con su novio de la infancia y tiene un bebé recién nacido. Recibió su licencia de conducir y está comenzando un negocio.”
Tom y Tiki saben que la raíz de su buena voluntad de perdonar está basada en el fundamento de la fe que se formó en ellos a temprana edad, y todo lo que les habían enseñado a través de los ministerios de Kenneth E. Hagin y Kenneth Copeland.
“La colaboración con KCM significa que siempre tienes a alguien respaldándote, sin importar por lo que estés pasando”, dice Tom. “Cuando trabajaba duro para mantenerme sobrio y cambiar mi vida, sé que no lo hubiera logrado si no hubiera sido por mi primer pastor, Larry Benz y por Kenneth Copeland. Qué bendición ha sido para nosotros.”
“Ni siquiera puedo imaginarme cómo serían nuestras vidas sin los Copelands”, agrega Tiki. “Hemos aprendido mucho de ellos a lo largo de los años, no sólo sobre la fe, sino sobre el perdón. De hecho, un año y medio después de la muerte de Kevin, me di cuenta de que no había estado ayunando por mi padre en esa situación. Dios me hizo ayunar para que pudiera perdonar. El perdón es una elección. Si esperas hasta que te apetezca, nunca sucederá. El perdón es la libertad.”
Además de su ministerio carcelario, Tom y Tiki pastorean la Iglesia Purpose (Propósito) en Tennessee. Cualquiera que escucha su historia, sabe que el perdón es la súper-poder de un cristiano. Rompe el poder de la culpa y la vergüenza y pone a los perdonados en su camino hacia la victoria.