¡Estos días son maravillosos! Estos días no son como los días de Juan el Bautista. Sus días fueron días de ansiedad por la inestabilidad política; sin embargo, eran también días de expectativa por la esperanza de Israel, por su liberación.
La gente no sabía que su esperanza estaba a punto de cumplirse cuando Juan el Bautista apareció.
El plan de Dios para Juan el Bautista se encuentra en Lucas 1:14-17, cuando el Ángel del Señor se le apareció a Zacarías, padre de Juan y le anunció:
«Tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento, pues ante Dios será un hombre muy importante. No beberá vino ni licor, y tendrá la plenitud del Espíritu Santo desde antes de nacer. Él hará que muchos de los hijos de Israel se vuelvan al Señor su Dios, y lo precederá con el espíritu y el poder de Elías, para hacer que los padres se reconcilien con sus hijos, y para llevar a los desobedientes a obtener la sabiduría de los justos. Así preparará bien al pueblo para recibir al Señor» (Reina Valera Contemporánea).
Listo en el interior
Cuando el ministerio de Juan empezó, la nación estaba en un lugar de oscuridad, viviendo bajo las garras de un líder débil y el gobierno de otra nación. Israel necesitaba un Salvador—ese Salvador que habían esperado por siglos. Dios ungió a John para “que alistara la gente para el Señor”. El trabajo de Juan, ordenado por Dios, era hacer que la nación volviera al Señor y los ayudara a tener esperanza.
Alistar. Esa es algo en el interior. La tarea de Juan era hacer que la gente estuviera preparada en su interior, que cambiaran sus corazones, y visualizaran lo que sucedería en el exterior. ¡Él los preparó para recibir al Señor Jesús!
Las escrituras dicen que la unción de Juan era la misma unción de Elías, cuya unción hizo que la gente se sentara y notara la obra del Señor. La unción de Elías hizo que la gente se arrepintiera de su manera pecaminosa de vivir y volvieran a Dios. Su unción dio esperanza a la gente para el futuro y les hizo ver a Su Dios justo obrando a su favor. Los alistó en el interior para recibir el cambio exterior.
Tal como en los días de Elías y Juan el Bautista, mientras atravesamos unos de los momentos más grandiosos de la historia, a su vez estamos enfrentando unos de los tiempos más oscuros que alguna vez hayamos visto, escuchado o imaginado. El enemigo está trabajando, minuto tras minuto, tratando de convencer a la gente que el camino a seguir es el camino de la maldad y la oscuridad. Sin embargo, gracias a Dios, hay personas de Dios que caminan en justicia y están haciendo que la luz y la vida de Cristo sean evidentes donde quiera que estén.
En estos días maravillosos, la gente del mundo nuevamente necesita darse cuenta de la obra de Dios. Necesitan arrepentirse y cambiar su opinión acerca de él. La gente necesita renovar su esperanza y darse cuenta que Dios está obrando por ellos, aun en estos tiempos. ¡Necesitan alistarse y prepararse para el Señor!
Hoy en día, la gente de Dios lleva dentro de sí una unción similar a la que Elías y Juan el Bautista poseían. Dios le ha dado poder a Su cuerpo para ser esa fuerza en la Tierra que ayuda a la gente a alistarse y prepararse para el Señor. ¡Qué misión tan gloriosa! En cada nación del mundo, el Espíritu de Dios está brindando algo muy fresco y poderoso en el Cuerpo de Cristo, y en aquellos que están en posiciones de liderazgo en ese Cuerpo. Otra vez, en la historia de la iglesia, ¡Dios ha puesto a Su gente en la cresta de la ola, haciendo que la gente se aliste para recibir al Señor!
Nada es nuevo
Digo nuevamente porque, a través de la historia, como ya hemos visto en los días de Elías y en la época de Juan, en cada nación, tanto en la iglesia como en el mundo, la humanidad ha atravesado períodos de oscuridad. La gente ha experimentado épocas de desesperación y desánimo. Sin embargo, Dios conoce a las personas. Él sabe cómo responder a las circunstancias. Eclesiastés 1:9 nos dice que no hay nada nuevo bajo el cielo. Dios siempre ha sido fiel para ungir a la gente para que aquellos que están en oscuridad y desesperación preparen su interior para recibirlo y también la liberación que les ha preparado.
Cuando comparo la época en la que vivimos hoy y la época de mi juventud, veo muchas similitudes. ¡Los años 60 y 70 fueron muy alocados! La guerra de Vietnam fue muy larga y se perdieron muchas vidas—tanto en el campo de batalla como en los hogares. Vidas que fueron pérdidas durante los primeros días del programa espacial de los Estados Unidos Apolo. Como nación, todavía estábamos recobrándonos de los asesinatos del Presidente John F. Kennedy, su hermano, Robert Kennedy y Martin Luther King Jr. Debido a estos trágicos eventos, América experimentaba unas de las épocas más oscuras en muchos años.
Y yo también experimenté algunos retos a nivel personal.
Criado en el sur de California, de adolescente pude experimentar la primera ola de violencia y la horrible falta de paz que sacudía en las calles de Los Ángeles y Watts en medio de la violencia racial. Probé la marihuana cuando tenía 11 años y quedé totalmente destrozado cuando mi padre se suicidó. En ese momento, mi vida era un descontrol total. Era una vida sin esperanza, llena de oscuridad y desesperación. Pero la verdad es que no estaba solo; yo era tan solo uno de los tantos cientos de miles alrededor del mundo que estaban caminando ciegos hacia la destrucción—viviendo bajo la influencia de la oscuridad, sin querer buscar la luz.
¡Esos fueron tiempos desesperantes!
Algo Nuevo
Sin embargo, las buenas noticias son que Dios nunca estuvo inconsciente de las cosas de nuestro país y de las que atravesé personalmente. A Él no lo sorprendió la situación. ¡Él siempre estuvo en la escena—listo para levantar a Su gente en la desordenada América, y en el mundo convulsionado, preparándolos para conocer a su Salvador! ¡Por muchos años estuve perdido! Yo era un chico confundido y sin dirección. Sin embargo, ¡Dios estaba allí para salvarme y ponerme en Su camino de vida!
En 1967, algo nuevo estaba sucediendo en América, algo de lo que yo no tenía idea alguna. Era el grupo denominado “Movimiento de Jesús”. Su manera de vivir, llevando el mensaje del amor de Dios, preparó a la gente para el Señor. Aún yo mismo fui influenciado por la gente de Jesús que tenía por misión darle a la gente esperanza para su vida y el mundo.
Como muchos otros, yo estaba confundido acerca de mi propia vida y el mundo a mi alrededor. No tenía idea que mis respuestas las encontraría en el Señor. Ciertamente no estaba buscando las respuestas en la iglesia. Yo vivía la vida que mi papá me había advertido cuando tenía 12 años: si empezaba a usar marihuana en mi juventud, ésta me llevaría por el mal camino, hasta la heroína. En 1971 arribé exactamente a donde mi papá había “profetizado”—despertando de un estupor inducido por la heroína. Mi primer pensamiento esa mañana fue: quiero hacerlo nuevamente, ahora. Entonces recordé sus palabras y en ese momento me di cuenta que necesitaba ayuda. ¡Me di cuenta que necesitaba a Jesús en mi vida!
¡Empecé a buscar las cosas de Dios y Él me guío paso a paso en el camino! ¿Sabes a donde me llevó? ¡Me condujo a la iglesia! Me conectó con un diácono de la iglesia que me acogió bajo sus alas. Este hombre y la gente de esa iglesia me dieron la bienvenida y me prepararon para conocer al Señor. Ellos me ayudaron a conocer a mi Padre celestial, al Salvador Jesucristo, y me guiaron a ser lleno del Espíritu Santo.
Aquí está la parte más grandiosa: yo no era la única persona de pelo largo y drogada que recibían en su iglesia. Dicha iglesia guiada por el Espíritu Santo se convirtió en una familia amorosa, que me aceptó y perdonó; también lo hicieron con Vikki—antes de que estuviéramos casados. Ellos nos dieron esperanza para nuestro futuro. Nos dieron la luz de Jesús. Nos ayudaron a estar listos para la relación correcta con el Señor. ¡Cuándo Dios me trajo a la iglesia y conocí a Jesús, todo cambió y mi vida ya no fue la misma!
En estos días vivimos de la misma manera que en los días cuando yo era joven e iba camino hacia la destrucción. La gente joven tiene hambre de respuestas. Nuestra nación y nuestras iglesias están hambrientas por líderes auténticos. Las voces llegan a la gente desde todas las direcciones, mientras vivimos bajo la influencia de los medios sociales y medios de comunicación, que distorsionan la verdad.
La realidad es que cada uno de nosotros tiene una parte de la Unción de Dios para hacer que la gente se prepare para el Señor. Cada día, Él trae personas a nuestro camino que están buscando respuestas y un camino de salida de la oscuridad y la confusión, muy parecido a como nosotros estuvimos alguna vez. Le agradezco a Dios que Su plan es que Su pueblo—esos somos tú y yo—sea Su voz para esta generación.
Dios ha puesto un llamado maravilloso, en la iglesia y en sus líderes. Nosotros estamos experimentando una presencia nueva y fresca del Espíritu Santo. Yo creo que Dios está pidiéndonos que tomemos el espíritu de Elías y Juan—el espíritu de alistar a las personas para el Señor. Él nos está confiando para que ministremos sus necesidades—y después los alistemos para el Señor.
Mientras confiemos en el Espíritu Santo de nuestro Dios y el amor de Jesús para hacer la obra, podemos depender de una autoridad y unción fresca de parte de Dios, que nos permitirá mantenernos firmes, dar un paso y declarar juntos a toda la gente: “¡Alístense! ¡Sus mejores días están por llegar!”