¿Qué pasaría si Dios te invitara a vivir en el Jardín del Edén…no tan sólo algún día en el cielo, en el dulce porvenir, sino en la Tierra, aquí y ahora? ¿Qué pasaría si Él te prometiera una vida tan llena de la abundancia sobrenatural que la gente que está vagando en este mundo salvaje pudiera ver Su poder maravilloso y Su bondad, tan sólo con mirarte?
Sería una vida maravillosa, ¿verdad?
Algunas personas nos dirían que ese estilo de vida sería demasiado bueno para ser cierto. Pero, según la Biblia, ese es el plan de Dios para cada uno de Sus hijos. Fue Su plan desde el comienzo, cuando BENDIJO a Adán y lo puso en el Jardín del Edén. Fue Su plan cuando hizo un pacto con Abraham y le prometió bendecirlo a él y a su descendencia; y fue Su plan cuando nos dijo en el libro de Isaías: «Escúchenme ustedes, los que me buscan y van en pos de la justicia. Miren la piedra de donde ustedes fueron cortados; el hueco de la cantera de donde fueron sacados. Miren a Abraham, su padre; miren a Sara, la mujer que los dio a luz. Cuando él era uno solo, yo lo llamé, lo bendije y lo multipliqué. Yo, el Señor, consolaré a Sión; consolaré todos sus páramos. Haré de su desierto un paraíso…» (Isaías 51:1-3).
Podrías decir: “pero hermano Copeland, esos versículos están en el Antiguo Testamento. Y están hablando acerca del plan de Dios para los judíos, y para Israel”.
También nos están hablando a nosotros, como creyentes. De acuerdo al Nuevo Testamento, Abraham también es nuestro padre (Romanos 4:16). Nosotros somos su descendencia y herederos de lo que Dios le prometió (Gálatas 3:29). Somos ciudadanos de Sión, la ciudad del Dios viviente (Hebreos 12:22).
¡Si eres un creyente, entonces Dios está hablándote en esos versículos! Él te está diciendo que tienes el pacto del Edén. Te está prometiendo que, si observas a Abraham y sigues su ejemplo, puedes caminar en la plenitud de Su BENDICIÓN y ésta cambiará tu vida hasta convertirla en un verdadero Jardín del SEÑOR.
Gloria y yo sabemos lo que se siente. Lo hemos venido experimentando por un buen tiempo. No porque nosotros seamos alguna clase de seres especiales en el espíritu, sino porque hace 50 años que empezamos a aprender a cómo cooperar con el sistema de Dios. Nosotros empezamos a aprender lo que Él quería decir cuando dijo: «Por tanto, la promesa se recibe por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia, tanto para los que son de la ley como para los que son de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros» (Romanos 4:16).
La fe y la gracia son muy importantes para Dios. La fe es necesaria porque es la fuerza espiritual que nos conecta con la gracia. La gracia lo es porque es la que hace el camino para disfrutar del Jardín de Edén sin tener que esperar hasta el final de los tiempos. Cuando te conectas por medio de la fe a la gracia de Dios, Él puede tratarte como si el pecado jamás hubiera existido.
¡Eso es grandioso! ¡Es lo más grandioso!
Aún las puertas del infierno no pueden detenerte
“Sí, la fe y la gracia son grandiosas, es cierto”, podrías decir, “pero, ¿qué pasa con el diablo? ¿Cómo puedo vivir como si estuviera en el Edén, cuando todavía estoy en este mundo infestado de pecado, batallando con él?”
Haces lo mismo que hizo Jesús. Cuando Él estaba en la Tierra, Él derrotó al diablo todos los días de Su vida. Él no sólo venció cada tentación y caminó continuamente en la BENDICIÓN de Dios a nivel personal, sino que brindó esa BENDICIÓN a la vida de otras personas. «Él anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hechos 10:38).
“Pero, ese era Jesús, hermano Copeland. Él es el hijo de Dios”.
Sí, lo es—y tú también lo eres. No eres tan sólo un viejo pecador olvidado, salvo por la gracia. ¡Tú eres una nueva creación! «De modo que, si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo! Y todo esto proviene de Dios…» (2 Corintios 5:17-18). Tú has «nacido de nuevo, y no de una simiente (semilla) perecedera, sino de una simiente imperecedera, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre» (1 Pedro 1:23).
Tu ADN espiritual y el ADN de Jesús son exactamente el mismo. Espiritualmente, eres un gemelo idéntico. Tú también tienes la misma fe que Él tiene. La fe de Dios te ha sido dada como un regalo, en la misma fracción de segundo en la que naciste de nuevo (Efesios 2:8). Es tan poderosa que la primera vez que la usaste, te transformó para siempre. Te conectó con tal nivel de la gracia de Dios, que tu viejo hombre murió y te convertiste en la justicia de Dios en Él: y fuiste resucitado y sentado en los lugares celestiales con Jesucristo.
Piénsalo: tú todavía eras un bebé espiritual cuando todo ocurrió. Probablemente no sabías mucho acerca de la PALABRA de Dios como sabes ahora. Aun así, por tan sólo creer, confesar y actuar en ese mínimo conocimiento, saliste del reino de las tinieblas y entraste al reino de la luz, del amado Hijo de Dios, y las puertas de infierno, no pudieron detenerte.
Podrías decir: “Sí, pero esa fue una victoria espiritual; en lo natural todavía estoy sujeto a todo este desorden que el diablo instiga alrededor del mundo”.
No, no lo estás. No hay nada en este mundo que tu fe en Dios no pueda vencer. «Porque todo el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe» (1 Juan 5:4).
Cuando usas tu fe en la PALABRA de Dios como un arma en contra del diablo, el queda indefenso en tu contra. Observa lo que pasó en su batalla final con Jesús; Jesús lo hizo antes que nosotros con la misma medida de fe que nosotros tenemos. Él desarrolló Su fe, alimentándola en la PALABRA de Dios de la misma manera que tú y yo lo hacemos, y todas las fuerzas del infierno combinadas no pudieron hacerle frente. Después de ir a la cruz, Él los atacó y los desarmó de tal manera, que si ellos hubieran sabido lo que estaba a punto de sucederles, «nunca habrían crucificado al Señor de la gloria» (1 Corintios 2:8).
Si has leído la Biblia, conoces la emocionante historia de la victoria de Jesús. La misma comenzó cuando Satanás y sus secuaces pensaron que finalmente habían logrado aventajar a Jesús. Mientras Él sufría en la cruz de tal manera que ya no parecía un ser humano, ellos no sabían que Él estaba pagando el precio del pecado de toda la humanidad. Ellos no se dieron cuenta que Él estaba actuando como nuestro sustituto; entonces, cuando Él murió y fue arrastrado al infierno, todos liberaron su furia por completo sobre Él.
¡Después, al tercer día, descubrieron que habían cometido un error garrafal!
En el momento que pensaron que estaban a punto de aniquilar a Jesús, repentinamente el ámbito espiritual retumbó con la voz del Dios todopoderoso: “¡Es suficiente!” les dijo. “Nuevamente seré un Padre para Él y nuevamente Él será mi Hijo”. Con esas palabras, Jesús instantáneamente resucitó de entre los muertos. Fue el primer hombre en haber nacido de nuevo del pecado a la justicia, y empezó a predicarles el evangelio, allí en el infierno. Con demonios retorciéndose de un lado hacia otro, le arrancó las llaves a Satanás y dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra» (Mateo 28:18). Después—zas—salió de las entrañas de la Tierra, ascendió y recuperó Su cuerpo, y se dirigió al cielo donde derramó Su sangre sobre el trono de la misericordia celestial.
Lo único que tienes que hacer, es apretar el gatillo
¡Jesús es el campeón original y definitivo de la fe! En el momento que creíste en Él, te convertiste en Su heredero. Entonces, ya sea que lo sepas o no, ¡tú eres el peso pesado de la cuadra! Tu hermano de pacto de sangre, el SEÑOR Jesucristo, derrotó por completo al diablo en el enfrentamiento más grande de todos los tiempos. Él te ha dado el arma totalmente cargada. ¡Lo único que necesitas hacer, es apretar el gatillo!
¿A qué me estoy refiriendo? Me refiero a que saques tu Biblia, encuentres la escritura que concierne a tu situación, y pelees la buena batalla de la fe con la PALABRA de Dios. Si estás creyendo por sanidad, encuentra escrituras de sanidad y mantente firme en ellas. Llena tu casa con ellas a tal punto que cuando alguien te visite, vean las escrituras en cada puerta.
Después, haz lo que Isaías 51 dice. Mira a Abraham el padre de la fe, y sigue su ejemplo.
«Te he puesto por padre de muchas naciones.» Y lo es delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no existen, como si existieran. Contra toda esperanza, Abraham creyó para llegar a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.» Además, su fe no flaqueó al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (pues ya tenía casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en la fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios era también poderoso para hacer todo lo que había prometido» (Romanos 4:17-21).
¿Qué estaba haciendo Abraham en esos versículos? Él estaba usando la fe que Dios había puesto en su interior, a propósito, como una herramienta. Cada vez que el diablo llamaba la atención de Abraham por su cuerpo viejo, muerto y arrugado, cada vez que el diablo le señalaba que Sara estaba vieja y era estéril, Abraham apretaba el gatillo y disparaba otra ronda de la PALABRA de Dios. “¡Cállate, diablo!”, le decía. “No tengo en cuenta tus mentiras: ¡No considero las circunstancias naturales! ¡Creo en lo que Dios dijo, y nada más!
No te estoy sugiriendo que será así de fácil. Esto no es algo para los que les gusta quejarse. Es para los campeones, y tú te convertirás en un campeón de la fe si te mantienes en la PALABRA, para que cuando el diablo venga a retarte, puedas mantenerte fuerte en su contra. Lo haces al cultivar tu fe y batir tu espada de la FE en la dirección del diablo, hasta que salga corriendo.
“No sé, hermano Copeland. No causo tanto miedo, ¿está seguro que el diablo huirá de mí?”
Ciertamente, ¡lo hará! No luces delante de él como tú te ves a ti mismo. Cuando te pones tu traje de guerra, absolutamente lo aterrorizas. Cuando te pones la coraza de la justica y los zapatos del evangelio de la paz, cuando tomas tu escudo de la fe y te pones el casco de la salvación en tu cabeza, la única cosa que el diablo ve viniendo hacia él es la armadura de Dios. ¡Él no sabe quién está dentro!
Él no sabe que tú estás creciendo todavía, ni que la armadura no te queda muy a medida por ahora. Para él, tú luces como un conquistador. Así que lo único que tienes que hacer es actuar como tal. Mientras tú te mantengas declarando la PALABRA y no digas ninguna tontería como: “espero que esto funcione porque de lo contrario estaré muerto”, el diablo huirá de tí de la misma manera que huyó de Jesús.
Pero, ¿Qué pasa si no lo hace? Tan solo ve y enciérrate con tu Biblia en algún lugar hasta que el campeón aparezca. ¡Saca tus CDs y DVDs de predicaciones de fe y cualquier otra cosa que tengas, y sumérgete totalmente en la PALABRA, hasta que estés tan fortalecido en la fe que salgas masticando puntillas y tomando sopa de pólvora!
Eso fue lo que hicimos Gloria y yo cuando descubrimos por primera vez la palabra de fe, la cual nos cambió a ambos de marera grandiosa, pero especialmente a Gloria. Ella siempre había sido muy callada y tímida, pero a medida que pasaba tiempo en la PALABRA, se hizo más y más valiente. Se convirtió en una mujer de tanta fe que el diablo no quería saber con ella (todavía es así). Cada vez que trataba de hacer algo, ella le daba una paliza tremenda.
Aún recuerdo una vez que ella lo enfrentó por atacarme. Yo había regresado a la casa después de varios días de predicar en multitud de lugares y tenía algunos síntomas gripales. Estaba tan cansado que en vez de mantenerme firme en la PALABRA como debía, tan sólo atiné a recostarme en la cama y a sentir lástima de mí mismo. Mientras estaba acostado en la oscuridad, sin saber de dónde, Gloria saltó sobre mí orando en lenguas y gritando con todas sus fuerzas: “¡tú, demonio de la gripe, en el Nombre de Jesús, sal de mi esposo!, y me arrojó de la cama al piso.
“¡BUENO, BUENO!” le dije, “¡Estoy sano!” Yo estaba totalmente sano para el momento que había impactado el suelo.
Recuerdo otra ocasión algunos años después cuando ella saltó sobre nuestro hijo, John, de la misma manera. Él le había respondido mal, pensando que se nada pasaría porque ella era tan dulce y siempre estaba de buen humor. No recuerdo exactamente qué fue lo que le dijo, pero sea lo que sea, Gloria pudo ver que el diablo estaba obrando en él. Instantáneamente se convirtió en “la mujer de fe”. Saltó sobre el sillón de la sala en el que John estaba sentado y peleó con el diablo, allí mismo. Los ojos de John quedaron abiertos y dijo: “¡guau, mamá!”
Estoy seguro que el diablo estaba diciendo algo parecido mientras salía corriendo por la puerta. Él estaba diciendo: “¡Guau!”, porque Gloria conoce su identidad en Cristo.
Como creyente, tú también debes saber quién eres en Jesucristo. Debes actuar como un campeón mundial de la fe y mantener al diablo corriendo. ¡Así que sumérgete en la PALABRA y persíguelo! Conecta tu fe con la gracia de Dios y permite que sea Él quien cambie tu vida en un pequeño Edén aquí en la Tierra. ¡Permítele que Él llene tu vida con tanta abundancia sobrenatural, que la gente que está vagando en este mundo salvaje pueda ver Su poder maravilloso y su bondad a través de ti!