Jim y Christa Tomlin se deslizaron en uno de los bancos de la iglesia con corazones acongojados. Acababan de perder a su primer hijo a causa de un aborto espontáneo. La música que siempre les había levantado el ánimo ahora no alcanzaba para disiparles su dolor. En su corto tiempo de casados, nunca habían sufrido una pérdida similar.
Como omo la mayoría de las parejas jóvenes, se habían encontrado con los altibajos normales de la vida. Antes de conocerse, Jim se había graduado de la Universidad Stephen F. Austin con un título en matemáticas. Desde ese entonces, había jugado fútbol americano profesional para el equipo New Orleans Saints. Después de descubrir que los jugadores canadienses ganaban el doble, Jim había pedido un cambio y comenzó a disfrutar de una gran carrera con el equipo Toronto Argonauts. Años más tarde había solicitado que lo cambiaran a Denver. Fue entonces cuando había tomado la difícil decisión de terminar su carrera como futbolista americano.
Había sido algo decepcionante, pero no como esta nueva experiencia. Terminar una carrera estaba muy lejos de compararse con terminar una vida e, inicialmente, la vida había sido buena en Edmond, Oklahoma, donde Jim trabajaba para la compañía Anson Oil.
Ahora su alegría se había atenuado.
Al salir de la iglesia, varias personas detuvieron a Christa para abrazarla y ofrecerle consuelo.
“Todo sucede por una razón.”, le dijo alguien, dándole palmaditas en la espalda.
“El cielo debe haber necesitado a ese angelito.”
“Dios probablemente te está enseñando algo.”
Christa sintió el impacto de esas palabras como un dolor agudo y punzante.
Más tarde, ya sola en su casa, tuvo una conversación seria con Dios.
“Sé que no soy perfecta”, comenzó. “No estoy discutiéndolo. Pero, si tienes que utilizar la muerte de un bebé para enseñarme aquello que necesito saber, voy a tener que darme por vencida contigo.”
Un encuentro con Dios
“Un tiempo después Jim se fue de cacería”, recuerda Christa. “Me fui a la cama escuchando una estación de radio cristiana. En algún momento durante la mitad de la noche, estaba dormitando y escuchando. De repente, un viento arremolinado sopló desde mi vientre y salió por mi boca. Cuando lo hizo, comencé a hablar en otro idioma. No tenía idea de qué era. Pero, después de esa experiencia, Dios comenzó a enseñarme cosas. Una de las primeras cosas que aprendí fue que Él no se había llevado a mi bebé.”
“En menos de un año, estaba embarazada nuevamente. Durante ese tiempo, Penn Square Bank quebró en Oklahoma City. Causó la quiebra de otros 110 bancos. Oklahoma pasó de tener 900 plataformas petroleras en funcionamiento a menos de 20.”
Sin trabajo, Jim había aceptado un trabajo temporal en Wyoming, recuerda Christa.
“Mientras estaba allí, comencé con trabajo de parto dos meses y medio antes de lo esperado. Ann Marie nació en diciembre de 1983 con tan solo 1 Kg de peso. Jim no pudo verla hasta que ella cumplió un mes. Llegó a casa del hospital una semana después de su fecha de parto esperada, el 23 de febrero.”
Cansado de estar separado de su familia, Jim mudó a todos a Corpus Christi. Consiguió que Christa y Ann Marie se instalaran antes de volver a empacar el resto de sus pertenencias.
Un pariente vino a visitarlos y llevó a Christa a una iglesia que cambiaría sus vidas para siempre. En Rhema Fellowship, la familia fue introducida a los Ministerios Kenneth Copeland y se les enseñó a vivir por fe. Allí, Jim recibió el bautismo en el Espíritu Santo.
Cuando Ann Marie tenía solo 10 meses, Christa quedó embarazada nuevamente. Tres meses después del embarazo, comenzó con pérdidas de sangre y le dijeron que había sufrido otro aborto espontáneo.
“Algo dentro de mí no lo aceptaba”, recuerda Christa. “Sentí que el bebé había sobrevivido. Fui a la iglesia y pedí oración. Luego fui a ver a otro médico.”
“Hagamos una ecografía”, le sugirió.
“Efectivamente, ¡allí estaba mi bebé nadando!”
El hijo de Christa y Jim, Zane, también nació prematuro. Sin embargo, como su hermana, logró sobreponerse.
Trabajando la Palabra, incluso a través de la deuda
En 1986, Jim comenzó su propia compañía química afiliada llamada Padre Mud Company. Al año siguiente, los precios del petróleo se desplomaron nuevamente. La familia se mudó a Atlanta y luego a Clear Lake, Texas, en busca de trabajo. No importaba dónde vivieran, Christa se mantuvo conectada con KCM, cuyas enseñanzas se habían convertido en un salvavidas.
Ella trabajó la Palabra, poniendo en práctica lo que había aprendido. Aunque ofrendaban, tenían muchas deudas.
Christa apiló todas sus cuentas, colocándolas cuidadosamente donde pudiera verlas fácilmente. Cada vez que pasaba, ponía su mano sobre la pila y declaraba: “¡En el nombre de Jesús, este es nuestro año de jubileo y no tenemos deudas!”
Poco a poco, esas palabras se hicieron realidad.
Más tarde ese mismo año, la familia se mudó a San Antonio, donde echaron raíces. La vida se convirtió en una rutina con Jim viajando con mucha frecuencia. Christa se ocupó de cuidar a los niños y mantenerse involucrada en sus actividades. Cada mañana durante los días de semana, veía la transmisión del programa La Voz de la Victoria del Creyente en su computadora. También pasó horas orando en el espíritu.
En el 2001 Jim estaba trabajando en alta mar dos o tres semanas a la vez. Christa había tomado una clase y aprendido a acolchar. En uno de sus viajes, Jim dejó su computadora portátil en casa.
“Me gustó muchísimo tener la computadora portátil”, explica Christa. “Durante esas semanas, realmente me sumergí en la Palabra. Madrugadora, escuchaba la transmisión en la computadora por las mañanas y oraba en lenguas. Después de la cena, cuando la casa se calmaba, me sentaba en mi habitación durante horas acolchando y escuchando el programa LVVC en línea.”
Un ataque demoniaco
“Cuando Jim llegó a casa después de una de sus tareas laborales, estaba cansada y decidí acostarme temprano”, recuerda Christa. “Ann Marie se había ido, Zane estaba mirando televisión y Jim estaba en la cocina.”
Jim entró en el estudio y encontró a Zane mirando MTV, canal que no estaba permitido en su casa. Estaban tocando una canción de Marilyn Manson al revés. Fue algo muy demoníaco.
“Jim le recordó a Zane que no estaba permitido ver MTV en su casa y apagó la televisión”, comenta Christa. “Luego caminó hasta el baño desde la cocina.”
“Sentía como si alguien estuviera metiendo la mano y me agarrara entre el corazón y el estómago”, recuerda Jim sobre el dolor agudo que comenzó a experimentar de repente. “El dolor era increíble. Peor que cualquier cosa que haya experimentado.”
“Escuché una voz que me decía: ¡Sal! ¡Sal! Sabía que me advertían que saliera del baño o nadie sabría que estaba en problemas.”
En su interior, Jim podía sentir una fuerza demoníaca que empujaba su espíritu hacia abajo. Mirando a su alrededor, todo lo que vio fue oscuridad total. Luego, se dio cuenta de que dos demonios lo arrastraban más y más hacia la oscuridad.
Golpe mortal
“Estaba en la cama cuando escuché un golpe seguido de un ‘Uh’”, recuerda Christa. “Me quedé allí escuchando. Pensé que tal vez Jim se había estrellado con la puerta de un armario.”
Al no oír nada más, Christa se levantó y fue a la cocina para ver de dónde provenía el ruido.
“No vi a Jim… hasta que miré hacia abajo”, dijo Christa.
“Estaba boca abajo en el suelo con la mejilla derecha hacia arriba. Sus brazos estaban extendidos. Tenía los ojos puestos en blanco y estaba convulsionado. Soltó un suspiro… y eso fue todo. No tomó otro.”
“¿Jim?” le dijo Christa.
“¡JIM!”
Zane escuchó la reacción de su madre y corrió a la cocina. Se quedó helado, con los ojos muy abiertos, en la puerta. Christa no dijo una palabra más.
Cruzó la habitación y miró a su esposo. No se estaba moviendo. No estaba respirando.
¿Qué tipo de vida tendrán mis hijos sin su padre? pensó.
Una voz gritó en su cabeza: ¡Llama al 911 ahora! Si no llamas al 911 ahora, él morirá, ¡y todo será tu culpa!
Christa sabía que Dios no hablaba de esa manera. Ella entendió que un espíritu de miedo le gritaba, tratando de asustarla.
También sabía que lo que dijera sería el factor decisivo sobre la situación. Jesús solo hizo lo que vio hacer a Su Padre. Él solo dijo lo que escuchó decir a Su Padre. En ese momento, Christa se negó a abrir la boca hasta que escuchó lo que dijo Su padre.
De repente, de pie junto a su esposo muerto, Christa declaró: “¡En el Nombre de Jesús, sé hecho pleno!”
No pasó nada.
Christa agarró los hombros de Jim y lo giró sobre su espalda.
“¡En el Nombre de Jesús, recibe tu plenitud!”
Ella no pronunció otra palabra.
Ella lo sabía bien.
Ella y Zane se quedaron quietos… esperando.
Un encuentro con Jesús
Mientras estaba inconsciente, Jim recuerda haber tenido lo que debe haber sido una experiencia extracorporal.
“Dos demonios me estaban arrastrando hacia abajo, y la oscuridad se volvía cada vez más densa”, comenta. “Entonces Jesús habla, no una, sino dos veces. Me doy la vuelta y miro. ¡Ahí está Jesús! ¡Me toma y me pone de nuevo en mi cuerpo!”
“Jim respiró profunda y temblorosamente”, continua Christa. “Sus ojos giraron de nuevo, pero estaba muy desorientado. Entonces Zane me ayudó a llevarlo a la cama. Me senté a un lado de la cama y le pregunté al Señor qué hacer. ‘¿Debería sentarme con él toda la noche y orar?’ No obtuve ninguna dirección, así que me metí en la cama junto a él y dormimos toda la noche.”
“A la mañana siguiente nos levantamos, pero ninguno de nosotros habló de lo que había sucedido”, dice Christa. “Fuimos solemnes. No sabíamos qué decir. Seguimos mirándonos el uno al otro. Le hice a Jim algo de comer. Cuando me acerqué para dárselo, olí algo muy dulce y limpio. Nunca había olido algo similar antes.”
“¿Qué es ese olor?” le preguntó Christa.
“Tuve un encuentro con Jesús”, le respondió Jim. “Vi a Jesús.”
Para Jim, el aroma olía a rosas. Para Christa, olía más a miel. Ella fue a su baño para ver si podía encontrar algo que se pareciera a ese olor.
Nada.
Hizo lo mismo en el armario de Jim y su camioneta.
Nada.
Un resultado diferente
Como resultado de la caída, la cara de Jim estaba morada y su mano estaba lastimada. Las radiografías revelaron que el hueso de su mejilla estaba roto, al igual que tres huesos de la mano.
“El médico dijo que mi cuerpo estaba sanándose solo y que deberíamos dejar que terminara el trabajo”, dijo Jim. “Una semana después, volví a trabajar en alta mar. Tan pronto como llegué, me cambié de ropa y fui a pescar pargo. No me sentía mal para nada. Tenía una excelente salud y nunca he tenido problemas de salud desde entonces.”
Jim y Christa decidieron nunca contarle a nadie lo que había sucedido.
“Acordamos que, si alguien preguntaba, lo diríamos”, relata Jim. “Antes de que muriera el hermano de Christa, le dijimos.”
“Mi negocio era pequeño, pero en el 2003 había un trabajo que tenía la esperanza de conseguir. Me enfrenté a algunas compañías gigantes en el proceso.”, recuerda Jim. “Un día, Christa dijo: ‘Dios quiere saber si te da ese trabajo, ¿le darás a KCM el 10% de lo que ganes con él?’”
“Habíamos estado ofrendando a KCM desde 1984, y no tenía ningún problema en hacerlo. Solo respondí: “Sí, lo haré”, pero no conseguí el trabajo. Un par de semanas después, el dueño de la empresa convocó una reunión y me preguntó si asistiría. La sala estaba llena de mentes brillantes, incluidos los graduados del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Querían perforar nuevos pozos petroleros y tenían sus matemáticas en el tablero. Me senté en el fondo de la sala, escuchando.”
“Finalmente, caminé hacia el frente de la habitación y dije: ‘No puedes hacer esto. No funcionará’”. Su matemática tenía un error y les ahorró millones de dólares. En poco tiempo, mi empresa tenía su negocio. Todavía lo tenemos hasta el día de hoy.
Una nueva tarea
Mientras Jim avanzaba en su profesión, Christa también estaba siendo promovida. Una estación de televisión local le ofreció un programa de televisión. De personalidad introvertida, no iba a hacerlo. Entonces, un día estaba viendo la transmisión cuando Kenneth Copeland miró a la cámara.
“A algunos de ustedes se les ha pedido ir a la televisión”, dijo. “Y tienes que hacerlo.”
Inmediatamente Christa decidió aceptar el desafío.
Cuando se estrenó la película La Pasión de Cristo, ella estaba parada afuera del teatro entrevistando a personas antes de que entraran y después de que salieran. Ellos fueron cambiados. Ella llevó a algunos al Señor allí mismo, frente a la cámara.
Más tarde, se le pidió que brindara asesoramiento bíblico a los miembros de una iglesia grande. Lo hizo por más de seis años. Una noche en el 2009, mientras conducía a casa, el Señor habló: Tienes una nueva tarea. Necesito que cuides a Jim. Asegúrate de que esté sano.
“Lo que hago se llama reología”, explica Jim. “Se ocupa de los químicos en el lodo que se bombea hasta el fondo de los pozos petroleros. Mantiene el gas en la zona más profunda. También mantiene el orificio del mismo tamaño, incluso cuando se perfora hasta 7.000 m de profundidad y con un cambio de dirección.”
“Tenemos mucho gas de esquisto (exploración horizontal) aquí en los EE. UU., pero la mayoría de las empresas fabrican su lodo con agua y otros productos químicos que afectan la capacidad de producción del pozo al hincharse. A veces se llega al punto en que deben dejar de extraer gas de ese pozo, sino fuera por lo que Dios hizo.”
“En el 2009 desarrollé una fórmula para lodo a base de petróleo. Fui una de las primeras compañías químicas en hacerlo y pionera en ese campo para exploración de gas horizontal en el área de Eagle Ford Shale. Ese año probé que el lodo a base de petróleo no disminuiría la capacidad del pozo por hinchazón. La tecnología se extendió y acaparó toda la industria.”
“He estado en Montana, Wyoming, Nuevo México y en todo este país. He estado en Kuwait y otros 17 países. Ese descubrimiento lo cambió todo en EE. UU., por lo que ahora no dependemos de Arabia Saudita para obtener petróleo. Es una de las razones por las que este país es tan próspero.”
Jim Tomlin tenía 54 años cuando murió y tuvo un encuentro con Jesús.
Hoy, casi 20 años después, tiene 74 años y goza de excelente salud.
Jim y Christa creen que el ataque a la vida de Jim fue un intento de detener el descubrimiento que haría en el año 2009. También es la razón por la cual el Señor alejó a Christa de sus otras obligaciones para orar e interceder con un énfasis especial en la salud y seguridad de su esposo.
“Colaborar con KCM durante todos estos años ha sido una bendición espiritual y financiera”, dice Jim. “Funciona para nosotros financieramente, y ellos han sido nuestro apoyo de fe. Conocí a Kenneth hace aproximadamente un año y nos hicimos amigos. Hace unos tres meses le envié una carta y le conté mi testimonio. Me llamó y me dijo: ‘Jim, tienes que contar tu historia.’”