En los primeros años de nuestro ministerio, Gloria y yo hablábamos con personas y ellos mencionaban alguna ciudad diciendo cosas como: “Ése es el peor lugar de mundo para predicar. Está tan espiritualmente muerto, que nadie puede tener un avivamiento allí”.
Gloria ya sabía cuál sería mi respuesta, incluso antes de que abriera mi boca. Ella decía,“Bueno, ya sé a
dónde iremos”
Sigo siendo igual. Recordé esto recientemente cuando le comenté a algunas personas acerca de la primera vez que prediqué en Las Vegas, Nevada. Casi podía oír lo que estaban pensando. ¿La ciudad del pecado? ¿Tuviste reuniones en la ciudad del pecado?
Si, las tuve, ¡porque es el lugar en el que están los pecadores!
Y esas reuniones tampoco fueron en iglesias. Aunque hoy en día predico en iglesias de ese lugar, en los comienzos del ministerio mi lugar de reuniones era el Hotel y Casino Sierra. Escogí ese lugar debido a una llamada telefónica de mi amigo Wayne Cochran. Hoy, él es un predicador, pero una vez fue una gran estrella del Rock and Roll (Si tienes los años suficientes, recordarás la banda “Los C.C. Riders”).
Por muchos años, Wayne mantuvo los espectáculos de mayor duración en Las Vegas y era como si prácticamente viviera en el hotel Sierra. Después que Dios lo atrajo y cambió su rumbo, el guió al dueño del hotel al SEÑOR. Inmediatamente después de que esto pasó, Wayne me llamó para contarme que el dueño del hotel lo había llamado y le había dicho:
“Wayne, ahora que soy un creyente, quiero hacer algo por Dios, pero, ¡estoy atrapado en este hotel!” ¿Crees que el hermano Copeland vendría y predicaría en una reunión acá mismo?”.
Wayne le dijo que ciertamente yo lo haría —y por supuesto, él no estaba equivocado. Yo estaba emocionado con el solo pensamiento de predicar el evangelio en un casino. La única razón por la que estoy en la Tierra es para llevar las buenas nuevas acerca de Jesús a la gente que las necesita. Llevar Su luz a lugares oscuros es lo que tengo que hacer, y es la razón por la que nací de nuevo.
¡Si eres un creyente, lo mismo es verdad para ti!
Dios no te salvó y luego te dejó en este planeta plagado de pecado para que solamente te sientes a quejarte de la oscuridad espiritual que hay a tu alrededor. Él no te salvó para que puedas sentarte a esperar por el arrebatamiento, esperando que los pecadores ya no te molesten.
No, tú, yo y todos los creyentes hemos sido llamados, equipados y enviados por Dios a este mundo con un propósito específico, y en Filipenses 2:15-16, el apóstol Pablo nos lo explica: «Para que sean irreprensibles y sencillos, e intachables hijos de Dios en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo, aferrados a la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido ni trabajado en vano».
Quizás digas: “Pero hermano Copeland ¡Usted no entiende la clase de oscuridad con la que tengo que lidiar! Cada día que voy a mi trabajo estoy rodeado por personas que maldicen y actúan de la peor manera, burlándose de mi por ser cristiano. Eso es de veras más de lo que puedo tolerar”.
No, no lo es. Tú tienes viviendo dentro tuyo el mismo Espíritu Santo que el Apóstol Pablo tuvo viviendo con él; y Pablo no solamente enfrentó y manejó situaciones más oscuras de las que puedes imaginarte… él venció sobre todas ellas.
No solamente en la iglesia, sino en el campo de batalla
En algún momento haz un estudio de la historia en el libro de Filipenses. Descubrirás que cuando el Apóstol Pablo lo escribió estaba prisionero en la cárcel, rodeado por la maldad en su máxima expresión. Esta realidad algunas veces desconcierta a los creyentes. Ellos ven la gran victoria y liberación que Jesús proveyó a través de su obra de redención y se preguntan porqué Pablo tuvo que pasar por tiempos tan difíciles.
La respuesta es simple: Jesús le pidió que lo hiciera.
Él le mostró a Pablo, antes de que entrara en el ministerio, las cosas que sufriría por su causa y Pablo aceptó (Lee Hechos 9:16). Él voluntariamente tomo la asignación de probar que el nuevo pacto funcionaría, no sólo en los servicios de las iglesias que están llenos de la luz y la presencia de Dios, sino también en los lugares donde las tinieblas son profundas; lugares que están totalmente llenos de pecado.
Es realmente interesante que Pablo fuera escogido para este trabajo. Él no había experimentado lo mismo que otros Apóstoles en esos días. Él no había conocido a Jesús en la carne ni lo había visto ministrar por tres años y medio. Su intimidad con el SEÑOR surgió a través de la PALABRA y la revelación. Y aun así, él fue la persona llamada a escribir la mayoría del Nuevo Testamento —y tuvo que hacerlo en medio de la guerra espiritual, en el ojo de la batalla.
No es de extrañar porqué Pablo tenía una revelación tan clara de la armadura de Dios y la posición y rango de las fuerzas de satanás. Él tuvo que ponerse cada día la armadura para enfrentar esas fuerzas demoníacas. Por eso pudo escribir en Efesios 6:12-13: «La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes! Por lo tanto, echen mano de toda la armadura de Dios para que, cuando llegue el día malo, puedan resistir hasta el fin y permanecer firmes».
Pablo también tuvo que luchar contra más condenación que ningún otro en sus días. Él tuvo que vivir con el conocimiento de que, antes de ser salvo había asesinado a cristianos. Él personalmente había perseguido a Jesús.
No era nada fácil olvidar la culpa que sentía acerca de todas esas cosas. Pero de cualquier manera lo hizo. Puso su fe en la Sangre de Jesús, y creyó que Dios realmente hablaba enserio cuando dijo: «Yo, y nadie más, soy el que borra tus rebeliones, porque así soy yo, y no volveré a acordarme de tus pecados» (Isaías 43:25).
Hace años, cuando tan solo era un bebe cristiano, un día estaba leyendo la Biblia y me encontré con 2 Corintios 7:2, donde Pablo dice: «Ábrannos su corazón, pues a nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos engañado». Al principio esa declaración me sorprendió. Pensé: “¡Espera un momento!, ¿Cómo Pablo puede decir que no ha engañado a ningún hombre? Cuando él era un fariseo que encarcelaba cristianos, llevaba cartas falsas haciéndose pasar por uno de ellos y luego los entregaba. ¿No califica eso como fraude?”.
Sin pensarlo por más tiempo, señalé este versículo y exclamé, “¡Oh Dios, he descubierto a este hombre en una mentira!”.
Supe de inmediato que había dicho algo incorrecto. Quise retractarme en el mismo minuto que esas palabras salían de mi boca. Sin embargo, hoy estoy feliz de que las dije, porque lo que sucedió después marcó mi vida para siempre.
El Espíritu de Dios me habló con tal fuerza, que me sacudió de la silla, mandando mi Biblia a volar. Me dijo: ¡Ten cuidado y no lo llames un mentiroso! ¡El hombre del que estás hablando murió en el camino a Damasco!
Titubeé por unos instantes en la habitación, pensándolo. Luego empecé a gritar. “¡Sí! Saulo murió en la ruta a Damasco, y mi viejo hombre murió en North Little Rock, Arkansas, el 2 de Noviembre de 1962 justo antes de las 8 de la noche. Fui perdonado de la misma manera que él. ¡Mi pecado ya no existe más en la mente de Dios!”.
Y desde ese entonces, he estado agradecido con Pablo por haber vencido toda la condenación diabólica que tuvo que enfrentar, y por tener fe para decir:
«Por tanto, no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu» (Romanos 8:1).
«Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo alcanzado ya; pero una cosa sí hago: me olvido ciertamente de lo que ha quedado atrás, y me extiendo hacia lo que está adelante; ¡prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús!» (Filipenses 3:13-14).
Si el apóstol Pablo pudo decir esas cosas, yo también puedo. Y tú también, al igual que cada creyente. Todos podemos olvidar el pasado y brillar como una luz en la oscuridad, ¡proclamando la PALABRA de vida!
Crupieres nacidos de Nuevo
A lo mejor digas: “Pero, hermano Copeland, en ocasiones no me siento tan capaz, y aunque lo haga, no sé a dónde Dios quiere que vaya, ni tampoco lo que quiere que haga”.
Entonces deja de enfocarte en tus sentimientos, y focalízate en el hecho de que Jesús vino y derramó Su sangre, y puso dentro de ti Su propia luz. Si has oscurecido esa luz haciendo cosas que están fuera de lugar, solamente humíllate a ti mismo delante del SEÑOR, arrepiéntete, y di: “SEÑOR, no es mi voluntad ir en contra de tu plan. Mi voluntad es obedecerte y vivir Tu plan en la Tierra como en el cielo. Así que te pido que me reveles ese plan”.
Puedes estar seguro que Dios contestará tu oración porque Él dice en la Biblia: «…Dios es el que produce en ustedes lo mismo el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Filipenses 2:13). Él también dice: «A ustedes se les concede conocer los misterios del reino de Dios, pero a los otros se les habla en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan» (Lucas 8:10). Si Su voluntad es un misterio para ti, puedes orar en otras lenguas y creer que Él te las revelará.
Eso es lo que yo hago, y Dios siempre es fiel en guiarme. Él siempre me muestra a dónde quiere que vaya y lo que quiere que haga. Es así como terminé predicando años atrás el evangelio en el Hotel y Casino Sierra en una ciudad que es ¡absolutamente famosa por el pecado!
Por supuesto, resultó que una gran cantidad de creyentes habían llegado allí antes que yo. Uno de ellos se apareció justo antes de que la reunión empezara, justo antes de que yo saliera a predicar. Asomó su cabeza por la cortina detrás de la plataforma y dijo: “¡hermano Copeland! Soy un crupier. Estoy abajo trabajando esta noche, así que no puedo estar en la reunión, pero quiero que sepa que muchos de nosotros aquí ¡estamos orando por usted!”.
Probablemente lo miré con cara de sorpresa, y le dije: “¿De verdad?”
“Oh, sí” muchos de los que trabajamos acá hemos nacido de nuevo. Todo el tiempo damos testimonio y ganamos gente para Jesús. Algunos de los que no tenían que trabajar esta noche estarán en la reunión. El resto de nosotros estaremos respaldándolo en oración”.
¡Tuve que reírme! Yo creía que iba a irrumpir en tierra nueva, y Dios ya había invadido el lugar. Él ya tenía personas en posición estratégica. Y esas reuniones terminaron siendo unas de las más maravillosas que alguna vez he tenido.
Nunca olvidaré esos momentos grandiosos. Un día, en el intermedio, estaba caminando por el hotel y El SEÑOR llamó mi atención hacia una pareja en particular; un hombre y una mujer que parecían estar en los 30 años. “Quiero que des testimonio”, me dijo.
Obedecí, y allí en medio del hotel, después de pedirles permiso, les dije todo lo que el SEÑOR me pidió que les dijera. Al finalizar, me miraron como un perro en jaula nueva. No sabían que decir. Les agradecí por su tiempo y me fui.
Bueno, éso fue interesante, pensé para mis adentros.
No había caminado más de tres pasos cuando otra persona me detuvo. Él había escuchado las cosas que compartí con ellos y quería hablarme. Me dijo: “¿Oraría por mí?”.
A pesar de que la persona estaba borracha y casi no se podía mantener en pie, nos las arreglamos para caminar al baño donde había un poco más de silencio. Él se inclinó contra la pared y yo le impuse mis manos. El poder de Dios nos impactó y comencé a orar por este hombre las mismas cosas que había orado por la pareja unos instantes atrás. Y me di cuenta que Dios le había estado hablando todo el tiempo a este hombre, en lugar de a ellos.
Por qué decidió hacerlo de esta manera, no lo sé. Él es el jefe, yo solamente trabajo para él. Únicamente hago lo que Él me dice. Pero puedo decirte algo: para el momento en que terminé de orar, el hombre estaba completamente sobrio—en pie, con sus manos levantadas, alabando a Dios y orando en lenguas. “Quiero agradecerle” me dijo, “Soy un predicador pentecostal que se había desviado del camino, pero ya no más; estoy de regreso”.
Han pasado muchos años desde que esto ocurrió, pero todavía amo tener esa clase de encuentros. Todavía saboreo esa clase de peleas: primero, porque el diablo es contra quien estoy peleando; segundo, porque Jesús lo venció en el Calvario, así que son peleas que siempre puedo ganar.
¡Mi amigo, es por eso que estamos acá en la tierra como creyentes!, para pelear la buena batalla de la fe. Para esgrimir la espada del Espíritu en el calor de la batalla y liberar a los cautivos. Así que ora, escucha a Dios, y recibe sus órdenes. Déja que te envíe donde está la acción —allí en medio de las tinieblas es donde realmente puedes brillar.