¿Alguna vez le has preguntado a Dios acerca de Sus sueños para tu vida?
Él tiene sueños para ti. Sueños que son tan grandes que una vez que se hagan realidad en tu vida, jamás terminarán. Él tiene planes para tu futuro que sobrepasan abundantemente todo lo que puedas pedir o pensar.
Así como los buenos padres terrenales hacen todo lo que pueden para brindarles a sus hijos una vida maravillosa, Dios ha llegado a extremos increíbles a fin de preparar una vida maravillosa para ti. Después de todo, ¡Él es tu Padre celestial!
Ése no es sólo un pensamiento bonito, sino una realidad espiritual. Como creyente en Cristo Jesús, has verdaderamente “nacido de Dios” (1 Juan 5:1). Por tanto, Él está extremamente interesado en tu futuro. Él cuida de ti y se ha preparado para ti, como si tú fueras Su único hijo.
¡La verdad es que Dios nos trata a todos como si fuéramos Su favorito! Él no subestima a ninguno de nosotros. La versión Amplificada de la Biblia dice en Efesios 2:10: “Nosotros somos la [misma] obra de Dios (hechura Suya), recreados [nacidos de nuevo] en Cristo Jesús, a fin de que podamos realizar las buenas obras para las cuales fuimos destinados [planeados de antemano] por Dios [siguiendo el camino que Él preparó con anticipación], a fin de que podamos caminar en ese camino [viviendo la buena vida que Él arregló, planificó y alistó para que nosotros viviéramos]”.
¡Dios es tan grande y tan bueno que no improvisa cuando se trata de Sus hijos! A Él no se le ocurren ideas para nuestra vida a medida que avanzamos por el camino. Dios ha preparado con anticipación y ha reservado para nosotros todo lo bueno que podamos querer (Salmos 31:19). Él ya preparó para nosotros caminos buenos y existen puertas hacia un futuro mejor que ya han sido abiertas para que las atravesemos.
Por esa razón, muchos de nosotros tenemos sueños y deseos que hemos llevado en nuestro interior desde la infancia. Dios mismo los depositó en nosotros. Estos sueños no sólo son algo que ha surgido en nuestro interior. Son los deseos de Dios para nosotros. Son los sueños que ha sembrado en nuestro corazón para permitirnos descubrir y cumplir Su plan divino.
Por ejemplo, Kenneth soñó casi toda su vida con ser piloto. Tomó su primer vuelo cuando era un niño, y una vez arribado, miró a su padre y le dijo: «Esto es lo que voy a hacer cuando crezca. ¡Volaré aviones!».
Por un tiempo, Kenneth pensó que volar sería su única vocación. Sin embargo, después de que nació de nuevo, descubrió que Dios también lo había llamado a predicar. Después, los aviones que tanto disfrutaba volar se convirtieron en una gran ayuda para él en el ministerio. ¡Piénsalo! Aun antes de que Kenneth naciera de nuevo, cuando era sólo un niño, Dios ya tenía un sueño preparado para él. El Señor ya tenía un plan.
Quizás digas: “Pero Gloria, la vida de muchos cristianos no resulta como la del hermano Copeland. Muchos creyentes han tenido sueños y deseos desde la infancia que aún siguen sin cumplirse. Quizás Dios no cumpla los sueños de todos”.
¡Sí, claro que los cumple! La Biblia lo dice:
«El Señor es bueno con todos, y se compadece de toda su creación» (Salmos 145:9).
«Tú respondes a las peticiones de quienes te honran» (Salmos 145:19).
«Los que buscan al Señor lo tienen todo» (Salmos 34:10).
Una lección de Adán y Eva
Dios es el padre más amoroso y generoso que cualquiera pueda imaginar. Él no tiene ningún problema para bendecir a cada uno de nosotros. Él está tan dispuesto a derramar Su bondad sobre las personas que Sus ojos: «…están contemplando toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que mantienen hacia Él un corazón perfecto» (2 Crónicas 16:9). El único límite que existe para la bondad de Dios es nuestra capacidad de recibir. O, como el versículo lo describe, nuestro compromiso de tener un corazón perfecto hacia Él.
La palabra perfecto es la traducción de un término hebreo que significa: “Devoto, consagrado o fiel”. No se refiere a una persona que nunca comete errores. Se refiere a una persona que pone a Dios y Su Palabra en el primer lugar de su vida. Una persona que lo busca, cree lo que Él dice, y le obedece.
En términos del Nuevo Testamento, tener un corazón perfecto para con Dios es simplemente hacer lo que dice Mateo 6:33: «busquen primeramente el reino de Dios y su justicia». ¿Qué sucede cuando cumples esas palabras? De acuerdo con Jesús: «todas estas cosas les serán añadidas».
Personalmente, ¡me gusta que Dios me añada cosas! Lo que Él añade es bueno, trae vida y paz, y muchas otras bendiciones.
Por otro lado, lo que el diablo añade, es malo. Está bajo la maldición. La maldición trae consigo: pobreza, temor, duda, cautiverio, enfermedad, derrota y muerte.
El diablo añade cosas que no deseamos. Cuando creemos y actuamos siguiendo lo que nos dice, él nos mantendrá presionados, agregándonos y cargándonos con más y más de sus cosas feas. Así como una mujer dijo: «Cuando dejas al diablo ocupar el asiento trasero, muy pronto, él querrá manejar». Y cuando el diablo esté conduciendo, terminarás yendo a lugares a los que no deseas ir.
Adán y Eva descubrieron esta verdad en el huerto de Edén. Al principio, ellos tenían allí una vida perfecta. Dios los había BENDECIDO con tal abundancia, que ni siquiera tenían que preparar la cena. Su comida (la cual estoy segura tenía un sabor celestial) literalmente crecía en los árboles. La escasez de cualquier tipo era un concepto totalmente desconocido para ellos. La riqueza existía en cualquier forma imaginable, ellos disfrutaban de absoluta autoridad sobre la Tierra, y lo más importante de todo, tenían una relación cara a cara con Dios.
Para Adán y Eva, y también para su Padre celestial, la vida en el huerto era ¡un sueño hecho realidad!
Pero llegó el pecado. Adán y Eva desobedecieron a Dios y murieron espiritualmente. De repente, LA BENDICIÓN desapareció. Nada bueno les sería añadido. Y tuvieron que aprender a vivir con el sudor de su frente, a ganarse la vida a duras penas en la Tierra, y a luchar por sobrevivir en sus propias fuerzas —al mismo tiempo que lidiaban con el diablo y la maldición.
Quizás pienses que toda la humanidad habría aprendido una lección a raíz de esto, o pienses que a partir de ese momento escogerían los caminos de Dios y no los del diablo. Sin embargo, a lo largo de todo el Antiguo Testamento, las personas continuaron haciendo la misma cosa. Siguieron los pasos de Adán y Eva, cometiendo los mismos errores, y tomando las mismas malas decisiones una y otra vez.
Por ejemplo, en los días del profeta Jeremías, los israelitas decidieron adorar ídolos. Dios les pidió que desistieran. Repetidas veces, les dijo que se volvieran a Él para que pudiera bendecirlos y protegerlos de sus enemigos. Pero se negaron a escucharlo, y respondieron: «Haremos lo que se nos antoje. Quemaremos incienso y derramaremos ofrendas líquidas a la reina del cielo tanto como nos guste» (Jeremías 44:16-17, NTV). Como resultado, terminaron perdiendo su nación, su libertad y su vida.
Quizás pienses: “¡Los cristianos de hoy en día jamás se comportan así!”.
Aunque es triste decirlo, en ocasiones, sí lo hacen. A veces hasta los creyentes escogen ignorar la Palabra de Dios, y hacer las cosas a su manera. Y el resultado, siempre es malo.
En este momento, estoy pensando en una creyente de la cual escuché, quien se negó por completo a perdonar. Aunque ella sabía que estaba desobedeciendo a Dios. Ella se aferró a la falta de perdón de manera obstinada y no mucho tiempo después se enfermó. El Señor hizo lo mejor para ayudarla. Le envió a un conocido ministro a orar por ella, y a decirle: “Si tan sólo perdonaras, serías sana”.
No obstante, ella respondió como lo hicieron los israelitas: “¡No, no perdonaré!”. Y en lugar de recibir su sanidad, murió.
La manera en que Dios obra funciona
No podemos hacer las cosas a nuestra manera si deseamos recibir todo lo bueno que Dios desea añadirnos. No podemos proclamar las promesas de Dios escritas en la Biblia, y después hacer cualquier cosa que la carne nos pida. ¡Eso no funcionará! Por esa razón, Dios nos dice en Salmos 34:11-14: “Vengan, hijos, escúchenme: Yo les enseñaré el temor del Señor. ¿Quién desee vivir y amar muchos días, a fin de que pueda ver el bien? GUARDE SU LENGUA DEL MAL Y SUS LABIOS DE HABLAR MAL. APÁRTENSE DE LO MALO Y HAGAN LO BUENO, BÚSQUEN LA PAZ Y SÍGANLA» (Énfasis personal).
Estos versículos nos dicen claramente porqué Dios nos ordena que le obedezcamos. No es para que aprobemos alguna clase de examen. Es porque lo que Él nos pide es lo correcto; su manera de hacer las cosas, funciona. Nos mantiene en el camino de la BENDICIÓN, y nos protege de la maldición.
Dios nos ama, somos Sus hijos. Él quiere que vivamos Sus sueños y que disfrutemos todo lo que ha reservado para nosotros. Por esa razón, Él estableció la verdad en Su Palabra de manera muy clara. La dejó tan clara y simple que cualquier niño puede entenderla. Ahora bien, existen dos maneras de vivir para nosotros: la manera de Dios, la cual nos llevará a la buena vida que deseamos; y la otra que no tiene esa clase de buenos resultados. Podemos escoger cualquiera de las dos. La elección es nuestra. Sin embargo, lo que decidamos determinará la clase de vida que tendremos.
Personalmente, decidí hace mucho tiempo elegir la manera de hacer las cosas de Dios. Decidí ser humilde y obedecer, creer lo que dice en Su Palabra, hacer lo que me pida que haga, y dejarlo que haga Su voluntad en mi vida.
Y aunque aún sigo aprendiendo al respecto, casi después de 50 años de esfuerzo por vivir de esa manera, he descubierto que ¡ese estilo de vida es absolutamente el mejor! Ningún otro estilo de vida se le asemeja. No existe nada mejor que vivir en paz y permitir que Dios añada a tu vida cosas buenas día tras día. No hay nada más emocionante que vivir en el sueño de Dios para nosotros.
Quizás te preguntes: “Pero ¿y si ya me aparté de Sus sueños para mi vida? ¿Y si estoy fuera del camino porque no le he permitido a Dios que obre a Su manera en mi vida? ¿Crees que Él pueda ayudarme a buscar la forma de volver?”.
¡No tengo la menor duda! Dios no hace acepción de personas. Él hará por ti lo mismo que hizo por Kenneth y por mí.
En los primeros años de nuestro caminar con el Señor, también nos apartamos del camino. No era nuestra intención; éramos muy jóvenes e inexpertos en lo espiritual, y cometimos algunos errores. Por consiguiente, anduvimos fuera de la voluntad de Dios —en el lugar incorrecto, en el tiempo incorrecto, y terminamos teniendo un trágico accidente automovilístico en una autopista de Texas—.
Aunque Dios nos protegió, estábamos devastados. Pudimos ver y comprender que necesitábamos hacer un cambio en nuestra vida; sin embargo, no sabíamos exactamente qué hacer. Por tanto, nos humillamos ante Dios, y le pedimos que nos guiara.
Oramos, y poco tiempo después los padres de Kenneth nos invitaron a acompañarlos a un seminario de colaboradores en Oral Roberts University (ORU). No teníamos ni idea de que su invitación iba a tener un efecto en nuestro futuro. Pero de algún modo, sentimos que debíamos asistir. No podríamos explicar el por qué, simplemente parecía que era correcto aceptar la invitación.
Alguien una vez dijo que dejarse llevar por el Espíritu Santo, es como ser un tronco flotando río abajo. Es ser flexible en las manos de Dios, y permitirle que nos lleve a donde Él quiere llevarnos. Aunque Kenneth y yo no teníamos mucho conocimiento espiritual en esa época, ¡sí teníamos el suficiente sentido para ser como troncos! Así que escogimos dejarnos llevar.
Acompañamos a los padres de Kenneth al seminario en Tulsa, y resultó que ésa fue la respuesta de Dios a nuestra oración. Nos ayudó a ver con claridad cómo volver al camino que Él había preparado para nosotros. Kenneth ya estaba luchando con la sensación de que Dios lo estaba llamando a asistir a ORU, y cuando dimos el primer paso dentro del campus, tomó la decisión de ir. ¡Jamás habríamos podido imaginar que nuestro destino estuviera vinculado con esa única decisión! No sabíamos que Dios nos estaba enviando a Tulsa para que Kenneth pudiera trabajar con el hermano Roberts y aprender bajo su gran ministerio de liberación, o que iríamos a las reuniones del hermano Hagin y aprenderíamos acerca de la fe. Todo lo que sabíamos era que deseábamos seguir la dirección del Espíritu Santo.
Mientras me acuerdo de ese tiempo, me siento muy contenta de haber elegido seguir Su manera de hacer las cosas ese fin de semana. Eso nos abrió la puerta para vivir el sueño de Dios. Nos ubicó y posicionó para recibir cosas buenas de Él, más de las que pudimos haber imaginado.
Hoy día, disfrutamos una vida tan maravillosa que algunas personas incluso podrían pensar que somos los favoritos de Dios. ¡Y lo somos! Pero la verdad es que, ¡tú también eres Su favorito! Sus planes para tu vida son mejor que cualquier cosa que alguna vez hayas imaginado. Él tiene sueños para tu vida y bendiciones reservadas para ti.
Pregúntale por ellas, y deja que Él te ayude a descubrirlas. Invierte tiempo en Su Palabra cada día, comprométete a hacer las cosas a Su manera y a seguir las indicaciones que Él ponga en tu corazón. Flota como un tronco en el río del Espíritu Santo, y uno de estos días, tú también te encontrarás viviendo un sueño, hecho realidad.