Nunca cometas el error de pensar que estás demasiado ocupado para pasar tiempo en la Palabra de Dios. La verdad es que no puedes darte el lujo de no invertir tiempo en ella. // Aun si has caminado con el Señor por varios años, no puedes darte el lujo de descansar en tus laureles espirituales y tratar de vivir en la Palabra que escuchaste en el pasado. No puedes darte el lujo de prestarle toda tu atención a las cosas naturales y pensar: si me encuentro con problemas, tomaré la Biblia y edificaré mi fe.
Ese pensamiento y accionar son muy peligrosos.
Jesús ya nos lo advirtió: «En este mundo afrontarán aflicciones» (Juan 16:33, Nueva Versión Internacional). Así que las aflicciones, es decir, los problemas, vendrán a tu camino, sin lugar a duda. Y cualquier cosa en la que estés enfocando tu atención es a la que recurrirás cuando lleguen. Si has estado prestándole atención a la voz de Dios, lo buscarás para encontrar la solución. Por el contrario, si has estado prestándole atención a la voz del mundo, buscarás en el mundo.
¡El mundo es un lugar lamentable para pedir ayuda cuando estás en problemas! Sus recursos son muy limitados. No podrá curarte de una enfermedad que el médico dice es incurable. No podrá prometerte protección cuando el peligro te rodee por todas partes. No podrá proporcionarte prosperidad, independientemente de las condiciones económicas.
Sin embargo, ¡Dios sí puede hacer todas esas cosas! Por esa razón, Él quiere que continuamente pongas Su Palabra en primer lugar en tu vida. Es por eso que Él dijo en Proverbios 4:20-23: «Hijo mío, presta atención a mis palabras; inclina tu oído para escuchar mis razones. No las pierdas de vista; guárdalas en lo más profundo de tu corazón. Ellas son vida para quienes las hallan; son la medicina para todo su cuerpo. Cuida tu corazón más que otra cosa, porque él es la fuente de la vida».
En una ocasión ya hace varios años, Ken y yo estábamos ministrando en Manila y yo me preparaba para predicar acercar de esos versículos. Estaba estudiando en la habitación del hotel, cuando miré por la ventana. Afuera vi una fuente muy grande, que lanzaba agua al aire con muchísima fuerza.
Mientras observaba, me di cuenta de que el agua que brotaba de la fuente hacía imposible que la basura cayera en ella. Aun si disminuyeran la presión del agua hasta el punto que prácticamente no saliera nada, siempre y cuando continuara fluyendo, ésta sacaría toda la basura y la fuente continuaría estando limpia.
Mientras meditaba al respecto allí parada, el Señor me mostró que lo mismo sucede con nuestro corazón. Si somos diligentes en mantenerlo lleno de la Palabra, las fuerzas de la vida divina fluirán constantemente desde él. ¡Y éstas empujarán las fuerzas de las tinieblas y Satanás no podrá poner su basura en nosotros!
Por supuesto, esto no quiere decir que él no tratará de hacerlo. Él continuará trayendo sus planes malignos y hará todo lo que pueda para tratar de contaminarnos. Sin embargo, no logrará que se estanquen en nosotros, porque la Palabra en nuestro corazón hará que la vida de Dios fluya desde nuestro interior como una fuente, rechazando la obra del enemigo.
En el Nuevo Testamento, Jesús lo expuso de esta manera: «Del interior del que cree en mí, correrán ríos de agua viva, como dice la Escritura… Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 7:38, 8:31-32).
Lo más eficiente que puedes hacer con tu tiempo
“Pero Gloria, no entiendes lo ocupada que estoy, mi agenda está completamente llena”.
Entonces descomprímela un poco, o pasa menos tiempo viendo las noticias. Levántate un poco más temprano en la mañana y vete a dormir un poco más tarde. Haz cualquier cosa que sea necesaria para sacar tiempo y llenar tu corazón con la Palabra.
Lo que depositas constantemente en tu corazón determinará si caminas en victoria o en derrota. Si continuamente pones en tu interior la Palabra al escucharla y en frente de tus ojos al leerla, podrás caminar en victoria. Serás fuerte en el Señor y cuando el diablo trate de venir en tu contra a robar, matar y destruir, podrás levantarte en fe y sacarlo corriendo.
Sin embargo, si no estás poniendo la Palabra constantemente en tu corazón, no podrás estar en esa posición. Cuando las dificultades se presenten, tu fe no estará lista. A pesar de que todavía puedes clamar por la ayuda del Señor y de que Él hará tanto como pueda por ti, debido a tu condición espiritual débil, es posible que tengas que confiar y depender de la ayuda natural.
¡A eso le llamo yo tomar mucho tiempo! Los sistemas que los seres humanos han inventado pueden consumir cantidades extraordinarias de tiempo. Por ejemplo, piensa cuántas horas las personas pasan en la oficina de los abogados o en los bancos tratando de rectificar algún error que cometieron porque no estaban actuando con la sabiduría de Dios. Piensa en mañanas completas, tardes y aun días completos que las personas pueden pasar en la cama porque están enfermos y no tienen suficiente Palabra de Dios en su interior para creer por sanidad sobrenatural.
¡De cierto, cuando miras las cosas bajo esa lupa, poner la Palabra de Dios en primer lugar en tus horarios tan ocupados, es la cosa más eficiente que puedas hacer con tu tiempo!
Yo descubrí esto hace muchos años cuando Ken y yo estábamos aprendiendo acerca de la fe. Noté particularmente que, en el área de la sanidad, a medida que comenzamos a depositar en nuestro corazón lo que la Palabra dice al respecto, ya no gastábamos tanto tiempo lidiando con enfermedades. Durante toda la etapa de crecimiento de nuestros hijos, nunca tuvimos que llevarlos al médico. Lo hubiéramos hecho de ser necesario. Pero no fue necesario, porque muy rara vez se enfermaban. Y si lo hacían, orábamos por ellos, le creíamos a Dios y ellos recibían su sanidad. Es posible que no la recibieran instantáneamente, pero en un periodo corto de tiempo siempre se mejoraban.
Con excepción de aquella ocasión cuando John se lastimó en una de sus aventuras y requirió de suturas, sólo llevé a nuestros hijos al médico una vez al año para que les firmaran sus formularios para el campamento de verano. Pero en esas visitas anuales siempre me llamó la atención la cantidad de enfermos y heridos que la oficina del médico atendía. Yo sabía que algunos habían estado esperando durante varias horas para sus citas y muchos terminarían con una gran cuenta por pagar.
Mientras los niños y yo rápidamente obteníamos la firma de los formularios, no podía evitar pensar en todo el tiempo y el dinero que había ahorrado a través de los años, por no tener que ir al doctor. No podía más que regocijarme por todos los beneficios de vivir en salud divina.
¡Estar enfermo es una pérdida de tiempo… y además, es costoso!
Por esa razón nunca me disculpo por tomarme mi tiempo cuando ministro en la Escuela de Sanidad en nuestra Convención de Creyentes. La manera en la que lo veo, aun si predico durante varias horas, es que comparativamente hablando eso no representa prácticamente nada.
Por supuesto, no todo el mundo está de acuerdo con mi manera de ver las cosas. Algunas personas vienen a la Escuela de Sanidad esperando resultados instantáneos. No se dan cuenta que les tomó varios años enfermarse y que le tomará a Dios un tiempo hasta que reciban suficiente revelación para sacarlos de esa situación.
Una vez, una mujer nos escribió después de una convención en Anaheim y admitió que estaba tan ansiosa de que yo terminara de predicar, que realmente oró: “¡Señor, no dejes que Gloria lea otra escritura!” Sin embargo, su oración no funcionó. Simplemente seguí predicando. Ella se quedó hasta el final del servicio, y porque lo hizo, terminó sanándose.
¡Te lo digo, vale la pena esperar con Dios!
Cada uno de nosotros, como cristianos, debemos estar dispuestos a darle a Él tanto tiempo como se requiera para desarrollar nuestra fe. Debemos deleitarnos, no solamente en leer nuestra Biblia todos los días, sino en invertir tiempo llenando nuestros corazones con la Palabra de otras maneras—asistiendo a reuniones, escuchando predicaciones llenas de fe, por ejemplo… escuchando la Palabra en un CD o MP3… pasar una hora o más en la tarde viendo algún hombre o mujer de Dios ministrar la Palabra en la Cadena BVOVN, o en un DVD.
Puedes hacer todas estas cosas regularmente y aun así terminarás invirtiendo menos tiempo del que invertirías en procedimientos médicos; usualmente son muy largos.
¡Si alguna vez has tenido que operarte, sabes muy bien que el hospital no puede hacer el trabajo en 15 minutos! Pasarás una hora o más tan solo registrándote. Después te enviarán a tu habitación y tomará otras dos o tres horas para que te hagan los exámenes necesarios. Después, pasarás días, semanas o meses recuperándote de la cirugía.
No me malentiendas. Estoy muy agradecida por la ciencia médica. Puede ser de gran ayuda y, cuando la necesitas, deberías recibirla. Pero si realmente valoras tu tiempo, serás sabio aprovechando primero la Palabra de Dios.
Mantener esa Palabra en tu corazón con toda diligencia te permitirá ahorrarte muchos problemas. Reducirá tus visitas al doctor, al abogado y al banco. Mantendrá las fuerzas vitales de Dios fluyendo a través tuyo, expulsando la basura del diablo y manteniendo tu vida encaminada.
El imparable Fruto del Espíritu
Podrías decir: “Bueno, todo eso suena muy lindo. Sin embargo, no entiendo exactamente lo que quieres decir cuando te refieres a ‘las fuerzas vitales de Dios’”.
Entre otras cosas, me refiero a las fuerzas espirituales. El nuevo testamento las llama el fruto del espíritu. De acuerdo con Gálatas 5:22-23: «Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, [y] templanza».
Generalmente las personas se inclinan a pensar que esas cosas solamente son una lista de buenas cualidades. Pero en realidad, son algo mucho más poderoso. Son atributos del Dios mismo, y fueron creadas en ti en el momento en que naciste de nuevo, y en la medida en que te alimentas de la Palabra de Dios y escuchas Su voz, fluirán en tu espíritu y producirán condiciones piadosas en tu vida.
¡Nada de lo que Satanás posee puede contrarrestar las fuerzas del fruto del espíritu! No puede usar la ley del pecado y la muerte contra ellas porque, como el versículo 23 dice: «Contra tales cosas no hay ley». Él no puede usar la carne para detenerlas, porque como el versículo 16 dice: «Vivan según el Espíritu, y no satisfagan los deseos de la carne».
Es muy difícil para Satanás tener éxito haciendo que te enfermes cuando las fuerzas espirituales del amor, el gozo y la paz están fluyendo en tu vida.
Él no podrá afectar tu sistema inmunológico con la tensión que proviene de la lucha y la falta de perdón porque: «[el amor] no lleva cuentas del mal» (1 Corintios13:5, Biblia Amplificada, Edición Clásica).
Él no podrá derrotarte a través de la debilidad porque: «El gozo del Señor es nuestra fuerza» (Nehemías 8:10).
Él no podrá con éxito cargarte con todas las enfermedades que son causadas por el estrés porque: «la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos» (Filipenses 4:7).
Si la fuerza de la templanza está fluyendo en ti, el diablo se enfrenta aun a más problemas. Él no puede arruinar tu salud al conseguir que comas en exceso, o lograr que te hagas adicto a las drogas o alguna otra sustancia insalubre, porque eres capaz de disciplinar tu cuerpo. Tú puedes caminar con dominio propio sobre tus deseos carnales y manejarlos de la manera que Dios quiere.
¡Dios sabe lo que necesitas para vivir en victoria en este mundo, y Él te ha provisto de todo lo que necesitas! Él ha puesto Su vida en tu espíritu y te ha dado Su Palabra para que mantengas esa vida fluyendo.
Yo he descubierto, después de caminar con Dios por más de media década, que cuando permanezco en la Palabra y camino en el espíritu, no experimento muchos síntomas de la enfermedad. Algunas veces pasan años en los que ni siquiera me doy cuenta de que tengo un cuerpo. Aún, después de todos estos años, si aflojo en la Palabra y dejo de alimentar mi espíritu, las fuerzas vitales de Dios dejarán de fluir en mí, de rechazar las cosas del diablo y no mucho tiempo después, descubriré que estoy empezando a enfermarme.
Es fácil enfermarse. ¡Todo lo que tienes que hacer es… nada! Solamente deja de escuchar a Dios y empieza escuchar lo que el mundo dice—¡y listo!—. Muy pronto se te prenderá cualquier virus que el diablo tenga pasando por ahí.
“Pero Gloria, ¿si eso sucede, puedo volver a la Palabra y creerle a Dios por sanidad?
Sí, pero nunca es mejor esperar hasta que te atacan para empezar a prepararte para la batalla de la fe. Es mejor alistarse por adelantado pasando tiempo en la Palabra y en oración todos los días. Incluso si ahora mismo todo está saliendo bien en tu vida y no estás tratando de ser liberado divinamente de algún problema, el tiempo que pasas con Dios no es tiempo perdido. No tienes que preocuparte si te levantas una hora antes todas las mañanas para leer la Palabra y orar, y terminas sin nada que enfrentar.
Eso no es posible, la Biblia lo garantiza. Gálatas 6:7-9 dice: «No se engañen. Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará. El que siembra para sí mismo, de sí mismo cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no nos desanimamos».
Ya lo he mencionado, pero es bueno repetirlo: ¡Siempre vale la pena mantenerse cerca de Dios! Pasar constantemente tiempo en Su Palabra paga dividendos muy altos. Así que, si no lo estás haciendo ya, hazlo y sigue haciéndolo. No esperes hasta que el diablo te ataque y te ponga a la defensiva. Adelántate. Vive en la ofensiva. ¡Pon la Palabra de Dios en primer lugar todos los días y deja que esas fuerzas fluyan!