Todas las personas experimentan el fracaso. Sin embargo, hace mucho tiempo aprendí, aun en medio del fracaso, a nunca darme por vencido. Cada vez que caigas, levántate… ¡todas las veces! Esta es una lección que he aprendido muy bien. De hecho, se ha convertido en el lema de mi vida.
Hace años, después de que comencé mi ministerio, una iglesia me invitó a predicar en un rancho en la localidad de Hot Springs, Arkansas. Los miembros se sentaron en sillas jardineras frente a una tarima improvisada tan pequeña que el baterista de la iglesia tuvo que sentarse en el suelo junto a ella.
Sin embargo, estaba tan emocionado de tener la oportunidad de predicar, que lo hice con mi mayor esfuerzo: desde Kenneth Copeland, Kenneth Hagin, Oral Roberts y T. L. Osborn, prediqué a todos juntos. Mientras caminaba de un lado al otro de la tarima, lleno de fuego, pisé muy cerca del borde y me caí encima de la batería.
¿Puedes imaginarlo? ¡Ahí estaba yo, el predicador, sobre la batería con mis brazos y piernas al aire! Toda la audiencia se quedó ojiabierta, tratando de ver a dónde me había ido.
“Señor, ¿qué hago?”
Levántate rápido, me dijo. Haz lo que dice Miqueas 7:8: Aunque caí me levantaré. Ni siquiera menciones la caída; sólo levántate y continúa donde estabas, actuando como si hubieras estado predicando todo el tiempo.
Seguí sus instrucciones. No me di por vencido. Me incorporé, subí a la tarima y continué predicando. Al final, terminó siendo un servicio grandioso.
Una vez finalizado, una señora se me acercó. “Hermano Jerry, ¿por qué se cayó de la tarima?” “Fue un accidente”, admití. “Sin embargo, ¿observó cuán rápido me levanté? ¡Me recuperé muy rápido!”
“¿Se cae con frecuencia?”, me preguntó.
“No.”
“Observó cuando me puse de pie?”, le repetí.
“¿Le sucede algo?”, me dijo. “¿Necesita oración?”
“No quiero hablar de la caída”, le dije. “¿Vio cómo me puse de pie?”
Muchas personas son como esa mujer. Se pasan toda la vida hablando de la caída. Ellos piensan que Dios les está enseñando algo en ese momento, pero Dios no quiere que nos enfoquemos en la caída. Él quiere que nos levantemos y hablemos acerca de la recuperación.
El arte de permanecer
Entiendo muy bien la urgencia que sentimos de darnos por vencidos. Darme por vencido era mi estilo de vida. Bajo presión, siempre buscaba el camino de menor resistencia. Todo comenzó cuando era muy joven. Después de terminar la secundaria, mi plan era entrar al negocio de automóviles como mi papá; pero él tenía otros planes. Él quería que fuera a la universidad, así que eso fue lo que hice.
Después, dos semanas antes de que el primer semestre terminara, abandoné.
“¿Hijo, qué estás haciendo a mitad de semana en la casa?”, preguntó mi papá cuando estacioné mi Chevrolet ‘57.
“Abandoné” le respondí. “Quiero trabajar con autos. ¿Puedes darme un trabajo?”
Dos semanas más tarde, en el otoño de 1964, recibí una carta para unirme al ejército. Como no quería ir a Vietnam, regresé a la universidad. Durante el día, trabajaba en automóviles; por la noche, tomaba clases. Después de que Carolyn y yo nos casáramos, decidí que era muy difícil continuar con esa rutina, así que nuevamente dejé la universidad.
Comencé a hacer trabajos de chapa y pintura para mi papá, que en ese entonces era el jefe de taller en un concesionario Buick. Unas seis semanas más tarde, renuncié y comencé a trabajar para el concesionario Lincoln Mercury. Dos meses después, renuncié y cambié de trabajo nuevamente.
Renunciar se había convertido en mi estilo de vida. Si alguien me hacía enojar, renunciaba. Si pensaba que alguien me había lastimado, también.
Gracias a Dios, todo eso cambió cuando escuché por primera vez al hermano Copeland; dediqué mi vida al Señor y me metí de lleno en la Palabra de Dios. La primera escritura que leí fue Juan 8:31-32: «Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.» (énfasis mío).
Esa palabra pequeña “permanecen” saltó de la Biblia a mi corazón. El señor me dijo: Este es el ingrediente que falta en tu vida. Siempre has sido maravilloso para comenzar; sin embargo, nunca has sido bueno para finalizar. Si no desarrollas el arte de permanecer, jamás serás el ministro que quiero que seas, el esposo que quiero que seas y el padre que quiero que seas. Debes decidir de una vez por todas que, desde hoy, darte por vencido ya no será una opción en tu vida.
Dios cambió a alguien que se daba por vencido todo el tiempo en alguien cuyo lema de vida se ha convertido en: “No te des por vencido”. Cuarenta y nueve años más tarde, darse por vencido sigue siendo inaceptable.
Las razones por la que la gente se da por vencido
Proverbios 24:16 dice: «porque tal vez caiga el justo siete veces, pero otras tantas volverá a levantarse.» Si el diablo te derrumba siete veces, entonces levántate ocho. Así es como lo vences. Tristemente, muchos en el cuerpo de Cristo se dan por vencidos muy rápido. Creo que lo hacen por una de las siguientes razones:
La primera razón es que no están convencidos de que Dios mantendrá Su Palabra. Un día después de leer en Hebreos 11:1: «Ahora bien, tener fe es estar seguro de lo que se espera; es estar convencido de lo que no se ve.» le pregunté al Señor: “¿Cuál es Tu definición de fe? Necesito algo fácil que me ayude a entenderlo”.
Me respondió: Es una convicción profunda de la realidad de que para Mí, es imposible mentir.
¡Eso es la fe! Puedes encontrar más confirmación al respecto en otros versículos de las escrituras, incluyendo Tito 1:2, Hebreos 6:18, Salmo 89:34 e Isaías 40:8. Si no estás profundamente convencido que para Dios es imposible mentir, entonces siempre tendrás problemas con tu fe. Como el hermano Copeland lo ha dicho: cuando llegas a ese momento en el que crees la Palabra de Dios tan rápido como creerías la palabra de tu médico, tu abogado o tu mejor amigo, entonces ya no tendrás más problemas con tu fe.
Otra razón por la que las personas se dan por vencidas es porque no están dispuestas a esperar.
Los creyentes que se dan por vencidos nunca desarrollan la fuerza de la paciencia en sus vidas. Hebreos 10:35-36 dice: “Por lo tanto, no pierdan la confianza [o su fe] que lleva consigo una gran recompensa. Lo que ustedes necesitan es tener paciencia; para que, una vez que hayan hecho la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido darnos”. La versión El mensaje dice: “No lo dejes todo ahora. Estabas seguro antes. ¡Todavía es algo seguro! Pero necesitas aferrarte, mantenerte con el plan de Dios para estar allí cuando se cumpla la promesa”.
“Si te aferras” recibirás el cumplimiento de la promesa. Eso me motiva. Me mantiene firme (Efesios 6:13-14). Es posible que tome dos días, o 20 años, pero existe una promesa de que se cumplirá si te mantienes con fe y paciencia.
Una tercera razón por la que creo que la gente se da por vencida, es porque no pasan suficiente tiempo en comunión con Dios y Su Palabra. Hechos 20:32 dice: «Ahora los encomiendo a Dios y a su palabra de bondad, la cual puede edificarlos y darles la herencia prometida con todos los que han sido santificados».
Dios y Su palabra son uno solo, y ambos pueden edificarte si pasas tiempo con ellos. Te harán más fuerte y harán que te establezcas, lo que te convertirá en una persona que nunca se da por vencida.
¡Establécete y Florece!
Cuando te sientas tentado a darte por vencido, no corras alejándote de Dios y de Su Palabra. ¡Corre hacia ellos! Como ya lo mencioné, ellos te edificarán, fortalecerán y harán que te establezcas, te asegures, de manera firme e inamovible.
Conviértete en la persona que describe el Salmo 112:6-8 (RVA 2015): «Por eso no resbalará jamás su corazón está firme, confiado en el SEÑOR. Afianzado está su corazón; no temerá».
Cuando te transformas en alguien fuerte y establecido, te conviertes en alguien que puede recibir todo lo que Dios ha prometido. Podrás testificar acerca de otra bendición que haya llegado a tu vida, o de otra victoria que hayas experimentado. Si no te das por vencido, entonces florecerás (Salmo 92:12).
Cada vez que encuentras a alguien que abunda en las bendiciones de Dios, es muy claro el porqué: son fuertes y están establecidos. Su fidelidad es de destacar. No te enojes con ellos. No sientas envidia. No digas comentarios desagradables sobre ellos. En cambio, sigue su ejemplo. Lo que Él ha hecho por ellos, lo hará por ti.
Si no renuncias y te mantienes fiel, prepárate para florecer como nunca. Prepárate para abundar en las bendiciones de Dios. Eso es lo que les sucede a las personas que se niegan a darse por vencidas.