Si alguna vez has sentido la tentación de pensar que creerle a Dios por prosperidad es egoísta, debes recordar que: ¡Este mundo necesita que seas BENDECIDO! Por supuesto que los incrédulos no se dan cuenta de esta verdad; sin embargo, es cierto de cualquier manera.
En este momento el mundo está enfrentando retos económicos asombrosos. Está gimiendo debido a los problemas que no tienen una solución en lo natural.
a misma Tierra se desgasta bajo el peso del pecado y la maldición.
Todos pueden observarlo, y los “expertos” del mundo están tratando de hacer todo lo que pueden para contrarrestarlo. Están construyendo molinos de viento e imprimiendo más dinero, tan rápido como pueden. Sin embargo, esas cosas no arreglarán la situación.
El planeta no está clamando por esquemas inventados por los hombres. Este planeta está clamando por la BENDICIÓN de Dios, y los creyentes nacidos de nuevo son el medio a través del cual esa BENDICIÓN fluye. Por esa razón, Romanos 8 dice que toda la creación está esperando impaciente por «la manifestación de los hijos de Dios» (versículo 19).
Somos nosotros los que tenemos la respuesta a la maldición que plaga este lugar. Cuando nos levantemos y caminemos plenamente en LA BENDICIÓN que está sobre nosotros como coherederos con Jesús «también la creación misma será liberada de la esclavitud de corrupción, para así alcanzar la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (versículo 21).
“Pero hermano Copeland, todos los días escucho que la raíz del problema es el calentamiento global. ¿Estás diciendo que no crees en eso?”
Bueno, yo creo en el calentamiento global. Sin embargo, creo en el calentamiento auténtico; aquel que vendrá cuando Dios acabe con esta Tierra, listo para hacerla de nuevo. En ese día, 2 Pedro 3:10 dice que este planeta se derretirá como una bola de nieve en el verano. Todos los molinos de viento en el mundo no podrán detenerlo, porque será la obra de Dios y no de la humanidad.
Los seres humanos no tienen la capacidad de destruir este planeta. Y aún si la tuviéramos, jamás nos darán la oportunidad. Dios creó esta Tierra y Él es el único que puede acabar con ella.
Por el momento, tú y yo tenemos un trabajo que llevar a cabo, aquí y ahora. Como representantes del SEÑOR Jesucristo, tenemos un pacto de BENDICIÓN a nuestra disposición. Somos responsables ante de Dios de ser BENDECIDOS y de ser una BENDICIÓN en medio de un mundo que la necesita desesperadamente.
Lee Génesis 26 en algún momento y verás lo que quiero decir. Éste narra un tiempo en que la hambruna golpeó la región donde vivía Isaac y Dios le dijo que permaneciera allí, en medio de la misma, y fuera una BENDICIÓN. En lo natural, para Isaac habría tenido más sentido escapar de la situación mudándose a Egipto. Sin embargo, Dios específicamente le instruyó que hiciera lo contrario.
«El Señor se le apareció y le dijo: No vayas a Egipto. Quédate a vivir en la tierra que yo te diré. Habita como extranjero en esta tierra, y yo estaré contigo y te bendeciré… y así confirmaré el juramento que le hice a Abrahán, tu padre… Todas las naciones de la tierra serán bendecidas en tu simiente» (versículos 2-4).
Excava otro pozo
Isaac le creyó a Dios he hizo lo que le dijo. Puso LA BENDICIÓN a trabajar, sembró semillas en la tierra, y cosechó el ciento por uno en un año. Justo en medio de la hambruna, “…se hizo rico y prosperó. Tanto se engrandeció que llegó a tener mucho poder” (versículo 13).
Una de las maneras en las que prosperó fue abriendo nuevamente los pozos de agua de su padre, que los mismos Filisteos habían tapado con tierra años atrás. (Esto muestra lo tontas que pueden ser las mentes que han sido cegadas por el pecado y la oscuridad. Los Filisteos vivían en un desierto seco y caliente. Por lo tanto, necesitaban toda el agua que pudieran conseguir. Aun así, habían inutilizado pozos en perfecta condición sólo porque estaban celosos de Abrahán).
Estos pozos le pertenecían por derecho a Isaac, ambos por herencia y porque él los había excavado otra vez para restaurar su funcionamiento. Sin embargo, cada vez que abría uno, los filisteos se lo quitaban por la fuerza y lo reclamaban como propio. En lugar de pelear con ellos, Isaac les permitía quedarse con el pozo e iba y excavaba otro.
Durante este proceso dio con un río subterráneo que, según los historiadores judíos, liberó tanta agua que toda la región comenzó a florecer. Los árboles frutales florecieron. Los cultivos crecieron. Empezó a lucir como que la hambruna hubiera llegado a su fin, y todos en la región fueron BENDECIDOS.
Sin embargo, nadie prosperó más que Isaac. Prosperó tanto que aun sus propiedades fueron más que las del rey. Eso hizo que el rey se enojara y sacara a Isaac corriendo de la región. Cuando Isaac se fue, LA BENDICIÓN se fue con él y la hambruna retomó el control. La tierra se secó y las cosas se pusieron peor que antes.
Al darse cuenta de que se había equivocado, el rey fue a buscar a Isaac y le pidió ayuda: “¿Umm… podemos hacer un trato?”, le dijo. “Hemos visto que El SEÑOR está contigo y queremos hacer un pacto contigo. Si regresas y vives en medio de nosotros, te prometemos que te protegeremos y nos aseguraremos de que nadie te haga daño a ti, a tu familia, o a tus bienes otra vez. Nos aseguraremos de que nadie más te robe de nuevo tus pozos”.
Obviamente, el rey filisteo había recibido una revelación: ¡él y su país necesitaban a Isaac—y necesitaban que estuviera BENDECIDO!
“¿Hermano Copeland, que tiene que ver esto con nosotros, los creyentes de hoy día?
¡Tiene todo que ver, porque nosotros tenemos sobre nosotros la misma BENDICIÓN que Isaac tenía!
Es LA BENDICIÓN original de Dios que vino sobre la humanidad en el Jardín de Edén cuando Dios le dijo a Adán y a su esposa: «…Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla…» (Génesis 1:28, RVR60). Es LA BENDICIÓN que, a pesar de que Adán y Eva destruyeron por el pecado, volvió de nuevo sobre Abrahán cuando Dios hizo un pacto con él y le dijo: «Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra» (Génesis 12:2-3).
Fue esta misma BENDICIÓN de Abrahán que estaba sobre Jesús de Nazaret. Él caminó en ella perfectamente durante toda Su vida terrenal. Después sufrió en la cruz y murió para poder darnos a nosotros esa misma BENDICIÓN. Como Gálatas 3:13-14 dice: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero, para que en Cristo Jesús la bendición de Abrahán alcanzase a los gentiles…». Gracias a que como creyentes tenemos un pacto con Jesús, podemos caminar en LA BENDICIÓN tal como Él lo hizo. No solamente podemos prosperar en nuestra vida, sino que podemos llevar prosperidad a los que están a nuestro alrededor. Podemos florecer sin importar cuán rocosa se ponga la economía del mundo, porque nosotros no miramos al mundo como nuestra fuente. Nosotros miramos al SEÑOR— y Su BENDICIÓN que “es la que enriquece, y no añade tristeza con ella» (Proverbios 10:22).
La gente pobre no necesita un tesorero
Podrías decir: “¿Si LA BENDICIÓN te hace rico, por qué Jesús era pobre?
¡Él no lo era!
Hasta el instante en el que fue a la cruz, Él era extremadamente próspero. No solamente tenía los medios para financiar a todo su equipo ministerial, sino que también era famoso por darle dinero a los pobres. Sus recursos eran tan abundantes que necesitaba de un tesorero para supervisarlos.
¡La gente pobre no necesita un tesorero! Así que claramente, Jesús no fue pobre durante su vida en la Tierra. Él se hizo pobre en el calvario cuando aceptó sobre Sí la maldición que vino sobre la humanidad a través del pecado. Esa maldición tiene tres partes: Incluye la muerte espiritual, la enfermedad y la pobreza—y Jesús nos redimió de las tres. Él le dio vida a nuestro espíritu, proveyó salud para nuestro cuerpo y, como Pablo escribió en 2 Corintios 8:9, “…por amor a ustedes, siendo rico se hizo pobre, para que con su pobreza ustedes fueran enriquecidos”.
Esto es algo que, como creyentes, necesitamos entender con claridad: la pobreza no es un problema de dinero. Es un problema espiritual. Puedes tratar de solucionarla con todo el dinero que quieras; sin embargo, cuando se acabe, la pobreza seguirá presente. El presidente Lyndon Johnson lo demostró. Durante los años 1960 literalmente gastó billones de dólares en su “guerra contra la pobreza” y aun así, en este momento en los Estados Unidos, más personas viven en condiciones de pobreza que en ese entonces.
Las intenciones del presidente eran buenas; sin embargo, no se percató de que la pobreza es un problema espiritual que requiere una solución del mismo tipo. Sin embargo, Jesús lo hizo, y nos proveyó de una solución en la cruz. Él tomó en Sí la maldición espiritual de la pobreza y se hizo más pobre que la persona más pobre que haya vivido alguna vez. Se convirtió en más pobre de lo que podamos imaginar para que pudiéramos ser librados de cada rastro de pobreza, y ser enriquecidos.
Te puedes preguntar: “¿Cuán ricos nos hizo Jesús?
¡Tan ricos como Él!
Cuando naciste de nuevo y te hiciste Su coheredero, no heredaste la mitad de lo que le pertenece. ¡Lo heredaste todo! Heredaste «todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos» (1 Timoteo 6:17), y ADEMÁS heredaste todo lo que necesitas para ser una BENDICIÓN donde quiera que vayas.
Cuando accedes a tu herencia en Jesucristo, y ofrendas con una actitud de fe y gozo, las BENDICIONES financieras fluirán abundantemente a través de ti: «porque Dios ama a quien da con alegría. Y Dios es poderoso como para que abunde en ustedes toda gracia, para que siempre y en toda circunstancia tengan todo lo necesario, y abunde en ustedes toda buena obra» (2 Corintios 9:7-8).
“¿Pero, hermano Copeland, qué sucede si la economía cae en una depresión?”.
Bueno, ¿y qué si lo hace? Mientras continúes caminando en LA BENDICIÓN, puedes todavía siempre tener de más, especialmente en momentos difíciles para que podamos ser de BENDICIÓN a todos los que estén en necesidad.
Mis padres lo demostraron durante los años 1930 y 1940. Ellos prosperaron aun durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Ellos no tenían la revelación que nosotros tenemos en la actualidad acerca de caminar en LA BENDICIÓN, pero creían en Dios, diezmaban y ofrendaban desde el día en que se casaron. Mi papá tenía dos cuentas bancarias. Una era su cuenta del diezmo, la cual le pertenecía a Dios, y la otra era su cuenta personal, y se aseguraba de no mezclarlas.
Como resultado, mientras mucha gente en este país se agolpaba en las filas de desempleo, mi papá nunca estuvo sin trabajo por más de 24 horas. Si perdía uno, siempre encontraba uno mejor, y muy rápido. Recuerdo cuando me contó acerca de una ocasión en particular en la que descubrió al final del día que lo habían despedido. Él y mi mamá oraron al respecto esa misma noche, y a la mañana siguiente, muy temprano sintió que debía ir a la fábrica de algodón. Cuando el dueño llegó, le preguntó a mi papá porqué estaba allí.
“He venido temprano porque me necesitas”, le respondió mi papá.
“¿Puedes llevar la contabilidad?”, le preguntó el dueño.
“Sí”, le respondió.
Mi papá jamás había hecho contabilidad en toda su vida, pero era bueno con las matemáticas y pensó: si puedo ver los libros de esta compañía, podré entender el sistema y continuar haciéndolo. Él tenía razón. Le gustó el trabajo y terminó inscribiéndose en un curso de contabilidad en la Universidad de Negocios de Draughon. Cuando terminó el curso, la misma universidad lo contrató para enseñar. Ellos continuaron promoviéndolo y el siguió prosperando. ¿Por qué? Porque LA BENDICIÓN del SEÑOR es la que enriquece.
Eventualmente, la universidad le ofreció un trabajo en ventas. No esperaban que lo aceptara porque era a comisión, pero él dijo: “¡Sí! ¡Ese es el trabajo que quiero!” El trabajo requería que viajara, y debido a la guerra, las llantas y la gasolina eran difíciles de encontrar; sin embargo, él siempre tuvo lo que necesitaba.
Debido a que LA BENDICIÓN obraba en su vida, mi papá vio las posibilidades que otras personas no vieron. Por ejemplo, un día durante la guerra, estaba en un pueblo pequeño por negocios y vio a un hombre vendiendo una horma muy grande de queso. Debido a que el queso escaseaba en ese momento, era costoso; sin embargo, mi papá compró la horma completa. Lo llevó a su auto, lo cortó en pedazos y se lo vendió a los dueños de los negocios en la plaza, haciendo una ganancia de 3 o 4 veces lo que había pagado. Lo sé porque yo estaba con él ese día.
¿Qué era lo que sucedía? Él siempre tenía en abundancia. Siempre tenía lo suficiente para toda obra buena.
Así fue todo el tiempo mientras yo crecía. Mi papá y mi mamá siempre estaban dando y ayudando a alguien. Cada evangelista que venía al pueblo se quedaba en nuestra casa. Aun en los tiempos más difíciles, mi mamá les preparaba pollo frito. Comían tanto que yo solía pensar que nos iban a dejar sin nada. Sin embargo, eso nunca sucedía.
Nunca hubo hambruna en la casa de los Copeland. Y nunca la habrá, porque todavía continuamos caminando en LA BENDICIÓN de Dios.
Lo mismo puede hacerse realidad en tu vida. Sin importar cuáles sean las condiciones a tu alrededor, puedes continuar creyendo en La PALABRA, ofrendando y prosperando. ¡Puedes tener todo lo suficiente en todas las cosas y ser una BENDICIÓN en medio de un mundo que desesperadamente necesita que seas BENDECIDO!