¿Qué sucedería si ahora mismo eligieras dar un paso a un nuevo nivel de vida en el Espíritu? ¿Qué pasaría si pudieras abrir la compuerta del poder de Dios, para que en vez de que fluya como un arroyo y de cuando en cuando como un río, se precipitara en tu vida como un diluvio que por su misma magnitud afectara todo, y a todos los que te rodean?
Suena emocionante, ¿sí? Es el deseo del corazón de todos aquellos que amamos al SEÑOR. Adicionalmente, se trata de lo que Él ha estado diciéndonos últimamente. Ya por un tiempo nos ha estado diciendo que: las compuertas espirituales están abiertas. El mover del Espíritu del final de los tiempos está sucediendo. ¡La temporada de las inundaciones ya está aquí!
En la Iglesia Internacional Eagle Mountain ya lo hemos venido experimentando. Hemos visto una ola en crecimiento de sanidades y milagros en los últimos años. Han aumentado, no sólo en nuestros servicios locales, sino también cuando ministramos en otros lugares alrededor del mundo.
¡Ha sido maravilloso! Aun así, lo que hemos experimentado es sin duda solamente el comienzo. Todo el cuerpo de Cristo está en camino a un desbordamiento nunca antes visto. Sin embargo, para alcanzarlo, necesitaremos hacer algo más que emocionarnos al respecto; tendremos que recibir un entendimiento de la mecánica de su funcionamiento.
¿A qué me refiero exactamente? Hablo del conocimiento que un piloto tiene acerca de la aviación. Ellos no solamente saben que los aviones pueden volar. ¡Todo el mundo sabe eso! Ellos saben mucho más; los pilotos saben cómo opera el avión. Ellos pueden ingresar a la cabina, encender los motores y hacerlo volar.
Esa es la clase de conocimiento que los cristianos necesitan en estos días acerca del derramamiento. Necesitamos saber no solamente lo que es y lo que hace, sino también cómo fluir en él. Necesitamos aprender a dejar que el poder de Dios fluya ininterrumpidamente a través de nosotros, para convertirse en un campo de fuerza de la BENDICIÓN que nos rodea todo el tiempo, a dondequiera que vayamos.
Por ejemplo: piensa en lo que sucede cuando un creyente aprende a operar en el poder de la protección de Dios. Si un tornado se moviera en dirección de su barrio, él podría declarar por fe conforme al Salmo 91 que ningún mal podrá llegar cerca de su morada. Él podrá ordenarle al tornado que no toque su casa… y no lo hará.
¿Qué más sucederá en ese proceso, en la mayoría de los casos? El tornado también evitará las casas de sus vecinos, por lo que la gente en esos hogares —sin importar si son salvos— se beneficiarán del “campo de fuerza” expansivo de la BENDICIÓN que rodea a su vecino creyente. Ellos terminarán gozando de la protección divina del poder de Dios que fluye a través de él.
¡Ese es un ejemplo maravilloso de la mecánica de esta clase de vida abundante! Le abre el camino a Dios para que derrame Su bondad, tanto para nosotros como a través de nosotros. Le da la oportunidad de manifestar Sus BENDICIONES, no solamente en la vida de nosotros como creyentes, sino también en la vida de los no creyentes alrededor del mundo.
Tú ya sabes que Dios verdaderamente desea bendecir a los no creyentes. Él no tiene un corazón duro e insensible hacia ellos. Él no quiere castigarlos por sus pecados y dejarlos sufrir dolor y catástrofes. ¡Nuestro Padre celestial ama a todo el mundo! Él ya reconcilió al mundo entero con Él a través de Cristo (2 Corintios 5:19), y aun si las personas todavía no han aceptado esa reconciliación, Él quiere ayudarlos; no porque lo merezcan o se lo hayan ganado, sino porque:
Él es: «un Dios compasivo y clemente, lento para la ira, pero grande en misericordia y verdad» (Salmo 86:15)
Él es: «bueno con todos, y se compadece de toda su creación» (Salmo 145:9)
Él es: «Padre de misericordias y Dios de toda consolación» (2 Corintios 1:3)
Una copa desbordante de revelación
Podrías decir: “Pero hermano Copeland, ¿por qué debemos vivir en ese desbordamiento de Dios para ayudar a los no creyentes? ¿Por qué no los ayuda Él directamente, sin usarnos como intermediarios?”
Porque nosotros somos Sus representantes en la Tierra. Somos aquellos autorizados y equipados para hacer la obra de Su reino. Hemos nacido de Su espíritu y hemos sido bendecidos: «con toda bendición espiritual en los lugares celestiales» (Efesios 1:3). Estamos ungidos con la unción de Jesús para ir haciendo el bien y sanando a los que están oprimidos por el diablo (Hechos 10:38).
Cuando se trata de BENDECIR al mundo, Dios no quiere hacerlo sin nosotros. ¡Su deseo es hacerlo a través de nosotros! Su plan es que nos alimentemos de Su PALABRA al punto que estemos tan conscientes de la unción y la BENDICIÓN, que continuamente digamos lo que David dijo en el Salmo 23:5-6: «Me preparas un banquete en presencia de mis enemigos. Me honras ungiendo mi cabeza con aceite. Mi copa se desborda de bendiciones. Ciertamente tu bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor viviré por siempre» (NTV).
¡Eso sí que es diversión! Cuando cultives la mentalidad de una copa rebosante, de la misericordia que te persigue, andarás todo el tiempo ministrando desde esa misma plataforma de derramamiento. ¡Comenzarás a derramar la bondad de Dios en la gente, transformando el día común y corriente y sus eventos rutinarios en aventuras divinas!
Recuerdo una ocasión en particular en la que Gloria y yo disfrutábamos de nuestras motocicletas con otros amigos predicadores en la zona montañosa. Nos detuvimos en un lugar para comer, y desde el momento en el que entramos, la mesera comenzó a actuar como si estuviera enojada con nuestra presencia. En vez de darnos la bienvenida en forma cordial, nos arrojó los menús sobre la mesa. Y cada vez que pedíamos algo, se alejaba con mala cara.
El SEÑOR me habló acerca de ella, así que oré y le pedí que hiciera algo especial. Cuando regresó a nuestra mesa, la llamé: “Querida, ven aquí”, le dije. “¿Te pasa algo, estás herida? Acabamos de orar por ti y queremos saber cómo podemos ayudarte”.
Ella se sentó con nosotros y se descargó. Oramos por ella y Dios se movió en su vida. Ella estaba tan BENDECIDA y emocionada, que empezó a abrazarnos a todos y nos siguió hasta la puerta agradeciéndonos todo el trayecto.
En otra ocasión, Gloria y yo estábamos en otro viaje de motocicletas con el mismo grupo. Paramos en una tienda y un niño de unos 10 años corrió hacia nosotros. “Ustedes son predicadores, ¿verdad?”, nos preguntó. “¡Ustedes son los que salen en la televisión y oran por las personas que están enfermas!”
“Sí”, le respondimos.
“¿Orarían por mi mamá?”, nos preguntó a continuación. “Tiene cáncer”.
No vimos a su mamá en el lugar, así que hicimos un círculo a su alrededor y empezamos a orar. “¡No, no oren por mí!”, nos dijo. “Oren por ella. Está en el auto.”
Él nos guio a donde ella estaba, nos reunimos alrededor del auto y atacamos a ese diablo de cáncer en oración. ¡El amor y el poder de Dios empezó a derramarse y nuestro viaje a la tienda se convirtió en una reunión de sanidad!
“Eso es maravilloso hermano Copeland”, podrías decir, “pero ustedes están en la TV”.
Lo sé, pero no tienes que estar en la TV para tener esa clase de experiencias. Tan solo tienes que dejarte llevar por la obra del Espíritu Santo. Si cooperas con Él, concientizado de que Dios está en tu interior, Él atraerá a las personas y se derramará a través de ti en toda clase de lugares y con manifestaciones de todo tipo.
Por supuesto, deberás estar listo si quieres que lo haga. Tendrás que prepararte usando tu fe a diario para vivir en la BENDICIÓN de Dios en tu vida. De lo contrario, no estarás en una posición adecuada para ayudar a los demás.
Por ejemplo, no estarás listo para orar en fe por la sanidad física de alguien, si no crees que Dios puede sanar tu propio cuerpo primero. No podrás imponer tus manos sobre los enfermos con valentía esperando que sanen si cada vez que estornudas, dice algo como “¡creo que me agarré el virus de la gripe que anda dando vueltas… ¡todo el mundo se ha enfermado y ahora me tocó a mí!”
No. Para fluir en el desbordamiento en el área de la sanidad, deberás practicar lo que Dios dice al respecto. En vez de hablar acerca de que la enfermedad te persigue, deberás decir que la sanidad es la que lo hace. ¡Tendrás que creer y declarar que el Espíritu que resucitó a Cristo de entre los muertos está vivificando tu cuerpo mortal (Romanos 8:11) para que tu fe pueda derramarse sobre los demás y sus cuerpos físicos puedan ser vivificados también!
El poder de la fe que se derrama
Cada vez que pienso en una fe desbordante, pienso en lo que me pasó hace años cuando estaba en nuestra cabaña en Arkansas. Estaba trabajando en nuestra propiedad y decidí remover un poste viejo e inservible de una reja. Estaba cansado de verlo, y ya que la tierra alrededor del mismo se había hundido, pensé que sería capaz de arrancarlo sin mayor esfuerzo.
Tenía a mano unas correas de alta tensión que utilizo para asegurar mi motocicleta cuando está en el remolque, así que las sujeté al poste en un extremo y al enganche de la parte trasera de la camioneta en el otro. Entré en la camioneta y presioné un poco el acelerador, esperando que el poste saliera del suelo.
El poste no se movió en el primer intento, así que trate de nuevo—esta vez con la tracción suficiente como para levantar la parte trasera de la camioneta. Sin embargo, el poste rehusó moverse.
Sentado, me pregunté qué podría estar sosteniéndolo en pie, cuando de repente me di cuenta de lo que había hecho. ¡No sólo no había podido quitar el poste, sino que además había dañado dos correas de tensión que estaban en perfecto estado!
Me bajé de la camioneta a inspeccionar y—obviamente—los nudos de esas correas estaban tan apretados que parecían como si se hubieran fundido. Tomé un destornillador e intenté desatarlos, pero estaban demasiado planos y resbalosos. El destornillador se resbalaba.
Determinado a que esos nudos no me derrotaran, le pedí al Señor que me ayudara. “Padre celestial” oré, “perdóname por hacer semejante tontería. Me arrepiento y recibo mi perdón. Ahora creo que restaurarás mis correas y lo digo con fe: ¡esos nudos se aflojarán!”
Continué orando en el espíritu por un tiempo y en simultáneo comencé a trabajar en una de las correas. No parecía que estuviera logrando nada, pero como la fe sin obras está muerta, seguí intentándolo. Declaré: “Gracias, SEÑOR, que estos nudos se aflojan y mis correas no tienen nudos”. Al mismo tiempo, de acuerdo con Marcos 11:23, le hablé al nudo que estaba en mi mano y le ordené: “Aflójate”.
Pasó más o menos media hora y el nudo comenzó a ceder de a poco. Unos minutos después un poco más… y más… ¡y finalmente se soltó! Cuando sentí que el poder de Dios estaba fluyendo, dancé alrededor de la camioneta y celebré. Después, recogí la segunda correa, con la idea de trabajar en ella, pero descubrí algo sorprendente: ¡el nudo en esa correa ya estaba flojo!
Ni siquiera lo había tocado. Mientras trabajaba en la primera correa, esta había estado a un lado todo el tiempo. Ni siquiera había pensado en ella y aun así había respondido a mi fe, todo el tiempo. ¡Se había aflojado por efecto del desbordamiento!
Sé que ese ejemplo parece demasiado mundano; sin embargo, de acuerdo con la Biblia, el mismo principio aplica cuando trabajamos en asuntos que tienen un significado eterno. Obrará para soltar los nudos con los que el diablo ha amarrado la vida de las personas y producirá la misma clase de derramamiento espiritual que se manifestó en la iglesia del comienzo, descrito en Hechos 5:
«Dios hacía muchas señales y prodigios entre el pueblo por medio de los apóstoles, y todos ellos se reunían sin falta en el pórtico de Salomón y en sus camas y lechos sacaban a los enfermos a la calle, para que al pasar Pedro por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos. Aun de las ciudades vecinas venían muchos a Jerusalén, y traían a sus enfermos y a los atormentados por espíritus inmundos, y todos eran sanados».
¡Quiero que lo entiendas! Quiero que recibas una revelación mayor del derramamiento y su manifestación para que estés preparado para recibirlo todo el tiempo; después de todo, el mismo Dios que obraba entre los primeros apóstoles y Pedro, ahora vive en tu interior. Su misericordia y bondad habitan en ti. Su amor y poder moran en ti. Su gracia y Su unción están dentro de ti.
Proponte ahora mismo dejarte llevar por esas fuerzas divinas. Desarrolla la habilidad de que fluyan desde ti al ser bueno, amable y misericordioso con la gente. Declara todas las mañanas por medio de la fe: “Hoy me entrego a la compasión y a la Unción de Dios. Me entrego a los dones de sanidad y los dones del Espíritu. Me entrego al Padre de las misericordias y al Dios de toda BENDICIÓN, para que Él pueda derramar Sus misericordias y BENDICIONES a través de mí”.
Continúa edificando tu fe al respecto. Continúa entrenándote para que así sea. ¡Mantente abriendo las compuertas cada vez más para que puedas vivir todos los días en ese derramamiento!