A través de los años he aprendido que, para caminar en fe de manera exitosa, tengo que mantener mis palabras alineadas con la Palabra de Dios. Aun cuando estoy manteniéndome firme contra síntomas que dicen lo contrario o circunstancias negativas, debo continuar diciendo lo que Él dice. Si quiero asegurarme de recibir lo que estoy creyendo mientras espero una manifestación física, tengo que resistir la tentación de decir cosas como:
“¿Me pregunto porqué Jesús no me ha sanado todavía?”
“¿Me pregunto porqué no ha suplido mi necesidad?”
“¡Cómo deseo que ÉL realmente se apure y se mueva en esta situación!”
Aunque esas declaraciones suenan inocentes (y algunas aun puedan ser consideradas como “espirituales” en algunos círculos), la fe NO habla de esa manera. La fe no habla como si estuviera esperando a que Jesús hiciera algo por nosotros. No habla como si Él estuviera en algún lugar del más allá y nosotros estuviéramos tratando de hacer que apareciera.
¡Todo lo contario! De acuerdo con la escritura en Romanos 10:6-8: «Pero la justicia que se basa en la fe dice así: «No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (Es decir, para hacer que Cristo baje.) ¿O quién bajará al abismo? (Es decir, para hacer subir a Cristo de entre los muertos.)» Lo que dice es: «La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón.» Ésta es la palabra de fe que predicamos».
Si sólo te guiaras por cómo hablan los cristianos, ni siquiera imaginarías que esos versículos están en la Biblia. Pensarías que, aun para aquellos de nosotros que somos hijos de Dios nacidos de nuevo, debiéramos derribar de forma constante las puertas del cielo para lograr que Jesús nos respalde, o actúe.
La verdad es que ¡Él ya lo ha hecho!
Él vino a la Tierra hace 2000 años, pagó el precio por nuestra redención completa y proveyó todo lo que alguna vez pudiéramos necesitar. Derramó Su sangre y ratificó el Nuevo Pacto para que nosotros pudiéramos recibir cualquier cosa, en cualquier momento que estemos listos, simplemente creyendo la Palabra de Dios y actuado de acuerdo con ella.
Como creyentes del nuevo testamento, nosotros no estamos esperando que Jesús venga a hacer algo adicional. Si somos atacados por alguna enfermedad, no necesitamos que Él venga y nos imponga las manos para que sanemos. Si estamos en problemas, no tenemos que convencerlo de que venga a librarnos. Si estamos enfrentando escasez, no tenemos que rogarle que supla nuestras necesidades.
¡Todo lo que necesitamos hacer es poner la Palabra en nuestro corazón y en nuestra boca, y ésta hará el trabajo!
Así fue como Ken y yo comenzamos a prosperar en 1967. Después de estar en quiebra y llenos de deudas durante varios años, descubrimos que la Palabra dice que Dios suple a nuestras necesidades de acuerdo con Sus riquezas en gloria. Nosotros leímos en la Biblia que Jesús se hizo pobre, para que nosotros pudiéramos ser ricos.
Nosotros apenas habíamos empezado con la vida de fe y realmente no sabíamos mucho al respecto; sin embargo, por la guía del Espíritu, nosotros pusimos la Palabra en nuestro corazón y en nuestra boca (sin realmente saber lo que estábamos haciendo) y comenzamos a operar en la Palabra de fe.
¡Simplemente funcionó! En 11 meses estábamos libres de deudas.
No mucho después, descubrí que podía usar el mismo proceso con respecto a la sanidad. Podía tomar las escrituras que se referían a mi situación y alimentar mi corazón. Después, podía creerlas y declararlas con mi boca, y ellas vencerían cualquier clase de enfermedad que tratara de venir en mi contra.
El Señor me mostró con mucha claridad que podía tomar un versículo como 1 Pedro 2:24, el cual dice que por las llagas de Jesús “fuimos sanados”, recibirlo como si Dios me estuviera hablando personalmente, y esa palabra conllevaría tanta autoridad y poder como si Jesús hubiera entrado a la habitación en persona y declarado: “Gloria, por Mis llagas fuiste sanada.”
No necesitaba escuchar alguna voz celestial ni ver alguna señal espectacular. Podría recibir sanidad, dondequiera que la necesitara, de la misma manera en la que nací de nuevo—al creer y confesar la Palabra de Dios: «Porque con el corazón se cree para alcanzar la justicia, pero con la boca se confiesa para alcanzar la salvación» (Romanos 10:10).
La ventaja del “fanatismo”
La Palabra de Dios contiene Su poder creativo. Puede hacer cualquier cosa que Él puede hacer—y como ya lo sabes, si has leído gran parte de la Biblia, Él puede hacer cualquier cosa. ¡Aun obrar los milagros más grandiosos es sencillo para Dios!
Él no tuvo que esforzarse para abrir un camino a través del Mar Rojo y sacar a los Israelitas de Egipto. Él no tuvo que trabajar con ahínco para alimentarlos en el desierto todos los días durante 40 años. Él ni siquiera se estresó el día que hizo detener al sol para que los israelitas pudieran derrotar a sus enemigos.
¡La única dificultad que Dios siempre ha tenido, es lograr que Su pueblo crea lo que Él dice! A lo largo de la historia, ellos han sido propensos a dudar de Su Palabra. Aun en los círculos de fe, algunas veces los creyentes que saben que la Biblia dice que Dios: «Envió su palabra y los sanó» (Salmos 107:20, RVA-2015), continúan sin creerlo. “Bueno” dicen, “es posible que la Palabra de Dios haya sanado a otras personas, pero a mí no me ha sanado”.
¿Por qué los cristianos dicen esas cosas? ¿Por qué aun las personas que aman al Señor, luchan de cuando en cuando para creer de veras lo que Él dice?
Primero, porque a muchos les han enseñado algo que no es cierto. Les han dicho que Dios algunas veces es la fuente de sus problemas; que no pueden saber con exactitud lo que hará. Segundo, porque constantemente están rodeados de tinieblas y continuamente tienen que tratar con personas que buscan lo negativo y no creen que Dios puede hacer algo.
Esa es la realidad para todos nosotros, los creyentes. Vivimos inmersos en una cultura mundana de incredulidad y maldad. Ya sea en la cafetería o en la televisión, siempre nos encontramos con alguien dispuesto a anunciar malas noticias.
Hemos llegado al punto en que existen tantos canales de televisión, que podemos mirar las noticias las 24 horas del día. Podemos escuchar reportes negativos acerca de varios temas, una y otra vez. Si hay una baja en la economía y continúas escuchando los reportes al respecto, es posible que comiences a repetirlos. Es posible que te encuentres diciendo cosas como: “Temo perder mi trabajo por culpa de la recesión. Mi compañía está atravesando un mal momento y no tendré dinero suficiente para la jubilación.”
Esas no son las palabras que quieres tener en tu corazón y en tu boca. ¡Esa no es la Palabra de fe!
“Tal vez no lo sea, pero no puedo esconder mi cabeza en la arena”, podrías argumentar. “No puedo ignorar las noticias por completo.”
¿Por qué no?
Eso fue lo que Ken y yo hicimos al principio, cuando descubrimos y entendimos la Palabra. Tomamos un curso intensivo, durante un año entero, en el que no le pusimos atención a nada más. No mirábamos la TV. No leíamos los periódicos. Nosotros pasábamos el tiempo libre leyendo la Palabra, escuchándola en prédicas y ¡DECLARÁNDOLA CON NUESTRAS BOCAS! Nos sumergimos completamente en la Palabra y en el proceso, se compenetró en nosotros.
Recomiendo de corazón esa clase de inmersión total, especialmente para aquellas personas que atraviesan situaciones desesperadas. Sin embargo, no es obligatorio. Puedes acercarte a la Palabra en la manera que escojas. Puedes tomarla en dosis pequeñas y progresar despacio… o puedes “lanzarte al vacío” en ella como nosotros lo hicimos y convertirte en un “fanático”.
Ahora, si escoges lo último, quiero advertirte de antemano que enfrentarás varios incendios. Te encontrarás con personas (¡no sólo pecadores, sino también otros creyentes!) que te llamarán “extremista”. Sin embargo, eso está bien. Deja que te llamen como quieran. Lo cierto es que, si continúas haciendo caso omiso a todo el bullicio del mundo y yendo a la Palabra, realmente serás un “extremista”.
Serás ¡extremamente sano, extremamente próspero y extremamente BENDECIDO!
La Palabra cambiará los hechos
“Gloria, ¿estás diciendo que cuando una recesión económica golpea, o cuando alguna enfermedad comienza a ganarse un lugar en los titulares, debería pretender que esas cosas no estuvieran realmente sucediendo? ¿Estás diciendo que debería negar los hechos?”
No. Simplemente estoy diciendo que, para vivir por fe, deberás poner la Palabra de Dios en primer lugar y hacer que sea tu autoridad final. Deberás mantener lo que Él dice en tu corazón y en tu boca. Al hacerlo, la Palabra te dará la victoria sobre cualquier cosa que esté sucediendo en el mundo. Debido a que la Palabra de Dios es eterna y los hechos del mundo son temporales, tu fe en la Palabra cambiará los hechos.
Te prosperará en medio de la recesión.
Te sanará aun cuando los síntomas en tu cuerpo digan que estás enfermo.
Obrará milagros y hará cualquier cosa que sea necesaria para manifestar la voluntad de Dios en tu vida.
Sin embargo, si no te alimentas con una dieta constante de la Palabra, la oscuridad del mundo comenzará a dominar tu pensamiento. Esa negatividad e incredulidad se arrastrará a tu mente, se apoderará de tu boca y terminarás sujeto a las condiciones negativas que te rodean.
Es por esa razón que Dios nos dice todo el tiempo, una y otra vez en las escrituras, que renovemos nuestra mente de manera continua a Su manera de pensar. ¡Él no quiere que estemos dominados por las limitaciones del mundo! Él quiere que nos elevemos por encima de ellas al ascender a Su manera de pensar. Isaías 55:8-11 lo dice de esta manera:
«Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, ni son sus caminos mis caminos. Así como los cielos son más altos que la tierra, también mis caminos y mis pensamientos son más altos que los caminos y pensamientos de ustedes.» Así como la lluvia y la nieve caen de los cielos, y no vuelven allá, sino que riegan la tierra y la hacen germinar y producir, con lo que dan semilla para el que siembra y pan para el que come, así también mi palabra, cuando sale de mi boca, no vuelve a mí vacía, sino que hace todo lo que yo quiero, y tiene éxito en todo aquello para lo cual la envié».
Nota que esos versículos no dicen que la Palabra de Dios sale de Su boca para quedar inmóvil en un libro sobre tu mesa de noche. Tampoco lo hace para que puedas llevarla a la Iglesia el domingo. Dice que Su Palabra sale de Su boca para tener éxito en todo aquello para lo cual la envió. SALE DE SU BOCA Y NO VUELVE A ÉL VACÍA, SINO QUE HACE TODO LO QUE ÉL QUIERE, Y TIENE ÉXITO EN TODO AQUELLO PARA LO CUAL HA SIDO ENVIADA.
La Palabra está: «viva y llena de poder [haciéndola activa, operante, llena de energía y efectiva]» (Hebreos 4:12, Biblia Amplificada Edición Clásica). En realidad, la Palabra contiene en su interior la habilidad de hacer aquello que se está diciendo, una realidad. Así que, cuando la depositas en tu corazón y la regresas a Dios al declararla con fe, funcionará para ti de la misma manera que funciona para Dios. La Palabra libera la misma habilidad sobrenatural y produce los mismos resultados.
Después de todo, a pesar de ser tú quien la declara, todavía es la Palabra de Dios. Comenzó con Él, llegó a tu interior, y ahora la regresas. ¡Así que, en realidad, es Dios mismo declarándola todo el tiempo!
Eso es lo que Jesús nos estaba diciendo en Marcos 11. Es de lo que nos habló cuando dijo: «Tengan fe en Dios cualquiera que diga a este monte: “¡Quítate de ahí y échate en el mar!”, su orden se cumplirá, siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea que se cumplirá» (versículos 22-23).
¡Jamás olvidaré la primera vez que realmente entendí lo que Jesús estaba diciendo! Sucedió hace años, cuando Ken y yo enfrentábamos una montaña de deudas. Yo estaba estudiando esos versículos y de repente me percaté de que, para operar en fe como Dios lo hace, no solamente tenía que tener fe en Su Palabra, sino que también TENÍA QUE TENER FE EN MIS PALABRAS. Tenía que creer y declarar todo el tiempo, como si las cosas que estaba diciendo, fueran a suceder.
Ken recibió la misma revelación en el mismo día. Así que, nos pusimos de acuerdo en actuar de acuerdo con ella juntos. Nos comprometimos con Dios a dejar de hablar de lo endeudados que estábamos, y a decir solamente lo que Dios decía respecto a la situación.
Fue un gran reto, pero nos mantuvimos ayudándonos mutuamente. Si alguno comenzaba a hablar con incredulidad, el otro lo señalaba y decía: “Si esa es tu confesión, ¡creo cada palabra que estás diciendo!” o, “No deberías decir eso. No quieres que eso suceda.”
Con el transcurso del tiempo, mientras nos mantuvimos firmes en ese proceso, logramos que nuestra boca se pusiera en línea de forma gradual. Comenzamos a declarar consistentemente la Palabra de Dios, y un día miramos alrededor y la montaña de deudas había desaparecido. ¡Había sido arrojada al mar por medio de la fe!
¡Lo mismo puede sucederte a ti! Así que, decide que sólo declararás la Palabra de Dios sobre los problemas que tienes en tu vida y cree que lo que estás diciendo, sucederá. Mantén la Palabra de Dios en tu corazón y en tu boca; aunque quizás lleve tiempo, con seguridad producirá Sus resultados:
Las cosas por las que has estado creyendo, se manifestarán.
Las montañas que han estado obstaculizándote, se moverán de tu camino.
La oscuridad de este mundo se apartará de ti, y la victoria será tuya—¡porque esta es la Victoria que vence al mundo, nuestra fe!