Un viento tempestuoso sacudió las ventanas del apartamento donde Tim Cruz estaba sentado, contemplando su futuro. ¿Quién hubiera creído que los inviernos en Texas podían ser tan ruidosos? A continuación, pensó en el maravilloso clima en su hogar en california. Todo lo que amaba estaba en ese lugar. Stephanie, su prometida, su familia, y la iglesia en la que ministraba con la música.
Él pensó que había estado siguiendo las instrucciones del Señor cuando decidió empacar y mudarse a Texas. Durante cuatro años, desde que uno de sus amigos lo había invitado a visitar su iglesia, él había creído que ese era el lugar donde tenía que estar.
La cruda realidad lo encontraba en una posición muy distinta—sin trabajo y sin dinero—y estaba claro que nadie más había recibido el memorando. Tim había enviado aplicaciones a todas partes, pero no había recibido ni una sola oferta laboral. Parecía como si Dios hubiera cerrado cada puerta.
Tim sabía que lo único que tenía que hacer era llamar a su papá y que él le enviaría dinero a su cuenta bancaria, sin duda alguna. Pero el Señor también había cerrado esa puerta.
No llames, le había dicho el Señor.
“¿Por qué no?”
Porque Yo soy tu proveedor. Siempre has visto a tu papá como tu proveedor, pero esta nueva etapa, voy a mostrarte que Yo lo soy.
¿Se había equivocado? ¿Había tenido la impresión correcta y había tomado el camino equivocado?
Tim se acomodó en el sofá y alabó al Señor. Después de un rato, le dijo: “Señor, si me equivoqué, ¡dímelo! ¿Qué quieres que haga? ¡Necesito una señal!”
Mira por la ventana.
Tim atravesó la sala y abrió las cortinas. Observó el cielo nublado y los arboles sin hojas. Observó la basura que estaba al final de la calle, arrastrada por el viento. Sin embargo, no vio a nadie ofreciéndole un trabajo.
Mira el cartel.
Tim miró al horizonte y vio un cartel.
“¡Tienes que estar bromeando! ¿Sonic?”
Esa es tu señal. Ve y aplica.
“¿Quieres que aplique para trabajar en un restaurante de comida rápida?”
El Señor no tenía nada más que decir al respecto. Tim llamó a Sonic y preguntó si estaban contratando personal.
Por supuesto que estaban haciéndolo.
Manejó a la dirección asignada para recoger una aplicación. Cuando llegó, el gerente lo saludó desde el interior.
“Se suponía que alguien viniera para una entrevista, pero no llegaron. Entra para que hablemos”.
Minutos más tarde, el manager le entregaba una gorra de sónico. “Bienvenido, conseguiste el trabajo”.
De regreso en su apartamento, Tim temía llamar a Stephanie, su prometida.
“Hola, ¿qué haces?”, preguntó Tim cuando ella le contestó.
“Alistándome para el estudio bíblico. ¿Y tú? ¿Alguna buena noticia?”
“Conseguí trabajo”.
“¡Maravilloso! ¿Cuál?”
Tim levantó la cabeza y vio su imagen en el espejo. El gorro de Sonic lo hacía parecer como un payaso. Sintió que se le atragantaba algo en la garganta. ¿Cómo podía decirle a la mujer que amaba que era un mesero de 26 años, entregando comida a los autos que estacionaban?
Los comienzos
“Jamás soñé estar en el ministerio”, nos explica Tim. “No tenía ningún deseo de ministrar. Creciendo, todo lo que quería ser era un Superkid. Mi primer CD fue La armadura de Luz (The Armor of Light). En el verano de mis 12 años, mis padres dijeron que iríamos a pasar una semana en una reunión de Kenneth Copeland en Anaheim, California. Yo no sabía quién era Kenneth Copeland… ¡yo solo lo conocía como Wichita Slim!
“Tú vas a ir a la Academia Superkid”, me explicaron mis padres.
“¿Quieres decir que es un lugar real?” les pregunté emocionado, como si fuera inalcanzable.
“¡Cuando entramos, todos los niños nos saludaban chocando las manos en el aire y el servicio empezaba con un juego! Era la cosa más increíble. Mi hermano David y yo nos enamoramos de los comandantes Kellie, Dana y Linda. Cuando se terminó, no podíamos esperar que llegara el próximo año”.
El comandante Dana me dijo que el próximo año trajera mi guitarra.
“Desde ese momento no me perdí ni un solo año. David y yo éramos voluntarios como ujieres todos los años en Anaheim. Cuando tenía 17 años, le pregunté a mi papá si podía ir a la Convención de Creyentes del Suroeste”.
“Déjame entenderte”, me preguntó. “¿Quieres viajar de California hasta Texas para poder servir de voluntario en la convención?”
“Sí, así es”.
Tim cortó el césped durante todo el verano para poder ahorrar el dinero necesario.
Ya en el Centro de Convenciones en Fort Worth, se reportó en la Academia Superkid donde pretendía servir de voluntario como ujier.
Quiero que seas voluntario en los baños toda la semana.
Tim respiró con dificultad. ¡Nadie quería esa tarea! Era lo más sucio que te podían pedir que hicieras. Tragando su disgusto, Tim se pegó una sonrisa en el rostro y se ofreció como voluntario para el baño. Cuando terminó la semana, el comandante Dana lo apartó.
“Apreciamos la manera en la que has servido”, le dijo. “Nos gustaría que estés en el equipo de Superkids el próximo año”.
¿Qué pasó?, se preguntó Tim. ¿Había una conexión entre haber tenido el peor trabajo de toda la convención y ser promovido?
Al año siguiente, Tim se graduó del bachillerato y sirvió en la Convención de Anaheim y la de Creyentes del Suroeste. Ese año, KCM lanzó la Convención de los Grandes Lagos en Green Bay, Wisconsin, y también sirvió allí.
“El orgullo me atrapó para ese entonces”, recuerda Tim. “El comandante Dana me pidió que me tomara un año de ausencia en el equipo. Al año siguiente me reinstauró. Siempre había tocado la batería en mi iglesia, pero aun así no estaba interesado en el ministerio de tiempo completo. Ese año cumplí 21, y me di cuenta que mi corazón había cambiado”.
Una chispa divina
Tim no podía saber que el verano del 2007 cambiaría su vida. Una de las amistades que había forjado en la Academia Superkid era Josh Coad. Mientras Tim estaba en Fort Worth para la convención, Josh lo invitó a visitar la iglesia Gateway, a la cual asistía en Southlake, Texas. Cuando la visitó, Tim se sintió como en su casa.
¿Por qué me sentí de esa manera?, se preguntó.
Tres años más tarde, en el verano del 2010, Tim se quedó en Texas por unos meses después de la Convención de Creyentes del Suroeste. Durante ese tiempo, y como voluntario en Gateway, se inscribió en la clase para ser miembro. Ya de regreso en California, Tim le preguntó al Señor una pregunta muy simple: “¿Qué quieres que haga?”
Cuando se levantó al día siguiente, muchas cosas estaban claras. California ya no era su hogar. Su corazón estaba en Texas. Sintió que debía mudarse allí en enero del 2011.
Obedecer al Señor significada dejar a su novia. Significaba abandonar a su familia mientras su mamá batallaba por su vida por una enfermedad. Y también significaba que tenía que dejar su Iglesia.
No había sido fácil.
Ahora estaba en Texas—despachando comida para Sonic. Y como si eso fuera poco, tenía como jefe a una joven de 17 años que no sabía muy bien lo que hacía.
Un ajuste en la actitud
Tim escuchó a su pastor predicando acerca de cómo el portador de la armadura de Jonatan le dio todo su apoyo, aun cuando sabía que su plan de atacar a los Filisteos era una idea terrible.
“Después hizo la siguiente pregunta”, Tim nos explica. “¿Estás sometido a la temporada que estás atravesando?”
“Me tocó admitir que no me había sometido a la temporada que vivía, y que no me había sometido a mi líder. Esa noche no sólo tomé la decisión de someterme a mi jefe, sino que también me convertiría en el mejor despachador de comida que alguna vez hubiera existido. Lo primero que hice fue dejar de quejarme, incluso en lo profundo de mi corazón”.
“Sonic era la temporada en la que me encontraba y estaba determinado a ser súper diligente mientras la atravesaba. El peor trabajo era limpiar los baños. Nadie quería hacerlo—excepto que yo sabía que Dios quería que lo hiciera. Así que me ofrecí de voluntario para hacerlo. Fue una de esas experiencias que edifican tu personalidad”.
Cuando Tim se mudó a Texas. Dana y Linda Johnson formaban parte del equipo de la iglesia Gateway. Dana era el líder de alabanza del ministerio de niños.
“Nos conectábamos tan frecuentemente como podíamos; sin embargo, no había oportunidades en el ministerio para mí”, recuerda Tim.
En junio del 2011, Tim y Stephanie se casaron y se mudaron a Texas. Con el pasar del tiempo, ella también consiguió un trabajo en Sonic. Debido a que compartían un solo auto, Tim dejaba el vehículo para que ella lo usara y todas las mañanas recorría una ruta de 8 kilómetros—corriendo la mayor parte de la distancia. Algunas mañanas parecían como si los 8 kilómetros se hubieran convertido en 30. Aun en las mañanas oscuras y heladas, Tim hacía el esfuerzo, con una mochila al hombro en la cual llevaba su uniforme de trabajo limpio para cambiarse de la ropa empapada en sudor.
Tim había descubierto también que el matrimonio no era tan fácil como había pensado. Había una curva de aprendizaje. Correr al trabajo, limpiar los baños, someterse a su jefe incondicionalmente—con una sonrisa en el rostro—hacían que se preguntara en esas carreras de 8 kilómetros, paso a paso, kilometro tras kilómetro: ¿Qué estoy haciendo aquí?
Él no tenía la respuesta.
Pasaron los meses, y una de sus amigas de la Academia Superkid en Anaheim, Anna Byrd, lo ayudó a conseguir un trabajo en un local concesionario de autos. Stephanie consiguió un trabajo en un supermercado. Sin embargo, en términos ministeriales, pareciera que había retrocedido.
Aun así siguieron adelante, diligentes en medio de la temporada.
La decisión
El siguiente año, en el 2012, Tim abrió la puerta de su apartamento y encontró a Stephanie en el suelo, llorando. “¿Qué pasó?”, le preguntó mientras corría hacia ella.
Ella levantó el rostro lleno de lágrimas.
“Extraño a nuestras familias”, le dijo.
Tim se sentó a su lado en el suelo y la abrazo.
“Yo también los extraño.” Lloraron juntos.
“¿Podemos volver?”, le preguntó ella.
Esa era la pregunta del millón de dólares.
¿Qué los detenía? En todo el tiempo que había pasado desde que se habían mudado a Texas ninguna puerta ministerial se había abierto para él. Podían empacar y volver. Podían llamarlo un buen intento, una experiencia de aprendizaje, y continuar. Después de todo, él había hecho todo lo que sabía para obedecer a Dios y se había mantenido diligente, aun cuando las puertas de oportunidad se habían cerrado en su cara.
Tim pensó en los comienzos de la Academia Superkid, cuando el Señor le dijo que limpiara los baños. Después de eso, lo habían promovido. Recordó cuando cayó en el orgullo y el comandante Dana le pidió que se apartara mientras lidiaba con el asunto. Recordó cuando el Señor le dijo que Sonic era la señal, y lo guio a trabajar como repartidor de comida—una experiencia humillante. Recordó cuando el Señor lo guio a voluntariar limpiando los baños, a someterse a la autoridad, a dejar de quejarse y a ser diligente en la temporada en la que estaba.
Él había hecho todo eso, y más.
¿Podía volver a su casa?
Tim meditó en 1 Pedro 5:5-6: «Así mismo, jóvenes, sométanse a los ancianos. Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque «Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes». Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo» (Nueva Versión Internacional).
Sin lugar a duda, “su debido tiempo” no había llegado, razonó Tim. La temporada en la que estaban era una de aprender a ser humildes. Una cosa sabía con seguridad: ser humilde era un pre-requisito para ser promovido.
Acercando a Stephanie, la llamó por su sobrenombre y le dijo: “Nanie, creo que nos tenemos que quedar”.
Ella secó sus lágrimas y asintió.
La llamada
“Servía como voluntario liderando la alabanza de niños en el campus de North Richland Hills, pensando que quizás tampoco debería estar ahí, cuando el comandante Dana me llamó y me pidió que me reuniera con él para tomar un café”, recuerda Tim. “Manejé hasta Starbucks, preguntándome qué había hecho mal esta vez. Mientras estacionaba, escuché estas palabras: Tu vida está a punto de cambiar, ahora mismo. No sabía lo que eso significaba. Entré, esperando escuchar al comandante Dana decirme que me había equivocado en algo”.
Después de comprar los cafés, nos sentamos en una mesa. Dana dijo: “Tim, se ha abierto una posición en nuestro departamento. Y creo que tú eres el hombre para ese trabajo”.
“¿De verdad?”, preguntó Tim con sorpresa.
“Sí; has sido muy diligente a pesar de las dificultades”.
“¿Cuál es la posición?”
“Pastor asociado de la Alabanza de niños”.
“Espera, ¿Qué? ¿Un pastor asociado?”
“Tim, has estado pastoreando niños durante años, pero Dios ahora lo está haciendo público. Cuando esta posición surgió, sabíamos que tú eras la persona indicada”.
Había pasado ya un mes desde que él y Stephanie casi habían regresado a California.
“Empecé a trabajar como pastor de niños y poco tiempo después compramos una casa”, comenta Tim. “Dos años después, el Señor nos dio la idea de que nos mudaríamos. Me ofrecieron una posición en nuestro campus de Frisco, donde estoy sirviendo como el Pastor de Alabanza de Estudiantes”.
Durante todo este tiempo, Tim nunca se olvidó de sus raíces espirituales. Nunca se desconectó del ministerio que lo llevó a ese lugar en la vida: ser voluntario todos los años con la Academia Superkid durante la Convención de Creyentes.
“Este es mi vigésimo aniversario sirviendo en la Academia Superkid”, relata Tim. “Soy quien soy por todo lo que KCM sembró en mí cuando era un niño. La Academia Superkid me dio años de ministerio, llevando a cabo la alabanza y segmentos de enseñanza. Y más que nada, me dio un corazón por el ministerio”.
Recordando el camino recorrido, Tim se da cuenta que el manejo de los procesos que desarrollan la humildad determinan la promoción en el reino de Dios.
“José fue vendido como esclavo y lo metieron a la cárcel”, comenta Tim. “David y sus hombres se escondieron en cuevas antes de reinar como reyes. Para muchos patriarcas sus temporadas de humildad duraron muchos años”.
Hoy, Tim y Stephanie, quien también trabaja en el departamento de niños en Gateway, disfrutan a su primer hijo, Zion Ezra, que tiene un año.
“¡Amamos esta temporada en la que estamos!”, comenta Tim. “Pero todavía guardamos nuestras viseras Sonic en el closet para recordar que debemos permanecer humildes delante de Dios.”