Como creyente, no tienes que pasar tus días como lo hace mucha gente del mundo, corriendo de un lado a otro, y la persistente sensación de nunca poder alcanzar nada. No debes ir por la vida sintiendo tener algún propósito, sin ser capaz de entender qué debes hacer. En cambio, puedes buscar a Dios y descubrir cuál es Su plan para tu vida. Una de las muchas cosas que amo de nuestro Padre celestial es que Él tiene un plan para cada uno de Sus hijos.
Aun si nuestra vida está patas arriba y pensamos que nadie puede enderezarla, Él tiene un plan para encarrilarnos. Incluso tiene un plan para las personas que aún no han hecho de Jesucristo el Señor de sus vidas. Él tiene un plan para todos. Sin embargo, el problema es que no todos siguen Su plan. Algunos no están dispuestos a escucharlo ni obedecerlo. De todos modos, Él tiene un plan para ellos, ¡y es un buen plan! De hecho, Su plan para nuestra vida es mejor que cualquier otro que nosotros pudiéramos idear por nuestra cuenta.
Te hablo por experiencia. No nací de nuevo hasta después de que Ken y yo nos casamos, pero Dios ya tenía un plan para mí desde siempre. Y no se parecía en nada al que yo tenía en mente. Por ejemplo, solía decir que nunca me casaría con un predicador, y no lo hice. Me casé con un piloto de avión que resultó luego siendo predicador. No esperaba que eso sucediera cuando me casé con él, y ciertamente nunca esperé convertirme en predicadora. Pero… Dios tenía un plan.
Tenía un plan para mí, ¡y tiene también uno para ti! Bueno, seguro me gustaría saber cuál es, podrías pensar, ¡porque ciertamente no me gusta como luce mi vida ahora mismo! Así es como Ken y yo nos sentíamos justo antes de descubrir y aceptar el plan de Dios para nosotros. Aunque habíamos nacido de nuevo durante varios años, no lográbamos que nada funcionara. Dios estaba tratando de guiarnos. Él había puesto en el corazón de Ken ir a la Universidad de Oral Roberts, pero para Ken no era más que una imposibilidad. Tengo una esposa y una familia que mantener, pensó. No puedo mudarme a Tulsa y estudiar en ORU. No tengo dinero.
No estaba siendo rebelde intencionadamente. Simplemente no sabíamos nada acerca de vivir por fe en ese entonces. No teníamos ninguna revelación de la Palabra de Dios para seguir adelante. Así que, en lugar de confiar en Dios e ir hacia donde Él nos dirigía, seguimos por el camino equivocado. Como resultado, experimentamos un fracaso tras otro. Ya endeudados, el agujero financiero en el que estábamos se hacía cada vez más profundo. Luego, sufrimos un accidente automovilístico. Nuestro hijo John, que entonces era sólo un bebé, se rompió una costilla y yo también resulté herida. Dios nos salvó, pero sabíamos lo que había pasado. Nos habíamos puesto en peligro al salirnos de la voluntad de Dios.
Esa fue la última estocada. Ya no podíamos soportarlo más. Decidimos seguir el plan de Dios, costara lo que costara. Así es a menudo cuando uno se encuentra en la posición en la que nosotros estábamos entonces. No conoces lo suficiente de la Palabra de Dios para confiar en Él y en Su plan. Decides seguir tu propio camino hasta que ya no puedes soportarlo. Luego dices, “¡Bueno, me rindo!” y vas tras Dios. Te tomas en serio buscarlo a Él y a Sus caminos. Pones Su Palabra en primer lugar, crees y actúas en ella, y comienzas a seguir Su plan para tu vida.
Una vez que lo haces, empiezas a descubrir cuan bueno es Él y cuan bueno es Su plan. A medida que Su plan sigue desarrollándose, descubres que es inagotable. Él siempre tiene algo nuevo y mejor para ti. Recordando el pasado, pienso en lo lejos que Dios nos ha llevado a Ken y a mí y lo que ha hecho con nosotros, y me asombro. Es más allá de lo que podríamos haber soñado. Sin embargo, el Señor lo tenía planeado desde el principio. Sé que lo hizo, porque poco después de mudarnos a Tulsa, Ken estaba orando un día junto al río Arkansas, y Dios le habló de ganar naciones.
¿Naciones?
Estábamos tan arruinados que apenas podíamos atravesar la ciudad. Sin embargo, incluso entonces, Dios tenía un ministerio internacional planeado para nosotros.
Dios no tiene hijos comunes y corrientes
“Pero Gloria”, podrías decir, “yo no estoy llamada a tener un ministerio internacional como tú y el hermano Copeland. Sólo soy una creyente común y corriente.” ¡Tú no eres común y corriente! Dios no tiene hijos ordinarios. Si has hecho de Jesús el Señor de tu vida, has nacido de Dios. Has sido re-creado a Su imagen por Su Espíritu… y eso te hace extraordinario. También significa que eres muy importante para Él, al igual que aquello que te ha llamado a hacer.
Si eres padre de varios hijos, ya lo sabes. No tienes un hijo importante y otro que no lo es. Todos tus hijos son importantes y preciados. Cada uno de ellos, aunque tengan diferentes dones y llamados, es parte de ti. Son tu propia sangre.
Lo mismo ocurre contigo para Dios. Eres parte de Él. Eres tan hijo Suyo como el propio Jesús. Según Efesios 1:4, Dios te escogió como Suyo en Cristo antes de la fundación del mundo (Biblia Amplificada, Edición Clásica). ¿Cómo podría no tener planes extraordinarios para ti? ¡Eso ni siquiera tendría sentido! Es más, contradiría la Biblia. Una y otra vez nos dice cosas como:
• «Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza» (Jeremías 29:11, Nueva Versión Internacional).
• «Estamos seguros y sabemos que [Dios es un colaborador en nuestra labor] todas las cosas cooperan y [encajan en un plan] para bien de los que aman a Dios y son llamados según [Su] designio y propósito» (Romanos 8:28, AMPC).
• «Porque somos obra [propia] de Dios, recreados en Cristo Jesús, [nacidos de nuevo] para que hagamos las buenas obras que Dios predestinó [planificó de antemano] para nosotros [siguiendo los caminos que Él preparó de antemano], para que andemos en ellas [viviendo la buena vida que Él preestableció y preparó para que viviéramos]» (Efesios 2:10, AMPC).
• «Como dice la Escritura: Lo que ojo no vio, ni oído oyó, ni ha subido en corazón de hombre, [todo lo que] Dios ha preparado (hecho y tiene preparado) para los que le aman» (1 Corintios 2:9, AMPC).
Fíjate que esos versículos no sólo confirman que Dios tiene un plan para ti, ¡sino que también confirman que es bueno! Dios conoce la diferencia entre lo bueno y lo malo. Contrario a lo que a veces se ha dicho, Él no te hace enfermar o te mantiene pobre, o te envía algo malo a manera de “bendición disfrazada”.
Al contrario, si las cosas van mal en tu vida, Dios no es tu problema. Él es tu respuesta. Él es un Dios bueno que quiere hacerte el bien… y Él entiende a la perfección lo que es el bien. Él sabe que la prosperidad piadosa es buena. Que la sanidad es buena. Que la paz en tu familia y la salvación de tus seres queridos es buena. Y Él ha incluido todas esas cosas buenas y más en Su plan para tu vida. ¿Sabes qué más tiene para ti? Tiene un lugar reservado para ti. Un buen lugar, ¡donde puedes vivir y llevar a cabo Su plan!
Dios siempre ha provisto un lugar para Su pueblo. Por ejemplo, piensa en Adán y Eva. Él preparó y proveyó el Jardín del Edén para ellos. Era un buen lugar para llevar a cabo el plan de Dios. Ese Jardín era perfecto. La temperatura era perfecta. Tenía todo lo bueno que Adán y Eva pudieran necesitar o desear. Tristemente, Adán y Eva no siguieron el plan de Dios. No creyeron ni obedecieron Su Palabra. Así que debieron abandonar ese maravilloso lugar.
Tomando tu Tierra Prometida
Sin embargo, incluso después de que Adán y Eva estropearan el plan original, Dios siguió proporcionando buenos lugares para Su pueblo. Lo vemos a lo largo de toda la Biblia. Cuando hizo Su pacto con Abram, una de las primeras cosas que le prometió fue un lugar.
«Pero el Señor le había dicho a Abram: «Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.» (Génesis 12:1). Dios incluso amplió esa promesa para incluir a los herederos de Abraham: «A tu descendencia le daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el gran río Éufrates» (Génesis 15:18).
Por supuesto, los descendientes de Abraham no siempre cumplieron esa promesa. Cuando Dios los sacó de Egipto, por ejemplo, intentó que entraran en la Tierra Prometida, pero se negaron. Temían que los gigantes que vivían allí los mataran. Dios les había asegurado que les daría la victoria sobre esos gigantes, pero no le creyeron. Así que pasaron 40 años vagando por el desierto.
Sin embargo, la generación de israelitas que vino después de ellos decidió creerle a Dios y seguir Su plan. Cuando lo hicieron, descubrieron que el lugar que Dios había preparado para ellos era tan bueno como lo había prometido. Antes de que entraran en él, les había dicho que era «tierra que fluye leche y miel». Les había dicho que, cuando llegaran allí, les daría «ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien que tú no llenaste, y cisternas que tú no cavaste, y viñas y olivares que tú no plantaste» (Deuteronomio 6:3, 10-11).
Dios les dijo:
Así que cumple con los mandamientos del Señor tu Dios, y ve por sus caminos, y témele. El Señor tu Dios te introduce en una buena tierra. Es una tierra de arroyos y aguas, de fuentes y de manantiales que brotan en vegas y montes; es tierra de trigo y de cebada; de vides, higueras y granados; es tierra de olivos, de aceite y de miel; es tierra donde nunca comerás el pan con escasez, ni nada en ella te faltará; es tierra cuyas piedras son de hierro, y de cuyos montes extraerás cobre. Y comerás y quedarás satisfecho, y bendecirás al Señor tu Dios por la buena tierra que te habrá dado.» ¡Cuidado! No vayas a olvidarte del Señor tu Dios, ni de cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos, que hoy te ordeno cumplir. (Deuteronomio 8:6-11).
¡Dios siempre quiso que Su pueblo prosperara y viviera en un buen lugar! Esa es la razón por la que les dijo una y otra vez que guardaran Sus mandamientos y prestaran atención a Su Palabra. Su Palabra es Su sabiduría. Y cuando operas de acuerdo con la sabiduría de Dios, no puedes evitar prosperar. El Señor no quería que Su pueblo lo olvidara. Él los amaba y deseaba verlos BENDITOS… y por un tiempo lo fueron. Pero antes de que pasara mucho tiempo, los israelitas comenzaron a hacer las cosas a su manera en lugar de seguir los caminos de Dios. Como resultado, al igual que Adán y Eva, tuvieron que dejar el buen lugar que Dios les había dado. Fueron llevados por sus enemigos al cautiverio babilónico.
Antes, sin embargo, el profeta Jeremías les dijo: «Así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos y Dios de Israel, a todos los cautivos que permití que fueran llevados de Jerusalén a Babilonia: “Construyan casas, y habítenlas; planten huertos y coman de sus frutos. Cásense, y tengan hijos e hijas; den mujeres a sus hijos, y maridos a sus hijas … y multiplíquense allá. ¡No se reduzcan en número! (Jeremías 29:4-6).
¿Ves lo bueno que es Dios? Le dijo a Su pueblo que tenía lugares para ellos y planes para que crecieran y prosperaran, ¡incluso mientras vivían en tierra extranjera! “Sí, pero Dios le hizo esas promesas a los judíos”, podrías decir, “y yo no soy judío”. Puede que no seas de ascendencia judía en lo natural, pero Gálatas 3:29 dice: «Y si ustedes son de Cristo, ciertamente son linaje de Abraham y, según la promesa, herederos». Eso significa que todas las promesas que Dios hizo en la Biblia a la descendencia de Abraham te pertenecen, incluidas las que se refieren a la Tierra Prometida. Tu tierra prometida probablemente no esté en Israel, pero Dios tiene una para ti en algún lugar. Sólo necesitas creerlo, buscar a Dios en oración y en la Palabra, y seguir Su plan.
¡El plan y el lugar que Dios tiene para ti están interconectados! Después de que Ken y yo nos unimos al plan de Dios y comenzamos a predicar Su Palabra, descubrimos que el lugar que Dios tenía para nosotros estaba en el lago Eagle Mountain. Dios le habló a Ken acerca de esto en los años 70 una noche cuando él sobrevolaba la propiedad. Valuado en 5 millones de dólares, sabíamos que no había manera natural de que pudiéramos comprarla. Sin embargo, Dios había dicho que era nuestra. Así que la recibimos por fe y continuamos haciendo lo que Él nos había dicho que hiciéramos.
Mientras esperábamos el momento oportuno, Dios nos proporcionaba continuamente buenos lugares para vivir. Entonces, después de 11 años, la propiedad de Eagle Mountain llegó a nuestras manos. ¡Dios la había reservado para nosotros! Incluso abrió un camino para que la compráramos en secciones, así que pudimos comprar toda la propiedad sin endeudarnos. ¡Dios tiene un plan para ti que es igual de maravilloso! Así que, si aún no lo has descubierto, sigue yendo tras Él. Él no sólo te ayudará a encontrar el plan, sino que también te ayudará a encontrar tu lugar. Y puedo garantizarte por la Biblia, y por experiencia personal, ¡que ambos serán BUENOS! V