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Guerra y paz

noviembre, 2016 No hay comentarios
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Guerra y paz
La Voz de Victoria del Creyente noviembre, 2016
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El cielo gris  sobre Berlín, en febrero de 1989, lucia  tan helado como el Rio Spree. Los pasos de Keith Kurber aplastaban en la nieve, mientras se detenía, para mirar el rio.

Muchas personas, incluyendo niños, se habían ahogado mientras trataban de cruzar el muro de Berlín, que durante 28 años estuvo levantado al lado de las ajetreadas aguas del rio. Los equipos de rescate tenían prohibido ayudarles.

El muro, hecho de concreto reforzado, era de 3 metros y medio de alto por 1.2 metros de ancho y encima remataba con un tubo enorme. Torres de vigilancia grandísimas vigiladas por soldados que tenían la orden de dispararle a quienes trataran de escapar, creaban un ambiente de amenaza constante. En el lado del muro de Alemania del Este, una línea de arena suave, reflectores, perros feroces y soldados patrullaban, el área llamada acertadamente, la línea de la muerte.

A pesar del peligro, miles de alemanes del Este habían arriesgado su vida para escapar hacia la libertad. Algunos habían saltado de las ventanas al lado del muro. Otros gateado a través de las alcantarillas o cavado túneles. Algunos pocos habían escapado durante la noche en balones aerostáticos. Y hacía solamente unos pocos días le habían disparado a otro joven, en su intento de escapar hacia la Alemania del Oeste.

Keith suspiro. Seguramente, muchos más morirían en el futuro.

Berlín era una ciudad peligrosa, atrapada entre diferentes grupos muy notables, como el servicio secreto de la policía de Alemania del Este, El comité para la seguridad del Estado de la unión soviética  y las Fuerzas especiales rusas. Ellos por lo general estaban encubiertos y podían estar en cualquier lugar.

Sin embargo, Keith, no les llamaría la atención. Hablaba alemán y se vestía con ropa civil confeccionada localmente, la gente que pasaba a su lado, asumía que había nacido allí. La verdad era que era un ciudadano norteamericano—una boina verde, que había sido entrenado para realizar operaciones clandestinas, en las líneas enemigas. Por más de 40 años durante la Guerra Fría, los boinas verdes había realizado algunas de las operaciones más delicadas en el país, estaban al borde de la Tercera Guerra Mundial.

Kurber, se había graduado en West Point, estaba viviendo su sueño. Cuando era un niño, sus padres le habían colgado un mapa del mundo, en el muro que estaba al lado de su cama. Mirando el mapa, había desarrollado dos sueños. Quería una carrera en las fuerzas militares y algún día viviría en un estado que estaba muy muy lejos—Alaska.

Ahora trabajando de encubierto en una de las ciudades más peligrosas del mundo, un pensamiento recurrente trataba de distraerlo.

Dios tenía otro plan para su vida.

Él lo había llamado a predicar el evangelio.

Cimiento de fe

“Su asignación en Berlín fue su segunda tarea en Alemania” recuerda Keith. “Desde febrero de 1984 hasta diciembre de 1986, había sido asignado a la ciudad de Bad Tölz. Nola, mi esposa, estaba allí conmigo y por la gracia de Dios terminamos asistiendo a un grupo de pentecostales en la capilla a la que asistíamos. A través de ellos fuimos llenos del Espíritu Santo. Ellos también nos mostraron libros y casetes de Kenneth Hagin y Kenneth Copeland.

“En esa época no había internet y solamente teníamos un canal de televisión, que nosotros no acostumbrábamos a ver. Nos pasábamos la vida orando en el espíritu y aprendiendo a vivir por fe. Escuchábamos los casetes de fe del hermano Copeland, una y otra vez. En 1986, cuando me pidieron que compartiera en la capilla, predique su sermón; “Siguiendo la fe de Abrahán”

“uno de mis libros favoritos del hermano Copeland es “Seis pasos para la excelencia en el ministerio”. Hoy en día todavía no tengo en mi escritorio. Escuchábamos la enseñanza del hermano Hagin acerca de “Que hacer cuando la fe parece débil y la victoria perdida” La mayoría de las personas piensa que la idea de vivir por fe parece extraña. Pero para nosotros, esta era la fibra de nuestra vida desde el segundo año de nuestro matrimonio. Nosotros no teníamos idea cuanto necesitaríamos ese cimiento en los años venideros”

En 1988, Keith y su equipo de Fuerzas Especiales volaron a Okinawa, Japón, donde planearon una misión. En abril, se tirarían en parachute sobre la tierra salvaje de Alaska donde serían entrenados en el desierto durante 10 días como ejercicio.

Recostado contra un árbol, Keith escucho la voz del Señor. Te llamo a pastorear una iglesia en Fairbanks, Alaska.

Keith jamás había soñado con nada más que una carrera militar, pero en una barrida de gracia divina, Dios sembró en su corazón el deseo de ser pastor.

La caída del muro

Unos pocos meses después, en enero de 1989, fue enviado a Berlín, una ciudad desgarrada por diferentes facetas del temor. Dos años antes, el 12 de enero de 1987, El presidente Ronald Reagan había hablado en la Puerta de Brandemburgo en Alemania del Este.  Dijo: “Secretario General Gorbachev” ¡venga a esta puerta! ¡Mr. Gobarchev abra esta puerta! ¡Mr. Gobarchev tumbe este muro!”

Esas palabras valientes conmocionaron al mundo, pero resulto que Dios estaba detrás de ella. En junio 1989, él dio su palabra acerca del asunto y Kenneth Copeland profetizo: Hay muros políticos y cercas políticas que se desboronaran ante los ojos de los hombres. Poderosas, poderosas ataduras de movimientos políticos y fortalezas políticas en distintos sistemas políticos en todo el mundo repentinamente cambiarán de manos, se derrumbarán y caerán. Y los hombres dirán: “Nunca pensé que esto sucedería…” El Muro de Berlín caerá. Es una señal…

En ese momento, tal cosa parecía imposible. Aun así, solamente unos meses después, Keith Kurber noto un aire fresco de cambio parecía derretir la guerra fría. Por varias semanas, alemanes del este habían escapado a través del borde Checoslovaquia, y nadie había tratado de detenerlos. El 9 de noviembre de 1989, el partido comunista del Este de Berlín anuncio que, a partir de la media noche, los ciudadanos del Este de Berlín eran libres de cruzar el borde.

Esa tarde los Berlineses se reunieron a ambos lados del muro gritando: “¡Tor auf! ¡Tor auf!” “¡Abran la puerta! ¡abran la puerta!”

A la media noche cuando la puerta fue abierta, miles de personas atravesaron el borde. Muchos se reunieron con miembros de su familia que no habían visto desde 1961. Ese fin de semana más de 2 millones de personas de Berlín del Este llenaron los puntos de control. Sin embargo, para aquellos que habían estado atrapados al otro lado del muro, los puntos de control no fueron suficientes. Usando martillos, picas y excavadoras,  tumbaron el muro monstruoso.

Por primera vez desde 1945, Berlín se reunió.

“Nosotros vivíamos en la base y Nola acababa de dar a luz nuestro cuarto hijo 10 días antes de que esto sucediera”. Keith recuerda. “Yo estaba de guardia cuando un oficial grito: ¡Chicos, vengan acá!”  Autos corrían desde el este de Berlín a través del punto de control Charlie. Este fue un evento histórico, le envié un pedacito del muro a Kenneth y Gloria”.

Un salto de fe

En 1991, Keith dejó las Fuerzas Armadas, pero permaneció activo en las reservas. Se mudó con su familia a Tulsa, Oklahoma, asistió y más adelante se graduó del Centro de Entrenamiento Bíblico RHEMA. En 1993, se mudaron a Rairbanks donde sirvieron en la Iglesia Puerta de Esperanza (Door of Hope Church) por 11 años. Nola fue pastora de niños durante seis años. Keith sirvió como pastor laico y más adelante se convirtió en el pastor asociado.

“Durante esos años, permanecía mucho tiempo lejos de mi familia”, recuerda Keith. “Entre los entrenamientos de las reservas, mi trabajo como policía en el aeropuerto Fairbanks parecía como que siempre estábamos diciendo adiós—lo cual a veces era más duro que la guerra”

“En el 2002, mientras nuestros hijos mayores de los cuatro empezaban Rhema, fui enviado al cuerno de África a un lugar llamado Djibouti. En ese momento era un coronel y un Oficial superior de las fuerzas especiales en el área. Estamos asignados para hacer entrenamiento de salto un sábado en la noche, pero la velocidad del viento se puso tan alta que tuvieron que posponerlo.

“A la mañana siguiente el capellán preguntó si me gustaría orar por la congregación. El Señor me guió a orar el Salmo 91. Ese día más tarde nos preparábamos para saltar. A pesar de que sería mi salto número 90, no me sentía cómodo al respecto, sin embargo, a menos que se cancelara por la velocidad del viento, iríamos”

Keith y su equipo estaban en el aire, vestidos con paracaídas dirigibles.

“La velocidad del viento esta justo en el límite, pero se está manteniendo. Le dijeron a Keith, ¿estás listo para saltar?”

Cuando Keith salto, sintió como si le dieran un puñetazo. El viento lo golpeo con tanta fuerza que lo envió hacia atrás tan rápido que no pudo orientar su paracaídas. Se precipitaba hacia la tierra, oraba en lenguas como una ametralladora. Vio roca y un camello viniendo a toda velocidad hacia él. Sin ningún aviso, el viento le dio la vuelta y enredo sus piernas en las cuerdas.

Golpeo fuertemente el piso, pero aun en ese momento el viento no le permitió detenerse. ¡Lo arrastro a las rocas y a la tierra compactada tan rápido que el personal de tierra no pudo alcanzar a recibirlo!

De alguna manera, mientras era arrastrado sobre su espalda, Keith se las arregló para desenredar su pie. Hasta que finalmente se detuvo.

“¡Señor! ¿Está bien?

“¡No me toquen! Ordeno Keith. Tenía mucho dolor, sin embargo, sabia una cosa con seguridad, debería estar muerto. Tirado en el piso del desierto le agradeció a Dios enseñarle como vivir en el lugar secreto del todopoderoso.

“Cuando los doctores me revisaron, todo lo que encontraron fue una raspadura pequeña en mi brazo. Recuerda Keith. “Ni una sola persona de las que salto ese día murió. Ni siquiera hubo un hueso partido. Cualquier salto del que sales caminado es bueno, pero esto no fue nada más que la protección sobrenatural de Dios.”

El lugar secreto

En el 2009, Keith fue enviado a Afganistán. Las cosas estaban más tensas que lo usual porque los Estados Unidos estaban enviando más tropas y había varios atentados en contra de la vida del Presidente Karzai.

“Una mañana íbamos para Kabul, sin embargo, tenía una inquietud en mi espíritu. Sabía que algo estaba mal. Tome más tiempo para orar sobre mi misión, incluyendo el Salmo 91. Después llame a Nola y le pedí que orará.

Estábamos en una escolta militar manejando hacia Kabul. Una cosa que nunca quieres hacer cuando estas viajando en una zona de guerra es disminuir la velocidad o detenerte porque te hace un blanco fácil. En Afganistán, un buen día es aquel día en el que no sales volando”.

La escolta llego a Kabul y quedamos atrapados en el tráfico. Mirando por la venta, Keith vio un grupo de mujeres y niños riéndose. La congestión había detenido el tráfico. No podían moverse.

Keith se soltó el cinturón de seguridad, alistándose para pelear. Un instante después, las mujeres y los niños se fueron corriendo por su vida. Buscando vio que se aproximaba un vehículo. Un hombre afgano salió del vehículo con una granada y se las apuntó.

Keith salto del vehículo, pero antes de tener las cosas claras, uno de sus hombres en el frente de la escolta empezó a disparar un arma calibre 50 al afgano. En ese momento, algo similar una nube tangible cayó sobre la escena y el tiempo se detuvo. Keith recuerda, que sintió como si una nube de paz lo envolviera. Cuando la nube se levantó y el humo se dispersó, vio que el hombre afgano no estaba muerto o herido.

Ese fue el primer milagro.

El Segundo milagro es que no les había disparado.

Y el tercer milagro es que todos en ambos lados de la situación estaban vivos y nadie estaba herido.

Lo que ninguno de ellos sabia en ese momento es que estaban peleando con el equipo personal de seguridad del presidente Karzai, cada uno asumiendo que el otro era el enemigo.

“Ellos estaban a una distancia similar a la mitad de un campo de futbol americano en una calle llena de trafico,” Keith explica,  Fue la gracia de Dios la que no permitió que nos matáramos los unos a los otros.”

“La parte más difícil de esos años no era el peligro. Era estar separado de mi esposa y mi familia. A pesar que lo máximo que pasamos separados en una ocasión fueron seis meses, Nola y yo estuvimos separados una suma total de 8 años de nuestros 33 años de matrimonio. Eso requiere fe y ninguna persona debería creer sola. Dos son mejor que uno.”

“Estoy agradecido que aprendí a vivir por medio de la fe desde joven. Como colaborador del hermano y la hermana Copeland y los Ministerios Kenneth Copeland por más de 30 años, estamos en su equipo y tenemos acceso a su unción”.

“Algunas personas piensan que vivir por fe parece difícil, pero, ¿Cuál es tu otra opción? Vivimos en tiempos difíciles. América está enfrentando problemas con Corea del Norte, Irán y Rusia. Por esa razón es tan importante desarrollar una visión cristiana del mundo basada en la fe”

En el 2010, los Pastores Keith y Nola Kurber abrieron las puertas de “Harvest” (Cosecha) una iglesia familiar de fe en Fairbanks, Alaska. En junio del 2011, él se retiró de la  Armada Nacional del Ejercito de Alaska después de servir en las Fuerzas Armadas durante 30 años, a La guardia Nacional del Ejercito, y en la reserva del Estado.

Ellos tienes cuatro hijos y 10 nietos.

Según Keith y Nora, hay dos momentos en los que es imperativo que vivas por fe—¡en la guerra y en la paz!


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