Desde el órgano emanaban himnos al tiempo que Mary Holland se deslizaba en el banco de una iglesia de las Asambleas de Dios en Jacksonville, Florida. Un amigo la había invitado.
A sus 21 años, Mary no era persona ajena a la iglesia. Ella era una entre ocho hijos y había sido criada en una iglesia bautista donde su padre era un diácono muy honrado y apreciado. Claro que nadie en la iglesia se imaginaba cómo actuaba en la casa. No tenían idea alguna de que era un gran bebedor y un hombre violento.
Nadie sabía que la casa de Mary era como una zona de guerra, excepto la policía. Los vecinos la habían llamado muchas veces, siempre para encontrar a su madre golpeada y ensangrentada, y a los niños acobardados de miedo. Su respuesta habitual era equivalente a no responder la llamada: “Tranquilícense”, les advertían. “Están perturbando la paz.”
El padre de Mary no fue arrestado ni una sola vez, probablemente porque la policía sabía que su madre no presentaría cargos.
“No le digan a nadie cómo actúa”, les suplicaba a sus hijos. “Si va a la cárcel, ¿cómo puedo mantener a ocho niños?”
Mary tenía 12 años la primera vez que despertó y encontró a su padre en la cama, masajeándole los pies y con las manos cada vez más cerca. Ella había presenciado a su madre sufrir en sus manos durante años y se negó a volverse su pequeña víctima pasiva. Jamás se rendiría ante él. Luchó, pateó y gritó.
“¡Mamá! ¡Dile a papá que salga de mi habitación!”
Frustrado porque Mary había impedido sus intentos de abuso, había comenzado a golpearla. Cuando enfocó su deseo sexual en su hermana menor, Mary se convirtió en la furiosa joven protectora y comenzó a dormir en la habitación junto a su hermana.
Volviendo su atención al sermón, Mary escuchó al pastor decir estas palabras: “De acuerdo con Marcos 11:25-26, Dios no nos perdonará nuestros pecados a menos que nosotros perdonemos a otros.”
¿Qué?
Eso no podía estar en la Biblia.Mary se volvió hacia la persona que estaba a su lado.
“¿Puedo usar su Biblia?”
Allí estaba, en blanco y negro: «Y cuando oren, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en los cielos les perdone a ustedes sus ofensas. Porque si ustedes no perdonan, tampoco su Padre que está en los cielos les perdonará a ustedes sus ofensas.» (Marcos 11:25-26).
El pastor hizo un llamado al altar, pidiéndole a la gente que se acercara a perdonar y a recibir perdón de parte de Dios. Mary se dirigió al frente, pero no tenía intención de perdonar a su padre. Dios sabía lo que había sucedido a puertas cerradas en su casa. Sólo se acercó al altar para negociar su derecho a no perdonarlo.
En el altar, Mary vio una visión de Jesús parado a su lado, llorando. ¿Por qué estás llorando?, preguntó ella. Yo fui quien lo sobrevivió.
Mary, respondió el Señor. Si pudiera hacer una excepción para alguna persona, serías tú.
Sin excepciones
“El Señor me dijo que no podía hacer excepciones, ni siquiera para mí”, recuerda Mary. “Ese día perdoné a mi padre. Me di cuenta de que perdonar a mi padre no significaba que lo que él hacía estaba bien. Sabía que no estaba bien con Dios. Perdonarlo no le ahorraría a mi padre las consecuencias de su comportamiento. Aun así, Dios requería que lo perdonara, así que obedecí.”
Al comienzo del matrimonio, el padre de Mary había sufrido un accidente automovilístico y había salido a volar por el parabrisas, nos explica Mary. “Le insertaron una placa metálica en el cráneo y estuvo en coma durante varios meses. Se recuperó, pero a consecuencia del procedimiento, tenía un pésimo humor.”
“Era un hombre brillante que, después de servir en el ejército, trabajó para la NASA. Ayudó en el desarrollo del transbordador espacial y en el entrenamiento de los astronautas. Estaba en séptimo grado cuando regresó a casa de su segunda gira en Vietnam, donde dirigió una unidad MASH. Creo que mientras estaba en Vietnam adquirió un gusto demoníaco por las chicas jóvenes. Aunque me golpeó, nunca logró violarme.”
“Era la mayor de cuatro mujeres, y estaba preocupada por mi hermana inmediatamente menor. Cumplí 18 años cuando todavía estaba en la escuela secundaria, así que conseguí un trabajo, alquilé un departamento y trabajé para mantener a mi hermana y a mí. Sabía que golpeaba a mi madre, y me dolía que mis dos hermanas menores todavía estuvieran en la casa.”
Una noche, Mary recibió una llamada frenética de su madre. Su padre había intentado violar a una de las chicas más jóvenes.
“¿Dónde está él ahora?”, le preguntó Mary, con actitud calma que enmascaraba una fría furia.
“Salió a Dunkin ‘Donuts.” Mary fue a la tienda de donas y lo enfrentó.
“Tienes exactamente 30 minutos para registrarte en un hospital y contarles lo que has hecho”, le dijo. “Si no lo has hecho en media hora, acudiré a la policía y presentaré cargos.”
Su padre sabía que no se trataba de amenazas vacías. Entonces, procedió a seguir las instrucciones. En el hospital recibió tratamientos de electroshock y medicamentos por espacio de tres meses. Regresó a casa medicado y tranquilo.
Si bien Mary había sido cambiada en el altar cuando perdonó a su padre, a medida que pasaron los meses, ella continuó cambiando. Quiero llenarte de Mi presencia, el Señor le dijo, pero el aceite y el vinagre no se mezclan. Regresando al altar de la oración, Mary derramó el vinagre.
Libre de la amargura
“Lloré mucho ese día, y me aseguré de que las lágrimas no penetraran en mi boca”, recuerda Mary. “Sabía que la amargura estaba fluyendo de mí, y no quería volver a probarla. Nadie oró por mí, pero comencé a hablar en lenguas.”
“Durante años me había llenado de odio y miedos; sin embargo, ahora me encontraba riendo y llena de gozo. Ya sin odio, sentí una profunda compasión por el tormento de mi padre.”
Más tarde, Mary fue a su casa y encontró a su padre en la sala.
“Algo me pasó hoy, papá”, le dijo. “Quiero que sepas que te amo. Te perdono por todo lo que hiciste.”
Inclinándose, Mary besó su mejilla.
Él no sabía cómo manejar el perdón. Mientras lloraba, sufrió un ataque de nervios y fue hospitalizado por otros tres meses.
“Me sentía mal por lo que le había pasado a mi papá”, comenta Mary. “Pero desde que fui bautizada en el Espíritu Santo, estaba tan llena del amor de Jesús que no podía callarme. Fui testigo de Jesús a tantas personas en el trabajo, que perdí mi empleo. Mi auto fue embargado y tuve que regresar a casa. Mi madre pensó que yo era una loca religiosa y me echó. Estaba oficialmente sin hogar.”
El hombre en el Aposento Alto
Meses antes, Mary había comenzado un estudio bíblico la tarde de un viernes en la iglesia de las Asambleas de Dios. Comenzó con cinco jóvenes, pero en dos meses ya asistían entre 110 y 120 personas.
“El pastor me había dado una llave de la iglesia”, recuerda Mary. “Usaba esa llave para entrar cuando estaba cerrada. Dormía en un sofá en la habitación de arriba, donde se reunían los jóvenes. Me duchaba en el estudio del pastor. Nadie sabía que yo estaba allí. Me colaba en la casa para buscar comida y estaba increíblemente feliz.”
Mary había vivido allí durante unos tres meses cuando sucedió algo extraño.
Un viernes por la noche ingresó a la iglesia para prepararse para el estudio bíblico. Al subir las escaleras, encontró a un hombre de cabello oscuro sentado en el sofá.
“¿Disculpa?”, dijo Mary. “¿Quién eres?”
“Oh, lo siento. Vine para tu reunión. La puerta lateral estaba abierta, así que simplemente entré. Espero que no sea un problema.”
Todos llegaron y era obvio que nadie conocía al hombre. Después de que Mary enseñó, él habló.
“¿Puedo decir algo?”, preguntó el hombre.
“Mary, la mano del Señor está sobre ti. Él te llevará a lugares que nunca has soñado. Harás grandes cosas para Él. Mañana al mediodía recibirás una llamada telefónica en la casa de tu madre. Tienes que estar allí para responderla. La persona que llamará te dirá que hagas algo. El Señor quiere que hagas lo que él te dice. Esta es Su voluntad.”
Ella quería hacer preguntas, pero el hombre había desaparecido.
“Mary”, preguntó alguien. “¿Ese hombre era un ángel?”
Mary estaba más preocupada de que él fuera un acosador.
Temerosa de que estuviera escondido en el edificio y demasiado asustada para dormir, Mary se quedó despierta toda la noche. Al día siguiente, al llegar a la casa justo antes del mediodía, Mary le preguntó a su madre si podía sacar algunas cosas de su habitación. Cuando entró, sonó el teléfono.
“¡Mary, es para ti!”“¿Hola?” preguntó Mary, temblando.
Ella escuchó mientras un hombre le explicaba que era estudiante en la Universidad Oral Roberts (ORU por sus siglas en inglés) y amigo de Jim, el joven que la había invitado a la iglesia de las Asambleas de Dios. “Estaba en la habitación de Jim y vi tu foto”, le dijo. “Anoche, mientras estaba en mi estudio bíblico, vi tu rostro pasar por mi mente. El Señor me dijo que te llamara y te dijera que quiere que asistas a ORU”.
Mary colgó, aturdida.
“¿Qué fue lo que pasó?”, preguntó su madre.
“¡Me voy a ORU!”
Un paso de obediencia muy grande
“Después de que mi padre fue dado de alta del hospital, mis padres me permitieron mudarme a casa”, recuerda Mary. “Papá fue al depósito de chatarra y me compró un Pontiac destrozado modelo 1968. La reversa no funcionaba y consumía aceite y fluido de transmisión. Pero en agosto de 1976, con un poco de dinero que había ahorrado y una ofrenda de amor de $76 de mi estudio bíblico, dejé Jacksonville, Florida, y manejé hasta Tulsa, Oklahoma.”
“Conseguí un trabajo en ORU, lo que me dio acceso a una matrícula gratuita. Me gustaba ORU, pero no quería dar el paso de salir con chicos. Le dije al Señor que quería a mi Boaz. Le pedí que me contara un poco acerca del hombre que había elegido para ser mi esposo.”
“Él me dijo que medía 1,90 metros de estatura y que su cabello era rubio color arena. Que le encantaba tocar la guitarra, y que tenía un nombre con tres letras. También me dijo que mi esposo me buscaría y me encontraría.”
Después de asistir a un concierto cristiano, Mary se acercó sigilosamente a la mesa de camisetas junto a un hombre magnífico: 100 kg de puro músculo. Ya llevaba un tiempo en ORU y creía conocer a la mayoría de los estudiantes; pero ella no conocía a este hombre.
“¿Eres estudiante en ORU?”, ella le preguntó. “No creo que te haya visto antes.”
“Sí, soy estudiante de medicina. Mi nombre es Buzz Colbert. Puede que no me conozcas, pero yo te conozco”, le dijo. “Te he visto predicar en las esquinas de las calles a drogadictos y prostitutas. Le dije al Señor que nunca había visto a una chica que lo amara tanto como tú.”
“Gracias”, respondió Mary.
Mary descubrió que Buzz era un hombre importante en el campus, y que salía con porristas y reinas del concurso de belleza. A ella ni le importaba.
Una noche escuchó a Buzz llamándola por su nombre mientras corría por el estacionamiento.
“¡Mary! ¡Te he estado buscando por todos lados! Me alegra encontrarte finalmente.”
Te he estado buscando por todos lados. Me alegra encontrarte finalmente…
Las palabras hicieron eco en el corazón de Mary y ella recordó cómo el Señor le había descrito al esposo que Él había elegido para ella.
¡Señor, no puedes referirte a Buzz! pensó. Poco después, Mary supo que el verdadero nombre de Buzz era Don Colbert.
Piezas en un rompecabezas
La próxima vez que conversaron, Mary le preguntó: “¿Cuánto mides?” Él medía 1,90 m.
“¿Tocas la guitarra?” Le encantaba tocar la guitarra.
Buzz se quedó en la universidad ese verano, y Mary aceptó un trabajo como pastora de jóvenes en una iglesia local. Cuando ella planificaba eventos grupales, él a menudo participaba.
“Durante el siguiente año rápidamente nos hicimos amigos, pero no fue nada romántico”, comenta Mary.
El año entrante, Don la invitó a salir. Unos meses más tarde, le propuso matrimonio. Se casaron durante el primer año de Don en las etapas finales de su carrera.
Mientras tanto, Mary abandonó ORU y se graduó del Centro de Capacitación Bíblica Rhema en Tulsa, recibiendo su licencia para el ministerio.
“En su tercer año de estudios superiores, Don sufrió un golpe de calor mientras corría una carrera con 38 ºC de calor y humedad del 100%”, recuerda Mary. “Fue admitido en la Unidad de Cuidados Intensivos en “La Ciudad de la Fe” (City of Faith) con insuficiencia renal aguda. Sus piernas se habían encogido a un tamaño más pequeño que el de sus brazos. Una biopsia de sus músculos demostró que había sufrido una rabdomiólisis masiva (el rompimiento del tejido muscular que hace que la fibra del músculo sea liberada a la sangre) que dañó sus riñones. Sus médicos se reunieron al lado de la camilla y revisaron su informe patológico. “Nunca volverás a caminar”, le dijeron. “Estarás en una silla de ruedas por el resto de tu vida.”
Furiosa, Mary los despidió a todos.
“¿Qué has hecho?”, preguntó Don. “¡Esos eran mis profesores!”
Mary, sin embargo, recibió una palabra del Señor.
Él correrá y no se cansará. Él caminará y no desmayará.
Juntos, tanto ella como Don se mantuvieron fieles a esa palabra, negándose a dejarse llevar por las circunstancias. Después de tres meses, Don fue dado de alta; se fue en una silla de ruedas. Al llegar a casa, con las piernas fláccidas, Don subió dos tramos de las escaleras hasta su apartamento. Mary lo seguía con la silla de ruedas.
Tres semanas después, Don estaba solo en casa cuando el Señor le habló.
Sal de la cama y camina.
Mary regresó a su casa y lo encontró de pie.
Más tarde, Don volvió a City of Faith y pidió ver a los médicos que le leyeron el informe de su biopsia. No solamente sus músculos habían sido restaurados, sino que eran 2,5 cm más grandes de lo que habían sido antes.
Esto, según los médicos, era un milagro creativo.
Ese año, Don no solo se graduó con su clase, sino que caminó para recibir su diploma.
Después de la escuela de medicina, Don y Mary se mudaron a Orlando, Florida, para dar comienzo a la residencia de Don. Posteriormente, comenzó su práctica en esa ciudad. Oral Roberts acababa de presentar la sanidad milagrosa de Don en la revista de su ministerio, cuando Don y Mary asistieron a una nueva iglesia en el área. Había 300 personas en el servicio cuando el ministro llamó a Don.
“¿Eres el hombre que aparece en la revista Oral Roberts?”, preguntó. “¡Quiero que sepas que ahora eres mi médico!”
Ese hombre era Benny Hinn.
Conexiones Divinas
Cuando Benny dedicó la iglesia, Kenneth Copeland asistió al servicio. Don y Mary habían comenzado a seguir el ministerio de Kenneth Copeland cuando ella era estudiante en Rhema. Más tarde, cuando Oral Roberts le pidió a Mary que aceptara unirse a la Junta Directiva de Regents, Mary se sentaría junto a Kenneth durante las reuniones del organismo y su amistad comenzó a crecer.
“Un año después de conocer a Benny, éste le pidió a Don que lo ayudara con sus cruzadas de sanidad verificando los milagros”, Mary recuerda. “Don acordó hacerlo, pero no aceptaría ninguna suma de dinero a cambio. Trabajaba en su oficina de lunes a jueves. El jueves por la noche volaba a las cruzadas. Don determinaría qué sanidades eran milagros verificables. Lo hicimos durante 20 años.”
En marzo de 2015, Don había terminado de examinar a uno de sus pacientes, Mark Taylor, cuando llamó a Mary a la habitación y le entregó una carpeta.
“Esta es una profecía que Dios le dio a Mark en el 2011”, dijo. “¿Puedes leerla?”
De vuelta en su oficina, Mary leyó la profecía en voz alta. Ella reconoció el ritmo y la forma en que el Señor hablaba. Dirigiéndose a Mark y a Don, ella dijo: “¡Esta es la voz de Dios! ¡Donald Trump será presidente!”
Tres meses más tarde, Donald Trump anunció su candidatura para la presidencia de los Estados Unidos.
“Señor”, oró Mary, “creo que la palabra que Mark recibió vino de parte tuya. Pero, ¿podrías verificármela?”
Mira las carreras en Churchill Downs. Tengo un mensaje para ti.
La mañana después de la carrera, los titulares lo afirmaban: ¡Creador gana mediante uso de foto!
Después, el Señor le dijo a Mary que hiciera que la gente orara. Desde el fin de semana del Día del Trabajo en 2016 hasta las elecciones, ella mantuvo una conferencia telefónica todos los días durante 65 días, invitando a los ministros a dirigir la oración. Miles de personas se unieron.
Hoy, todos conocen el resultado de esa elección. Dios hizo lo que dijo que iba a hacer.
Desde entonces, Mark y Mary han contado su historia en el libro titulado, “Las profecías de Trump”, publicado en el 2017. Ambos se sorprendieron al saber más tarde que los Estudios ReelWorks, una compañía de cine con sede en Charlotte, Carolina del Norte, estaba trabajando con el departamento de artes cinematográficas de la Universidad Liberty en Richmond, Virginia, para producir una adaptación cinematográfica del libro. Titulada Commander, la película está programada para su lanzamiento en octubre de 2018.
Una Asignación de parte de Dios
Después de un día completo en la cocina, celebrando la Navidad en familia, Mary se acostó esa noche. Tan pronto como apoyó la cabeza en la almohada, la habitación se iluminó y escuchó una fuerte voz: Mary, has sido convocada por mí.
La voz sonaba como Kenneth Copeland, pero Mary sabía que era el Señor.
Quiero que le enseñes a mi pueblo cinco principios de fe. Escribe esto. Primero, la fe debe estar en acción, en constante movimiento, como un río que se mueve constantemente. Si no lo hace, está muerta. ¡Segundo, quiero que tengas la clase de fe que me emociona! El tercer principio es que la fe ES la sustancia de todas las COSAS.
“Esa palabra me sacó de la cama”, comenta Mary. “Me incorporé de pie junto a la cama a la medianoche, temblando de pies a cabeza. Dios sabía que estaba en mi punto de inflexión. Había dos principios adicionales; sin embargo, Dios sabía que esto era más de lo que mi pequeña taza de té podía manejar.”
“A la mañana siguiente, llamé a Kenneth. Él estaba en su camioneta, camino a una cacería. Le conté lo que había pasado, y que el Señor me habló usando su voz. Le dije el primer principio. Luego le dije que Dios quiere que tengamos fe que lo emocione. Kenneth me dijo que esperara un minuto. Detuvo su camioneta y salió. Pude oírlo gritar: ‘¡Alabado sea Dios! ¡Gloria a Dios!’”
“Después de un rato regresó a la camioneta y dijo: ‘¡El fuego de Dios está sobre mí!’ Le compartí el tercer principio y le pregunté si conocía los otros dos.”
“No”, dijo Kenneth, “esto es santo. No voy a tocarlo. Dios te mostrará, pero no tienes idea de lo que esto ha hecho por mí.”
Varios meses después, el Señor le dio a Mary los otros dos principios.
El cuarto principio es visualizar lo que quieres que Yo haga y comenzar a alabarme. Debes visualizarlo como si ya estuviera hecho, y me apresuraré a hacerlo. El quinto principio es que el amor es el combustible. Es la combustión que impulsa la fe hacia adelante. Dile a mi gente que camine en amor. Alábame y camina en amor. Llevar cuenta de las cosas que te lastiman obstaculizará tu fe.
Con una comprensión total de los cinco principios, Mary sabía que estaba armada para hacer lo que Dios le había pedido que hiciera: entregar el mensaje que le fue asignado a los demás. Sus experiencias, desde su niñez hasta su vida como adulta, también le han enseñado otra valiosa lección: “No te ofendas por nada”, Mary comenta. “Las ofensas son cargas, y Dios quiere que Su pueblo camine en total libertad. Mantener un registro de las ofensas obstaculizará tu fe. No puedes mantener un archivo. Quémalo… y sé libre.”