Dios tiene reservadas oportunidades extraordinarias y bendiciones extravagantes para ti. ¡Las puertas se están abriendo! Lo sé, tú lo sabes… y el enemigo también lo sabe. Este último hará todo lo posible para detenerlas, incluyendo el uso de una de las armas más poderosas en su arsenal: la vergüenza.
El enemigo ama la vergüenza porque puede usarla para tratar de convencerte de que no eres digno de recibir lo que ya te ha sido entregado en Cristo. Si necesitas sanidad o un rompimiento financiero, Satanás vendrá e intentará hacerte pensar: no tengo derecho a recibir eso. Sin embargo, te pertenecen, y eso es un hecho.
Jesús enfrentó la vergüenza de lleno: “A los que me herían les ofrecí la espalda, y a los que me arrancaban la barba les ofrecí la mejilla; no escondí mi rostro de las injurias ni de los escupitajos. Dios el Señor me ayudará, así que no me avergonzaré. Por eso endurecí mi rostro como piedra, pues bien sé que no seré avergonzado.” (Isaías 50:6-7).
Cuando hiciste a Jesús tu Señor, te convertiste en alguien que está en Cristo. Ahora bien: Dios quiere librarte de la vergüenza a través de Jesús, Quien se convierte en tu sustituto de la vergüenza. Él pagó por tus pecados de una vez por todas. Él no sólo los tachó. Él los borró (Colosenses 2:14). Tus pecados fueron clavados en la Cruz para que no tengas que experimentarlos. Jesús ya se ha convertido en el objeto de tu vergüenza. Él ya lidió con ese tema por completo y para siempre. Todo se reduce a si crees lo que Jesús ya ha hecho, o si crees la condenación que el enemigo te envía a su manera.
Muchos creyentes luchan con la vergüenza; por lo tanto, necesitamos aprender más acerca de esta arma vil del enemigo.
¿Qué es la vergüenza?
La vergüenza es la sensación de fracaso en la mirada de otra persona. Ésta conlleva el dolor intenso de sentirse indigno, desconectado y no amado, tanto por Dios como por las personas. La vergüenza es diferente a la culpa. La culpa es una conciencia de fracaso; la vergüenza es verte a ti mismo como un fracaso. La culpabilidad es sentirse mal por lo que haces; la vergüenza es sentirse mal acerca de quién eres. La culpa dice: “Cometí un error y tengo que confesarlo para poder arrancarlo de mi pecho.” La vergüenza dice: “Soy un error, así que debo ocultar lo que hice para que otros no se enteren.”
Debemos lidiar con la vergüenza, porque ocultarla acarrea serias consecuencias. En primer lugar, la vergüenza puede convertirse en paranoia. La vergüenza hará que la gente crea que los demás los perciben como un fracaso. Sentirán miedo de ir a distintos lugares, temiendo que otros los rechacen por su fracaso. La vergüenza también puede conducir a un perfeccionismo excesivo. Algunas personas se esconden detrás del perfeccionismo porque no quieren que nadie vea quiénes son en realidad. Otros, por el contrario, encuentran que la vergüenza los convierte en alfombras donde otros caminan y limpian sus zapatos.
La vergüenza vincula a las personas a un momento en el pasado, afectando la forma en la que actúan en el presente y saboteando el futuro que Dios tiene reservado para ellos. Extinguirá la esperanza. Se encuentran caminando sin ninguna expectativa, porque se sienten indignos de cualquier cosa adicional. Sienten que se quedan cortos, que no son el cónyuge, el padre o el ministro ideal. La vergüenza es una carga diseñada para mantener a las personas en inferioridad. Los ocupará a tal punto que les resultará difícil recibir la obra redentora de Dios en sus vidas.
El Temor está ligado a la Vergüenza
No debería sorprendernos que la vergüenza, como una herramienta del enemigo, esté ligada al temor. Puedes verla en funcionamiento en Adán y Eva después de su pecado en el Jardín del Edén. Inmediatamente después de que comieron el fruto prohibido, Dios los llamó y Adán dijo: «Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, pues estoy desnudo. Por eso me escondí.» (Génesis 3:10).
Él estaba avergonzado.
Pero la vergüenza solo podrá controlarte y definirte cuando le tienes miedo. Isaías 54:4 dice: «No tengas miedo, que no serás confundida; no te avergüences, que no serás afrentada. Al contrario, te olvidarás de la vergüenza de tu juventud…»
Debes mantenerte libre de esta clase de miedo, porque la peor esclavitud del mundo es la esclavitud a la percepción de los demás. Cuando tienes miedo de lo que las personas piensan de ti, no puedes hacer lo que Dios te ha ordenado hacer, porque estás demasiado ocupado con lo que la gente pensará al respecto. ¿Cómo puedes atreverte a salir con audacia y hacer algo fuera de lo normal si estás preocupado por lo que la gente dirá? Cuando estás atado por ese miedo, solo te sientes seguro haciendo lo que ya se ha hecho. Dios quiere que rompas las barreras, pero si te centras en el pasado, ¿cómo descubrirás lo que Dios está tratando de hacer en este momento? Es la vergüenza lo que te mantiene atascado, operando en ese temor, permitiendo que te controle y te defina.
El momento en que Jesús se encontró con la vergüenza
Lucas registra el relato de una joven que se encontró con Jesús y, de repente, se enfrentó a la vergüenza:
«Llorando, se arrojó a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con lágrimas y a secarlos con sus cabellos; también se los besaba, y los ungía con el perfume. Cuando el fariseo que lo había convidado vio esto, pensó: «Si éste fuera profeta, sabría que la mujer que lo está tocando es una pecadora.» (Lucas 7:38-39).
Allí estaba; una gran oportunidad para la mujer de sentirse avergonzada. Fue menospreciada por un fariseo, pero Jesús sabía cómo manejarlo. Y a ella le dijo: «Tus pecados te son perdonados… «Tu fe te ha salvado. Ve en paz.»» (versículos 48, 50).
¿Cómo ayudó Jesús a esta mujer a combatir el efecto paralizador de la vergüenza?
Le dio una promesa.
De repente, la respuesta de la mujer se convirtió en una cuestión de creencia o incredulidad. Tenía que elegir entre creer en Jesús o aceptar la condena de los fariseos.
Es lo mismo para ti y para mí. En nuestras vidas, cada vez que hay un potencial de vergüenza, Dios ya nos ha provisto de una promesa. Dependerá de nosotros creerla. Estoy convencido de que estamos trabajando con mucho esfuerzo para vivir bien, cuando tenemos que estar esforzándonos para creer bien.
Si te encuentras con la vergüenza
La vergüenza se arraiga debido a la incredulidad en las promesas de Dios y Sus obras consumadas. Luchamos contra la incredulidad al aferrarnos a las promesas de Dios. Romanos 10:11, por ejemplo, dice: «Porque la Escritura dice: Todo aquel que cree en él no será avergonzado» (RVA-2015). Este versículo habla de ti. Tú estás en Cristo. Tú eres la justicia de Cristo. Tu eres redimido. Tienes sabiduría. Tu identidad está en Él… ¡y no serás avergonzado!
Cuando naciste de nuevo ocurrió un milagro instantáneo. El viejo hombre murió y el nuevo hombre cobró vida. Ahora estás en Él, en Cristo. Al instante, Él te hizo justo. Eres justo ahora mismo. Eres santo ahora mismo. No necesitas ser pulido. Estás listo ahora mismo.
“Sí hermano Dólar, pero Ud. no entiende…”
Oh no, eres tú quien no comprende. Si has nacido de nuevo, tu identidad está en Cristo, aún si el fruto de esa identidad todavía no sea demostrado en tu comportamiento.
Aquí está la verdad: tú eres la justicia de Dios, incluso cuando no haces lo correcto. ¿Te estoy dando una licencia para pecar? Por supuesto que no. ¡Has estado pecando todo este tiempo sin licencia! Eres tan justo ahora como lo serás alguna vez; y cuando haces algo injusto, eso no anula la rectitud que tienes por la fe en Jesucristo. No eres justo porque obras con rectitud. Primero fuiste hecho justo, y luego, comenzaste a obrar con rectitud. No permitas que la vergüenza se ponga en funcionamiento cuando haces algo injusto. Eres justo ahora mismo. Acepta eso y mira cómo cambian las cosas.
Cómo superar la vergüenza
Superarás la vergüenza al tomar posesión de la revelación en Hebreos 12:2: «Puestos los ojos en al autor y consumador de la fe, en Jesús; el cual, habiéndole sido propuesto gozo, sufrió la cruz, menospreciando la vergüenza, y sentóse á la diestra del trono de Dios.» (RVA, énfasis del autor).
¿Qué significa “menospreciar la vergüenza”? Significa que te refieres a la vergüenza como un tonto despreciable, indigno de tu atención. Eso es lo que hizo Jesús. No permitas que la vergüenza influya en tu identidad. No permitas que influya en tus acciones hacia los demás o incluso en tu percepción de ellos. Menospréciala. Luego, deja que Dios comience Su obra en tu vida.
No intentes lidiar con la vergüenza solo por tu cuenta. Entrégate al cuidado de Dios y aprópiate de Sus promesas. Recuerda: la batalla contra la vergüenza es una batalla contra la incredulidad. Es una batalla para asegurarte de que permaneces en las promesas de Dios (2 Timoteo 1:12). ¡Cuando lo hagas, abrirás camino para que las grandes bendiciones de Dios te alcancen! ¿Cómo? Despojado de la vergüenza.