A sus 13 años, Jenni Johnson observaba como cargaban en un camión sus últimas pertenencias. Regresó a su habitación, mientras escuchaba el eco de sus pasos en la casa vacía. Era como si se hubiera metido en un teletransportador; su antigua vida en el norte de California —su casa, su escuela, y todos sus amigos— ya se habían desvanecido.
Mientras el auto de la familia arrancaba, sintió como aumentaba la emoción y la anticipación, mientras esperaba y anhelaba las sorpresas que estaban en su horizonte. La mayoría de las niñas de su edad estarían llorando por tener que mudarse, pero Jenni no era como la mayoría de las niñas. La verdad es que los cambios la ayudaban a florecer.
Los pensamientos de Jenni deambulaban pensando en la comandante Kellie y el casete de la academia Superkid “La Primera Aventura” que su hermano Tyler y ella habían escuchado una y otra vez. Esa historia se había quedado grabada profundamente en su imaginación, y ellos soñaban con convertirse en Superkids (superniños) y hacer grandes hazañas con Dios. Jenny y Tyler se consideraban Superkids desde el día que habían asistido dos años antes a la reunión de niños en la Convención de Creyentes de la Costa Oeste en Anaheim, California. Y ahora, cuando su familia se disponía a empezar una nueva vida en Texas, Jenni se dio cuenta que ésta sería ¡su “primera aventura” con Dios!
Para Jenni, el concepto de Superkids había representado inicialmente un reto y una nueva manera de alcanzar niños. Ella ayudaba a sus padres, quienes eran los pastores del ministerio de niños en su iglesia. Pero en el año 1989, el Señor había llevado este reto a una dimensión completamente nueva. Él le había dicho a sus padres: “Múdense a Texas y hagan de la Academia Superkid un lugar real donde los niños puedan tener un encuentro conmigo”.
Dándose cuenta de que una palabra de Dios puede cambiar tu vida por completo, los Johnson dejaron todo y se mudaron a Fort Worth.
Emocionada y llena de anticipación, el corazón de Jenni saltaba mientras entraba a la iglesia Eagle Mountain International Church (EMIC) en los Ministerios Kenneth Copeland. Sin embargo, la transición no ocurrió tan rápido como los Johnson esperaban. Transcurrieron 3 años antes de que la propuesta de establecer la Academia Superkid se convirtiera en una realidad.
Durante ese tiempo de adaptación, Dana y Linda decidieron servir como voluntarios en el Ministerio de niños en EMIC. Pronto, les fue delegado estar a cargo de ese ministerio y decidieron que Jenni y Tyler trabajaran con ellos.
No es por vista
Jenni recuerda: “Esos fueron años muy difíciles”. Mi papá dejó una carrera grandiosa y se mudó a Texas con el dinero suficiente para vivir por 6 meses. Sin embargo, le tomó un año y medio conseguir trabajo. No solo nos quedamos sin dinero, sino que tuvimos momentos en los que no teníamos comida. Mis padres entendían el poder de las palabras y por eso nunca hablaron acerca del problema con nadie.
“Años atrás, un hombre anciano que había sido mentor de mi papá, le había dado un casete de Kenneth Copeland y le pidió que lo escuchara. También le dijo que memorizara 100 escrituras, y entrenaba a mi papá cada semana, prometiéndole que cambiarían su vida”.
“Poco tiempo después, cuando yo tenía 4 años y medio, una de mis piernas dejó de crecer y no podía caminar. El doctor les dijo: ‘su hija terminará en una silla de ruedas y no hay nada que podamos hacer; encuentren un grupo de ayuda’. Mis padres eran nuevos en el mensaje de fe, pero ellos corrieron a las escrituras de sanidad y escuchaban la escuela de sanidad de Gloria Copeland. Me inundaron con las escrituras y le dijeron a todo el mundo que yo estaba sana. Después de 6 meses, yo estaba peor y ellos perdieron la mayoría de sus amigos. Gradualmente, en los siguientes 6 meses, mi pierna empezó a crecer. Después de un año, estaba completamente sana”.
“Mis padres sabían cómo la fe en la Palabra de Dios funcionaba, pero nunca habían estado en una situación en la que no tenían ningún ingreso, ni amigos, y no podían encontrar su lugar en la iglesia. Y para completar, ¡habíamos dejado la iglesia que amábamos! Mis padres no querían otra cosa más que volver a California, pero en su lugar, hacían reuniones familiares para que pudiéramos hablar acerca de la situación. Y al final, sin importar cuales fueran las circunstancias, ellos creían que habían escuchado la voz de Dios respecto a mudarse a Texas. Por otro lado, mi papá nos recordaba que la fe no se da por vencida, que no éramos cobardes que se rendían”.
La prueba del tiempo
Durante tres largos años, en lo natural, no hubo una sola señal que sugiriera que ellos habían tomado la decisión correcta mudándose a Texas. Durante el transcurso de esos años, se filmó la primera película para Superkids “The Intruder” (El intruso).
Luego, en 1993, Dana y Linda recibieron una llamada de George y Terri Pearsons.
Ellos les dijeron: “Estamos aceptando el puesto de Pastores de EMIC, ¿todavía quieren hacer de la Academia Superkid algo real?”.
La respuesta fue un resonante: “¡Sí!”.
Y así fue como Jenni —que ahora cursaba la secundaria—, se convirtió en parte del equipo principal que lanzó la Academia Superkid. Les asignaron un pequeño hangar de aviones en la propiedad del ministerio, el cual había sido usado como parte del set para la película. Aunque el hangar no tenía calefacción, aire acondicionado o aislación térmica, Jenni respiró con alegría cuando vio el portal traductor negro que había sido usado en la filmación. El set de la película se parecía al centro de comando de las series de televisión Star Trek, completo con teclados y luces intermitentes. Además, encontraron al robot Techno, al cual limpiaron para revelar el logo Superkid.
El mensaje que enseñaban era innovador: con Dios, no tienes que esperar a ser grande para hacer una diferencia. En ese tiempo este era un concepto nuevo, que nunca se había oído en las iglesias. La idea era enseñar y equipar a los niños para que hagan la obra del ministerio ahora.
Cumpliendo el llamado
Jenni recuerda: “Le dimos forma a nuestro programa de Cadetes en entrenamiento los miércoles por la noche. Creamos estaciones, y dividimos los niños en escuadrones. Un escuadrón debía ir a la estación del afilado de la espada, otro a la estación del poder de la oración y otro al desafío físico. También les enseñábamos reglas formales de etiqueta. Al final de cada ciclo, les hacíamos exámenes y los calificábamos, a cambio de premios como: el sombrero del cadete en formación.
“Cada vez que ascendían de rango, calificaban en diferentes niveles de ministerio. La edad no importaba. Les enseñábamos que Dios les estaba encomendando más responsabilidades en el ministerio a medida que maduraban en Él. Por ejemplo, no importaba si un niño tenía solamente 8 años; una vez que había alcanzado cierto nivel, era promovido al ministerio del domingo a la mañana”.
“Los entrenábamos, instruíamos, capacitábamos, les delegábamos y el fruto era maravilloso. Dios puso los dones en ellos, y les dio un lugar y una voz donde podía florecer. Aquellos que tenían dones técnicos operaban las cámaras y se encargaban de transmitir las letras de las canciones en la pantalla. Otros cantaban en el grupo de alabanza y adoración, otros tocaban instrumentos. Cuando llegaba el ‘día de prédica de niños’, ellos se movían poderosamente, y lo más importante, tenían encuentros regulares con Dios”.
“Les mostramos a través de las escrituras que fue un niño el que le dio a Jesús sus peces y panes. Les explicamos que no existe un don que sea insignificante, porque cuando Jesús lo toca, éste se multiplica”.
En 1994, Jenni se graduó de la escuela secundaria. Y después de trabajar para el departamento de producción de KCM por algunos meses, se convirtió en pastora asociada en el ministerio de niños, trabajando bajo el liderazgo de sus padres. Ese verano, la academia Superkid debutó en la primera Convención de Creyentes en Birminghan, Inglaterra. Jenni recuerda lo difícil que eran
las convenciones.
“Cuando teníamos a los niños por 14 horas seguidas, al terminar el día bromeábamos con papá diciéndole que necesitábamos terapia”.
Años más tarde, en 1997, rentaron un sitio en Waxahachie, Texas, donde organizaron un campamento de entrenamiento para los niños de EMIC y KCM. Continuamos liderando los campamentos hasta el 2002. Durante la Convención de Creyentes de la Costa Oeste en 1998, fueron probados a fuego; ese año recibieron 2.334 niños en los servicios de Superkid. Tal fue la cantidad, que no pudieron permitir que algunos niños entraran porque el jefe de bomberos monitoreaba la asistencia para asegurarse que no excedieran la capacidad máxima del lugar.
Una nueva temporada
“En el 2001, el Señor dirigió a mi papá a lanzar el Ministerio Dana Johnson para que pudiéramos compartir las verdades espirituales que habíamos aprendido con otros ministerios de niños”. Jenni explica: “En el 2002 renunciamos a ser pastores del ministerio de niños en EMIC, y empezamos a viajar organizando conferencias para ayudar a las iglesias a alcanzar a los niños. No sabíamos si KCM quería que continuáramos liderando durante las Convenciones de Creyentes la Academia SuperKid. Apreciábamos la gran amistad que habíamos desarrollado con el hermano Copeland, Gloria, Kellie y John. Así que cuando nos pidieron que continuáramos llevando a cabo el ministerio de niños en las convenciones, nos emocionamos”.
En el 2004, Dana tuvo una conversación de corazón a corazón con Jenni.
“Siento que viene un cambio inminente” le dijo. “Sigo escuchando en mi espíritu ‘Charlotte’; debemos mudarnos a ese ciudad”.
“No quiero mudarme”, Jenni le respondió.
“Jenni, tu futuro esposo está allá”.
“¿Qué?”
“Te lo digo, ¡lo sé!”.
Hasta ese momento Jenni nunca había luchado con Dios. Pero ella había construído una vida maravillosa con amigos en Texas, y no quería irse.
Cuando su papá dejo de incitarla, el Señor tomó las riendas del asunto. Y ella no pudo resistirlo. En Enero del 2005, la familia Johnson se mudó a Charlotte, North Carolina. Ese otoño, Jenni conoció a Matt Drennen, y en menos de 6 meses, se casaron. Su padre se rió y le dijo: “te lo dije”.
El fin del trío
Habían estado allí únicamente por 3 años cuando Dana recibió una llamada de la iglesia Gateway en Southlake, Texas. La iglesia nunca había tenido alabanza y adoración en vivo para niños, y querían que Dana se uniera como Pastor de Alabanza para niños. Aunque Dana y Linda estaban ahora ocupados con sus responsabilidades en Gateway, la familia todavía organizaba el ministerio de Superkids en las convenciones de KCM.
A pesar de que Jenni ahora vive en Charlotte, ella formó parte del grupo de 5 personas que escribieron el material lanzado como el primer currículo para Iglesias de la “Academia Superkid” en el 2009.
En el 2011, los horarios de Dana se hicieron imposibles, entre liderar 8 grupos de alabanza y la primera producción musical de alabanza para niños en la iglesia Gateway. No sabía por cuánto tiempo más podría trabajar durante las convenciones con Superkids, ya que éstas requerían varios meses de preparación. El 2012 marcaba el aniversario número 20 de la familia Johnson en la Academia Superkid en las convenciones. Ellos establecieron que fuera su última meta, y después de una charla familiar, Dana y Linda se reunieron con Kellie Copeland y le entregaron su carta de renuncia.
De regreso en su casa en Charlotte, Jenni se sentía a la deriva, como un globo aerostático que había sido soltado de su ancla. Se sentía extraña mientras oraba para escuchar cuál era el siguiente paso que Dios tenía para su vida.
Una nueva puerta
Las mesas estaban servidas con suntuosas comidas para celebrar la fiesta de “Acción de Gracias” en la casa donde Jenni y Matt celebrarían con su familia en West Virginia. El teléfono de Jenni sonó, y ella contestó. Era Kim Stephenson, de KCM.
“Adivina quién estará coordinando la Academia SuperKid el año próximo en la convención?”, Kim le dijo.
¿Quién?, le respondió Jenni.
“Yo. Me lo pidieron. ¿Quieres ayudarme?”.
Jenni estaba congelada; toda la algarabía a su alrededor desapareció. Pensó: Trabajar con Kim sería un sueño.
El don administrativo de Kim quitaría el peso de sus hombros, y le permitiría hacer lo que amaba sin tener que cargar con la responsabilidad completa.
Jenni relata: “Oré al respecto, y le dije a Kim que lo haría. Me di cuenta que quería mantener vivo el legado Superkid”. Cuando descubrí que éste había sido el plan de Dios todo el tiempo, comencé a reirme y llamé a mis compañeros de sueños: mis padres. Les sugerí que no cargaran con la responsabilidad de planear, conseguir el personal o supervisar. Lo único que necesitábamos era al Comandante Dana para predicar los mensajes de la tarde, y dirigir la adoración y la alabanza; y a la comandante Linda como la predicadora de la mañana.
“Pensé que sería una situación en la que todos ganábamos, pero ellos solamente dijeron que orarían al respecto. No recibí comunicación por 3 semanas. Transpiré, pero me rehusé a poner alguna clase de presión sobre ellos. Finamente, ellos escucharon de parte de Dios y estuvieron de acuerdo con hacerlo. Ahora soy la directora creativa, mientras ellos ministran la Palabra. Soy la responsable de los libretos, entreno y dirijo al equipo. Durante la convención del 2014, ministramos a más de 900 niños”.
Actualmente Matt y Jenni Drennen están criando una nueva generación de Superkids: sus niños, Rhett de 7 años, Macy de 5, y la pequeña Cora-Jane de 3; ellos desde ya están soñando con convertirse en cadetes.
Hasta el día de la fecha, y a través del Ministerio de la Academia Superkid, Dana, Linda y Jenni han realizado 795 servicios en más de 21 años, en 48 convenciones. Ellos han sembrado la Palabra de Dios en los corazones de 53.614 niños, de los cuales 2.313 recibieron al Señor como su salvador y 3.185 recibieron el bautismo en el Espíritu Santo.
“Ninguno de nosotros planeó alguna vez trabajar en el ministerio de niños”, Jenni comenta. “Cuando estábamos en California, antes de que nuestro pastor les pidiera a mis padres liderar el ministerio de niños, mi papá lideraba un estudio bíblico para hombres. Mi papá pensó: ¿qué voy a hacer?. Ni siquiera me gustan los niños, me molestan. El Señor me debe estar probando para ver si lo obedezco, así que lo haré”.
“Gracias a Dios, el respondió a ese llamado, se enamoró con el ministerio de niños y aprendió a vivir por fe. Gracias a KCM, y lo que hemos aprendido acerca de la fe, yo soy una coreógrafa de baile en lugar de estar sentada en una silla de ruedas. A través de KCM, nuestra familia descubrió su destino.
Con el correr de los años, la Academia Superkid de KCM ha sembrado fe en los corazones de niños y niñas que han crecido para ser madres, padres, pastores, maestros, evangelistas, doctores, abogados, educadores, políticos, líderes militares, pilotos y científicos. Una generación completa de niños que no tuvo que esperar hasta que llegaron a ser adultos para trabajar en el ministerio. Para el momento que alzanzaron la madurez, ellos ya sabían cuáles eran sus dones y quiénes eran en Cristo. Jenni, sus padres, y todos los que trabajaban en Superkids prendieron esa llama que sigue alumbrando la luz de Dios al mundo.