Len Mink tenía sus manos empapadas de sudor, mientras caminaba hacia el estudio del programa “The Tonight Show”. En ese momento de silencio, miles—no, millones—de ojos en todo el país se enfocaban en él y esperaban a que hiciera su presentación.
A continuación, comenzó la música.
Mientras la orquesta entonaba los primeros acordes de la canción compuesta por Billie Holiday, “Dios Bendiga al Niño” (God Bless the Child), la multitud y las cámaras parecieron desvanecerse. A Len se le olvidaron los nervios y cantó con tanto gozo y tranquilidad, que le parecía estar en su casa en Virginia, con la canción haciendo eco en las Montañas Apalaches.
Mientras la música se desvanecía, la audiencia estalló en aplausos, gritando y dándole su aprobación. Después se pusieron de pie, y Len Mink recibió la máxima alabanza que una audiencia pueda darle a un cantante: una ovación de pie.
Len sonrió e hizo una venia mientras la multitud continuaba aplaudiendo. Parecía como si hubiera soñando con ese momento toda su vida.
El sueño de Len siempre había sido demasiado grande para un joven que se había criado en Marion, Virginia. De pequeño, su hambre por aprender del mundo había sido tan intenso, que había leído la enciclopedia de la A a la Z mientras estaba en el colegio. Había examinado todos los números de la revista National Geographic. Su mamá solía decir: “A ese muchacho le apasiona viajar”.
Desde sus más tempranos recuerdos, Len Mink siempre había querido viajar y cantar. Algunas veces cantaba por monedas. Con frecuencia cantaba gratuitamente, en cualquier momento, de día o de noche. Fue esa voluntad la que le dio su primera gran oportunidad: una presentación matutina en el Teletón de 1968, dos años antes a su presentación en el programa The Tonight Show. Cuando Len descubrió que ninguno de los cantantes postulados en el Teletón estaban interesados en la franja de las tres de la mañana, él la aprovechó como si fuera una oportunidad única en la vida.
Y con seguridad, lo fue. A las 3:00 a.m. esa misma mañana, un ejecutivo que trabajaba en televisión no podía dormir, así que había prendido el televisor habitación del hotel. Escuchó cantar a Len, y seis meses más tarde le ofreció un trabajo en una estación de televisión en Cincinnati.
A pesar de que Len comenzó su carrera en la estación prácticamente como el chico que hacía los mandados, aprendió rápidamente del oficio—tan rápido, que en menos de seis meses y a la temprana edad de 21 años, le ofrecieron su primer programa televisivo.
El “Show de Len Mink” (The Len Mink Show), el cual salió por primera vez al aire en diciembre de 1968, fue un éxito de la noche a la mañana. Era un programa de variedad musical que pronto se convirtió en el mejor y más popular en la ciudad de Cincinnati. Len entrevistaba a distintos invitados; sin embargo, la mayoría del tiempo cantaba. El repertorio incluía canciones de concierto, éxitos de los Beatles, canciones melódicas y hasta música folclórica de los EE.UU. En poco tiempo, el programa comenzó a transmitirse a nivel nacional, y Len había ganado mayor popularidad al servir como co-anfitrión del Show de Nick Clooney y con apariciones en el Show de Merv Griffin, el Show de Mike Douglas y el Show de Steve Allen.
Para esa misma época, recibía una ovación de la audiencia de Johnny Carson, quien se unió a la multitud en sus aplausos y lo invitó a regresar en dos semanas.
Un vacío por llenar
Esa noche, Len celebró el éxito con sus amigos en la ciudad de Nueva York. A la mañana siguiente, se sentó en la cama de su habitación en el hotel, y pensó: ¿Dónde está la saciedad que se supone traiga el éxito?
La fama solo había ocasionado que el vacío en su alma fuera más profundo.
Esperando que una relación llenara ese enorme vacío en su vida, Len comenzó a salir con una joven modelo y compañera de trabajo, Cathy Gravitt. Al igual que Len, Cathy había encontrado el éxito en forma temprana en la vida. Había comenzado a modelar en el bachillerato y la universidad, ganando concursos que la llevaron a Londres. Mientras estaba allí, había sido seleccionada con Andrew Lloyd Webber de 19 años y Tim Rice para estudiar teatro. Los dos jóvenes compusieron éxitos tales como Jesucristo Superestrella, “Cats” y el Fantasma de la Opera.
Cathy ganó el galardón de “Modelo del año de Cincinnati” y viajó a Nueva York donde compartía una habitación en el hotel Walford con Cybill Shepherd. A los 21 años, después de graduarse en el área educativa en el Estado de Ohio, se mudó a la ciudad de Nueva York donde trabajaba como modelo. A dos cuadras de su apartamento, en Greenwich Village, Len Mink cantaba en un club nocturno de nombre “Final Amargo” (Bitter End). Sin embargo, ellos no se conocieron sino hasta que ambos regresaron a Cincinnati.
“Nos conocimos cuando mi mamá me insistió que la llevara a ser parte de la audiencia del Show de Len Mink”, recuerda Cathy. “Len me pidió mi número de teléfono y lo perdió. La segunda vez que nos encontramos, yo modelaba en un show de moda donde Len y Johnny Bench eran los maestros de ceremonia. Esa vez no perdió mi número y empezamos a salir. Sin embargo, los dos estábamos demasiado vacíos para ofrecernos algo mutuo”.
Una mañana, el productor de Len, Ken Bagwell, entró al estudio irradiando una paz y un gozo que Len no había visto nunca antes.
“¿Qué te sucedió?”, le preguntó Len.
“Le entregué mi vida a Jesús”, le respondió Ken. “Tengo una relación personal con Jesucristo”. La conversión al cristianismo de Ken afectó la estación. En su calidad de director del programa, él seleccionaba los invitados que Len entrevistaría. Repentinamente, en vez de estrellas de cine y figuras públicas, Ken empezó a invitar a cristianos muy renombrados.
“Me encontré entrevistando a Arthur Blessitt”, recuerda Len. “¡Este hombre caminó por todo el país cargando una cruz y hablándole a todo el mundo sobre Jesús!”.
Después de la entrevista, un pálido y tembloroso Len Mink caminó hacia el escritorio de Cathy.
“¡Él oró por mí…!”, jadeó Len con dificultad, “¡en voz alta!”
Sin esperanza
Semanas más tarde, el vacío en el alma de Len se sentía como una caverna. Tener su propio programa de televisión no lo había llenado. Los gritos de sus fanáticos tampoco lo habían hecho, ni tampoco la ovación de pie de la audiencia de Johnny Carson. El dinero tampoco lo había logrado.
En su casa, estacionó su auto y entró caminando como un zombi. Así es como se sentía—como un muerto que caminaba. Encontró su escopeta doble caño y cargó ambas municiones. Se sentó al lado de la cama y posicionó el arma bajo la quijada, apuntando directo al cerebro.
Puso su dedo en el gatillo. El sudor en sus manos hacía que se le resbalara. Con lentitud, quitó el seguro.
Ya listo para morir, susurró dos palabras: “Dios, ayúdame”.
La explosión que estalló dentro de Len Mink no tuvo nada que ver con un disparo.No fue una bala.
Fue la paz. Una paz que estalló a su alrededor. La paz que lo abrigó y lo sostuvo. Una paz que él nunca había experimentado.
En medio de la santa quietud que prosiguió, Len Mink susurró su segunda oración. “Realmente estás ahí, Dios ¿no es verdad?”
Len puso el arma a un costado y se arrojó sobre la cama, sollozando. “No saldré de esta habitación hasta que te escuche”.
Gracia Maravillosa
“Treinta minutos más tarde, escuché que golpeaban la puerta”, recuerda Len. “Era Cathy. Sabía que algo había sucedido tan pronto como la vi. Tenía lágrimas en sus ojos; sin embargo, su rostro resplandecía. Su semblante era totalmente diferente”.
“Encontré lo que hemos estado buscando”, le dijo Cathy. “¡Jesús!”
“¿A dónde lo encontraste?”
“En el mostrador de las Hamburguesas de Barney”, le dijo Cathy sonriendo.
La siguiente semana, Len soñó que había regresado a los Apalaches. Un hombre sucio y vestido con harapos estaba sentado en la entrada de una de las casas de la montaña. Miró a Len, tomó un violín y entonó la canción “Gracia Maravillosa” (Amazing Grace).
Len se despertó del sueño llorando; las notas todavía resonaban en su corazón.
“Esa mañana”, Len nos relata, “Cathy me llamó y me pidió que fuera con ella a la librería. Era una librería cristiana. Mientras Cathy buscaba, el dueño me presentó al Padre Tom Turnbull, un sacerdote Episcopal carismático. Por algún motivo, el sueño todavía me intrigaba, y se lo compartí”.
“Puedo darte la interpretación del sueño”, me dijo el Padre Tom. “El hombre en la entrada de la casa era Jesús. Los harapos y la suciedad que tenía eran tus pecados que Él tomó sobre Sí mismo. Él entonó Gracia Maravillosa para mostrarte la profundidad de Su amor”.
El 16 de octubre de 1971, en el cuarto trasero de una librería, Len Mink murió, pero no de un disparo. Su corazón fue atravesado por el amor de Dios.
Él le entregó su vida a Jesús.
Jesús lo tomó y llenó el vacío con Él mismo. Le dio a Len Mink una nueva vida para vivir, y una nueva canción para cantar.
“Salí de la librería y vi a un borracho recostado en la calle”, Len recuerda. “No lo pensé dos veces; sencillamente me arrodillé a su lado y le hablé acerca de la gracia maravillosa del amor de Jesús”.
En el trabajo, Len y Cathy comenzaron a ser conocidos como el escuadrón de Dios. Le hablaban a todo el mundo acerca de Jesús. Después del trabajo, y todavía con el maquillaje del escenario en su rostro, ellos corrían a las cárceles y a las casas de paso para compartir las buenas noticias. Cientos de personas aceptaron a Jesús. Iglesias de todas las denominaciones los invitaban a compartir su historia.
El diablo ordena un ataque
El diablo lo odiaba… y actuó rápido para detenerlo.
Tres meses después de que Len Mink le diera su vida a Jesús, fue atacado con una enfermedad terminal. “Los médicos la diagnosticaron como anemia hemolítica autoinmune”, Len comenta. “Estaba furioso. Le pregunté a Dios para qué me había salvado primero para luego matarme”.
“Mientras todavía estaba en el hospital, una pareja de mis seguidores me trajo un libro para que lo leyera. Se llamaba Creo en los Milagros, por Kathryn Kuhlman. Después de salir del hospital, lo leí. Nunca había escuchado que Dios sanaba, así que cuando citaba alguna escritura, yo la buscaba en la Biblia”.
“Fue una revelación para mí. Leí acerca de cuando Jesús sanó a la mujer con el flujo de sangre, al cojo y a los leprosos”.
Si solamente Jesús fuera el mismo hoy, pensó Len. Entonces yo podría ser sano de la misma manera que esas personas lo fueron. Suspirando, Len pasó las páginas de la Biblia buscando por alguna clase de ayuda… por una nueva esperanza. De repente, empezó a leer Hebreos 13:8. Miró con gozo y asombro las palabras en la página: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos».
Tres de las palabras parecían saltar de la hoja. El mismo hoy…el mismo… hoy… el mismo… hoy.
Al darse cuenta de que, si Jesús era el mismo, él podría ser sanado hoy, el gozo de Len irrumpió en una canción. Se puso de pie cantando, bailando y alabando al Señor. Entonces el poder de Dios lo derribó al suelo.
“Durante 30 minutos estuve consciente, pero no podía moverme”, recuerda. “El frío y el calor recorrían todo mi cuerpo. Sentí cómo Dios limpió cada arteria, vena y capilar. Cuando el Señor me permitió mover, sabía que estaba sano. La mañana siguiente, volví a la oficina del doctor y le pedí que repitiera los exámenes”.
Cuatro días más tarde, el doctor me llamó con los resultados. “Estoy perplejo”, me dijo. “No podemos encontrar ningún rastro de la enfermedad en tu cuerpo. Nosotros no estudiamos cosas así en los libros”.
“Déjame decirte dónde puedes leer al respecto…”, le dijo Len.
“Poco tiempo después”, Len recuerda, “Cathy descubrió algunos libros de Kenneth Hagin. No teníamos duda alguna de que el mensaje de fe era cierto. Leímos cada libro y escuchamos cada casete que pudiéramos encontrar acerca del tema”.
A los pocos meses, Ken y Cathy se casaron. Ese mismo verano viajaron a Tulsa, a la primera campaña de carpa de Kenneth Hagin. Las noticias acerca de la conversión de Len le habían llegado al hermano Hagin, y le pidió a Len que cantara. Len no tenía su guitarra. No tenía ningún casete de fondo con él. Peor aún, no sabía canciones del evangelio—excepto una.
Las manos de Len estaban húmedas cuando se acercó a la multitud en silencio. Sin acompañamiento alguno, levantó la voz a capela y cantó¾no para la audiencia¾, sino para Jesús. “Gracia maravillosa, qué dulce el sonido que salvó a un desgraciado como yo…”
El poder de Dios inundó el edificio.
Fe por el futuro
Dos años más tarde, Len y Cathy dejaron el Show de Len Mink y el Show de Nick Clooney, para dedicarse de lleno al ministerio.
“Después de ese momento, canté en todas las reuniones de carpa del hermano Hagin”, nos explica Len.
“Kenneth Copeland y yo nos conocimos por primera vez en una entrevista que nos hizo juntos Demos Shakarian en su programa de televisión. En 1977, Kenneth me llamó y me pidió que liderara la alabanza en sus reuniones más importantes. Tenía que orar al respecto porque siempre había sido un solista. Nunca había liderado la alabanza y no sabía si podría. Cuando oré, el Señor me dijo: esta es la Puerta a través de la cual tu bendición llegará”.
“Cathy y yo vivíamos en Cincinnati y volábamos a todas las reuniones más grandes de Kenneth y Gloria. Cuando Kenneth decidió empezar su programa de televisión, me pidió que volara una vez al mes a Fort Worth para que fuera el presentador y grabara los programas. Nosotros editábamos los mensajes de Kenneth para hacerlos entrar en el espacio de 14 minutos y 32 segundos. Grabábamos las entradas y los cierres de Kenneth”.
“Cuando el Señor le dijo a Kenneth que comenzara el programa de TV, me pidió que le ayudara. Comenzamos con Terri Pearsons y David Robertson. Pintamos nuestro estudio y teníamos una cámara vieja. Trabajé en el programa por siete años y medio, en tres de los cuales también hice radio”.
“Durante este tiempo, Cathy estaba haciendo un programa de radio llamado: Fe para hoy. Además de trabajar con la radio y la televisión, también dirigí la adoración en las reuniones de Kenneth y Gloria en todo el mundo. Hicimos varias giras mundiales y pasamos seis semanas en Australia haciendo asambleas”.
Una promesa cumplida
En 1995, el Señor le habló a Len y le dijo: “Toma todo y múdate a Tulsa para estar con tu compañía durante estos últimos días. En ese momento, su hija Carrie era una estudiante en el Colegio de Capacitación Bíblica de Rhema y su hijo, Lenny, era un estudiante de último año en la escuela secundaria. Len y Cathy empacaron y se mudaron a las pocas semanas de haber recibido esa palabra de parte de Dios.
“Sabes lo que esto significa, ¿verdad?” Len le preguntó a Cathy.
“¿Qué?”
“Siempre has soñado con asistir a Rhema. Ahora puedes cumplir tu sueño”.
“Estaba llena de gozo”, Cathy recuerda. “Habíamos sido amigos personales del hermano Hagin durante muchos años; sin embargo, sentarse 5 días a la semana, durante dos años, para recibir sus enseñanzas, era como vivir el cielo en la Tierra”.
“Hace unos 15 años, David Ingles, en ese entonces dueño de la Cadena de Radio Oasis, le preguntó a Len si quería ser el anfitrión del programa ‘La Ruta’ (The Roadshow) una vez al mes. Nos pusimos de acuerdo y todavía lo soy en la actualidad. Al hermano Hagin no le gustaban las entrevistas de radio y solamente había hecho una vez una sola; sin embargo, le escribí una carta y le pedí que estuviera en el Roadshow, y estuvo de acuerdo. El programa con él fue maravilloso. También hemos entrevistado a Kenneth, Gloria, Charles Capps, Jesse Duplantis y Jerry Savelle, entre otros”.
La familia de Len y Cathy ha crecido y ahora tienen 6 nietos y su ministerio todavía está creciendo. Cuando Len no está ayudando a las naciones a entrar al trono de Dios a través de sus canciones, está ministrando en iglesias locales alrededor de todo el país. Con frecuencia invita a los niños a que se unan—hablándoles y cantándoles en la voz del pato evangelista “Gospel Duck”, un títere de mano que Len ha usado para llevar decenas de miles de niños al Señor a través del ministerio de niños.
Sin embargo, había una promesa de parte de Dios que todavía no se había cumplido. Años atrás, cuando el Señor le pidió a Len que dejara su programa de televisión, le dijo: “Regresarás a la televisión por mí cuando tengas 50 años”.
Len tenía 59 años cuando Garth y Tina Coonce, unos amigos de Cincinnati que habían empezado el canal Total Christian Television (Televisión Totalmente Cristiana), les ofrecieron a Len y Cathy que produjeran un programa mensual. En el 2007, el Show de Len y Cathy salió al aire, enseñando la Palabra de Dios y presentando el plan de salvación. Unos meses más tarde, el programa se empezó a trasmitir cinco días a la semana.
“Acabamos de filmar el episodio 600”, comenta Len. “El programa se transmite en 173 países y es visto por millones de personas. Hemos llegado a más personas en media hora de programa que en 30 años de ministerio itinerante, compartiendo el evangelio”.
En estos días, Len Mink ya no desea las ovaciones como las que recibió en The Tonight Show, hace mucho tiempo. Ahora le canta a un público diferente. Tiene una audiencia con el Dios Todo poderoso, con Jesús, nuestro Rey que pronto regresará, con querubines y serafines, con una nube de testigos grande y gloriosa.
Antes de darle su vida a Jesús, Len Mink simplemente cantaba canciones. Ahora, su vida se ha convertido en una canción.
Es una canción de amor tan antigua como la Cruz, haciendo eco de su coro a través del tiempo.
Es un hombre levantando su voz para Jesús, y Dios cantándole a él: “¡Eres mío!”