Hay un lugar en Jesucristo donde habitamos en el lugar secreto de la protección de Dios. El mundo no conoce este lugar secreto, ellos no pueden vivir allí… Es un lugar revelado por el Espíritu Santo. Es un lugar para todo aquel que es obediente. Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
Esa es una palabra que el Señor me dio hace varios años y estoy agradecida de que podemos habitar en ese lugar secreto de la protección de Dios. ¡Nosotros podemos ir a un lugar que la mayoría de la gente no conoce!
Estoy segura de que no necesito decirte que estamos viviendo en una época peligrosa. Los televisores proclaman noticias de guerra, ataques terroristas, desastres que baten récords y crímenes relacionados con las drogas. Hoy existe más violencia de la que ha habido en toda mi vida, y continúa su escalada. Son días serios.
Sin embargo, ¡los creyentes no tienen nada que temer!
Cuando miramos las cosas en el ámbito natural, puede parecer que es una época miedosa para vivir. No obstante, en el ámbito sobrenatural, es la época más poderosa para hacerlo. Nosotros tenemos un lugar de protección en Dios que nos mantendrá completamente seguros, sin importar lo que esté sucediendo en el mundo a nuestro alrededor.
Debemos depender de Él. Y para tener confianza—para tener fe—en Su habilidad de cuidarnos, debemos saber muy bien lo que Su Palabra dice acerca de nuestra seguridad y protección, para actuar de acuerdo con ella.
Creo que estos son los últimos tiempos y que Jesús regresará en cualquier momento. Hasta ahora, hemos podido habitar «al abrigo del Altísimo». En lugar de caer en el temor, podemos estar seguros en la Palabra y caminar audazmente en nuestro pacto de protección.
Instrucciones para el final de los tiempos
En Mateo 24, Jesús les dijo a sus discípulos lo que podían esperar antes del final. Las señales de las que habló fueron—guerras, hambruna, terremotos, pecado desenfrenado—un eco de los titulares de hoy en día. Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús qué señalaría Su regreso y el fin del mundo, Él dijo:
«No dejen que nadie los engañe, porque muchos vendrán en mi nombre y afirmarán: “Yo soy el Mesías”, y engañarán a muchos. Oirán de guerras y de amenazas de guerras, pero no se dejen llevar por el pánico. Es verdad, esas cosas deben suceder, pero el fin no vendrá inmediatamente después. Una nación entrará en guerra con otra, y un reino con otro reino. Habrá hambres y terremotos en muchas partes del mundo. Sin embargo, todo eso es solo el comienzo de los dolores del parto, luego vendrán más…. Abundará el pecado por todas partes, y el amor de muchos se enfriará; pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo. Y se predicará la Buena Noticia acerca del reino por todo el mundo, de manera que todas las naciones la oirán; y entonces vendrá el fin» (versículos 4-14, Nueva Traducción viviente).
¡Jesús dijo: no se dejen llevar por el pánico! Y tampoco se unan a las personas que están corriendo hacia el pecado. Segunda de Timoteo 3:13 dice: «pero los hombres malvados y los engañadores irán de mal en peor». Eso describe con precisión esta generación. Mientras más nos acercamos al arrebatamiento de la Iglesia, más empeora el ámbito natural.
Debemos estar agradecidos con Dios por advertirnos sobre estas cosas. Y agradecidos con Él por asegurarnos que: «Y se predicará la Buena Noticia acerca del reino por todo el mundo». Esto se ha venido haciendo en una escala nunca antes vista. Dios desea que «todos los hombres sean salvos y lleguen a conocer la verdad» (1 Timoteo 2:4). Su voluntad jamás ha sido que alguien se quede por fuera de Su bendición y protección. Por esa razón envió a Jesús.
Gálatas 3:13-14 dice: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, y por nosotros se hizo maldición… para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzara a los no judíos, a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu».
Para caminar en la bendición y la protección de Dios, primero debemos escoger a Jesús como salvador. Sin embargo, Él no nos forzará a tomar la decisión. El Señor tampoco nos forzará para que nos acojamos bajo Su sombra protectora. Nosotros escogemos la bendición sobre la maldición. El primer paso hacia la bendición es recibir a Jesús como el Señor de nuestra vida. Esa decisión te traslada de las tinieblas a la luz—de un reino a otro. «[El Padre] nos ha liberado y acercado hacia Él, sacándonos del control y el dominio de las tinieblas y trasladándonos al reino de Su Hijo amado» (Colosenses 1:13, La Biblia Amplificada Edición Clásica).
Ahora, toma unos instantes y repite lo siguiente si no le has dado a Jesús tu corazón; puedes hacerlo ahora mismo. Di: “Jesús, te hago el Señor de mi vida. Toma mi vida y haz algo con ella. Enséñame a vivir y cómo ser libre”.
Una vez que haces a Jesús el Señor de tu vida, eres redimido de la maldición (Gálatas 3:13). Has sido liberado de cada cosa maligna. Jesús la llevó por ti. Cuando recibes la salvación, recibes: “liberación, protección, liberación material y temporal del peligro y el temor, perdón, libertad, salud, restauración, solidez e integridad total”. La protección te pertenece si has nacido de nuevo. En Jesucristo, tienes un pacto de protección divina con Dios. Sin embargo, no es algo automático. Cualquier pacto tiene dos lados, así que, tú también tienes que cumplir con una parte.
Nuestro lugar secreto
La Palabra de Dios nos revela nuestra parte y Su parte. El Salmo 91:1-2 comienza con nuestra parte: «El que habita al abrigo del Altísimo y se acoge a la sombra del Omnipotente, dice al Señor: «Tú eres mi esperanza, mi Dios, ¡el castillo en el que pongo mi confianza!».
Los versículos 3-4 revelan la parte de Dios: «El Señor te librará… El Señor te cubrirá…».
Dios te protegerá cuando haces a Jesús el Señor de tu vida; síguelo, camina en la luz que tienes, y tómalo a Él como tu refugio. Recibes al Señor como tu refugio, de la misma marea que recibes a Jesús como salvador, liberando tu fe en Él para protegerte al declararlo. Declara palabras de acuerdo con la Palabra de Dios. Si habitas bajo la sombra del Omnipotente y declaras palabras de fe, esto le da lugar a Él en tu vida. Te posiciona para Su protección.
Es cierto que nadie sabe lo que sucederá después en este mundo. Sin embargo, los creyentes no deben tener temor. En Jesucristo, podemos habitar «en el lugar secreto del Dios altísimo… Cuyo poder ningún enemigo puede soportar» (Salmo 91:1, Biblia Amplificada). Debemos entrar y permanecer en ese lugar a través de la fe.
No podemos esperar que Dios mueva el cielo y la Tierra para protegernos si estamos llenos de temor. Si estamos llenos de temor, no estamos llenos de fe—y nos salimos de nuestro lugar de refugio. De acuerdo con la Biblia, aquello que tememos nos sucederá (Job 3:25).
Una y otra vez la Biblia nos manda a “¡No temer!”. El temor es lo opuesto a la fe. El temor le abre la puerta al diablo. Sin embargo, la fe le cierra la puerta al enemigo y a todo lo malo que está bajo la maldición. La maldad y el peligro están en la Tierra, pero no tienen por qué afectarnos. Los creyentes tienen un lugar seguro en Dios, sin embargo, debemos apoderarnos de ese lugar, y creer por él.
Si estás viviendo en temor, ¡libérate! Rehúsate a dejar que el temor domine tus pensamientos, tu corazón o tu boca. Reprende el temor en el Nombre de Jesús. Lee y medita continuamente en las escrituras que prometen la protección de Dios hasta que no haya temor. Dios te ha dado el poder de vencer el temor por medio de Su Palabra.
Persigue la Palabra, no al mundo
Mantén una dieta estable en las promesas de protección de Dios. Josué dice que pienses acerca de la Palabra de Dios de día y de noche. Esa es la manera en que renuevas tu mente (Romanos 12:2). Las promesas de Dios se harán más reales para ti, y podrás mantenerte en fe sobre las promesas de Dios para la protección de tu vida. Podrás declarar la Palabra de Dios con valentía y el temor no tendrá ningún lugar—tendrás absoluta confianza en el hecho de que Dios está cuidando de ti.
Eso es importante, porque la misión del diablo es robar, matar y destruir (Juan 10:10). Todos los días, él trabaja con ahínco para encontrar un lugar de entrada en nuestra vida. Todos los días, nosotros tenemos que trabajar para mantenerlo fuera. La palabra bíblica para esta acción es RESISTIR. «Por lo tanto, sométanse a Dios; opongan resistencia al diablo, y él huirá de ustedes» (Santiago 4:7).
Nuestra protección también depende de nuestras decisiones. Los creyentes deben decidir no pensar o actuar como locos, mezclados con el mundo.
No puedes decir: “Yo no sabía lo que la Palabra decía al respecto, así que no soy responsable”. Eso no es cierto. Eres responsable de descubrir lo que la Biblia dice acerca de ti, tu futuro y lo que debes hacer.
Depende de cada uno de nosotros pasar tiempo en la Palabra todos los días. Si piensas que estás muy ocupado, entonces probablemente lo estás. Considera mirar menos televisión. Levántate más temprano o acuéstate más tarde. Haz lo que sea necesario para mantener tu fe bien fortalecida. Estas son épocas peligrosas. Sin embargo, no lo son para ti ni para mí si vivimos cada día con la Palabra de Dios, y escogemos habitar en ese lugar.
Únete a Dios
Hay algo más que debes saber: no puedes creerle a Dios por protección y después ignorar lo que Él te dice acerca de otras cosas en tu vida. Si no le obedeces, no habitas en Él. Cuando habitas, te mantienes en la Palabra de Dios, te mantienes obedeciendo, y mantienes tus palabras en línea con las palabras de Dios. Obedecer es habitar—morar bajo la sombra del Dios todo poderoso. Eso es lo que te mantiene seguro.
Así es como podrás escuchar al Señor en una situación peligrosa. Si estás acostumbrado a escucharlo y a obedecerlo, podrás escuchar claramente Su dirección. Pero si no tienes la costumbre de escuchar, probablemente no lo escucharás, y aun si lo haces—probablemente no harás lo que te diga.
La verdad es que, si no escuchas a Dios en las cosas pequeñas, tampoco lo escucharás en las grandes. Así que escucha y corrige lo necesario con rapidez. Si tienes una sensación molesta, un sentimiento de incomodidad en tu espíritu avisándote que algo no está bien, síguelo. Escuchar a Dios y seguirlo es parte de tu protección.
Escuchar a Dios en la Palabra escrita y obedecerla es una parte importantísima de la protección.
La Palabra siempre nos corregirá. No conozco a nadie tan perfecto que no sea corregido cuando invierte tiempo en la Palabra. Entonces, cuando leemos la Palabra, debemos hacer la decisión de obedecer lo que leemos. Por ejemplo: Cuando leemos 1 Corintios 13 y recordamos que debemos caminar en amor, ¡debemos hacer el esfuerzo de hacerlo!
Cultivar un estilo de vida que escucha y obedece a Dios es una parte muy importante de nuestra protección.
Dios siempre está tratando de hacer que la gente se acerque a ese lugar de protección. En la Biblia leemos desde siempre Su intención de bendecir y proteger a Su pueblo. Él instruyó a los hijos de Israel a vivir de tal manera, para que pudiera hacerlo. Sin embargo, frecuentemente, ellos escogieron ir en la dirección opuesta.
Escuchamos Su corazón en escrituras como Mateo 23:37 (NTV): «¡Oh Jerusalén, Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas y apedrea a los mensajeros de Dios! Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina protege a sus pollitos debajo de sus alas, pero no me dejaste».
Ese es Dios diciendo: “Quería hacerte bien y protegerte, sin embargo, no me dejaste”. Vemos el resultado de su desobediencia en el versículo 38: «Y ahora, mira, tu casa está abandonada y desolada» (NTV).
En Deuteronomio 28, Dios explicó con claridad lo que trae la bendición. Él también fue explícito acerca de lo que le sucede a aquellos que no hacen lo que Él dice. La Biblia nos comparte lo que sucedió cuando los hijos de Israel no cumplieron Su Palabra. Cuando no lo siguieron, se salieron de Su protección—de debajo de Sus alas—y se expusieron a la maldición.
En nuestros días sucede lo mismo: los desobedientes y los ignorantes no están bajo la protección de Dios. Sin embargo, cuando te unes a Dios—cuando habitas en Él—estás en el lugar más seguro de la Tierra.
Métete en las cosas de Dios y permanece allí. No dejes que nada, ninguna situación, ni ninguna condición te saque de ese lugar. Aférrate a Él, únete a Él, «porque Él es tu vida y la prolongación de tus días». Deuteronomio 30 dice:
«Llamo hoy por testigos contra ustedes a los cielos y a la tierra, de que he puesto delante de ustedes la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tus descendientes, amando al SEÑOR tu Dios, escuchando su voz y siéndole fiel. Porque él es tu vida y la prolongación de tus días, para que habites en la tierra que el SEÑOR juró que había de dar a tus padres…» (versículos 19-20, RVA-2015).
¿Quién decide cómo vivimos? Nosotros. Nosotros hacemos esa elección cuando decidimos que obedeceremos al Señor.
Si las cosas no están saliendo bien en tu vida, no es culpa de Dios. Podría ser algo que no sabes. Y eso se llama ignorancia. La respuesta para esa condición es descubrir la voluntad de Dios en Su Palabra y obedecerla.
O quizás sabes lo que deberías hacer, y no lo estás haciendo. Eso sucedió con los hijos de Israel y el resultado nunca fue bueno. Ellos sabían qué hacer, pero decidieron no obedecer a Dios. Eso se llama desobediencia.
De cualquier manera, debes escoger. ¿Vivirás de acuerdo con la voluntad de Dios y harás lo que Él dice? ¿O vivirás como el mundo?
Tu protección depende de tu elección.
Así que abre tu corazón y di: “Señor, si estoy equivocándome en algún lugar, por favor corrígeme. Enséñame, muéstrame lo que necesito saber”. Es probable que no disfrutes descubrir aquello en lo que te has estado equivocando; sin embargo, disfrutarás los resultados. Estoy muy agradecida por cada ocasión en la que Dios me ha corregido.
Dios siempre está tratando de protegernos. Él está tratando de ayudarnos a permanecer en el lugar seguro, para que podamos hacer la obra antes de que Jesús regrese.
Así que levántate firme en tu pacto de protección. Sé rápido para escuchar y presto a arrepentirte. Tu obediencia te mantendrá en el lugar secreto mencionado en el Salmo 91… ¡seguro bajo las alas de Dios!