Vuelan por el aire con la mayor facilidad…
¿Alguna vez has visto un trapecista de alto vuelo? Me sorprende cómo pueden volar en el aire a gran altitud, ¡y luego simplemente dejarse ir!
Por supuesto, a un trapecista le lleva mucho tiempo poder hacerlo con confianza. Cuando comienzan a aprender su oficio, comienzan mucho más cerca del suelo. Están entrenados para balancearse un poco en una barra, luego soltarse y caer en una red.
Una y otra vez repiten ese ejercicio: balancearse, soltarse, caer. A medida que se sienten cómodos con la red, suben un poco más y repiten el ejercicio.
El punto no es simplemente aprender a caer correctamente, sino aprender a no tener miedo a la caída. Se trata de saber que pueden volar con confianza porque no importa lo que suceda, no importa cuán alto lleguen, estarán bien. La red siempre los atrapará.
Sumergidos pero no hundidos
Una de las tácticas del enemigo es hacernos temer a la caída para que nunca intentemos elevarnos.
Pedro sabía de caerse. Por ejemplo, en Mateo 14, los discípulos estaban cruzando el mar a altas horas de la noche y había una tormenta. De repente vieron a Jesús acercándose a ellos, ¡caminando sobre las aguas turbulentas!
«Pedro le dijo: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya hacia ti sobre las aguas.» (versículo 28). ¡Un clásico de Pedro! Si Jesús lo estaba haciendo, Pedro también quería hacerlo. Él vio lo sobrenatural y pensó: ¡Estoy hecho para esto!
El relato continúa: Y él le dijo: «Ven.» Entonces Pedro salió de la barca y comenzó a caminar sobre las aguas en dirección a Jesús. Pero al sentir la fuerza del viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: «¡Señor, sálvame!» Al momento, Jesús extendió la mano y, mientras lo sostenía, le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» (versículos 29-31). Me sorprende que Pedro se haya distraído con el viento y las olas. Realmente, la condición del mar era irrelevante. Era agua. ¡Estaba caminando sobre el agua! Pero las cosas irrelevantes lo distrajeron.
¿Cuántas veces nos distraemos con cosas irrelevantes? ¿Cuántas veces dejamos que lo que realmente no importa nos distraiga de lo que Dios nos ha dicho que hagamos?
Nos llaman la atención muchas cosas irrelevantes: las opiniones de los demás, las fallas pasadas, lo que la gente piensa, cómo se ve nuestro cabello. Pero a veces hay que ignorar las cosas irrelevantes. Para lograrlo, debes controlar no solo lo que pasa por tu mente, sino también aquello que estás haciendo que tu mente entretenga tales pensamientos. Si tu alimento son las noticias, o lo que la gente dice sobre ti, ¡tus pensamientos serán tóxicos!
Pedro estaba volando alto, pero luego, se distrajo y se cayó. ¡Duro!
Sin embargo, Pedro no había terminado. No estaba acabado. Sus acciones no lo descalificaron para seguir caminando con Jesús y continuar siendo efectivo. Había provisión para él. Aunque se sumergió, no estaba hundido. Como buen trapecista, tenía una red.
Una revelación de corta duración
Otra vez que Pedro cayó fue justo después de que tuviera la mayor revelación de su vida.
Mateo 16:13-15 dice: «Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» Ellos dijeron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, que es Elías; y otros, que es Jeremías o alguno de los profetas.» Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?»»
Esta es una pregunta reveladora porque Jesús es para nosotros quien decimos que es para nosotros. Para aquellos que dicen que es un buen maestro de historia, eso es todo lo que será para ellos. Para aquellos que dicen que Él es un maravilloso líder de fe religiosa, eso es todo lo que Él será para ellos. Pero para aquellos que declaran que Él es su Señor y Salvador, su Sanador, Quien los bautiza, su Restaurador o Proveedor, eso es lo que Él será para ellos. Él es para nosotros Quien declaramos que es.
Pedro tenía la respuesta correcta. Él declaró: «¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!» (versículo 16). ¡Allí estaba! Nunca antes se había nombrado de esa manera.
En el versículo 17, Jesús respondió diciendo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos!
¡Pedro tenía que estar volando alto! ¡Había recibido palabra revelada y Jesús lo reconoció frente a todos!
Unos versículos más tarde, en el versículo 21, Mateo escribe: «Desde entonces Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y morir, y resucitar al tercer día.» Cuando Pedro escuchó esto, no podía creerlo. ¿El que declaró que era Cristo, el Hijo del Dios viviente, iba a ser asesinado?
La Biblia dice que: «Pedro lo tomó aparte y comenzó a reprenderlo diciendo: —Señor, ten compasión de ti mismo. ¡Jamás te suceda esto! Entonces él volviéndose, le dijo a Pedro: —¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.» (versículos 22-23, RVA-2015).
Pedro pudo haber estado volando alto con revelación, pero cayó muy rápidamente.
Estoy seguro de que las palabras de Jesús lo lastimaron. Incluso una reprimenda amorosa es difícil. Sin embargo, no estaba fuera del club de discipulado. No fue excomulgado. Cayó… directamente en la red de la gracia de Dios.
Negación rotunda
La tercera vez que cayó Pedro fue justo después de que Jesús había sido arrestado. Las cosas estaban mal y Jesús estaba en la corte. Las cosas que les dijo a Sus discípulos que sucederían estaban manifestándose.
Lucas 22:54-55 dice: «Aquellos arrestaron a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. En medio del patio encendieron una fogata, y se sentaron alrededor de ella. También Pedro se sentó entre ellos.»
Pedro debió haber seguido a Jesús lo más cerca posible pero, en cambio, se distanció. No solo eso; estaba mezclado entre la multitud equivocada. Pedro sabía que pertenecía a Jesús, pero ahora se estaba calentando al fuego con las personas equivocadas. No fue llamado a mezclarse, sino a destacarse.
Entonces: «una criada que lo vio sentado frente al fuego, se fijó en él y dijo: «Éste también estaba con él.» Pedro lo negó, y dijo: «Mujer, yo no lo conozco.» (versículos 56-57).
Pedro no era así. Comenzó a recorrer un camino y terminó en un lugar en el que nunca se hubiera imaginado. Él negó al Señor. ¡Y esta fue la primera de tres veces! La tercera vez el gallo cantó, y Pedro se dio cuenta de que Jesús había escuchado cada negación. Pedro estaba tan avergonzado, se sentía tan culpable y desconsolado, que se escapó y lloró amargamente.
Lo que le pasó a Pedro le sucede a cualquiera de nosotros cuando cruzamos una línea como esa. La vergüenza, la culpa, la desilusión. Los mismos demonios que llevaron a Pedro a pararse en ese lugar de concesiones ahora trabajaban para socavarlo con condenación para retenerlo.
Pedro salió corriendo, tal cual Judas había corrido después de traicionar a Jesús. Sin embargo, con Pedro fue diferente. Cuando Judas corrió, se refugió en un lugar aislado. A solas, sin saber cómo lidiar con la vergüenza y la culpa de lo que había hecho, se destruyó a sí mismo. El ladrón había venido a robar, matar y destruir… y había funcionado.
El mismo ladrón vino después a buscar a Pedro. Al igual que Judas, Pedro podría haberse destruido en ese momento. Sin embargo, hubo una gran diferencia entre la forma en que Pedro y Judas reaccionaron ante su caída. La diferencia fue hacia donde corrió Pedro.
La próxima vez que vemos a Pedro, él está en la casa con todos los discípulos. Volvió corriendo a su familia, a quienes lo apoyaban. Estoy seguro de que allí estaba incómodo. Puede haber sentido que ya no pertenecía. Ciertamente ya no sentía que todavía era uno de los discípulos de confianza de Jesús.
Y debido a que Pedro estaba allí, de regreso con la familia de Dios, se encontraba en el lugar correcto en el momento correcto. Estuvo allí el día de la resurrección.
Cuando Pedro se enteró de que Jesús había resucitado de entre los muertos, corrió hacia la tumba como el viento (Lucas 24:12). Fue en ese momento que se dio cuenta que todavía estaba en la red. Se había caído, pero la red de la gracia lo había atrapado nuevamente.
Haz tu declaración
Si te has caído, bienvenido al club.
Tal vez te has caído de tu fe, de tu confianza en Dios, de tu matrimonio, con tus hijos, con otras personas en el Reino. Quizás te has distraído con tus propios miedos o tu propio pasado. Tal vez sean las condiciones o deficiencias actuales, o tal vez acabas de regresar a cosas de tu antigua vida que no parecieran irse. Cualquiera sea el caso, estoy aquí para declararte que todavía estás en la red.
Es hora de levantarse y declarar como Miqueas 7:8: «Tú, enemiga mía, no te alegres de mí. Aunque he caído, habré de levantarme; aunque ahora viva yo en tinieblas, el Señor es mi luz.»
Has caído, pero ten la seguridad de que has sido atrapado en la red de la gracia de Dios. Siempre hay restauración, sin importar la caída.
Estás en un lugar seguro. Es hora de volar con confianza.
¡Es hora de no tenerle miedo a la caída! V
Dennis Burke y su esposa, Vikki, son cofundadores de los Ministerios Dennis Burke en Arlington, Texas. Para obtener información o materiales del ministerio, visita dennisburkeministries.org.