Un conjunto de nubes perezosas flotaban en los cielos bañados de sol. Ted Winsley tomó su lugar en el campo de fútbol. La banda del colegio entonaba la canción de batalla, pero Ted no se dio cuenta. Enfocado en los miembros del equipo contrario, observaba las toallas que colgaban de sus pantalones. Cada una llevaba su número.
Él sabía lo que eso significaba. Habiendo sido identificado como el mejor jugador de su equipo, los oponentes de Ted lo habían convertido en su objetivo. El mensaje era claro.
Te vamos a mandar al suelo.
La intención era intimidarlo, pero Ted sonrió.
Tendrán que atraparme primero.
Ted Winsley era rápido. Más rápido que cualquiera en su equipo. Más rápido que cualquier otro jugador de fútbol en su ciudad natal. De hecho era tan rápido, que los entrenadores y exploradores ya lo estaban estudiando, y solo cursaba el segundo año de secundaria. Un estudiante de segundo año con el sueño de jugar en la NFL de los EE. UU.
¿Quién sabe? Quizás algún día iría al Super Bowl.
Ted era el menor de cinco hijos, y estaba acostumbrado a luchar contra posibilidades imposibles. Mientras que sus hermanos mayores habían sobresalido académicamente, él había fallado en las clases de nivel inferior. Pero su mamá, una maestra, había discutido su caso con los funcionarios del colegio.
“No les di permiso para ponerlo en clases de nivel inferior”, les dijo.
“Bueno, señora, ahí es donde debe estar.”
“Pruébenlo.”
“¡Está fallando en las clases de nivel inferior!”
“¡Pruébenlo!”
Ted obtuvo un puntaje de IQ un punto por debajo de un genio certificado. Lo sacaron del nivel inferior y lo pusieron en clases para niños superdotados. Todavía no sobresalía. No porque no fuera lo suficientemente inteligente. El problema era que se identificaba como un tonto.
Tampoco podía quedarse quieto. Con la esperanza de perder parte de su energía, se inscribió en fútbol americano. Eso lo cambió todo. Él era el rey del campo. ¿Y qué si sus hermanos obtuvieron títulos en ingeniería? Ninguno de ellos tenía su don atlético. Había encontrado su identidad.
Ese día el colegio de Ted jugaba contra un equipo de Smyrna, estado de Delaware. Estaban en la segunda mitad, y arriba en el marcador por un par de puntos. El equipo hizo un barrido a la izquierda. Jugando en la posición de halfback (medio campista), Ted agarró la pelota y corrió.
Llegó al final y vio la luz. Lo único que se interponía entre él y un touchdown era un esquinero no mucho más grande que su contextura. Bajando la cabeza, Ted decidió correr a través de él. Lo que no esperaba era que el esquinero bajara la cabeza y cargara.
Los dos chocaron cabeza a cabeza. El crujido resonó en las gradas. Ted salió del golpe y siguió corriendo. Excepto que se sentía como si hubiera perdido las piernas. Mientras corría, fue interceptado nuevamente. La fuerza del impacto lo sacó fuera de los límites del campo y contra una cerca y la barra que la sostenía. Otro golpe lo puso de espaldas. Se sentía como si todo el equipo contrario hubiera aterrizado sobre él.
¡Ted estaba herido!
Le dolía la cabeza. Le dolía la espalda. Aun así, quería volver al juego.
“Elmer, estoy bien”, le dijo Ted a su entrenador. “¡Quiero entrar y seguir jugando!”
Ignorando la súplica de Ted, el entrenador se volvió y habló con alguien.
“Llama a una ambulancia.”
“¡Elmer! ¡No necesito una ambulancia! ¿Por qué no me vuelves a poner en el juego?”
“Porque mi nombre no es Elmer.”
Las cosas no son lo que parecen
“En la sala de emergencias, el médico me preguntó los nombres de mis padres”, recuerda Ted. “Sabía que tenía padres, pero por más que lo intentaba, no podía recordar sus nombres. Tenía una conmoción cerebral de gravedad.”
Adicionalmente, Ted también tenía la columna vertebral rota y una grieta en una de sus vértebras.
“Eso fue en 1984, y mi carrera futbolística había terminado”, recuerda Ted. “Peor que perder el fútbol americano fue la sensación de que me había perdido a mí mismo. Mi identidad estaba tan ligada al fútbol que no tenía idea de quién era sin él.”
“Fui criado en la iglesia y creía en Dios, pero nunca había nacido de nuevo. Cuando tenía 17 años, escuché la voz de Dios por primera vez. Me habló de mi verdadera identidad. Me había llamado para ser pastor.”
“Fui a la universidad con una beca académica, decidido a demostrarle a Dios que no era materia prima de pastor. Durante los siguientes años, tomé las peores decisiones. Nunca fumé, bebí o consumí drogas. Pero hice del engaño un arte. También fui mujeriego. Tenía un gran agujero en mi corazón que pensaba que el amor llenaría. Por supuesto, me dejó sintiéndome más necesitado.”
“Estaba saliendo con una mujer que era bisexual. Estábamos hablando por teléfono planeando un tiempo para estar juntos cuando Dios me habló. Esta fue la segunda vez que lo escuché. Me dijo: Estás a punto de ir a un lugar del que no regresarás.”
“Me disculpé con la joven y le dije que nunca volvería a saber de mí. Unos años más tarde, ella murió de SIDA.”
“Recién llegado a la universidad, vi a una joven vestida de cuero y maldiciendo como un marinero. Años después la volví a ver. Se llamaba Dawn y había cambiado. Ella me invitó a un estudio bíblico y me llevó al Señor. Durante todos esos años huyendo de Dios, nunca había sentido la convicción del pecado. Una vez que nací de nuevo, estaba tan convencido que lloré por lo que había hecho.”
Aceptando el llamado
La tía de Ted, Gloria Cherry, pastoreaba una iglesia pentecostal a la que asistieron él y Dawn. “Estoy listo para reconocer el llamado de Dios en mi vida”, le dijo.
“La próxima semana predicarás un sermón de prueba”, respondió ella.
Nacido de nuevo solo por dos semanas, Ted no sabía cómo predicar. Entonces le pidió a Dios un mensaje, y Dios le dio uno: “Envíame, e iré.” Como parte de su mensaje, Ted dio su testimonio. Durante el llamado al altar, 35 personas entregaron sus corazones a Jesús.
Ted y Dawn se casaron y permanecieron en esa iglesia durante tres años hasta que su trabajo lo promovió y se mudaron a Nueva Jersey. El tío de Dawn, que vivía en Nueva Jersey y había sido adicto a las drogas durante años antes de ser libre de las mismas los instó a asistir a su iglesia, Living Faith Christian Center. Allí descubrieron que el pastor, Lamont McLean, era colaborador de los Ministerios Kenneth Copeland.
Ted había escuchado el mensaje de fe predicado, pero dice que nunca le habían enseñado la fe como la aprendió en la Iglesia Cristiana Living Faith, y al escuchar al hermano Copeland cuando venía a la iglesia o predicaba en reuniones en el área.
“La primera vez que tuve una conversación con el pastor McLean, él dijo: ‘Debes saber que veo el llamado de Dios en tu vida. Te voy a enseñar todo lo que sé. Lo que Dios ha puesto en mí, lo voy a poner en ti.’”
A partir de ese momento, Ted tomó notas y estudió cada sermón que el pastor Lamont predicó. Mientras tanto, a nivel personal se convirtió en gerente nacional de ventas de FUBU (For Us, By Us; Por Nosotros, Para Nosotros), una compañía estadounidense de indumentaria hip-hop cuyos dueños eran de raza afroamericana. El trabajo tenía un salario de seis cifras.
Aprendiendo a vivir por fe
“También estudié a Kenneth Copeland”, recuerda Ted. “Su ministerio, su enseñanza y su fe. Nunca había entendido la fe porque no la vivía. Viví con talento y dones. Pero cuando el pastor Lamont me pidió que renunciara a mi salario de seis cifras y que fuera parte del personal por $40.000 al año, me di cuenta de que tenía que aprender a vivir por fe. También tuve que humillarme para dejar la América corporativa y servir a mi pastor mientras él servía al pueblo de Dios.”
“Para ese entonces, tenía una esposa y dos hijos. Dawn era maestra de colegio, así que juntos no ganábamos mucho dinero. El pastor Lamont era el capellán del equipo Philadelphia Eagles, y yo era su asistente. Consiguió entradas para los juegos y me llevó con él. Un día me dijo: ‘Oye, ¿podrías traerme un bistec con queso, papas fritas y un refresco?’”
“Sí señor”, respondió Ted.
Pero no tenía dinero.
“Dios, este es tu hombre al que estoy sirviendo. Me pidió que le trajera algo de comer. Así que, padre, necesito que me proporciones para poder servirle a tu hijo.”
Mientras caminaba hacia el puesto de comida, Ted miró hacia abajo y vio un billete de $20 dólares pegado a un chicle en la acera. Contuvo las lágrimas mientras compraba la comida.
Pasos de bebé
“Estaba dando pequeños pasos aprendiendo de la fe”, dice Ted.
“Una de las cosas más difíciles de abandonar el mundo empresarial fue la pérdida del auto de mi compañía. Mi hermana me había regalado su viejo BMW. Lo cuidé y lo traté como a un ídolo. Entonces escuché al Señor decirme que regalara el auto. Ese auto no tenía deudas. Lo había pintado y cuidado. Regalarlo fue una de las cosas más difíciles que he hecho.”
“Mi esposa pensó que estaba loco. Ahora teníamos que compartir un auto. El Señor me dijo que fuera a un concesionario de automóviles y escogiera el automóvil que quería y lo comprara. Ni siquiera tenía dinero para el pago inicial. Compré el auto por $ 25.000 y me fui con una cuota de $580, dinero que tampoco tenía.”
Mientras tanto, el pastor Lamont le cedió el lugar a Ted como capellán del equipo Philadelphia Eagles.
“Se acercó y me dijo que no se suponía que él fuera capellán de las Águilas, que yo lo era”, recuerda Ted. “Dos semanas después de comprar el auto, enseñé con todo mi corazón en el estudio bíblico del equipo. Había un nuevo jugador llegado del equipo The Patriots [de Nueva Inglaterra]. Luego se me acercó y me dijo: ‘Nunca escuché a nadie ministrar la Palabra como tú lo hiciste. Eso bendijo mi vida hoy.’”
“Sacó un cheque doblado a la mitad, lo guardó en mi bolsillo, y me dijo: El Señor me dijo que te diera esto.’”
“Me fui esperando que fueran $580 dólares. Cuando desplegué el cheque, ¡vi que era por $25.000 dólares! Escuché al Señor decirme: Disfruta tu auto de la compañía. Sólo lloré.”
Aprender a vivir por fe no solo había sido un ejercicio para Ted y Dawn. También había sido para poder enseñarle al equipo fe. Ted nunca había pensado que volvería a involucrarse con el fútbol americano. Ahora que estaba de regreso, su objetivo era tocar los corazones de los jugadores y permitir que Dios cambiara sus vidas.
El poder de la influencia
Con solo un breve lapso para influir al equipo, lo más importante que Ted quería enseñarles a los jugadores era que dejaran de permitir que el fútbol fuera su identidad. Les enseñó que su identidad debería estar en Cristo.
“El fútbol no es su propósito”, insistió. “Es su plataforma.”
En junio del 2016, el Señor empujó a Ted fuera del nido. Los pequeños pasos que él y Dawn habían dado para aprender a caminar por fe se habían convertido en pasos gigantes, a medida que la pareja se convirtió en pastores de The Family Church en Voorhees, una instalación de más de 11.000 m2 situada en casi 5 hectáreas de Nueva Jersey.
Ted también atraviesa su decimonoveno año como capellán voluntario con las Philadelphia Eagles.
“No siempre ha sido fácil”, admite Ted. “A veces me he desanimado, pero el Señor nunca me ha relegado de esa misión. Algunos capellanes están en el personal, pero lo hago de manera voluntaria con un trabajo diario. Me gusta ofrecer mi tiempo como voluntario porque los jugadores no tienen que dudar de mi lealtad hacia ellos. Doy clases de estudio bíblico y parejas, y hago tutorías individuales. Dentro o fuera de la iglesia, mi objetivo es ser una influencia.”
“Los jugadores de la NFL son criaturas de hábitos, por eso los propietarios prefieren que viaje con ellos. Si están acostumbrados a estudiar la Biblia en un día determinado, lo entienden. Si uno de ellos está acostumbrado a reunirse conmigo a las 5:30 a.m., estoy allí.”
Avivamiento en el equipo
Una cosa que Ted dice que descubrió mientras trabajaba con los jugadores es que la vida del equipo a menudo está ligada al jugador que es el líder espiritual. En el 2016, el mariscal de campo Nick Foles hizo las veces de ese líder.
“Era un mariscal de campo sobresaliente, y también fuerte espiritualmente”, dice Ted. “Las cosas empezaron ese año y estalló el avivamiento entre muchos miembros del equipo. Estaban completamente locos por Dios.”
“Nick y varios de los otros jugadores me pidieron que los bautizara. Les expliqué que programaría un tiempo en la iglesia, pero no querían esperar. Querían ser bautizados en la bañera fría. Bauticé a cinco jugadores ese año.”
“El equipo jugó tan bien en la temporada 2017 que todos pensaron que nos dirigíamos al campeonato, y tal vez incluso al Super Bowl. Luego, varios de nuestros jugadores de primera línea, que estaban en nuestro estudio bíblico, sufrieron lesiones que terminaron la temporada. Nuestro pateador titular estaba fuera, nuestro capitán de equipos especiales y el remplazo de línea resultaron heridos. Uno tras otro, cinco jugadores iniciales resultaron lesionados, y quedaron fuera de la temporada. Nick Foles había sido cambiado a otro equipo. Nuestro mariscal de campo titular, Carson Wentz, estaba en camino de ser nombrado MVP (jugador más valioso). Luego, en un juego contra los Rams de Los Ángeles, se rompió sus ligamentos cruzados. Quedó fuera. Todos estaban muy negativos. Pensaban que sin Wentz no tendríamos una oportunidad. ¡Pero los jugadores en nuestro estudio bíblico sabían que Dios estaba haciendo algo grande!”
“Me emocioné, sabiendo que si ganábamos ahora, Dios obtendría la gloria. Nick Foles había regresado al equipo para ser nuestro mariscal de campo titular.”
“Estuve en Minneapolis el 4 de febrero de 2018, cuando las Águilas jugaron contra The Patriots en el Super Bowl. Eran nuestro gigante, habiendo ganado cinco Super Bowls. Nosotros éramos los don nadie que nunca habían ganado ni uno.”
Ese año, los Eagles ganaron su primer Super Bowl.
Cuando el equipo recibió sus codiciados anillos de trofeo, Ted fue incluido.
“Me entregaron un anillo de Super Bowl con mi nombre grabado en el costado”, comenta Ted. “Los diamantes brillaban en la luz mientras lo contemplaba. Normalmente, solo los capellanes del personal tienen anillos de Super Bowl. Los jugadores habían exigido que obtuviera uno.”
“Nunca imaginé que Dios haría realidad el sueño de mi infancia. Estaba muy por encima de todo lo que podía pedir o pensar. Recordando, puedo seguir las bendiciones en mi vida para aprender a vivir por fe. KCM ha sido un cambio de juego para mí. Estoy agradecido de decir que esas enseñanzas han cambiado las reglas del juego para muchos jugadores de la NFL.”
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