“Que cada ciudadano recuerde en el momento de ofrecer su voto que está… ejecutando uno de los fideicomisos más solemnes de la sociedad humana por el cual es responsable ante Dios y su país.” —Samuel Adams
Era el plan y la intención de nuestros Padres Fundadores que las personas piadosas, y por lo tanto los principios piadosos, se involucraran íntimamente en los ámbitos político, judicial y educativos. Los fundadores creían que solo los piadosos entenderían las libertades inalienables provistas por Dios y así las protegerían en nuestro gobierno. Nunca pretendieron que los principios cristianos se divorciaran de los asuntos públicos.
Desafortunadamente, a lo largo de los años, los cristianos se han retirado en masa y de manera voluntaria de los ámbitos político, social y legales. Cada vez que los piadosos se alejan de cualquier arena, sus valores piadosos se van con ellos. La persona que está a cargo siempre legisla conforme sus creencias y convicciones personales, y aquí se evidencia la sabiduría de Proverbios 29:2: «Cuando los justos gobiernan, el pueblo se alegra. Pero cuando los perversos están en el poder, el pueblo gime.» (Nueva Traducción Viviente).
Los cristianos, a través de malas doctrinas, la inactividad política y la apatía, entregaron las riendas de la nación a distintos líderes que, en su lugar, nombraron de por vida a jueces ansiosos por desarraigar los valores cristianos que habían sido el corazón mismo de esta nación durante siglos. Francamente, las decisiones hostiles hacia la religión por parte de la corte fueron simplemente consecuencia directa de lo que la comunidad cristiana en general había permitido y alentado en las décadas previas a esas decisiones.
Una descripción bíblica de cómo se dio en la práctica este proceso es dada por Jesús en Mateo 13:24-26. En esa parábola, las buenas personas tenían un buen campo donde cultivar buena semilla. Sin embargo, un enemigo entró y plantó malezas entre los cultivos, contaminando así todo el campo. ¿Qué le brindó al enemigo tal oportunidad? La dura respuesta se encuentra en el versículo 25: «mientras dormían los trabajadores, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.»
Jesús nunca culpó al enemigo por hacer lo que hizo, porque su tarea y propósito era precisamente destruir. Jesús culpó a los hombres buenos (los trabajadores) que se fueron a dormir, permitiendo así que el enemigo tuviera la oportunidad de contaminar la cosecha. Sin rodeos, lo que ocurrió en los Estados Unidos sucedió primero porque la Iglesia se fue a dormir y segundo porque el enemigo entró y causó el daño.
Las cosas importantes en primer lugar
Los problemas que hemos creado, aunque colosales, tienen solución. Lo primero que debemos hacer es priorizar las cosas conforme su importancia: «Ante todo, exhorto a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los que ocupan altos puestos, para que vivamos con tranquilidad y reposo, y en toda piedad y honestidad.» (1 Timoteo 2:1-2).
Este no es un plan arbitrario ni casual de parte de Dios. Dios quiere que cada individuo ore por los líderes cívicos primero, porque los líderes cívicos y sus políticas afectan a cada individuo. Por nuestro propio beneficio, deberíamos orar regularmente por nuestros líderes a nivel local, estatal y federal en cada rama del gobierno. La oración es la primera clave para lograr un cambio significativo, ya que las situaciones no cambian en la tierra hasta que no hayan sido cambiadas en los lugares celestiales.
Además, debemos orar para que Dios saque a los injustos de sus cargos y motive a individuos justos para que los reemplacen. “Una onza de prevención vale una libra de cura”, y tener a las personas adecuadas en los distintos cargos evitará la promulgación de políticas perjudiciales.
Los cristianos son una mayoría
El reino político, anteriormente dominado por cristianos, todavía está a nuestro alcance. La eliminación de las actividades religiosas y el reconocimiento de Dios de los asuntos públicos ocurrieron a través del sistema político; por lo tanto, el mismo también puede restaurar esos principios. Si bien pueda que parezca más fácil vaciar el océano con un pocillo que cambiar la política, no es tan difícil como parece. Probablemente has escuchado, o tal vez incluso hayas hecho declaraciones como: “Total, mi voto no hará ninguna diferencia.” “No nos sirve de nada votar. Como cristianos, ya somos la minoría”.
¿Te suena familiar?
El hecho es que tales declaraciones no son ciertas.
Hace varios años, una encuesta de Gallup demostró que el 84% de esta nación cree firmemente en Jesucristo y una encuesta separada indica que el 94% cree en Dios.
Las encuestas también han demostrado que:
- Más del 80% aprueba la oración voluntaria en los colegios públicos.
- El 81% de la nación se opone al comportamiento homosexual.
- 89% de los encuestados se oponen al uso del aborto como método anticonceptivo.
Se podrían citar hallazgos adicionales, pero la conclusión es ineludible: aunque se nos ha hecho creer que nosotros, el 94% que cree en Dios, somos la minoría, ¡definitivamente no lo somos!
Imagina un voto hipotético en el Senado de los EE. UU. donde el recuento final fuera de 94 a 6. Sería insostenible que los 6 fueran declarados ganadores y que su política fuera promulgada sobre los votos de los 94, pero esto es exactamente lo que sucedió cuando el reconocimiento público de Dios fue prohibido. ¿Puede tal acto ser realmente apropiado, ya sea en una república (a la que prometemos nuestra lealtad) o en una democracia (que a menudo afirmamos ser)? ¡Ciertamente no! Sin embargo, desafortunadamente, esta parodia ocurre de manera regular en la actualidad.
Si bien las encuestas muestran que la abrumadora mayoría parece dispuesta a devolver preceptos piadosos a los asuntos públicos, está claro que un gran número de nuestros funcionarios electos no lo están. ¿De quién es la culpa?
Observa la respuesta del presidente James Garfield a esa pregunta: “Ahora, más que nunca, las personas son responsables del carácter de su Congreso. Si ese órgano es ignorante, imprudente y corrupto, es porque la gente tolera la ignorancia, la imprudencia y la corrupción. Si es inteligente, valiente y puro, es porque la gente exige estas cualidades para representarlos en la legislatura nacional… Si el próximo siglo no nos encuentra como una gran nación… será porque quienes representan la empresa, la cultura y la moral de la nación no ayudan a controlar las fuerzas políticas.”
¡Creyentes a las urnas!
Hay muchas cosas que los “hombres buenos” pueden hacer para detener el triunfo del mal. Y una de las más importantes es votar… y votar bíblicamente.
Uno de los padres fundadores, Noah Webster, pronunció la siguiente advertencia: “Que quede en evidencia en sus mentes que Dios ordena elegir para gobernantes a hombres justos que gobernarán en el temor de Dios [Éxodo 18:21]… Si los ciudadanos descuidan su deber y colocan a hombres sin principios en cualquier cargo, el gobierno pronto se corromperá… Si el gobierno no logra asegurar la prosperidad y la felicidad públicas, será porque los ciudadanos descuidan los mandatos divinos y eligen a hombres malos para legislar y administrar las leyes.”
Charles Finney, un destacado ministro a principios de 1800, declaró sucintamente: “Ha llegado el momento en que los cristianos deben votar por los hombres honestos y tomar una posición coherente en la política o el Señor los maldecirá… Dios no puede sostener este país libre y bendito que amamos y por el que oramos, a menos que la Iglesia tome el camino correcto.”
Es hora de creer y comportarse de manera diferente. No somos una minoría, ¡somos la mayoría! Es hora de declarar en las urnas que ya no permitiremos que los funcionarios que adoptan los valores del 6% que no creen en Dios deroguen los derechos del 94% que sí lo hacen. Debemos eliminar a los funcionarios que no cumplan con los valores tradicionales, históricos y bíblicos y reemplazarlos con aquellos que sí lo hacen. ¡Nuestro voto cuenta!
Debemos recuperar la convicción de que los principios bíblicos son vitales para el éxito nacional y estar dispuestos a perseguir su restablecimiento. En las últimas décadas hemos permitido erróneamente que los mismos principios que produjeron la moralidad y la virtud, y por lo tanto la estabilidad nacional, se restrinjan en la vida pública. Necesitamos una vez más reconocer la verdad tan bien entendida por George Washington que: “Las sonrisas propicias [favorables] del Cielo nunca pueden esperarse en una nación que ignore las reglas eternas y el orden que el Cielo mismo ha ordenado.”
Debemos convencernos del principio expresado por Abraham Lincoln y luego aceptar las responsabilidades cívicas implícitas en su declaración: “La verdad anunciada en la Sagrada Escritura, y demostrada a lo largo de la historia [es] que ‘las naciones que son bendecidas son aquellas cuyo Dios es el Señor’”. V
David Barton es el fundador y presidente de WallBuilders, una organización pro-familia que busca educar a la sociedad para reconstruir las bases constitucionales, morales y religiosas de los Estados Unidos. Para obtener más información, visita wallbuilders.com. o llama al 1-817-441-6044.