Uno de los padres más grandes de la fe que la iglesia haya conocido se sentó una vez en la cárcel a escribir una carta. Sabía que le quedaba poco tiempo en la tierra. Su partida al cielo estaba próxima. Por lo tanto, quería dejar por escrito sus últimas y sinceras palabras, llenas de consejos para un hijo espiritual al que amaba profundamente.
Quería dejarle a Timoteo, el joven pastor que había entrenado en el ministerio, una carta llena de instrucciones para ayudarlo a mantener vivas en su corazón las cosas que Dios le había impartido. Quería asegurarse de que Timoteo continuara creciendo y cumpliendo la voluntad de Dios mucho después de su partida.
Hoy en día, la segunda carta de Pablo a Timoteo nos pertenece a ti y a mí. Entonces, analicemos seis instrucciones vitales extraídas de sus páginas llenas de sabiduría; son secretos que nos ayudarán a seguir los pasos de Pablo y terminar nuestra carrera espiritual.
No. 1:
«Tú pues, hijo mío, fortalécete en la gracia que es en Cristo Jesús.» 2 Timoteo 2:1, RVA-2015
Si has sido salvo por más de unos meses, lo más probable es que ya hayas descubierto que la vida cristiana puede ser difícil. Ésta no solo incluye las bendiciones de Dios, sino también persecuciones, momentos difíciles y presiones de parte del diablo. Para superar esos desafíos, debes confiar en el favor y el poder de Dios. Debes «fortalecerte en la gracia que es en Cristo Jesús».
¿Qué significa fortalecerse en la gracia?
Tito 2:11-13 nos dice: «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para la salvación de todos los hombres, y nos enseña que debemos renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y vivir en esta época de manera sobria, justa y piadosa, mientras aguardamos la bendita esperanza y la gloriosa manifestación de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo».
La gracia nos enseña a vivir piadosamente. Es por eso que al Espíritu Santo se le llama Espíritu de Gracia. Él nos corrige, nos instruye y nos dice qué cambios debemos hacer en nuestros pensamientos y acciones para triunfar en cada situación.
¡Para ser fuerte en gracia debes cooperar con Él! No resistas al Espíritu Santo cuando te diga que debes cambiar algo en tu vida que no le agrada a Dios. En cambio, responde rápidamente. Arrepiéntete y cambia. Di: “¡Sí, Señor! ¡Lo haré!” Se fuerte en la gracia.
No. 2:
«Tú, pues, sé partícipe de los sufrimientos como buen soldado de Cristo Jesús.» 2 Timoteo 2:3, RVA-2015
Los soldados no ceden ni desmayan cuando las cosas se ponen difíciles. No arrojan sus armas y dejan de aplicar el entrenamiento recibido porque se enfrentan al enemigo. Nosotros tampoco lo hacemos como buenos soldados de Jesucristo.
No dejamos de creer y de hacer lo que dice la Palabra de Dios bajo presión, o cuando llega la persecución y la aflicción. Sabemos que esas cosas son del diablo. En lugar de renunciar a nuestra fe cuando las enfrentamos, duplicamos nuestro tiempo de Palabra y nuestro tiempo de oración. Redoblamos las confesiones de nuestra boca y declaramos lo que Dios dice sobre nuestra situación. Conforme Santiago 1:4 (RVA-2015), permitimos «que la paciencia tenga su obra.»
La paciencia es una fuerza que no cede a las circunstancias ni sucumbe en derrota. Es un fruto del espíritu; es parte de la naturaleza de Dios que recibimos cuando nacimos de nuevo. Debido a que ya está en nuestro interior, podemos poner la paciencia a trabajar en nuestras vidas cuando lo deseemos.
Como creyente, eres parte del ejército espiritual de Dios y el propósito de un ejército es luchar. La buena noticia es que estamos luchando contra un enemigo que ya ha sido derrotado. ¡Nuestra victoria es un trato hecho si tenemos paciencia!
No. 3:
«Ninguno en campaña militar se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo alistó como soldado.» 2 Timoteo 2:4, RVA-2015
Hace ya muchos años descubrí lo que puede suceder cuando pasas por alto este tercer consejo de Pablo. Caí en la trampa de la ocupación por las actividades naturales y las responsabilidades de la vida, y mi deseo por las cosas de Dios comenzó a desvanecerse.
En ese momento, Ken y yo habíamos vivido la vida de fe durante varios años. Nuestras circunstancias habían mejorado hasta el punto en que nos sentíamos cómodos. No tenía que creerle a Dios por dinero cada vez que iba a la tienda de compras. No estábamos enfermos, quebrados, ni en problemas importantes. La Palabra estaba obrando en nuestras vidas. Entonces, sin ese impulso por la desesperación de concentrarme tanto en el Señor, me ocupé con otras cosas.
Una noche me di cuenta de lo que había hecho. Estaba sentada en una reunión escuchando al hermano Kenneth E. Hagin mientras profetizaba acerca del poderoso ejército de Dios del fin de los tiempos. “Podrás ser parte de ese ejército”, dijo, “si tan sólo te levantas y estás lleno de fuego.” De repente, al darme cuenta de mi tibieza espiritual, supe que, si no hacía algo, me perdería esa experiencia de la que estaba hablando el hermano Hagin.
Decidida a cambiar, decidí volver a poner mi corazón en llamas por Dios dándole más de mi tiempo. A partir de ese día, pasé la primera hora de mi día en oración y en la Palabra. Comencé a despertar mi espíritu leyendo los sermones de John G. Lake. Dirigí mi atención hacia el Señor y, dado que nuestro deseo sigue a nuestra atención, mi deseo por las cosas de Dios pronto regresó con un rugido, y nunca dejé que se desvaneciera de nuevo.
Gracias a esa experiencia, comprendo muy bien por qué Pablo dijo: “¡No te enredes en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo alistó como soldado!” Sé lo que puede pasar cuando el ajetreo de la vida desplaza a Dios. Lo más probable es que tú también lo hagas.
No. 4:
«Recuerda constantemente a Jesucristo… resucitado de entre los muertos» 2 Timoteo 2:8, Biblia Amplificada, Edición Clásica.
Si quieres vivir como un ganador día tras día, centra tu atención en este hecho tan familiar: Jesús ha resucitado de entre los muertos.
Obviamente, como cristianos creemos esa verdad; es fundamental para nuestra fe. Pero ¿por qué será que Pablo la identifica como una de las claves para vivir continuamente en victoria? ¿Por qué debemos tenerla siempre presente en nuestra mente?
Porque cuando Jesús resucitó de entre los muertos y conquistó al diablo, lo hizo por nosotros. No lo hizo para Sí mismo. Como Hijo de Dios, no estaba sujeto al pecado, la enfermedad, la pobreza ni a ninguna de las cosas de Satanás. No fue derrotado en manera alguna. Pero tú y yo sí estábamos en derrota. ¡Así que vino y ganó todas las batallas en nuestro nombre! Obtuvo la victoria y nos la entregó.
La Biblia dice que cuando Jesús resucitó de entre los muertos, nosotros también fuimos resucitados, y «nos sentó al lado de Cristo Jesús en los lugares celestiales» (Efesios 2:6). Nos convertimos en «coherederos» con Él (Romanos 8:17).
Si tenemos esto en cuenta todo el tiempo, el diablo no podrá convencernos para que perdamos. Cuando nos dice que fracasaremos, que no podremos pagar las cuentas, que nos enfermaremos y moriremos, o alguna otra de sus mentiras, simplemente no le creeremos. En cambio, diremos: “Jesús se levantó de entre los muertos, obtuvo la victoria para mí, ¡y me pertenece! No puedo ser derrotado porque a través de Jesús, ¡ya gané!”
No. 5:
«Procura con diligencia presentarte ante Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que usa bien la palabra de verdad.» 2 Timoteo 2:15
Cuando Pablo escribió estas palabras, Timoteo no era un joven de 20 o 30 años. Era un ministro de 40 años que había estado estudiando la Palabra por mucho tiempo. Pero Pablo sabía que, si Timoteo quería mantener el rumbo, tendría que persistir en el estudio de las Escrituras. Debería tener la verdad de la Palabra frente a él todo el tiempo.
Lo mismo aplica para nosotros, como creyentes.
He descubierto que, si no me alimento continuamente de la Palabra, mis pensamientos no se mantienen rectos. Empiezo a dejar escapar verdades importantes y principios básicos de la fe.
Recuerda: no es lo que sabes; es aquello que haces lo que trae la victoria en tu vida. Por ejemplo: cuando llega la enfermedad, no es suficiente entender mentalmente que es la voluntad de Dios que seas sanado. Debes actuar en base a ese conocimiento. Debes creer que recibes tu sanidad cuando oras. Debes hablar con la enfermedad y ordenarle que abandone tu cuerpo. Pero solo harás esas cosas si estudias constantemente y mantienes la Palabra en tu corazón y en tu mente.
La Palabra mantendrá tus pensamientos en línea. Cuando tus pensamientos sean los correctos, tus palabras serán correctas. Cuando tus palabras son correctas, tus acciones también lo serán. Cuando tus acciones son correctas, ¡verás la victoria! Por lo tanto, estudia la Palabra; no solo para acumular información, sino para asimilar su verdad. Medita en ella hasta que se convierta en parte de tu ser. Intégrala en tu corazón hasta que influya en cada uno de tus pensamientos. ¡Entonces conocerás la verdad… y la verdad te hará libre!
No. 6:
«Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con aquellos que con un corazón limpio invocan al Señor.» 2 Timoteo 2:22
Esta escritura es importante en su totalidad. Pero la última parte, es especialmente crucial. Revela uno de los grandes secretos para evitar la tentación y vivir una vida cristiana exitosa.
¿Cuál es ese secreto?
Mantener compañía «con aquellos que con un corazón limpio invocan al Señor.»
Las personas con las que elegimos tener compañerismo pueden marcar la diferencia en el resultado de nuestras vidas. La compañía de creyentes fuertes nos ayuda a fortalecernos. Su fe anima nuestra fe.
Lo contrario también es cierto. El compañerismo con personas que viven en pecado es peligroso. Nos llevará a la oscuridad. Nos tentará a hacer cosas que sabemos que no debemos hacer y apagarán nuestro fuego por Dios. «Las malas compañías (comunión, asociaciones) corrompen y depravan los buenos modales, la moral y el carácter» (1 Corintios 15:33, AMPC). Eso no quiere decir que no podamos alcanzar a las personas perdidas. Podemos (y debemos) ministrarles. Podemos llevarlos a la iglesia con nosotros y compartir la Palabra con ellos. Sin embargo, no podemos “bajar” y vivir a su nivel. No podemos empezar a ir a lugares adonde ellos van, hablar como ellos y convertirlos en nuestros mejores amigos. Si lo hacemos, terminaremos en problemas.
Entonces, sigamos el consejo de Pablo y rodeémonos de personas piadosas, que creen en la Biblia y que hablen sobre la fe. Escuchemos el consejo sabio de este gran padre de la fe. Seamos fuertes en la gracia, soportemos las dificultades, pongamos a Dios en primer lugar, tengamos en la mente a nuestro Señor resucitado y alimentémonos continuamente de la Palabra. Así, algún día nosotros también podremos decir: “¡He peleado una buena batalla, he terminado mi carrera, he mantenido la fe!” V