Hay una escritura que incluyo en casi todos los mensajes que predico. No siempre planeo incluirla. Pero no importa sobre qué otras escrituras esté enseñando, parece que eventualmente termino recurriendo a este versículo en particular porque responde muchas de las preguntas de la vida.
Responde a preguntas espirituales profundas, como: ¿Cómo encuentro y cumplo mi vocación en la vida? También responde a preguntas prácticas del día a día que la gente se hace constantemente. Preguntas como: ¿Cómo puedo tener éxito en mi trabajo? ¿Cómo voy a salir adelante en esta economía? ¿Cómo voy a cuidar de mi familia y pagar mis facturas si los precios siguen subiendo?
Este tipo de preguntas prácticas no sólo se las hacen los incrédulos en el mundo. Son predominantes en la mente de muchos cristianos. De hecho, hace algunos años, en una de nuestras Convenciones de Creyentes, hice una encuesta informal. Les pedí a los asistentes que alzaran la mano indicando cuál era su mayor desafío, y para la mayoría, se trataba de sus finanzas.
Me sentí identificada. Recuerdo cuando Ken y yo pasamos por lo mismo. Durante los primeros años de matrimonio, nuestra situación financiera era desoladora. No teníamos casi nada y estábamos tan endeudados que parecía que nunca podríamos salir de esa situación.
Ken y yo habíamos comenzado a trabajar en un nuevo emprendimiento que se suponía daría mucho dinero, pero la empresa no sobrevivió ni un mes. Así que nos habíamos quedado sin trabajo y vivíamos en una casa alquilada sin nada más que una cama plegable que habíamos alquilado por $7,50 dólares al mes, una mesita auxiliar que Ken había hecho en la clase de taller en el secundario y una televisión que no funcionaba bien. Eso era todo. No teníamos refrigerador, ni cocina, ni ningún otro mueble. Yo tenía 19 años y no tenía ni idea de qué hacer.
Un día, mientras Ken buscaba trabajo, tomé la Biblia que su mamá le había regalado por su cumpleaños (ninguno de los dos habíamos nacido de nuevo todavía, así que nunca la leyó, pero al menos la había conservado). Sentada en nuestra pequeña cama plegable, abrí esa Biblia y leí la inscripción que la madre de Ken había escrito:
Ken, precioso: “Busca primero el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas te serán añadidas.” (Mateo 6:33).
Por aquel entonces no tenía ni idea de que ese versículo contenía las respuestas a todas las preguntas importantes de la vida. No sabía que era el único secreto garantizado para el verdadero éxito. Sin embargo, sí sabía que necesitaba que me añadieran bastantes cosas. Así que, volviendo a Mateo 6, leí que Dios se preocupa incluso de las aves del cielo.
Si Dios se preocupa por los pájaros, pensé, ¡se preocupa también por mí!
Desde mi punto de vista, fue una profunda revelación. Por aquel entonces no
sabía nada de la Palabra de Dios. Aunque lo reverenciaba y quería agradarle, no sabía que Él hubiera prometido hacer algo por mí. Sin embargo, una vez descubierto, le respondí. Dije: “Señor, toma mi vida y haz algo con ella”, y al instante nací de nuevo.
No me di cuenta hasta más tarde de lo que me había sucedido. Pero a partir de entonces, empecé a buscar a Dios. Al principio, lo único que estaba segura de que Él quería que hiciera era ir a la iglesia y leer la Biblia, así que eso fue lo que hice. Comencé a buscar a Dios de la única manera que conocía y nunca me detuve.
Jesús predicó la prosperidad
El mensaje de la prosperidad ha recibido muchas críticas a lo largo de los años. Pero nunca les presté atención porque sé que hay mucha gente perdida interesada en obtener cosas. Yo era una de ellas. Estaba en problemas y en una situación financiera desesperante… y las buenas nuevas de que Dios me añadiría financieramente fue lo que me llevó a entregarle mi vida.
La prosperidad es una de las mayores herramientas evangelísticas que Dios le ha dado a la Iglesia. Nunca debemos dejar de predicarla. Nunca debemos cansarnos de decirle a la gente que Dios suplirá ricamente todas sus necesidades materiales. Jesús ciertamente no lo hizo.
Cuando dijo, “todas estas cosas les serán añadidas”, se refería a la prosperidad material. Como revelan los versículos anteriores, se refería a tener comida en abundancia y ropa bonita para vestirse; a las necesidades prácticas, e incluso a los lujos de la vida. ¿Por qué hablaba Jesús de esas cosas?
Porque hay un mundo perdido lleno de gente que se esfuerza por satisfacer sus necesidades materiales y no lo consigue. Y Dios quiere que sepan que, si se esfuerzan por seguirlo a Él, les irá mucho mejor que si lo logran solos. Si lo buscan a Él primero, Él les dará todo lo demás.
Me gusta la traducción de Mateo 6:31-33 de la Biblia Amplificada, Edición Clásica. Expresa el mensaje de Jesús de esta manera:
Por lo tanto, no se preocupen ni se inquieten, diciendo: ¿Qué vamos a comer? o, ¿Qué vamos a beber? o, ¿Qué vamos a vestir? Porque los gentiles (paganos) desean y anhelan y buscan diligentemente todas estas cosas, y vuestro Padre celestial sabe bien que las necesitan. Pero busquen (aspiren y esfuércense por alcanzar) ante todo Su reino y Su justicia (Su manera de hacer las cosas y de ser rectos), y entonces todas estas cosas combinadas les serán dadas por añadidura.
Aunque atesoro todos los versículos de la Biblia, si pudiera darte sólo un versículo para ayudarte a tener éxito en la vida, elegiría Mateo 6:33. Si tienes ese versículo, y tienes hambre de Dios, sabrás qué hacer: ¡Busca ante todo a Dios y Su manera de hacer las cosas y de ser rectos!
Buscar es una palabra interesante. Significa “tratar de encontrar, buscar algo (igual que buscarías las llaves de tu auto si las extraviaras); perseguir diligentemente, buscar, explorar, preguntar y tratar de aprender”. Buscar no es simplemente esperar a ver si algo se cruza en tu camino. Es ir tras algo.
En hebreo, uno de los significados de la palabra buscar es “requerir”. Me identifico especialmente con esa definición porque yo necesito la Palabra de Dios para vivir. Podrías ofrecerme un mundo entero de oro a cambio de la Palabra de Dios y ni siquiera me tentaría. Ni siquiera tendría que pensarlo porque para mí la Palabra de Dios es una necesidad vital. Sé que para vivir en el reino de los cielos en esta tierra de la manera que Dios quiere, debo tener Su Palabra.
Otra definición de buscar en hebreo es “recurrir o frecuentar”. En otras palabras, buscar a Dios y Sus caminos no es algo que haces de vez en cuando. No es sólo algo que haces una vez a la semana, el domingo, o cuando te has quedado sin dinero para pagar las cuentas. Es algo que haces con frecuencia, todo el tiempo.
Según un diccionario, la palabra buscar también conlleva la idea de esforzarse. Significa “tratar de encontrar o ganar por cualquier medio, esforzarse”.
Cuando pienso en lo que significa esforzarse en buscar a Dios y Sus caminos, una persona que me viene a la mente es Jerry Savelle. Aunque ha sido un ardiente predicador de la Palabra de Fe durante muchos años, no siempre encajó en esa descripción. Al contrario, hubo un tiempo en su vida en el que no le gustaban para nada los predicadores.
Si has escuchado su testimonio, sabrás que cuando se casó con Carolyn, ella le pedía constantemente que la acompañara a la iglesia. Y constantemente, él se negaba. No estaba interesado. Pero cuando Ken fue a ministrar en Shreveport, Luisiana donde ellos vivían, Carolyn le hizo a Jerry una oferta imposible de rechazar. Le dijo que, si iba a escuchar a Ken una vez, de no gustarle lo que escuchaba, nunca más tendría que ir con ella a otra reunión de la iglesia.
Finalmente, Jerry aceptó el trato. Fue a la última noche de las reuniones y la Palabra de Fe que escuchó lo cambió para siempre. ¿Esto puede ser verdad? se preguntaba. ¿Esto es real?
A la mañana siguiente, se fue al taller de chapa y pintura del que era propietario y se pasó el día repasando las notas que había tomado la noche anterior en la reunión. Buscó las escrituras que había escuchado y descubrió que, efectivamente, estaban en la Biblia. Entonces, alguien llamó a su puerta y le dio unas grabaciones con los mensajes de Ken.
Al escuchar esas grabaciones, Jerry descubrió que la Palabra de Dios contenía las respuestas a todo aquello con lo que había estado luchando en su vida. Así que fue tras ella. Empezó a pasar ocho horas al día en la Palabra. Todavía tenía que trabajar para pagar las facturas, pero por la noche, cuando terminaba su trabajo, volvía a casa, jugaba con sus hijas antes de que se fueran a la cama y luego pasaba horas en la Palabra.
Yo diría que eso es buscar primero el reino de Dios y Su justicia, ¿no crees?
Los caminos de Dios funcionan
Para ser clara, no estoy sugiriendo que dejes tu trabajo y pases ocho horas al día en la Palabra como Jerry Savelle lo hizo. Buscar a Dios primero simplemente significa que consistentemente lo pones a Él y a Su Palabra en primer lugar en tu vida. Pasas tiempo en Su Palabra y en comunión con Él todos los días, incluso si eso significa levantarse un poco más temprano en la mañana, o quedarse despierto un poco más tarde en la noche. Asiste regularmente a una iglesia donde puedas escuchar la Palabra predicada de manera ungida. Escucha siempre que puedas la Palabra sintonizando redes como el canal VICTORY Channel™.
Luego, actúa de acuerdo con la Palabra que has escuchado. Honra a Dios creyendo y haciendo lo que Él dice, cueste lo que cueste.
Ken y yo descubrimos temprano en nuestra vida de fe, que “cueste lo que cueste” es un verdadero reto. Por ejemplo, después de comprometernos a poner la Palabra de Dios y Su manera de hacer las cosas en primer lugar en nuestra vida, descubrimos que la Biblia dice que “no debamos nada a nadie, sino amarlos”. O, como dice la Biblia Amplificada, Edición Clásica, debemos «mantenernos libres de deudas» (Romanos 13:8).
¿Qué? Habíamos vivido de préstamos desde el día en que nos casamos. Ken tenía muchas deudas cuando nos conocimos, y después de casarnos no hicimos más que aumentarlas. A pesar de estar arruinados el primer año de casados, para celebrar nuestro aniversario compramos un bote a crédito.
Si ya no podíamos pedir dinero prestado, nos parecía que estábamos condenados. ¿Cómo íbamos a comprar una casa si no podíamos pedir una hipoteca? ¿Cómo podría Ken comprar un avión? Lucía imposible. Sin embargo, no importaba. Aunque todavía no conocíamos las promesas de prosperidad de Dios, sabíamos que la Palabra era Dios Mismo hablándonos y nos habíamos comprometido a vivir de acuerdo con ella. Así que tomamos la decisión de calidad de pagar nuestras deudas y nunca más pedir dinero prestado.
Jesús dijo en Mateo 7:7 que el que busca encuentra. Así que, no mucho después de que tomamos esa decisión, empezamos a averiguar en las Escrituras cómo prosperar a la manera de Dios. Empezamos a entender mejor las leyes espirituales de la prosperidad y la abundancia. Al seguir buscando a Dios y haciendo las cosas a Su manera, aprendimos a honrarlo con nuestro dinero, no solo evitando las deudas sino diezmando y dando ofrendas.
Entonces, tal como Jesús lo prometió, ¡Dios ha seguido añadiéndonos todas las cosas! Nos ha BENDICIDO financieramente más allá de lo que jamás hubiéramos imaginado.
¿Lo haría también por cualquier creyente? Claro que sí. De hecho, ¡Él anhela hacerlo! Pero no todos cooperarán con Él. Incluso muchos cristianos que han escuchado el mensaje bíblico de la prosperidad no han seguido completamente Su plan.
En lugar de tomar en serio todo lo que Jesús dijo en Mateo 6:33, ignoran la primera parte. Inmediatamente comienzan a pensar en el auto nuevo o en alguna otra cosa material a la que le han estado echando el ojo y dicen: “¡Oh, cielos! ¡Todas las cosas me serán añadidas!” Se olvidan de buscar PRIMERO el reino de Dios y Su manera de hacer las cosas y ser rectos.
Dios quiere que tengas cosas buenas para disfrutar (1 Timoteo 6:17). Él quiere que camines en total victoria y abundancia en cada área de la vida. Así que no hay nada de malo en desear un auto nuevo y querer prosperar. Es solo que esos deseos deben estar muy por debajo de tu deseo por Dios. Él debe estar en primer lugar en tu corazón y en tu vida a tal grado que nunca considerarías tratar de conseguir ese auto nuevo de otra manera que no sea a Su manera.
Dios dijo en Josué 1:8, que no debemos dejar que Su Palabra se aparte de nuestra boca, sino que debemos meditar en ella día y noche, «para que actúes de acuerdo con todo lo que está escrito en él. Así harás que prospere tu camino, y todo te saldrá bien». Los caminos de Dios están en Su Palabra, ¡y Sus caminos funcionan! Así que, si las cosas materiales que deseas no te están siendo añadidas, duplica tu búsqueda de Él. Dobla tu tiempo en la Palabra. No lo hagas para tratar de que Él te bendiga; Él ya te ha bendecido como creyente con cada cosa buena prometida en la Biblia. Mas bien, hazlo para que puedas aprender a operar más como Él lo hace.
Sigue buscándolo primero para que puedas encontrar lo que Él dice, creerlo y obedecerlo. Ese es, verdaderamente, el único secreto garantizado del éxito. V.