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Kenneth Copeland

Sanado por el poder de la BENDICIÓN

agosto, 2017 No hay comentarios
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Sanado por el poder de la BENDICIÓN
La Voz de Victoria del Creyente agosto, 2017
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Con la cantidad de ideas incorrectas que por lo general rodean el tema de la sanidad divina, hay una cosa que la mayoría de la gente, ya sea por accidente, entiende correctamente al respecto. Es cuando escuchan a alguien estornudar y dicen: “Dios te bendiga”.

En el sentido estricto de la palabra, decir esa frase es escrituralmente correcto.

A decir verdad, y a pesar de que la mayoría de las personas no se dé cuenta, de acuerdo a la Biblia, la sanidad es una manifestación de la BENDICIÓN de Dios.

No es solamente una bendición. Es parte de la BENDICIÓN que Dios le dio a Adán después de la creación del hombre. Es una manifestación del mismo poder que fue liberado sobre la humanidad cuando: «…los bendijo Dios con estas palabras: «¡Reprodúzcanse, multiplíquense, y llenen la tierra! ¡Domínenla! » (Genesis 1:28).

La BENDICIÓN es la fuerza espiritual más poderosa que existe. Es mucho más que unas palabras de ánimo dichas por Dios para animar a las personas a tener bebés. Esta BENDICIÓN contiene el poder creativo de Dios. No solamente fue otorgada para que la humanidad poblara la Tierra, sino para que también pudieran reabastecerla.

Desde el comienzo, Dios sabía (a pesar de que la mayoría de las personas hoy no lo sepan) que sin la BENDICIÓN, a medida que la gente se multiplicara en este planeta, usarían todos los recursos disponibles. Ellos comerían todo, usarían todo y construirían con lo que tuvieran a su disposición, y eventualmente los recursos se agotarían.

Eso es lo que está sucediendo a nuestro alrededor ahora mismo. La Tierra está marchitándose. Se está agotando. Sin embargo, ese agotamiento no es el resultado de las condiciones naturales. No solamente se debe a la capa de ozono, a las emisiones de los autos o la falta de molinos de viento.

El verdadero problema tiene una raíz espiritual. La Tierra está gimiendo bajo los efectos de la corrupción que irrumpió en el mundo cuando Adán se arrodilló ante satanás. Está sufriendo como resultado de la maldición que vino a través del pecado y está esperando «la manifestación de los hijos de Dios» (Romanos 8:19).

¿Por qué aguarda con impaciencia por nosotros?

Porque somos los que tenemos LA BENDICIÓN con el poder inherente para arreglar este lugar. Contiene todo lo que se necesita para liberar la creación y hacer que este planeta se convierta de nuevo en el Jardín del Edén.

Dios no dejó ningún aspecto por fuera de la BENDICIÓN. Él lo incluyó todo. Incorporó en la misma todo lo requerido para producir las condiciones del cielo en la Tierra.

Todo lugar donde la BENDICIÓN esté operando, atrae el poder de Dios a la escena para prosperar a las personas de toda forma posible. Nos abastece espiritual, física y financieramente, en las relaciones interpersonales y aún afecta nuestro medio ambiente. Cuando caminas en LA BENDICIÓN creyendo la PALABRA de Dios y obedeciendo Su voz, Deuteronomio 28 dice que: «
todas estas bendiciones vendrán sobre ti, y te alcanzarán» (versículo 2):

Eres BENDECIDO en la ciudad y en el campo (versículo 3).

SON BENDECIDOS el fruto de tu cuerpo, el fruto de tu tierra, y tus animales (versículo 4).

Tu comida es BENDECIDA (versículo 5).

Eres BENDECIDO cuando salgas y cuando entres (versículo 6).

¡Eres BENDECIDO financieramente y de cualquier otra manera! (versículos 7-13).

Nota que esos versículos no dicen que el SEÑOR “vendrá y te bendecirá”. Por el contrario, dicen que: «todas estas bendiciones vendrán sobre ti, y te alcanzarán». Como hijo de Dios ya estás BENDECIDO. Mientras le crees y le obedeces, LA BENDICIÓN se manifestará en cada área de tu vida ─ aun cuando estés viviendo en medio de un mundo maldito.

Abrigado, seco y protegido

Algunas veces, cuando leo acerca de LA BENDICIÓN en Deuteronomio 28, la imagino como una sombrilla inmensa con todo el pueblo de Dios por debajo de ella. Hay lluvia y granizo cayendo a nuestro alrededor, pero estamos protegidos. Estamos al abrigo allí debajo con nuestro Padre, y todo está bien.

Así es como sucede con LA BENDICIÓN. Aun en la época del Antiguo Testamento, Dios la abría como una sombrilla para refugiar a Su pueblo. Él hizo un pacto con ellos y les dio Su PALABRA para que pudieran protegerse de la maldición, la cual operaba allí afuera en el territorio de satanás, y para que vivieran bajo Su BENDICIÓN.

Ese mismo poder de LA BENDICIÓN era en el que Jesús operaba cuando llevó a cabo cada sanidad manifestada en Su ministerio. El poder de LA BENDICIÓN fue el que lo resucitó de entre los muertos después de crucificado, lo elevó en la Ascensión y lo arrebató de este planeta.

¡Eso es poder! Si LA BENDICIÓN pudo hacer todo eso, tan solo piensa en lo que puede hacer por ti. Ciertamente puede sanar cualquier enfermedad que trate de atacar tu cuerpo. Sin importar si es una simple gripe o algún caso de cáncer al que llaman incurable, LA BENDICIÓN ciertamente puede solucionarlo.

“Bueno hermano Copeland, debes recordar que a pesar de que la BENDICIÓN de Dios puede ser lo suficientemente poderosa para sanar cualquier cosa, algunas veces Él deja la enfermedad sobre nosotros para enseñarnos algo. Aún más, algunas veces nos envía enfermedades como una bendición disfrazada”.

¡No, Él no lo hace! Eso es una gran mentira del diablo.

No existe una sola escritura en la Biblia que diga que la enfermedad ha sido alguna vez una bendición. Por el contrario, Deuteronomio 28:61-62 dice claramente que “toda enfermedad” es parte de la maldición. Es el resultado de la maldad que penetró al mundo a través de pecado y una manifestación del odio de satanás por la raza humana.

La sanidad, de forma opuesta, es la manifestación del amor de Dios y Su redención. Es el resultado de Su misericordia y bondad que sobreabundan en Su gran corazón, lleno de compasión.

Juan 3:16 (TLA) dice: «Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna». La enfermedad es parte de la acción de morir. Es parte de la muerte. Esta última obtuvo acceso a la humanidad a través de la caída espiritual de Adán y Jesús vino a redimirnos de ella. Como Hechos 10:38 nos lo dice: «Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, y que él anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.».

Dios nunca nombró a la enfermedad como maestro

¡Solo ese último versículo aclara el asunto! La enfermedad y las dolencias no vienen de parte de Dios. No son buenas y nunca serán una bendición. Le pertenecen al diablo y siempre serán una maldición.

Por esa misma razón, Jesús sanó a todos lo que se le acercaron. Él nunca le dijo a nadie que tenía que seguir enfermo porque Dios estaba tratando de enseñarle algo. Aun cuando: «mucha gente lo siguió… él los sanó a todos» (Mateo 12:15).

Es más, Él continuó sanándolos a “todos” a través de Sus discípulos cuando Su ministerio terrenal acabó. Él les dio poder para hacer las mismas obras que él hizo, y como hechos 5 lo demuestra, ellos muy pronto también estaban sanando multitudes. «Y en sus camas y lechos sacaban a los enfermos a la calle, para que al pasar Pedro por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos. Aun de las ciudades vecinas venían muchos a Jerusalén, y traían a sus enfermos y a los atormentados por espíritus inmundos, y todos eran sanados» (versículos 15-16).

Pareciera que algunas personas pensaran que Jesús cambio Su actitud hacia los enfermos después de Su resurrección. Piensan que decidió que la enfermedad era buena en algunas ocasiones y que podía ser usada como maestro. Pero eso claramente no es cierto. Jesús continuó en el libro de Hechos tratando a la enfermedad como un enemigo. Continúo liberando el poder de LA BENDICIÓN a la gente enferma que se acumulada en las calles de Jerusalén… «y todos eran sanados».

¡Dios nunca ha establecido y nunca hará de la enfermedad un maestro de la Iglesia! La sola idea no solo se opone a las escrituras, sino que es inimaginable. Dios es un buen Padre. Él nunca pondría cáncer en uno de Sus hijos para enseñarle una lección. Eso sería abuso infantil en su grado más alto.

Aun nosotros como padres terrenales lo sabemos. Podemos no ser perfectos, pero jamás pondríamos sobre nuestros hijos una dolencia. Jamás soñaríamos con removerles su salud o lastimarlos para que aprendieran alguna lección ─ sin importar cuán importante pueda serlo.

Recuerdo una ocasión en la que mi hijo John, de pequeño, se interesó en las navajas. Él todavía no había aprendido que podían ser peligrosas, así que un día lo encontré en la cocina tratando de accionar una navaja automática. “Hijo, espera un momento” le dije, “esa navaja está afilada y podría lastimaste. Te mostraré cómo abrirla, pero no quiero que trates de hacerlo sin que papá esté presente para ayudarte”.

“Bueno”, me respondió.

Tuvimos nuestra lección, y pensando que él había entendido mi punto de vista, me fui a otra habitación a hacer algo. Después de un rato, escuché a John en la cocina gritando a viva voz. Corrí hacia él y lo encontré dando vueltas con la navaja pegada en la mano. Había intentado abrirla de nuevo sin supervisión y se la había enterrado en el dedo pulgar.

Obviamente, si él hubiera seguido mis instrucciones, se hubiera ahorrado todo el dolor. Sin embargo, yo no lo dejé sufrir para enseñarle una lección. Tampoco le dije: “¿Crees que eso duele? Déjame mostrarte cuánto puede doler”, para proseguir a enterrarle un poco más la navaja.

Ciertamente no lo hice. Jamás hubiera hecho algo así y tampoco lo haría cualquier otro padre decente; sin embargo, algunas personas han acusado a Dios de hacerlo. Estas personas han dicho que Él se enoja y pone maldiciones sobre nosotros cuando somos desobedientes.

Dios no es esa clase de Padre. Él nunca va por ahí maldiciendo a las personas. A Él le gusta BENDECIR. Como el Salmo 118:1 dice: «porque él es bueno; porque su misericordia permanece para siempre». Aun si nosotros nos equivocamos de alguna manera y nos metemos en problemas, podemos clamarle a Dios y Él vendrá y nos rescatará de la misma manera que lo hice con John.

“Sí, pero ¿no se enoja Dios cuando pecamos y nos deja la enfermedad por un tiempo como castigo?”

Absolutamente no.

Primero, para poder hacerlo, estaría violando Su naturaleza amorosa; y segundo, sería muy injusto. El castigo por nuestros pecados ya ha sido pagado. Jesús lo pagó por nosotros. Cuando Él fue a la cruz, Él pagó el precio para que nosotros fuéramos completamente libres de la maldición de la muerte, la enfermedad y la pobreza. Él «nos redimió de la maldición de la ley, y por nosotros se hizo maldición… para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzara a los no judíos» (Gálatas 3:13-14).

Si Dios pusiera cualquier parte de la maldición sobre nosotros, sería una falta a la justicia divina. Sería como condenar y sentenciar a una persona dos veces por el mismo crimen: «Ciertamente [Jesús] sufrió nuestras aflicciones (enfermedades, debilidades y angustias) y llevó nuestras tristezas y nuestros dolores [el castigo]…  Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados. El castigo que [se necesitaba para obtener] paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados y hechos plenos» (Isaías 53:4-5, AMPC).

¡Esas son las buenas noticias! Gracias a lo que Jesús hizo, Dios ya no está enojado con nosotros y nunca más lo estará, así que siempre podremos correr hacia Él con confianza. Sin importar cuánto nos hayamos equivocado, siempre podremos arrepentirnos y volver confiados a Su trono de gracia, sabiendo que Isaías 54 declara: «volveré a tenerte compasión y misericordia eterna. Lo digo yo, que soy tu Señor y Redentor.» Esto será para mí semejante a los días de Noé, cuando juré que nunca más las aguas del diluvio volverían a cubrir la tierra: Ya he jurado que no volveré a enojarme contra ti, ni te reñiré» (versículos 8-9).

La promesa espiritual acerca de las “aguas del diluvio de Noe” es el versículo más famoso en toda la Biblia. Cada creyente lo conoce. Puedes ir a cualquier iglesia y preguntar a cualquier persona si Dios enviará otro diluvio mundial y te dirán: “No, Dios prometió que nunca más lo haría y lo confirmó con el arcoíris. Es un trato hecho”.

Para ti, como hijo de Dios nacido de nuevo, lo mismo es cierto en lo que respecta a la maldición. Tu liberación es un trato hecho. No tienes que estar oprimido de nuevo. A través de Jesús, has sido librado de ella y has heredado LA BENDICIÓN y todo su poder creativo y reabastecedor. Una vez que entiendas, te apoderes de esa realidad y la revelación que ésta conlleva, comiences a lavar y renovar tu mente, tus días de enfermedad habrán terminado. Nunca más esperarás a que alguien te diga: “Dios te Bendiga”.

Estornudando o no, tu confesión constante será: “Estoy sano por ¡LA BENDICIÓN DEL SEÑOR!”


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