Cuando enfrentas circunstancias negativas, tienes la tentación de desanimarte. A continuación, te daré una palabra de ánimo: Dios no planeó que tú, como creyente, vivas bajo las circunstancias. Su plan para tu vida no es que seas una víctima de los problemas y que continúes luchando todo el tiempo, lo mejor que puedas.
¡No, Dios te creó para que seas victorioso! Él pretende que reines sobre tus circunstancias como un rey en la vida (Romanos 5:17).
Después de todo, eres Su hijo nacido de nuevo. Tienes en tu interior Su misma naturaleza real. Has sido resucitado con Cristo y estás sentado a Su lado en los lugares celestiales (Efesios 2:6). Así que, a pesar de que todavía vives en un cuerpo natural, tienes todo lo que se requiere para caminar en lo sobrenatural. Puedes vencer los ataques del diablo y las condiciones caídas de este mundo natural, atravesando cada situación en victoria todo el tiempo.
¿Cómo?
De la misma manera que Dios lo hace. Declarando Su Palabra con fe, llamando: «las cosas que no existen, como si existieran» (Romanos 4:17). Hablándole a las circunstancias en tu vida que necesitan cambiar y creyendo que lo que dices «se cumplirá» (Marcos 11:23).
Ese es plan de dominio de Dios. Es la manera en la que Él quiere que tú operes, como Su hijo, porque es de la manera que Él lo hace.
¡Esa es la manera en la que creó la Tierra! Él la declaró por medio de la fe. Él usó Sus palabras para cambiar las cosas naturales de acuerdo a Su perfecta voluntad.
Antes de que Dios comenzara a hablar, este lugar era un gran desorden. Como Génesis 1:2 dice: «La Tierra estaba desordenada, sin forma y vacía, las tinieblas cubrían la faz del abismo» (Biblia Amplificada, Edición Clásica). Pero Dios vio más allá de las circunstancias negativas. Él vio la Tierra a través de los ojos de la fe y declaró lo que quería que sucediera.
¡Solamente piénsalo! Todo en esta creación natural fue producido por el poder espiritual que se liberó a través de las palabras de Dios. Todo lo que vemos a nuestro alrededor es el resultado de la fuerza invisible de la fe. Como Hebreos 11 dice: «Ahora bien, tener fe es estar seguro de lo que se espera; es estar convencido de lo que no se ve. Por la fe entendemos que Dios creó el universo por medio de su palabra, de modo que lo que ahora vemos fue hecho de lo que no se veía» (versículos 1,3).
“Sí, Gloria, pero Dios hizo todo eso antes de que la humanidad apareciera en escena. Una vez que las personas se involucraron, la cosas cambiaron”.
Las cosas sí, pero no Dios. Él continúo operando de la misma manera. La única diferencia fue que Él le dio el dominio a la humanidad, y en lugar de hablarle a las cosas Él directamente, comenzó a hablarle a la gente.
Eso fue lo que Él hizo en Su relación con Abram. Él hizo posible para Abram y su esposa Sara, estéril de 90 años, que tuvieran un hijo al darles Su Palabra. Él pasó por encima de las imposibilidades naturales al declarar: «Ya no se llamará más tu nombre Abram; tu nombre será Abraham, pues te he constituido en padre de una multitud de naciones» (Génesis 17:5, RVA-2015).
Abraham respondió creyéndole a Dios y siguiendo el plan. Él puso la Palabra de Dios en su boca, se llamó a sí mismo con su nuevo nombre y fue por todas partes, todos los días, diciéndole a la gente: “Hola, soy el padre de una multitud de naciones”.
«Además, su fe no flaqueó al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (pues ya tenía casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en la fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios era también poderoso para hacer todo lo que había prometido» (Romanos 4:19-21).
Crea una imagen de fe en tu corazón
Si has leído el final de la historia, sabes cómo resultaron las cosas. La Palabra de Dios para Abraham y Sara se cumplió. No solamente tuvieron un bebé, sino que su juventud fue renovada y Sara vivió lo suficiente como para criarlo. Luego de su muerte a los 127 años, Abraham, quién era 10 años mayor, se casó nuevamente y tuvo seis hijos más.
¡Con razón Abraham es llamado el padre de nuestra fe! Él nos mostró cómo se hace. El usó el Plan de Dios para dominar, vencer en una situación imposible y traer una nación de gente a través de la cual Dios eventualmente BENDECIRÍA a todas las naciones del mundo.
¡Si Abraham pudo caminar en esa clase de victoria en la época del Antiguo Testamento, imagínate lo que tú y yo podemos hacer como creyentes del Nuevo Testamento! Nosotros hemos nacidos de Dios. Tenemos una Biblia llena de Sus Palabras y al Espíritu Santo viviendo en nuestro interior para mostrarnos cómo hacer que esas Palabras funcionen en cada situación.
¡Nosotros jamás podemos permitir que las circunstancias nos dominen! Cuando las condiciones oscuras de este mundo temporal traten de presionarnos, podemos ir a las escrituras, depositar una imagen de fe en nuestro corazón y como el apóstol Pablo lo hizo en 2 Corintios 4: «Pero en ese mismo espíritu de fe, y de acuerdo a lo que está escrito: «Creí, y por lo tanto hablé», nosotros también creemos, y por lo tanto también hablamos. Por eso, no nos fijamos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas».
Para Ken y para mí, esto fue lo que transformó nuestras vidas hace ya tantos años. Nosotros empezamos a aprender acerca de vivir por fe en la Palabra de Dios. Ese era un concepto totalmente nuevo para nosotros. A pesar de que habíamos nacido de nuevo y estábamos llenos del Espíritu, nunca antes habíamos oído que Dios tenía un plan de dominio para nosotros y estábamos emocionados, porque en ese momento de nuestra vida, necesitábamos ese plan—¡y realmente lo necesitábamos!
Habíamos estado casados solamente cinco años y estábamos tan endeudados que parecía que nunca lograríamos salir. Habíamos hecho todo lo que sabíamos para solucionar la situación, pero nada había funcionado. En vez de mejorar, las cosas empeoraban.
Al recordarlo hoy, es muy fácil ver el porqué. No sabíamos que nuestras palabras eran algo serio y siempre estábamos usándolas para hacernos daño a nosotros mismos. Siempre hablamos duda e incredulidad y decíamos los quebrados y endeudados que estábamos.
Nunca se nos ocurrió que estábamos haciendo confesiones negativas. Pensamos que estábamos diciendo lo normal. Así es como hablaban casi todas las personas que estaban a nuestro alrededor. Es lo que el mundo—el cual está bajo la influencia del diablo—habitualmente entrena a las personas a hacer.
Ya sabes cómo funciona. Allí fuera en el mundo, si alguien pierde su trabajo y va por ahí diciendo que nunca más conseguirá otro, la gente no piensa que eso es extraño en lo absoluto. De hecho, lo más probable es que asientan con su cabeza y digan: “Sí, tienes razón. Probablemente estarás desempleado por mucho tiempo”.
Por otro lado, si alguien empieza a hablar en fe, todo el mundo se confunde. Cuando una persona de fe comenta que perdió su trabajo, pero que está emocionada porque cree que Dios le dará uno mejor, se rascan la cabeza y dicen: ¿Qué?
Si son religiosos, todavía es probable que se enojen. Pueda que digan: “¿Quién se cree que es creyendo que Dios le dará un trabajo maravilloso? Debe ser uno de esos locos de la fe. Siempre van por todas partes diciéndole a Dios qué hacer”.
Una manera muy simple de vivir en libertad
No, la gente de fe no va por ahí diciéndole a Dios qué hacer. Él es quien nos dice qué hacer. Él dijo: “Cree y declara”, y nosotros solamente estamos obedeciéndolo. Estamos usando el proceso de fe que Él mismo uso.
“Pero ¿qué sucede si tratas de usar ese proceso para recibir algo que es contrario a la voluntad de Dios?”, podría preguntar.
Bueno, no funcionará, porque la fe viene de orar la Palabra de Dios (Romanos 10:17); si Él no lo dijo primero, no puedo creerlo. Realmente no puedo hablar en fe, porque sin la Palabra, la fe no se manifiesta.
Así es como son las cosas, aun en lo natural. Si yo te dijera: “Pagaré tu arriendo este mes”, puedes tener fe de que lo haré. Siempre y cuando estés seguro de que soy una persona de palabra que cumple con aquello que dice, puedes esperar que lo haga. Sin embargo, si tú decides creer por ti mismo que pagaré tu renta sin que yo lo haya dicho, no tienes fundamento alguno para creerlo.
Lo mismo es cierto con Dios. Si Él dijo en Su Palabra que puedes tener algo, te pertenece. Es tuyo, porque Él es un Dios que cumple Su Palabra, y puedes confesar «con tu boca… y creer en tu corazón» que lo que Él dijo, sucederá (Romanos 10:9). De esa manera fue que naciste de nuevo. También es así como te sanas. Es la manera en la que prosperas en Dios.
Cuando mantienes la Palabra de Dios en dos lugares—tu corazón y tu boca—puedes caminar en esta Tierra de una manera más alta que la gente natural. Puedes ejercer tu autoridad sobre la oscuridad de este mundo que trata de imponerse sobre ti y hacer que el reino de Dios se manifieste en cada área de tu vida.
Si el mundo está en recesión, puedes tomar la Palabra que dice: «La bendición del SEÑOR es la que enriquece» (Proverbios 10:22, RVA-2015) y escaparle a la situación.
Si los peligros del mundo te amenazan, puedes decir: «Diré yo al SEÑOR:
“¡Refugio mío y castillo mío, mi Dios en quien confío!» (Salmo 91:2, RVA-2015) y permanecer seguro.
Si el mundo es golpeado por una epidemia de enfermedades o dolencias, puedes tomar la Palabra que dice que Jesús llevó nuestras enfermedades (Isaías 53:4, AMPC), y ser sano.
¡Así de simple es como se vive en libertad! ¡Cree la Palabra de Dios en tu corazón y confiésala con tu boca!
“Bueno”, podrías decir, “no me parece tan fácil de hacer”.
Yo no dije que fuera fácil. El proceso en sí mismo es simple, pero mantenerlo en práctica constante requiere de esfuerzo. No puedes hacerlo tan solo sentándote a mirar comedias en la TV y pasando todo el tiempo en el café hablando con incrédulos.
Para mantener tu fe en tu corazón y en tu boca, tienes que alimentar continuamente tu espíritu con la Palabra y ponerla en primer lugar en tu vida. Tienes que continuar diciendo lo que Dios dice. Aun cuando tengas que mantenerte por algún tiempo enfrentado la evidencia contraria, tendrás que mantenerte de acuerdo con la Palabra y pelear la buena batalla de la fe.
Eso fue lo mismo que Abraham tuvo que hacer. Cuando él comenzó a llamarse a sí mismo: «padre de una multitud de naciones», él continuaba viendo la evidencia contraria cada vez que miraba a su esposa estéril de 90 años. Sin embargo, se rehusó a considerar esas circunstancias. Se rehusó a permitir que lo desanimaran.
En vez de eso, siguió el plan de Dios para dominar. Se mantuvo creyendo y declarando la Palabra de Dios, y mientras más lo hizo, más fuerte se hizo su fe.
Tú puedes tener la misma experiencia. Puedes ser tan fuerte en la fe como lo fue Abraham. Todo lo que tienes que hacer es seguir su ejemplo y no considerar tus circunstancias negativas. Mantente poniendo la Palabra en tu corazón y en tu boca, y mira más allá de tu cuerpo adolorido, tus limitaciones naturales y tu cuenta bancaria vacía, y mantente enfocado en Dios.
Durante los últimos 50 años, Ken y yo hemos aprendido a hacerlo, atravesando circunstancias negativas en victoria una y otra vez. Hemos vencido obstáculos que parecían imposibles y hemos visto el cumplimento de visiones de fe que cuando el Señor no las dijo por primera vez, parecían totalmente inalcanzables.
Podemos dar testimonio de nuestra experiencia. ¡Dios no tiene ningún problema para pensar en grande! Él no está limitado por tus circunstancias negativas. Es posible que te diga algo que costará millones de dólares cuando no tienes ni $200 en el banco. Él no mira tu cuenta bancaria antes de mostrarte lo que quiere que hagas, porque no espera que tú lo hagas. Él espera hacerlo Él mismo. Y todo lo que necesita de ti es que te mantengas creyendo y declarando hasta que la imagen completa que Él puso en tu mente se cumpla.
Recuerdo cuando Dios nos dijo que saliéramos en televisión. Ken y yo no podíamos entender en nuestra mente tal requerimiento, ni sabíamos por dónde empezar. No teníamos dinero en el banco, ni el conocimiento necesario. Sin embargo, mientras continuamos relacionándonos con el Señor al respecto y permaneciendo en la Palabra, la fe comenzó a llegar.
Un día estábamos en un viaje ministerial y paramos en un restaurante Denny’s a desayunar. Empezamos a hablar de nuestro ministerio de televisión y la fe en nuestros corazones comenzó a salir por nuestra boca. Dijimos: ¡Podemos hacerlo! y repentinamente pareció como la cosa más sencilla en el mundo.
¿Habían cambiado nuestras circunstancias? ¿Teníamos el dinero o los equipos, o los empleados para hacerlo? No. Pero la imagen de la fe se había formado en nuestro interior y declaramos lo que sucedería. Poco tiempo después, estábamos ministrando en TV.
Así es como nosotros, los creyentes, estamos llamados a vivir. Es el plan de dominio de Dios. Así que mantenlo en funcionamiento. Mantente alimentando tu corazón con la Palabra, creyéndola y declarándola con tu boca. ¡Levántate por encima de las circunstancias negativas que han estado tratando de mantenerte dominado y vive libre!
Gloria a Dios..!