Renée Silbernagel estaba sentada, estupefacta, mientras Ginger Ziegler enseñaba un estudio bíblico en el Ministerio Aceptando Su Gracia (“Embracing His Grace Ministries”). Ginger tenía ese don de hacer que la Biblia se hiciera viva mientras provocaba fe en todos aquellos que la escuchaban.
“Me siento guiada a compartir una petición de oración con ustedes”, explicó Ginger. “Una de mis amigas es una misionera a cargo de un orfanato en China. Un hombre endemoniado que vive en las cercanías de la ladera de la montaña está torturando a los niños. Mi amiga decidió mudar el orfanato a un lugar más seguro y necesita cierta suma de dinero para hacerlo. Oremos y pidámosle al Señor para que provea los recursos”.
A Renée se le erizó la piel de sus brazos en señal de atención cuando escuchó la cantidad de dinero que se necesitaba para mudar el orfanato a un lugar seguro.
Era exactamente la cantidad que ella y su esposo, Jeremy, tenían ahorrados.
¿Se supone que demos esa cantidad?
La mañana siguiente, mientras Renée manejaba hacia su trabajo en los Ministerios Keneth Copeland, escuchaba un sermón de un pastor local llamado Robert Morris, el cual enseñaba acerca de la importancia de sembrar en las viudas y los huérfanos.
¿Estaba el Señor tratando de llamar su atención?
Cuando llegó al trabajo, llamó a Jeremy.
“Recuerdas cuando Ginger mencionó la cantidad de dinero que se necesitaba para mudar ese orfanato en China?”, le preguntó.
“Sí”.
“Jeremy, tenemos exactamente esa cantidad en ahorros; pienso que debemos sembrar en ese orfanato y ayudar a esos niños”.
La presencia de Dios se derramó sobre el auto de Jeremy con tal poder que tuvo que detenerse al lado de la carretera. Él sabía, sin lugar a dudas, que Dios estaba confirmándole que debían ofrendar esa suma completa.
“Tienes razón”, respondió Jeremy. “Sembrémoslo”.
Ninguno de los dos se preocupó por lo obvio.
Esta acción acabaría con sus ahorros.
Sembrando semilla por los niños
“Fue un reto ofrendar todo lo que teníamos”, admite Jeremy. “Sin embargo, lo hicimos. Sucedió en el año 2003. Para el 2004 Dios no solamente había restaurado nuestros ahorros, sino que fuimos de vacaciones a Hawai y pagamos en efectivo”.
“En ese momento sólo estábamos obedeciendo a Dios”, Jeremy recuerda. “No sabíamos en qué estábamos sembrando. Tan solo llevábamos unos pocos años caminando con el Señor”.
Durante la primavera del año 2000, mientras vivíamos en Chicago, unos amigos le pidieron a Jeremy y a Renée que asistieran a un estudio bíblico en su casa. La pareja les había presentado el mensaje de fe a través de las enseñanzas de Kenneth y Gloria Copeland. Poco tiempo después, el hermano Copeland había predicado en una iglesia que quedaba cerca de donde vivían, y en la reunión Jeremy y Renée decidieron hacerse colaboradores.
Ese mismo año, decidieron tener familia.
Un año después, en el 2001, Renée todavía no podía quedar embarazada, nos recuerda Jeremy. El Señor los guió a mudarse a Fort Worth, Texas, y asistir a la Iglesia Eagle Mountain Internacional, en los predios de KCM.
“Yo trabajaba con una compañía de distribución farmacéutica en Chicago, y fue posible que me transfirieran a Texas. Después, en el 2002, Renée comenzó a trabajar en KCM”, comenta Jeremy.
“Tres años después, en el 2005, todavía no teníamos un bebé. Yo había recibido una promoción espiritual cuando empecé a trabajar en la Iglesia Eagle Mountain International – EMIC. Tan maravilloso como era, ya habían pasado cinco años desde que habíamos empezado a tratar de tener una familia. Estábamos tan tristes y frustrados por la situación que casi había robado nuestro gozo por completo. Ese mismo año, nos pusimos de acuerdo para tratar con inseminación artificial”.
“Renée siempre había tenido un corazón por los huérfanos y estaba abierta a la adopción”, recuerda Jeremy. “No fue sino hasta noviembre del 2005 que yo me sentí guiado a empezar con un proceso de adopción. Decidimos adoptar un bebé de China porque había muchos que necesitaban un hogar. Aplicamos a través de una agencia maravillosa y nos dijeron que el proceso tomaría entre dieciocho meses y dos años. Fue costoso y requirió mucha papelería”.
Dos años más tarde, las adopciones en China se habían estancado. Renée descubrió que ninguna persona en la lista antes que ellos había adoptado todavía.
“Podría tardar entre 4 y 5 años”, le comunicaron.
Dios establece orden
Siete años.
Ese es el tiempo que había pasado desde que habían empezado a tratar de tener una familia. Siete años sin un bebé en sus brazos. Todos sus amigos estaban criando sus familias, mientras ella y Jeremy se habían quedado rezagados.
“Me sentía tan deprimida y furiosa con Dios”, admite Renée. “Habían pasado siete años y parecía como que todos recibían la respuesta a sus oraciones. Yo había hecho todo lo que sabía que debía hacer, incluyendo sembrar en muchos baby showers”.
Sintiéndose derrotada, Renée tomó una caja de pañuelos desechables y se encerró en el closet. Allí derramó su corazón delante de Dios. En medio de su profunda tristeza, Renée sintió un empujoncito divino.
Sus palabras susurraron en su mente como alas de ángeles.
Esto no se trata acerca de ti, sino acerca de la generación que está por venir.
En el espíritu, Renée vislumbró a Abrahán desolado mirando a las estrellas. Casi como si ella estuviera parada a su lado, consideró la grandeza del universo. Después, escuchó al Señor hablar otra vez.
Dios estableció un orden. Él puso el orden en su lugar—incluyendo el orden en las familias. ¡Mantente firme en la promesa de Abrahán!
Limpiándose los ojos, Renée se sentó. “Ok”, dijo. “Señor, te serviré y me mantendré firme en la promesa de Abrahán. Pero no cargaré con esto en mi alma. Aquí lo tienes… te estoy entregando mi sueño”.
Lamento y risa
Pasó otro año sin embarazo y sin ninguna novedad de la agencia de adopción. Para el mes de septiembre, Jeremy enfrentó su lucha propia. Se sentía como si él fuera el que estaba a punto de quemarse y clamó por un toque del Señor. Una tarde tuvo una conversación con un pastor amigo. Este pastor compartió que había visto un DVD de un ministro invitado. “No podía dejar de llorar”, le dijo.
¿Me lo prestas?, Jeremy le preguntó. ¿Ahora mismo?
Esa noche, y nuevamente a la mañana siguiente, Jeremy miró el DVD y tomó notas.
Nada.
Después descubrió que no había dejado que el DVD terminara hasta el final del mensaje. El hombre dijo: “Si no tienes una relación personal e íntima con Jesús…” Con esas palabras, Jeremy saltó y levantó sus manos. El poder de Dios lo impactó con tal fuerza que cayó en el piso y lloró por horas.
“Sentí como si el amor hubiera entrado a la habitación”, Jeremy recuerda. “Este amor, literalmente cambió mi vida”. “Siempre había amado a Renée, pero jamás como después de esa experiencia. Después de ese momento durante muchos años, todo lo que podía hacer era pensar en Jesús y llorar”.
Con casi ocho años de búsqueda, Jeremy y Renée todavía no tenían hijos y vivían en una casa demasiado silenciosa para ser cómoda. Durante el otoño de 2008, dos hombres se acercaron a Jeremy y tres mujeres a Renée. Cada uno de ellos tenía una palabra, una visión o un sueño, pero el mensaje de todos era el mismo. Pronto tendrán un bebé.
La iglesia estaba de fiesta, decorada con luces doradas que hacían contraste con ramas verdes, cuando Jeremy y Renée llegaron al servicio justo antes de la Navidad. El pastor enseñó acerca de la respuesta de María al ángel Gabriel. El nombre llamó la atención de Renée. Durante varios años, ella y Jeremy habían recibido un nombre: Gabriel. ¿Vamos a tener un hijo?
“Préstale atención a cómo respondió María”, exhortó el pastor . Ella dijo: «¡Cúmplase en mí lo que has dicho!».
El Señor le resaltó esas palabras a Renée, haciendo que sintiera la urgencia de hacer que esta fuera su declaración de fe. “Empecé a confesar esas palabras”, recuerda Renée. «¡Cúmplase en mí lo que has dicho!».
Una palabra de parte de Dios
Al fines del 2008, durante el servicio de Año Nuevo, Kenneth Copeland dio una palabra profética para el siguiente año: Cosas que pensaste que absolutamente nunca, nunca sucederán van a suceder tan fácilmente y sin esfuerzo, que dirás: “no sé por qué alguna vez estuve tan preocupado por eso…” Así será el 2009, ¡será el año más maravilloso que alguna vez hayas tenido en tu vida!
Instantáneamente, Renée y Jeremy supieron que esa palabra profética era para ellos.
Tres semanas más tarde, Renée y Jeremy tenían síntomas de gripe que no se quitaban. Se sentían tan mal, que Renée salió de trabajar ese día al medio día. Sentía que quería meterse en la cama. Sin embargo, sin razón aparente, se hizo una prueba de embarazo.
¡Positiva!
Ella miraba fijamente el resultado, y parpadeó.
¿Podría ser cierto?
“Jeremy”, le dijo más tarde a su esposo. “Creo que sé por qué estoy tan enferma”.
“De verdad, ¿por qué?”.
“¡Creo que estoy embarazada!”.
Tanto el doctor de la familia como el obstetra de Renée le confirmaron que sus síntomas no eran gripales. “Parece que quedaste embarazada el 31 de diciembre”, le dijo su obstetra.
Renée y Jeremy no podían dejar de reírse con gozo. Nunca habían estado tan felices. Sin embargo, cinco semanas más tarde, ella empezó a tener cólicos y a manchar. La mañana siguiente, ella y Jeremy se sentaron en la mesa de la cocina en silencio. El ambiente se sentía pesado. La voz del Señor irrumpió el silencio.
Yo no doy regalos rotos.
“Esa palabra de Dios cambió todo”, Renée recuerda. “Desde ese momento, cuando aparecían problemas, no les prestábamos atención”.
El 14 de septiembre de 2009, nueve años después de tratar de comenzar una familia, Renée dio a luz a Jemma Grace. Ella nació un mes antes del cumpleaños número 40 de Renée.
“Estábamos perfectamente contentos con un hijo”, Jeremy explica. “Sin embargo, cuando Jemma tenía dos años, Renée me despertó una mañana y me mostró una prueba de embarazo positiva.
Cohen Gabriel nació el 27 de octubre de 2011 y pesó 4.100 gramos.
En la actualidad, Jeremy trabaja en la Iglesia Gateway en Southlake, Texas, y Renée todavía trabaja en KCM. Jemma tiene 7 años y Cohen 5. Los niños son inseparables.
“Si no nos hubiéramos convertido en colaboradores de KCM y aprendido a vivir por fe, hoy en día no tendríamos esos niños”, comenta Jeremy. “No es un accidente que Renée quedara embarazada de Jemma la noche de Año Nuevo en el año 2008. Nosotros éramos colaboradores de pacto con el profeta que liberó esa palabra; al mismo tiempo, Renée había estado declarando: «¡Cúmplase en mí lo que has dicho!». Esa palabra poderosa trajo a un hijo.
“Mirando al pasado, nos damos cuenta de que Dios sabía la pelea de fe que tendríamos que soportar para traer estos niños al mundo. Por esa razón nos hizo sembrar nuestra mejor semilla—todo lo que teníamos—en un orfanato chino. Nosotros no sabíamos que estamos sembrando en nuestra propia familia; sin embargo, Dios lo sabía y Él nos bendijo con hijos propios”.