El nacimiento de Jesús no es solamente un tema navideño. Cada una de las partes de Su historia son relevantes ahora mismo, y lo serán por siempre. ¡Esta relevancia son buenas noticias! Significa que los ángeles todavía son relevantes; ¿no te alegra?
La obediencia es relevante. Valió la pena para José y María y valdrá para nosotros también.
La protección divina es relevante. No pudo ser más deseable en ese entonces que en el mundo en el que vivimos hoy.
¡La prosperidad divina ciertamente es relevante! ¿Quién no podría usar un camello cargado en medio de la necesidad?
A pesar de que los ángeles se roban prácticamente toda la atención alrededor del nacimiento de Jesús, los profetas realmente deberían ser considerados los participantes más importantes.
Cuando piensas en el nacimiento del Salvador, ¿en qué profetas piensas?
La mayoría de los cristianos recuerdan las profecías dadas por Zacarías, el padre de Juan el Bautista, y probablemente Simeón y Ana la profetiza; ambos reconocieron a Jesús como el Salvador y lo declararon públicamente a los demás, proclamando que Él era. También está la profecía declarada a través de Isaías que anuncia: «Por tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y llamará su nombre Emmanuel… Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado…» (Isaías 7:14, 9:6 RVA).
La verdad es que cada profeta del Antiguo Testamento profetizó acerca de Jesús—no solamente Su nacimiento, sino también cada detalle de Su vida.
Mateo 1:22, en La Edición Clásica de la Biblia Amplificada, dice: «Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor declaró a través del profeta». Mateo dice en 15 ocasiones adicionales: “para que se cumpliera”.
¿Es posible que el ministerio de los profetas sea relevante para nosotros, hoy en día? Quizás digas: “No, ese ministerio ya ha terminado”. Otros estarán en desacuerdo, pero realmente desconocen de su relevancia, y de cómo usar su fe para este don ministerial glorioso. Explorémoslo.
Los dones aún permanecen
Primero, establezcamos que los profetas no desaparecieron después de que los 12 apóstoles se fueron al cielo. ¡Ellos no cerraron una era; ellos comenzaron una! Efesios 4:11-13 dice: «él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios».
¿Quién dio estos regalos o dones? Jesús.
¿Podemos encontrar en las escrituras alguna indicación de que Él ha eliminado esos dones? No.
¿Ha terminado la obra del ministerio asignado a la Iglesia? No. Entonces, ¿por qué habría Él de eliminar el don que nos dio para equiparnos para esa tarea?
¿El cuerpo de Cristo todavía necesita ser edificado? Por supuesto que sí. Obviamente, todavía no hemos alcanzado la unidad de la fe, así que las herramientas que Jesús puso en el Cuerpo de Cristo para cumplir con esa tarea son necesarias.
Los siguientes cuatro versículos enumeran el propósito para los cinco dones ministeriales mencionados anteriormente, incluyendo el profeta. Estos dones, o regalos, han sido dados para que lleguemos a ser un cuerpo perfecto (maduro), a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo y Su unción.
Efesios continúa explicando que debemos crecer y pasar la infancia espiritual y no ser llevados de aquí para allá. No nos deben afectar las doctrinas humanas, estando firmemente establecidos en la Palabra, guiados por el Espíritu, hablando solamente la verdad y siempre en amor. ¿Hemos alcanzado ese nivel? Aparentemente no. Claramente, todavía necesitamos todo lo que el Señor ha provisto para Su novia, para que podamos convertirnos en la Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga (Efesios 5:27).
Algunos dicen que todo esto es solamente obra del Espíritu, no de los hombres.
Todo lo bueno es obra del Espíritu, pero no sin ayuda de los hombres. Dios ha escogido obrar por los hombres, en la mayoría de los casos, obrando a través de ellos. ¿No es esa la historia de la cruz, donde Dios se hizo hombre para culminar la obra redentora a través de un hombre?
Jesús dijo que Juan el Bautista era el profeta más grande bajo el Antiguo Pacto. Eso es verdad debido a la tarea que le había sido encomendada—preparar el camino del Señor. Lucas 3 y Mateo 3 lo muestran cumpliendo esa misión. Su mensaje trajo revelación (y una conciencia iluminada) del Reino de Dios y un llamado al arrepentimiento para que la gente lo pudiera aceptar.
Las escrituras mencionan que Juan tenía la atención de los líderes religiosos, políticos, económicos, militares y también el de la población en general. Dios le dio una puerta abierta para hablar, no solamente a sus vidas en forma individual, sino también en los ámbitos que éstos representaban. Reconoces que existe un ámbito político, económico, religioso, etc. Los hombres pueden quedar tan atrapados en su manera de pensar y hacer las cosas sin la intervención de Dios, que se destruirán a sí mismos. ¿Cómo transforma Dios esos ámbitos? Por medio de las Palabras declaradas en los labios de hombres, específicamente a través del ministerio de los profetas.
Amos 3:7 dice: «Lo cierto es que nada hace el Señor sin antes revelarlo a sus siervos los profetas» (RVC). ¿El reino de Dios necesita ser revelado hoy día a las personas? Ciertamente.
¿Cada uno de esos ámbitos necesita despertarse de sus caminos autodependientes y destructivos e ir al Señor? ¡Cuanto antes, mejor!
El profeta ungido
Juan preparó el camino del Señor. ¿Regresará el Señor? Sí, ¡y muy pronto!
Hoy en día necesitamos los profetas. Eso no significa que el Reino se base únicamente sobre el ministerio profético. A diferencia del Antiguo Testamento, donde la unción reposaba sobre el rey, los sacerdotes y los profetas, la unción ahora reposa en todo el cuerpo de Cristo. Todos nosotros tenemos responsabilidad y autoridad en el Reino. Sin embargo, la unción del profeta es como esa arma que el Señor acciona para provocar el cambio. Cuando el profeta habla, sus palabras se convierten en la voz del Señor en la Tierra. El Salmo 29 revela que la voz del Señor es poderosa y llena de majestad, destruye obstáculos arraigados por mucho tiempo, libera juicio, hace un camino para la gloria, le da a Su pueblo fortaleza y lo bendice con paz.
No es de extrañar que Pablo frecuentemente les pidiera a los santos que oraran por él para que pudiera fluir en declaraciones divinas. Él sabía que sus palabras, ordenadas y ungidas por Dios, no solamente afectarían a cada persona que las escuchara, sino que también alterarían la condición de cada ámbito conocido por los hombres—y los ángeles (1 Corintios 2:6). Todo esto es solamente un aspecto del ministerio profético. ¡Por supuesto que semejante arma espiritual tan poderosa encuentra oposición satánica! La Biblia habla acerca de la horrible persecución que sufrieron muchos profetas. Ese mismo espíritu trata de detener la voz de Dios hoy en día, pero las oraciones de la gente de pacto, hambrientas por la manifestación de este don y la de todos los dones ministeriales en su total plenitud, detienen el efecto de esta influencia demoniaca.
¡El Señor sabe cómo perfeccionar a Sus santos! Él sabe que se necesitarán todos los dones ministeriales—apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros—para terminar la obra. Como 1 Corintios 12:31 (AMPC) nos instruye, cuando deseemos, cultivemos, amemos y oremos por esos dones ministeriales que están en medio de nosotros, el reino de Dios será magnificado y ¡Su gloria llenará esta Tierra! Las cosas ocultas de Dios «son creadas ahora [llamadas a ser por la palabra profética]» (Isaías 48:7, AMPC).