Los creyentes deberíamos ser famosos por soñar en grande.
Como hijos amados del Dios todopoderoso, y en posesión de una Biblia llena de promesas, deberíamos vivir con una gran sonrisa en nuestro rostro todo el tiempo, a la expectativa de que algo bueno nos suceda. Deberíamos vivir tan llenos de la Palabra, y tan llenos de visiones inspiradas por el Espíritu Santo acerca de nuestro futuro, que al entrar en cualquier lugar las personas debieran decir lo mismo que decían los hermanos de José en el Antiguo Testamento: «¡Aquí viene el soñador!» (Génesis 37:19, NTV).
No sé si alguna vez se ha dicho eso de Kenneth o de mí, pero estoy segura de que se han expresado cosas parecidas porque hemos tenido grandes sueños en Dios por más de 45 años. Y desde que descubrimos cómo vivir por fe en la Palabra, hemos mantenido grandes expectativas.
Toma como ejemplo lo que nosotros esperábamos obtener al inicio de nuestro ministerio en 1967. En ese año, el Señor le dijo a Kenneth que predicara la Palabra no adulterada, desde la cima más alta hasta el valle más profundo y a todos los confines de la tierra. Ken aceptó ese llamado, y desde ese entonces, es lo que hacemos.
No importa que en aquella época estuviéramos en la quiebra, y que Ken no tuviera ni una sola invitación para predicar. Éramos soñadores de fe. Nos vimos como un ministerio internacional antes de tener el dinero suficiente para salir de nuestra ciudad.
Además de nuestros sueños de ministerio, también comenzamos a tener sueños en lo natural. Yo siempre soñé con tener una casa propia, una que satisfaciera los deseos de mi corazón. Hablando en lo natural, parecía que eso jamás iba a suceder —en especial porque Kenneth y yo habíamos hecho el compromiso ante Dios de no pedir dinero prestado—. Pero aún así, me negué a renunciar a mi sueño.
Con el paso de los años, mientras esperaba que mi sueño se cumpliera, el Señor cuidó bien de nosotros. Nunca vivimos en la calle, Dios siempre nos proveyó buenas casas para vivir, y yo las valoré. Pero porque nunca renuncié a mi sueño, llegó el día en que nos mudamos a la casa de mis sueños —y sin pedir dinero prestado.
¡Qué gran bendición ha sido esa casa! Estoy tan agradecida con Dios por ella. Sin embargo, pude haber renunciado fácilmente a mi sueño.
Si le hubiera creído a Dios por diez años, y después hubiera dicho: “Si en realidad fuera a recibir esa casa, debería tenerla en este momento”. El resultado habría sido muy diferente. Si hubiera renunciado a mi sueño y hubiera desechado la Palabra sobre la cual permanecí firme por esa casa, quizá hoy estaría viviendo en una casa rentada.
Pero alabado sea el Señor, no renuncié. Me aferré a mi sueño y seguí creyendo. Decidí que mi sueño era valioso.
Y el tuyo también lo es.
Por tanto, no te desanimes si le has estado creyendo a Dios por algo durante un tiempo y aún no has visto los resultados. No renuncies a tus sueños sólo porque están tardando más tiempo del que esperabas. Si tus sueños están basados en la Palabra de Dios, y si permaneces firme en el programa de la fe, puedes estar seguro de que Dios estará trabajando en ellos. Él está haciendo que tus sueños se cumplan, y cuando éstos se hagan realidad, te alegrarás.
Primero enfócate en agradar a Dios
Quizá digas: “Pero Gloria, no estoy seguro de saber con exactitud qué significa: ‘Permanecer firme en el programa de la fe’”.
En realidad, es sencillo. El programa de la fe, es simplemente creer, confesar y obedecer la Palabra de Dios. Es disfrutar la vida de acuerdo con lo que está escrito en la Biblia.
Pero no sólo me refiero a vivir de acuerdo con lo que la Palabra dice acerca de tus sueños (aunque eso es importante), sino también a apegarnos a lo que dice acerca de otras cosas. Por ejemplo, caminar en amor y en santidad. No podemos llevar una vida de perdición e inmoralidad, y creer sinceramente que Dios cumplirá nuestros sueños, pues desobedecerle a Dios en cualquier área debilitará nuestra fe. Como receptores sobrenaturales, el deseo de nuestro corazón debe ser, ante todo, agradar a Dios. Todo lo demás debe ser secundario.
Eso significa que no podemos escoger las escrituras que más nos gusten, y enfocarnos sólo en ellas. Por ejemplo, no debemos concentrarnos sólo en los versículos referentes a la prosperidad. Aunque es maravilloso prosperar (en especial si has vivido en escasez por algunos años), si deseas tener una fe fuerte, también debes ponerle atención a los versículos que hablan del diezmo y de la obediencia en cualquier área de la vida.
En otras palabras, debes dedicarte a cumplir la voluntad de Dios en forma total, y seguir las instrucciones que se nos dan en Romanos 12:1-2: «Así que, hermanos, yo les ruego, por las misericordias de Dios, que se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Así es como se debe adorar a Dios! Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto».
Como personas de fe, no debemos conformarnos a este mundo, porque el mismo está tratando de irse al infierno bien rápido. Las personas que no conocen a Dios están colocando tanta basura frente a sus ojos y en sus oídos que apenas saben que todavía existen los diez mandamientos. Ven demasiados programas de televisión paganos y películas que piensan que vivir en pecado es la manera normal de vivir.
Para nosotros como creyentes, el pecado no es normal. La santidad es normal. Obedecer a Dios y vivir por fe en Él es normal. Es por eso que otra parte vital del programa de la fe es invertir tiempo alimentando nuestro corazón y nuestra mente con la Palabra de Dios. En la Palabra se nos enseña cómo desea Dios que vivamos. Ahí encontramos promesas extremadamente grandiosas y preciosas, que nos hacen partícipes de Su naturaleza divina; y además, nos brinda el poder para escapar de la corrupción que hay en este mundo (2 Pedro 1:4).
Y «la fe proviene del oír… la palabra de Dios» (Romanos 10:17). Por tanto, a medida que leemos y meditamos en la Palabra, nuestra fe se fortalece —y Dios necesita que tengamos fe para cumplir nuestros sueños—.
La decisión es tuya
La Biblia es verdaderamente un libro sobrenatural. No importa qué esté sucediendo en tu vida en cualquier momento, tú puedes abrir la Biblia todos los días, y el Espíritu de Dios te mostrará de inmediato las palabras que necesitas para llenarte de poder y sustentarte. Él te guiará hacia las escrituras que te llevarán hacia el cumplimiento de tus sueños.
Sin embargo, aunque la Biblia sea muy importante para tu éxito, Dios no te obligará a leerla. Él te permitirá escoger tu propio nivel de fe. El Señor te permitirá profundizar en Su Palabra tanto como tú lo desees. Dependerá de cuánta atención le prestes —de cuánto mantengas esa Palabra frente a tus ojos y en tus oídos—, de cuánto la recibas, la creas y actúes de acuerdo con ella. Puedes tener una fe tan fuerte como para convertir tu más grande sueño en una realidad, o puedes cojear todo el camino con solamente la suficiente fe para llegar al cielo.
Como Dios dijo en Deuteronomio 30:14-16: “La palabra está cerca de ti, en tu boca, en tu mente y en tu corazón; a fin de que puedas escucharla. Hoy, he puesto delante de ti la vida y el bien, y la muerte y el mal. (Si obedeces los mandamientos del Señor tu Dios los cuales) Yo te mando hoy, que ames al Señor tu Dios, que andes en Sus caminos, y que guardes Sus mandamientos, Sus estatutos y Sus ordenanzas; entonces vivirás y te multiplicarás, y el Señor tu Dios te bendecirá” (AMP).
Un aspecto importante de Dios, es que Él no titubea. Él dice las cosas como son: Tenemos una opción. Dios nos ha dado Su Palabra, y a través de ésta, Él ha puesto delante de nosotros la vida y el bien, la bendición y la maldición. Ahora, depende de nosotros decidir qué haremos al respecto. ¿Cuál será tu elección?
No sé tú, pero cuando fui salva, estaba cansada de hacer las cosas a mi manera, y anhelaba hacer las cosas a la manera de Dios. Aunque era joven, estaba desesperada, y Kenneth también lo estaba. Ambos estábamos cansados de vivir sin dinero, de dormir en una cama plegable alquilada, de cocinar papas en una cafetera, y de ver una pila de facturas de gastos por pagar.
Queríamos salir de esa situación. Queríamos salir de la escasez. Queríamos un automóvil decente —uno que en realidad nos llevara a donde queríamos ir—. ¡Teníamos el sueño de ser BENDECIDOS!
Por tanto, cuando leímos en esos versículos que sólo debíamos creer y obedecer la Palabra de Dios para recibir LA BENDICIÓN, nos lanzamos de lleno a la piscina; y nos sumergimos por completo en la Palabra.
No nos sentíamos satisfechos con sólo asistir a la iglesia y escuchar un sermón una vez a la semana. Invertíamos tiempo leyendo la Palabra todos los días. De contínuo buscábamos versículos y escuchábamos los consejos del Espíritu Santo, a fin de descubrir lo que Dios deseaba que hiciéramos.
Da el siguiente paso
¡Jamás olvidaré esos primeros días en la Palabra! Una de las primeras cosas que el Señor nos mostró fue que nos mudáramos a Tulsa para que Kenneth estudiara en Oral Roberts University. Hasta este día, ése ha sido uno de los más grandes pasos de fe que Dios nos ha pedido.
En ese entonces, no sabíamos nada acerca de cómo vivir a la manera de Dios. Pero lo que sí sabíamos era que teníamos hijos pequeños, estábamos sin dinero y sin idea de cómo sobreviviríamos financieramente si Kenneth iba a la universidad.
Dios tampoco nos mostró todo el plan. De hecho, rara vez lo hace. Y casi nunca cide: “Si cumples con esto, Yo haré esto otro, y obtendrás este maravilloso resultado”. No, la mayoría de las veces Él sólo te dará una indicación para llevar a cabo algo, y no te explicará todo lo bueno que sucederá si das ese siguiente paso. Por esa razón, se llama: “Vivir por fe”.
Si Dios nos hubiera dicho con anticipación: “Vayan a Tulsa, Oral Roberts contratará a Kenneth para ser su piloto y, personalmente, lo preparará para el ministerio. Luego conocerán a Kenneth E. Hagin y serán más bendecidos en cada área de su vida de lo que hayan podido soñar”. Nos habríamos inscrito lo más rápido posible. Pero no nos habló de ninguno de esos beneficios.
El Señor esperaba que lo conociéramos lo suficiente, por medio de la lectura de Su Palabra escrita, a fin de que aprendiéramos a confiar en Él. Dios estuvo a la expectativa de que lleváramos a cabo cualquier cosa que nos indicara, sólo porque en la Biblia se nos dice que al hacer cualquier cosa que Él nos guia, es donde encontraremos LAS BENDICIONES.
Aunque nos tomó un tiempo, al final obedecimos. Subimos nuestros muebles viejos y de segunda mano en un pequeño remolque, subimos a los niños al automóvil y manejamos a Oklahoma. ¡Apenas teníamos el dinero suficiente para echar combustible para llegar!
Cuando llegamos a Tulsa, los obstáculos que enfrentamos parecían insuperables. No teníamos idea de cómo vencerlos. Rentamos una casa en mal estado (si mal no recuerdo, pagábamos USD $115 al mes). Tenía las paredes color marrón con pintura descascarada. Se parecía tanto a un basurero que no pude desempacar por dos semanas.
Esa casa estaba muy lejos de ser la casa de mis sueños. Sin embargo, Dios nos proveyó cada una de las cosas que fuimos necesitando. Comenzó por enseñarnos a vivir por fe en Su Palabra, y hoy día, aún vivimos conforme a lo que aprendimos en ese tiempo.
Incluso creo que no estaríamos donde estamos ahora, si no hubiéramos hecho esa mudanza años atrás. Quizá estaríamos en el ministerio, pero no viviríamos en la perfecta voluntad de Dios. Y tampoco habríamos visto el cumplimiento de algunos de nuestros sueños espirituales. ¿Por qué? Porque para nosotros, permanecer firme en el programa de la fe donde se encontraban esos sueños, implicaba dar el siguiente paso, el cual era ir a Tulsa.
Con el paso de los años, una y otra vez, hemos hecho lo mismo en diferentes ocasiones. Hemos repetido el mismo procedimiento, pues es así como funciona el programa de la fe. Es así como los sueños que Dios te da se hacen realidad; no sólo para Kenneth y para mí, pero también para ti.
Así que ¡Persevera en el programa! Sin importar cuánto debas esperar para ver tus sueños cumplirse, no renuncies a ellos. No creas por ellos sólo por algunos meses o por unos años, para luego darte por vencido, diciendo: “Me rindo, nada está sucediendo”.
Siempre mantén grandes expectativas. Mantén tu corazón enfocado en agradar a Dios por sobre todas las cosas. Fielmente invierte tiempo en Su Palabra, edifica tu fe y descubre qué desea Él que hagas en cada área de tu vida. Luego, si recibes en tu corazón alguna instrucción de parte de Dios, no trates de razonar cómo se llevará a cabo en lo natural, sólo da el siguiente paso.
Haz cualquier cosa que el Señor te diga, pues allí se encuentra LA BENDICIÓN. Allí es donde se encuentra tu provisión. Ése es el lugar donde, uno de estos días, te encontrarás viviendo tus propios sueños.