¿Has jugado alguna vez al juego “Mamá, ¿PUEDO?”? Estas son las reglas: Los jugadores se alinean en la línea de salida y el objetivo es llegar primero a la línea de meta. El líder, llamado “Mamá”, da una orden, por ejemplo, “Da un paso de gigante” o cualquier otra cosa que signifique avanzar. Puede ser un salto de conejo, girar y dar dos pasos, o incluso dar un pasito de bebé hacia delante. Antes de avanzar, el jugador debe preguntar: “Mamá, ¿puedo?” Cuando la mamá dice “Sí, puedes”, el jugador procede a seguir las instrucciones. Si un jugador se mueve sin permiso, es devuelto a la línea de salida. Quien llegue primero a la línea de meta, gana la partida.
¿Te parece divertido? Ese juego era uno de mis favoritos.
Pensé en utilizar este juego para mostrarte lo que puede impedirnos vivir plenamente como Jesús en la tierra. El mes pasado te compartí que: “esta herencia de gloria viene directamente del reino celestial, y te pertenece como hijo de Dios. Jesús hizo posible que vivas en Él, en Su Luz, tan completamente que te trasladó de ser controlado por la oscuridad de este mundo a vivir como uno con Él”.
Así como los niños de “Mamá, ¿puedo?”, hemos sido llamados por el Padre a vivir en la luz, a alcanzar un lugar más alto y vivir como uno con Jesús. Nos ha sacado del reino de las tinieblas y nos ha abierto el camino para que disfrutemos de una nueva vida con Su maravilloso Hijo, Jesús. Incluso nos ha pedido que le ayudemos a sanar a los enfermos y a compartir el amor de Jesús.
Aunque tenemos Su permiso para caminar y vivir como Jesús en la tierra, no podemos hacerlo solos. Tal vez te estés preguntando: ¿Cómo voy a intentar ser como Jesús sin ayuda? O tal vez pienses: ¡SÉ que no puedo ser como Jesús! ¡No soy lo suficientemente bueno!
Así es. Cuando pensamos que no somos lo suficientemente grandes o lo suficientemente buenos, nos sentimos estancados tal como somos.
Leamos este versículo del mes pasado. Fíjense bien en quién es el que está haciendo todo el “trabajo” o la “obra” (el sujeto de la oración).
«Sus corazones pueden elevarse con gozosa gratitud cuando piensan en cómo Dios los ha hecho dignos de recibir la gloriosa herencia que se nos ha dado gratuitamente al vivir en la luz. Nos ha rescatado por completo del dominio tiránico de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo» (Colosenses 1:12-13, La Traducción de la Pasión).
Tú no eres “como si fueras”. Dios ya te HIZO digno. Él te RESCATÓ. Te TRASLADÓ (o MOVIÓ) al reino de Su amado Hijo. Dios es Quien hizo la obra. Nuestra parte no es tan difícil. ¿Cuál es nuestra parte?
Dejar que tu corazón se eleve con gratitud. RECIBIR la gloriosa herencia: se te ha dado gratuitamente, así que no puedes pagar por ella. Dejarnos TRASLADAR de la oscuridad a la luz y VIVIR en esa luz con Jesús. Nuestra parte es recibir lo que Él hizo por nosotros y dejar que Él nos guíe, nos traslade y brille a través de nosotros.
Verdaderamente simple, ¿verdad? El Padre dio a Su único Hijo para morir por nosotros, para que pudiéramos ser Sus hijos también. Piénsalo de esta manera: Jesús vino a la tierra para ser como NOSOTROS para que nosotros pudiéramos ser como ÉL. ¡El plan de Dios para nosotros es asombroso! Entonces, ¿por qué no hemos visto más de Sus milagros, poder y vida fluir de nosotros?
Una razón es que no nos vemos como Dios nos ve. Escuchamos los pensamientos negativos que el enemigo nos dice como: “No eres lo suficientemente bueno, inteligente o valiente para hacer las cosas que Jesús hizo”. Entonces, nos miramos a nosotros mismos y vemos nuestras faltas, debilidades y defectos; todo ello pareciera demostrarnos que Dios no podría usarnos para sanar a la gente, ¡y mucho menos para hacer milagros como ayudar a la gente a salir de sus sillas de ruedas o que sus piernas vuelvan a crecer! Los niños no son los únicos que piensan así; ¡a los adultos les pasa lo mismo! Hemos permitido que el enemigo nos robe lo que realmente somos diciéndonos que sólo somos seres humanos.
SÍ, somos seres humanos con debilidades humanas. Y eso es exactamente por lo que Jesús murió. Sabemos que Jesús murió para salvarnos, ¡pero realmente murió para LLENARNOS DE ÉL MISMO! Veremos más de Él fluyendo de nosotros cuando dejemos de enfocarnos en lo débiles que somos comparados con Él. Él no vino a COMPARARSE, sino a COMPARTIR Su grandeza con nosotros.
Cuando nos demos cuenta de que nuestras debilidades humanas son el lugar donde Jesús puede brillar, empezaremos a vivir como UNO con Él. Dejar que eso suceda es sólo cuestión de esas cosas que mencionamos antes.
Superkids, repitan conmigo: “DEJO que mi corazón se eleve con gratitud. RECIBO la gloriosa herencia. Me es dada gratuitamente por lo que no puedo pagarla. Fui TRASLADADO de las tinieblas a la luz, ¡y ahora VIVO en esa luz llena de Jesús!”
Padre, ¿puedo?
SÍ, ¡PUEDES!
¡Ganamos!
La Comandante Kellie