¿Te has dado cuenta que, en este mundo acelerado, en continuo movimiento e interconectado por la internet de hoy, puede ser un verdadero reto mantenerte enfocado?
Sarah y yo hemos identificado cómo la capacidad de nuestros hijos para prestar atención debe ser una marca distintiva en su crecimiento. Cuanto más maduros sean, mejor podrán mantener sus mentes en un tema específico.
A veces es lindo verlos luchar para mantenerse enfocados. Lo que no es tan tierno es cuando un adulto todavía tiene esa lucha interna… especialmente cuando se trata de tú o yo.
Como adultos, debemos tener la capacidad de enfocarnos en algo y no dejarlo ir. Según la Palabra, nuestra paz depende de ello.
Isaías 26:3 dice: «Tú guardas en completa paz a quien siempre piensa en ti y pone en ti su confianza.» Eso es bastante sencillo y directo: la paz depende de nuestra capacidad para mantener nuestra mente en un solo lugar: permanecer en Él. De hecho, el Señor lo compartió conmigo de esta manera: “La ausencia de paz es el producto de una mente errante.”
“Pero esa es solo mi personalidad”, dicen algunos. Claro, tener una mente errante puede parecer inocente, pero sin importar nuestro diseño individual, debemos desarrollar nuestra capacidad de mantenernos concentrados… o poner en riesgo nuestra paz.
La parábola que sacudió mi vida
Para mantenernos enfocados en la Palabra, tenemos que recibirla en nuestras vidas. Este es el principio que se encuentra en la parábola del sembrador en Mateo 13. En ella, Jesús reveló cómo, cuándo se siembra la semilla de la Palabra, siempre ocurrirá una de las siguientes cuatro cosas:
Algunas semillas caen por el camino y el enemigo viene a devorarlas. (versículos 4, 19).
Algunas semillas caen en lugares pedregosos… y se queman y marchitan bajo el fuego de la tribulación porque no tienen raíces. (versículos 5-6, 21).
Algunas semillas caen entre las espinas, las preocupaciones de este mundo, que ahogan la Palabra. (versículos 7, 22).
Algunas semillas caen en terreno firme o buena tierra donde alguien escucha la Palabra, la entiende y produce un cultivo, unos cien veces, unos 60, y otros 30. (versículos 8, 23).
Crecí en un hogar lleno de fe. Cada vez que necesitaba algo, mamá y papá me decían: “Ve a la Palabra, Jeremy. ¿Qué dice la Palabra?” Estaba implícita la idea de que, sea lo que fuere que estuviera enfrentando, la Palabra contenía la respuesta.
Luego leí la parábola del sembrador. ¿Sabes lo que nos dice? Que tres de cada cuatro veces la Palabra no hizo nada porque, de una forma u otra, el enemigo logró robarla.
Eso sacudió mi realidad.
Claramente, en el momento en que se siembra la Palabra, Satanás se pone a trabajar. Cuando pensamos en los trucos de Satanás, pensamos en él propagando enfermedades o carencias en nuestras vidas. Pero no creo que se retuerza si estamos sanos o somos ricos, enfermos o pobres. Lo que le importa es distraernos, porque la distracción le sirve para disuadirnos de aquello en lo que creemos.
La enfermedad, la dolencia, la escasez… todas tienen algo en común: son todas poderosas herramientas de distracción, diseñadas para alejar nuestras mentes del Señor y salir de ese refugio de paz perfecta.
Puedes ver este principio en acción cuando Jesús fue a visitar a María y Marta.
«Mientras iban ellos de camino, El entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos; y acercándose a Él, le dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada.» (Lucas 10:38-42, LBLA).
Esa reunión debe haber sido hermosa. Marta invitó a Jesús a entrar para que compartiera Su Palabra con ellos. Jesús no estaba predicando a miles en una ladera, o desde la proa de un bote. Estaba sentado con un grupo selecto de personas en la casa de Marta. ¿Te imaginas qué oportunidad más maravillosa?
Ahora, si estás familiarizado con esta historia, es posible que ya estés pensando en cómo se ocupa Marta, pero no todo comenzó de esa manera. Según el versículo 39, cuando la frase “que sentada a los pies” se traduce de manera literal desde el griego, nos dice que Marta “también estaba sentada a los pies del Señor…”. La palabra también nos dice que María y Marta estaban allí, ambas sentadas a los pies de Jesús, escuchando su enseñanza.
“Pero”, continúa el pasaje, “Marta se preocupaba”.
Es difícil comprender cómo alguien podría distraerse en esa ocasión. El ambiente estaba listo para recibir revelación. Jesús probablemente estaba compartiendo cosas que no compartía en grupos más grandes.
Sin embargo, Marta se preocupó de repente.
Mientras estaba sentada, tal vez ella comenzó a pensar: he estado aquí por un tiempo. Todas estas personas están en mi casa. Tendrán hambre ¿Qué debo hacer?
Y esa línea de pensamiento, aparentemente inocente, hizo que Marta se alejara.
La garantía de Jesús
Satanás es como un ladrón profesional de carteras. Cuando viene a robar la Palabra, comienza con una pequeña distracción. Él sabe que, si puede tan solo distraerte sutilmente, podrá obtener lo que quiere.
Ese día en la casa de Marta comenzó cuando todos tenían sus mentes enfocadas en Jesús, pero luego un pensamiento alejó a Marta, y muy pronto ella estaba corriendo. Weust lo traduce de esta manera: “Pero Marta estaba dando vueltas en círculos, ocupada por demás…” (versículo 39).
En poco tiempo, Jesús abordó el tema, diciendo: «Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas.» (Lucas 10:41).
Así fue: ella había perdido la paz. ¿A dónde se había ido? La dejó el momento en que se desenfocó, en el momento en que ella se olvidó de la Palabra.
Jesús entonces añadió algo muy poderoso. «Pero una sola cosa es necesaria. Pues María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.» (versículo 42, énfasis del autor).
La Palabra fue declarada y, como de costumbre, Satanás vino a robarla. Marta se distrajo, y se lo permitió. Pero María eligió de otra manera. Ella eligió «la buena parte», para mantener su mente en Su Palabra, y Jesús mismo garantizó que la Palabra no le sería quitada. Esta echaría raíces y produciría frutos en la vida de María.
¿Te gustaría una garantía como esa? ¿Te gustaría que el mismo Jesús te garantice que cuando escuches la Palabra, echará raíces y producirá frutos en tu vida? Así es como obtienes esa garantía: haces lo que María hizo. Tú valoras la Palabra. Honras la Palabra. Y te niegas a distraerte de la Palabra. ¡Eso es escoger la buena parte!
Tienes que preguntarte, ¿qué era tan importante para Marta que se permitió elegir ser parte de algo que no era tan bueno, distraerse de lo mejor que Dios tenía para ella?
Es fácil juzgar a Marta por su elección, pero si nos examinamos detenidamente, veremos que no somos tan diferentes a ella.
Distraídos por el ministerio
¿Qué era tan importante para Marta? Según este pasaje, ella estaba distraída «con todos los preparativos» (versículo 40). Si buscas la palabra “servir”, descubrirás que lo que distrajo a Marta fue el ministerio. El desafío de Marta no fue aprender a distinguir la diferencia entre algo importante y algo que era una pérdida de tiempo. Su reto fue aprender a distinguir la diferencia entre lo que era importante y lo que era más importante.
Marta estaba distraída por su propio ministerio.
Su motivación para levantarse era la de servir a Jesús. Pero el ministerio es un mal sustituto de la intimidad con el Señor.
Pensar que tú y yo podríamos descuidar la intimidad con Jesús por nuestro ministerio es una tontería. Sin embargo, sucede todos los días.
Jesús dice: “Oye, ven aquí. Quiero hablar contigo.”
Nosotros respondemos: “No puedo. Estoy demasiado ocupado haciendo el trabajo del ministerio.”
No importa si Dios te ha llamado a pastorear una iglesia o a ser una bendición a través de la hospitalidad; se supone que ese ministerio no sea una distracción de aquello que es más importante.
Marta era una mujer cuya mente estaba en la Palabra. Ella estaba en la presencia de Jesús, en un ambiente íntimo, escuchando una Palabra que nunca antes había escuchado. Ella estaba en el lugar correcto, en el momento adecuado, haciendo lo correcto.
Y entonces un pensamiento se la llevó.
El cuento de las dos comidas
En la casa de Marta ese día, se estaban sirviendo dos comidas; una por Jesús y otra por Marta. Y la única comida calificada como «buena parte» fue la que Jesús estaba sirviendo.
¿Qué debería haber hecho Marta? Cuando ese pensamiento vino, ella no debería haberse movido. Ella debería haberse dicho a sí misma: ¿Preparar una comida? ¿Has visto lo que Jesús puede hacer con un pedazo de pan y un pescado? No moveré ni un músculo. Me quedaré aquí.
Si ella hubiera hecho eso, Jesús podría haber garantizado que lo que escuchó ese día nunca le sería quitado.
¿Qué hay de ti? Hay cosas que puedes hacer para garantizar que la Palabra se arraigue en tu vida y produzca frutos. Puedes hacer que sea un hábito pasar tiempo en la Palabra y en la oración; nunca descuides ese momento por nada, incluso por el bien de tu ministerio. Puedes tomar una decisión de calidad para mantener tu mente en la Palabra de Dios, y ser parte del 25 por ciento de las personas que reciben… y no del 75 por ciento que permitió que le fuera robada.
Pídele al Señor que te ayude a identificar cuándo es el momento de ir y servir, y cuándo es el momento de quedarse y recibir. Cuando lo pones a Él primero, por encima de todo, y mantienes tu mente en Él, Satanás no podrá robar una palabra que el Señor tenga para ti. Y así es como te encontrarás en perfecta paz.