La bondad de Dios es revelada a través de todo el Antiguo Testamento. Pero la mejor y la más perfecta revelación de ésta para nosotros la recibimos del Nuevo Testamento a través de Su Hijo.
Jesús es la máxima expresión del corazón del Padre.
Jesús encarna el carácter y la naturaleza de Dios y Él le dijo a sus discípulos: «Cualquiera que me ha visto a Mi ha visto al Padre» (Juan 14:9, AMP). Hebreos 1:3 llama a Jesús: «La expresión única de la gloria de Dios… la impresión perfecta de la misma imagen de la naturaleza de [Dios]» (AMP).
Sabemos que todo lo que Jesús dijo e hizo mientras estuvo en la Tierra fue una expresión de la voluntad de Dios porque Él dijo: «sabrán entonces que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que hablo… porque yo hago siempre lo que a él le agrada» (Juan 8:28-29). Por consiguiente, si nos gustaría saber cuáles son los deseos de Dios para nosotros hoy, todo lo que tenemos que hacer es mirar el ministerio de Jesús y ver lo que Él hizo por la gente mientras estuvo en la Tierra. Mira Su actitud hacia la gente y descubrirás la actitud de Dios. Observa Su corazón y descubrirás el corazón de Dios.
Hechos 10:38 resume Su ministerio diciendo: «Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, y que él anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».
Jesús anduvo haciendo el bien porque Dios es bueno. De acuerdo con este versículo, podemos saber muy bien que a Dios le parecía bien que todos fueran sanos. Jesús dijo: «el Padre, que vive en mí, es quien hace las obras». (Juan 14:10). Dios el Padre estaba presente e involucrado en cada sanidad y liberación.
Dios el Padre y Jesús no pueden cambiar nunca. Ellos son buenos y todo lo que ellos hacen es bueno porque ellos aman a la humanidad. ¡La sanidad proviene directamente de sus corazones!
Jesús cuida de la gente
La gente religiosa del tiempo de Jesús no era diferente de muchas personas religiosas hoy en día. Ellos estaban constantemente disgustados con Jesús porque las cosas que hacía violaban sus tradiciones religiosas―cosas como sanar a la gente en el día equivocado de la semana o dejar a sus discípulos recoger granos para comer en el día de reposo.
Obviamente, a Jesús no le importaban tanto las tradiciones religiosas como le importaba la gente, porque es así como Dios es. Cuando Él vio que la gente estaba físicamente hambrienta, Él no sólo se dio la vuelta y dijo: “Bien, ellos van a estar bien. De todas formas deberías ayunar más”. No. «Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Esta gente me parte el corazón. Hace ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer. Y no quisiera enviarlos en ayunas, pues se pueden desmayar en el camino» (Mateo 15:32). Y luego obró un milagro para alimentarlos. Ésta era la voluntad de Dios.
De la misma manera, cuando las personas estaban espiritualmente hambrientas, Él las alimentó con la Palabra, se sentó en medio de ellos y les enseñó los principios de las escrituras a través de historias, desplegándoles los misterios del cielo. Cuando las personas estaban enfermas y venían a Él, Jesús las sanaba.
Una de mis historias favoritas del corazón de Jesús para sanar es la del ciego Bartimeo en Marcos 10, empezando en el versículo 46: «Bartimeo escuchó que estaba viniendo, y el grito llamándolo: «Jesús, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!» Los discípulos trataron de callarlo pero el grito todavía más»—¡él quería ser sano!
Cuando él gritó, dicen las escrituras que Jesús se detuvo. La fe siempre llama la atención de Jesús. Cuando los discípulos llamaron al hombre ciego de parte de Jesús, Bartimeo saltó desde el lugar en el que estaba sentado, arrojó su capa y vino corriendo. Escucha el corazón de Jesús y su bondad a medida que le responde en los versículos 51-52: «y Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le respondió: «Maestro, quiero recobrar la vista.» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y enseguida el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús en el camino».
Ese era el corazón de Jesús.
La sanidad es para todos
Ahora, la tradición religiosa podría decir: “Dios no siempre escoge sanar. Algunas veces te sanará y otras veces no”. Pero la vida de Jesús prueba todo lo contrario. Él sanó cada persona que alguna vez se acercó a Él en fe, creyendo y actuando en lo que Él había dicho.
La sanidad no es una doctrina. ¡Ésta proviene directo del corazón de Dios, porque Él te ama a ti y a mí!
Sólo necesitas leer algunas de las historias de Su ministerio para saber que esto es verdad.
«Jesús recorría toda Galilea. Enseñaba en las sinagogas de ellos, predicaba el evangelio del reino, y sanaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Su fama se difundió por toda Siria, así que le llevaron a todos los que tenían dolencias, a los que sufrían de diversas enfermedades y tormentos, y a los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y él los sanó» (Mateo 4:22-23).
«Al caer la noche, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su sola palabra, expulsó a los demonios y sanó a todos los enfermos» (Mateo 8:16).
«Cuando Jesús supo esto, se alejó de allí. Pero mucha gente lo siguió, y él los sanó a todos» (Mateo 12:15)
«Dondequiera que él entraba, ya fueran aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto. ¡Y todos los que lo tocaban quedaban sanos!» (Marcos 6:56)
«Jesús descendió con ellos y se detuvo en un llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Habían venido a escucharlo y a ser sanados de sus enfermedades. También eran sanados los que eran atormentados por espíritus impuros. Toda la gente procuraba tocarlo, porque de él salía un poder que sanaba a todos» (Lucas 6:17-19).
¿Qué otra conclusión puedes sacar de esto, más que la sanidad es el corazón de Dios?
¡Jesús sanaba a cualquiera y a todos! ¿Por qué? Porque Él es tal como Dios Padre—¡Él es bueno y Él nos ama y la sanidad es una expresión de Su amor y Su bondad!
Jesús—siempre dispuesto a hacer el bien
Jesús siempre estaba dispuesto a expresar su corazón de amor. Cualquiera que venía a pedirle ayuda, Él se la suministraba. Ya nada ha cambiado. Él está tan lleno de compasión hoy como siempre. A Él es fácil pedirle, y recibir de su parte siempre es fácil.
Las tradiciones religiosas hechas por los hombres nos han hecho creer que Dios no está dispuesto a sanar a todo aquél que viene a Él, sino que Él nos demandará perfección antes de que Él quiera darnos algo.
Jesús demostró que Dios ama a todo el mundo y que desea suplir las necesidades de todo aquél que viene a Él con fe. Ciertamente entre las multitudes que trataron de alcanzarlo en esas historias de las escrituras se encontraban algunos que eran como varias personas hoy en día—gente imperfecta que fallaba y cometía errores. Gente que, por sus propios méritos, no merecían recibir nada de parte de Dios. Y aun así, Jesús los sanó a todos.
Jesús nos mostró en las Bodas de Caná que cuando alguien le pide algo, Él suplirá lo que algunos considerarían aun la necesidad más insignificante. Los anfitriones de la boda se habían quedado sin vino; seguramente una situación muy vergonzosa, pero difícilmente de mucha significancia. Aun así, cuando la madre de Jesús le pidió ayuda, Él suplió la necesidad con abundancia cambiando el agua, no en un vino ordinario, sino en un vino tan maravilloso que «el catador probó el agua hecha vino, sin que él supiera de dónde era, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Entonces llamó al esposo, y le dijo: «Todo el mundo sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces sirve el menos bueno; ¡pero tú has reservado el buen vino hasta ahora!» (Juan 2:9-10).
¡Esto era algo tan característico de Jesús! Él nunca falló en darle lo mejor a aquellos que venían en fe a Él por ayuda. De acuerdo a Sus propias palabras en Juan 14:9, cuando lo has visto a Él, has visto a Su Padre celestial—has visto una imagen perfecta de la compasión y la bondad de Dios.
El incambiable corazón de Jesús
Podrías decir: “Así era Jesús en ese tiempo. Pero ¿Es todavía así con nosotros?” La respuesta es: ¡Sí!
Año tras año tengo el privilegio de compartir el ministerio de sanidad de Jesús con la gente alrededor del mundo. ¡He sido testigo de cientos de sanidades que vienen directamente del corazón de Jesús, y recibido reportes de cientos de personas cada año! Y en el cuerpo de Cristo alrededor del mundo, la sanidad desde el corazón de Jesús es más prevalente de lo que alguna vez haya sido.
Nosotros podemos leer acerca de la sanidad y la liberación a través de la tecnología del internet. Dios ha hecho un camino para que a cualquier hora del día podamos ver programación cristiana en televisión y ser testigos del poder sanador de Jesús. ¡Podemos sin lugar a duda saber que Jesús sana hoy!
¿Te sanará Jesús? ¡Sí, Él lo hará!
¡Jesús te ama! A Él no le importa de dónde eres, cuán duro ha sido tu corazón, o lo difícil que pienses que es tu “caso”. Nada de eso importa. Lo que importa es: ¿Tienes fe? ¿Crees lo que Jesús dijo? ¿Te atreverías a creerle cuando te pregunte: “¿Qué quieres que haga por ti?” ¿Le responderás valientemente: “¡Jesús creo que me amas, creo que eres bueno, y creo que tu deseo es sanarme!”?
De verdad, hoy en día para nosotros es así de fácil recibir la sanidad de parte de Jesús.
Hebreos 13:8 nos dice: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos». Jesús es la expresión que nunca cambia del corazón de Dios el Padre. Él es el mismo ahora mismo que el que era cuando caminó por la orilla de mar de Galilea y sanó a cada persona que se acercó a Él en fe. Él es bueno, Él te ama, Él siempre está listo para sanarte.
¿Qué te gustaría que Él hiciera por ti hoy?