A lo largo de la historia, el pueblo judío se ha hecho famoso por su capacidad de prosperar. No importa cuáles sean las condiciones económicas del mundo, ni cuánto intente oprimirlos el demonio, siempre parecen elevarse a la cima. Incluso cuando se vieron obligados a abandonar sus hogares y a mudarse a otros países, dondequiera que hayan ido, como pueblo, han avanzado y alcanzado el éxito financiero. >> ¿Por qué?
Es porque en la fe judía, a los niños se les enseña desde muy temprana edad que son la semilla de Abraham. De las Escrituras se les enseña que él tenía un pacto de BENDICIÓN con Dios y que, como herederos, esa BENDICIÓN les pertenece. Entonces, crecen esperando esa prosperidad.
Si nosotros, como cristianos, hubiéramos crecido de esa manera, tendríamos la misma expectativa. Si desde la niñez se nos hubiera dicho que la BENDICIÓN de Dios operaba en la vida del “Padre Abraham” y que produciría de igual manera para nosotros, ¡también seríamos famosos por nuestra prosperidad!
Sin embargo, la mayoría de nosotros no fue criado en ese tipo de entorno. No fuimos inculcados con la mentalidad de BENDICIÓN cuando éramos niños. Entonces, si vamos a tener la misma actitud hacia la prosperidad que tienen la mayoría de los devotos judíos, ¡tendremos que ponernos al día! Debemos sumergirnos en la Palabra, encontrar más revelación acerca de nuestros antepasados bíblicos y aprender a seguir sus pasos de fe.
“Pero Gloria”, podrías decir: “Soy solo un gentil nacido de nuevo bajo el Nuevo Pacto. No tengo ningún antepasado judío”.
De acuerdo con el Nuevo Testamento ¡sí lo tienes!:
«Y si ustedes son de Cristo, ciertamente son linaje de Abraham y, según la promesa, herederos.» (Gálatas 3:29).
«Sepan, por tanto, que los que son de la fe son hijos de Abraham.» (versículo 7).
«Cristo nos redimió de la maldición de la ley, y por nosotros se hizo maldición (porque está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero»), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzara a los no judíos, a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu.» (versículos 13-14).
«Por tanto, la promesa se recibe por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia, tanto para los que son de la ley como para los que son de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros.» (Romanos 4:16).
No importa cuáles sean tus ancestros naturales; a través de Jesús, tu genealogía espiritual se extiende hasta Abraham. Eres su descendiente, tan ciertamente como si hubieras nacido de su linaje físico. También eres un heredero de su pacto de BENDICIÓN y, como tal, debes tener la misma actitud hacia la prosperidad que él tuvo.
¡Él nunca tuvo problema alguno esperando prosperar! Él caminó en la riqueza con la misma facilidad que vuela un pájaro o nada un pez, porque él entendió que Dios era su Fuente. Abraham sabía que Dios había prometido hacerlo rico y además creía que podía hacerlo.
¡Esa es la perspectiva que debemos tener como creyentes! Dios puede hacernos ricos tal como lo hizo con Abraham. Él no está limitado en Su habilidad para prosperarnos, excepto por lo que creemos. Sin embargo, es en nuestra creencia donde ha estado el problema. Hemos limitado nuestra fe por nuestro razonamiento natural y por la escasez financiera que hemos experimentado en el pasado.
Si, por ejemplo, siempre hemos conducido automóviles viejos y chatarra porque eso es todo lo que podíamos pagar, quizás ni siquiera pensemos en creerle a Dios por uno nuevo. Por el contrario, si nunca nos faltaron autos en el pasado, podemos tener grandes expectativas en esa área y, aun así, limitar a Dios en otras. Podríamos tropezar con la idea de que Dios podría pagar nuestra casa, por ejemplo. O quizás no podamos imaginarlo prosperando lo suficiente como para financiar un ministerio.
Sin embargo, cualquiera sea nuestra experiencia, si entramos en la Palabra y la recibimos en nosotros, nuestro nivel de fe aumentará. Veremos las cosas más como Dios las ve y podremos recibir más libremente la abundancia que Él nos ha provisto.
Entonces, invirtamos un tiempo ahora mismo para estudiar las Escrituras. Removamos algunos de los límites que le hemos impuesto a Dios, estudiando un poco de lo que la Biblia dice acerca de Abraham.
No solo Rico; Muy Rico
Su historia de fe como la registra la Biblia comienza cuando Dios visitó a Abram en Génesis 12. «Pero el Señor le había dicho a Abram: «Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Yo haré de ti una nación grande. Te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan; y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.» Y Abram se fue, tal y como el Señor le dijo, y Lot se fue con él. Abram tenía setenta y cinco años de edad cuando salió de Jarán.» (versículos 1-4).
Según el Diccionario expositivo de la Biblia de Vine, la palabra BENDECIR significa “hacer prosperar, hacer feliz y otorgar bendiciones”. El diccionario del idioma inglés de Webster dice que significa “tener éxito, hacer prosperar en asuntos temporales relacionados con esta vida, mantener la guardia y preservar”. La Biblia Amplificada, Edición Clásica, describe una bendición como “un aumento abundante de favores y una dispensación del bien”.
Cuando Dios dijo: «Te BENDECIRÉ», ¡Él estaba diciendo demasiado! No se trataba solo de una palmadita en la cabeza de Abraham, tratando de hacerlo sentir bien. Él lo estaba facultando para prosperar de manera sobrenatural en todos los aspectos de la vida.
Una de las primeras áreas donde se manifestó ese empoderamiento fue en el área financiera. Él se hizo «riquísimo en ganado, plata y oro.» (Génesis 13:2). Lo mismo le sucedió a su sobrino Lot, que viajaba con él. LA BENDICIÓN multiplicó sus dos hogares hasta el punto en que tuvieron que separarse. «La tierra no era suficiente para que pudieran habitar juntos en un mismo lugar, pues sus posesiones eran muchas.» (versículo 6).
Abraham no quería conflictos familiares, así que le permitió a Lot escoger primero la tierra. Puso su confianza en LA BENDICIÓN y dijo: “Lot, tú eliges dónde quieres vivir, y yo iré a otro lugar”.
Lot respondió de manera egoísta, eligiendo la mejor parte de la tierra para él. (Aparentemente no había entendido mucho acerca del funcionamiento de LA BENDICIÓN). Eligió la fértil llanura alrededor de la ciudad de Sodoma: «Toda esa región tenía abundancia de agua, como el jardín del Señor o la hermosa tierra de Egipto… Se separó de su tío Abram y se mudó allí con sus rebaños y sus siervos». (versículos 10-11, Nueva Traducción Viviente).
¡Parecía como si Abraham hubiera salido perdiendo! Pero justo después de que Lot partió, la Biblia dice que el Señor le habló a Abraham y le dio una perspectiva diferente. Él dijo: «Mira lo más lejos que puedas en todas las direcciones: al norte y al sur, al oriente y al occidente. Yo te doy toda esta tierra, tan lejos como alcances a ver, a ti y a tu descendencia como posesión permanente. ¡Y te daré tantos descendientes que, como el polvo de la tierra, será imposible contarlos! Recorre toda la tierra en cada dirección, pues yo te la entrego». (versículo 14-17, NTV).
En otras palabras, ¡el Señor cambió la situación de raíz! Él tomó a aquel Abraham del que se estaban aprovechando… y se aseguró que obtuviera el primer lugar. Hizo de Abraham el mayor terrateniente de la zona, dándole no solo la fértil llanura donde Lot eligió vivir, sino toda la tierra de Canaán.
¡Ese es el tipo de cosas que LA BENDICIÓN hará! Toma las circunstancias que parecen una desventaja y hace que produzcan un beneficio. «Hace que todas las cosas cooperen» para tu bienestar (Romanos 8:28, NTV) para que no solo termines siendo BENDECIDO, sino que puedas llegar a ser una BENDICIÓN más grande para los demás.
Eso es lo que sucedió con Abraham en su relación con Lot. Tuvo que recurrir a los recursos con los que el Señor le había BENDECIDO poco después de que Lot se mudara a Sodoma, cuando surgió una situación devastadora: la ciudad fue atacada y saqueada por los ejércitos combinados de cuatro reyes, y Lot y su familia, junto con muchos otros ciudadanos de Sodoma, fueron tomados cautivos.
Abram se enteró y fue tras los invasores. Los derrotó con los criados entrenados de su propia casa, liberó a Lot y a todos los demás, y recuperó todo lo que había sido saqueado. Después, regresó a todas las personas y bienes a Sodoma, y el rey de la ciudad trató de recompensarlo dándole las riquezas que había recuperado. Pero Abram rechazó la oferta, al responder: «Juro solemnemente ante el Señor, Dios Altísimo, Creador de los cielos y la tierra, que no tomaré nada de lo que a ti te pertenece, ni un simple hilo ni la correa de una sandalia. De otro modo, podrías decir: “Yo soy quien enriqueció a Abram”.». (Génesis 14:22-23, NTV).
¡Me gusta eso! ¿A ti? Abraham no rechazó la oferta del rey porque pensó que Dios no querría que fuera tan rico. Lo rechazó porque sabía Quién era su Fuente. “Dios es quien me enriquece”, dijo, “y quiero que Él obtenga toda la gloria por ello”.
Tu Escudo, Abundante Compensación y Recompensa
Inmediatamente después, en Génesis 15:1, Dios le habló a Abraham una vez más y le dijo algo adicional acerca de su pacto. Apareciéndose a él en una visión, dijo: “No temas, Abram, yo soy tu escudo, tu abundante compensación, y tu recompensa será extraordinariamente grande” (AMPC).
¡Esa fue una de las primeras escrituras que puse en mi lista de confesiones hace muchos años cuando estaba aprendiendo acerca de la prosperidad! La anoté y puse mi nombre en ella, para que leyera: “No temas, Gloria”. Dios es tu escudo, tu abundante compensación, y tu recompensa será sumamente grande. Luego la puse en mi Biblia y la declaré sobre mi vida todos los días.
¿Por qué lo hice? ¡Porque Dios dijo que ese versículo me pertenece! Él me dio el derecho bíblico de reclamarlo cuando le dijo a Abram, solo dos capítulos más adelante, en Génesis 17:7: «Estableceré mi pacto contigo y con tus descendientes. Será un pacto perpetuo, y yo seré tu Dios y el de tu descendencia.»
De acuerdo con ese versículo, en mi condición de semilla de Abraham bajo el Nuevo Pacto, puedo esperar que Dios sea para mí todo lo que fue para Abraham mismo y para sus descendientes naturales. Puedo creerle, por ejemplo, que haga por mí el mismo tipo de cosas que hizo por Isaac.
¿Recuerdas lo que le pasó?
Génesis 26 dice que después de la muerte de su padre (muy rico y muy anciano), se encontró enfrentando una situación imposible. Una hambruna inducida por la sequía golpeó la tierra de Canaán donde vivía y nadie en el país tenía suficiente para comer. ¡Canaán era la tierra de Isaac y su herencia de pacto! Pero parecía que él y su familia se morirían de hambre si se quedaban allí, por lo que decidió que tendría que mudarse a Egipto.
Sin embargo, antes de poder empacar sus cosas, Dios se le apareció y le cambió el plan. Le dijo: «No vayas a Egipto. Quédate a vivir en la tierra que yo te diré. Habita como extranjero en esta tierra, y yo estaré contigo y te bendeciré… y así confirmaré el juramento que le hice a Abraham, tu padre. Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y a tu descendencia le daré todas estas tierras. Todas las naciones de la tierra serán bendecidas en tu simiente» (Génesis 26:2-4).
Isaac respondió a esas palabras del pacto BENDICIÓN de la misma manera en que Abraham respondió cuando los escuchó por primera vez. Él creyó y actuó en lo que Dios prometió. Él canceló sus planes de mudarse a Egipto, permaneciendo en Canaán en medio de las circunstancias más opuestas imaginables: “Isaac sembró la semilla en esa tierra y recibió en el mismo año cien veces más de lo que había plantado, y el Señor lo favoreció con bendiciones. El hombre se hizo grande y ganó más y más hasta que se hizo muy rico y distinguido; poseía rebaños, vacas y una gran provisión de sirvientes, y los filisteos lo envidiaban” (Génesis 26:12-14, AMPC).
Esos son buenos versículos para recordar cuando te encuentras enfrentando momentos difíciles en la vida. Cuando comienzas a preguntarte, ¿cómo podría Dios alguna vez BENDECIRME en esta situación?, piensa en Isaac. Todo a su alrededor, las cosechas de sus vecinos, estaban fallando. A su alrededor, la gente se estaba quedando sin agua. Sin embargo, debido a su pacto con Dios, su tierra floreció y produjo una cosecha abundante.
Isaac tampoco fue el único de los descendientes de Abraham que experimentó ese tipo de resultados. LA BENDICIÓN del Señor funcionó de la misma manera para toda la semilla de Abraham. ¡A lo largo de toda la Biblia, funcionó para cualquier persona en cualquier lugar que creyera y caminara con Dios!
Funcionó para un prisionero llamado José y lo ascendió de la prisión al palacio. Funcionó para un pastor desconocido llamado David y lo convirtió en el rey de Israel. Funcionó para los israelitas cuando fueron esclavizados por Faraón y: «Su pueblo salió cargado de oro y plata; en sus tribus no había un solo enfermo.» (Salmo 105:37).
Por generaciones, LA BENDICIÓN ha sido transmitida a la semilla de Abraham. Es un pacto eterno. Todavía funciona y todavía está disponible para nosotros hoy.
Entonces, crezcamos por fe y tomemos lo que nos pertenece. Creamos y recibamos LA BENDICIÓN que hemos heredado en Jesús… ¡y quitémosle los límites a Dios!