Los cristianos en estos días tienen muchas opiniones encontradas sobre aquello necesario para salvar a los EE. UU. Algunos dicen que su partido político favorito tendrá una victoria masiva. Otros, que favorecen al lado opuesto, dicen que los suyos saldrán victoriosos. Y varios, desanimados por la ola constante de noticias negativas que se ven en la televisión, opinan que sin importar cuál partido gane, el futuro de este país es sombrío. El diablo se está apoderando de todo y todo lo que podemos hacer ahora es tratar de resistir hasta que Jesús regrese.
¿Cuál de esas opiniones debemos creer?
¡Ninguna!
Cuando se trate del futuro de los EE. UU. (o cualquier otra cosa), sólo debemos creer lo que Dios ha dicho al respecto. Él es el único que tiene el 100% de razón sobre el asunto y ya lo dejó estableció de una vez por todas en 2 Crónicas 7:14, al decir: «si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra.»
“Pero hermano Copeland, si ese es el caso, ¡estamos perdidos con seguridad! ¡Nunca podremos lograr que todos en esta nación oren y busquen a Dios!”
Eso no es necesario. Dios no dijo que si todos en los Estados Unidos oraran, Él sanaría esta tierra. Ni siquiera dijo que si todos en Texas o California, o donde sea que vivas lo busquen, lo haría.
Él solo dijo: “Si mi pueblo…”
“Lo sé, pero ¿no es necesario que haya al menos más personas buscando a Dios que rebelándose contra Él en una nación para que Él la conserve? ¿No necesita Él que Su pueblo sea, si acaso no la mayoría, al menos un porcentaje considerable de la población?”
No, Dios no lo necesita. Lo dejó claro en Génesis 18 por lo que le dijo a Abraham sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra. Esas ciudades eran tan malvadas como te lo puedas imaginar. Estaban tan llenas de pecado que el clamor del mismo había alcanzado a Dios, y Él había decidido destruirlos.
Sin embargo, cuando le compartió a Abraham lo que estaba a punto de hacer, Abraham intercedió por ellos. Como su sobrino vivía en Sodoma, éste le dijo a Jehová: «¿Acaso vas a destruir al justo con el injusto? Tal vez haya cincuenta justos en la ciudad. ¿Acaso destruirás ese lugar, y no lo perdonarás por los cincuenta justos que estén allí adentro? El Señor respondió:
«Si dentro de la ciudad de Sodoma encuentro a cincuenta justos, por ellos perdonaré a todos los que estén allí.» (Génesis 18:23-24, 26).
Después de que el SEÑOR acordó perdonar a la ciudad por el bien de 50 personas, Abraham presionó para llegar aún más lejos. Preocupado de que no quedaran ni 50 personas justas en Sodoma, le preguntó a Dios si la salvaría por solo 45. Dios dijo que lo haría, así que Abraham, inseguro de que el número no fuera lo suficientemente bajo, lo redujo a 40, luego a 30 y más tarde a 20.
El Señor accedió en cada ocasión a la cifra menor, hasta que finalmente Abraham le dijo: ««Espero que mi Señor no se enoje si hablo una vez más; pero tal vez se encuentren sólo diez…» Y el Señor respondió: «Aun por esos diez, no la destruiré.» (versículo 32).
¡Piénsalo! En este caso, “Mi pueblo” se redujo tan solo a 10 personas. ¡Eso es todo lo que Dios necesitaba para salvar a la ciudad entera de la destrucción!
Siempre me ha decepcionado a cierto nivel que Abraham no haya alcanzado más lejos. Si lo hubiera hecho, creo que el resultado hubiera sido diferente. Creo que Dios podría haber aceptado perdonar a Sodoma por el bien de dos, o incluso uno.
¿Por qué lo pienso?
Por Ezequiel 22:30, donde Dios dijo: «Yo he buscado entre ellos alguien que se enfrente a mí e interceda en favor de la tierra, para que yo no la destruya. ¡Pero no he encontrado a nadie!»
En otras palabras, si hubiera podido encontrar tan solo uno entre Su pueblo, solo una persona que orara con fe e intercediera, Dios habría honrado las oraciones de esa persona, y la nación podría haberse salvado.
Nosotros damos el primer paso y el cielo nos respalda
En estos días, se puede encontrar más de un hijo de Dios nacido de nuevo en casi cualquier nación. En los Estados Unidos, particularmente, hay millones de nosotros. Entonces, cuando se trata de orar por la sanación de esta nación, tenemos más que suficiente para hacer el trabajo. Solo debemos seguir haciéndolo y tener fe en que Dios hará lo prometido. Solo necesitamos creer que Jesús hablaba en serio cuando dijo: «De cierto les digo que todo lo que aten en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo. Una vez más les digo, que si en este mundo dos de ustedes se ponen de acuerdo en lo que piden, mi Padre, que está en los cielos, se lo concederá. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos.» (Mateo 18:18-20).
Nota que en esos versículos no es el cielo el que hace el primer movimiento; es el pueblo de Dios aquí en la tierra. Tomamos LA PALABRA de Dios, la sangre y el Nombre de Jesús y atamos y desatamos cosas en la tierra; entonces el cielo interviene y nos respalda. Jesús viene en medio de nosotros para llevar a cabo lo que hayamos acordado en la oración.
¿Qué significa estar de acuerdo en la oración?
Significa creer, en lugar de solo esperar. Significa tomar una posición firme de fe en la PALABRA de Dios y decir: “¡Será de esta manera y de ninguna otra!”
“Pero hermano Copeland, a veces parece que oramos y estamos de acuerdo con que se haga la voluntad de Dios en nuestro país y no parece producir ninguna diferencia.”
¿Y qué? No nos guiamos por cómo lucen las cosas en lo natural. Seguimos lo que Dios dijo en la Biblia. Cada palabra en ese libro está respaldada y comprada a precio de sangre. Las palabras en el Antiguo Testamento fueron originalmente respaldadas por la sangre de animales. Las palabras en el Nuevo Testamento están respaldadas por la sangre de Jesús, «porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén…» (2 Corintios 1:20).
¡No hay nada más poderoso que La PALABRA de Dios! Puede cambiar cualquier cosa. Puede convertir el desorden más grande jamás visto en algo tan maravilloso que va más allá de la capacidad de tu imaginación.
El Señor me recordó esto hace unos años de una manera que nunca olvidaré. Dios seguía diciéndome que los problemas que estamos experimentando en los Estados Unidos en este momento son solo dolores de parto. “Esta nación está renaciendo”, me dijo.
Le dije que no podía imaginarme tal cosa, y Él prosiguió: Kenneth, ¿crees que los fundadores de esta nación, hombres como George Washington, Ben Franklin y John Adams, tenían alguna idea de cómo luciría cien años más adelante?
¡Por supuesto que no! pensé. No tenían ni idea. Ni siquiera sabían cómo sería en 20 años.
¡Tú tampoco! Me dijo El SEÑOR. No tienes idea de cómo lucirá esta nación después de su renacimiento. Está tan lejos de lo que puedes ver y comprender ahora como de lo que sus fundadores pudieron ver en el año 1776.
Hijito, ¡todavía no has visto nada!
Solo han pasado un puñado de años desde que Dios me compartió esas palabras, y esta nación ya ha dado pasos agigantados hacia ese nuevo destino que durante décadas habían parecido casi imposibles. Por ejemplo: cuando dedicamos la Embajada de los Estados Unidos en Jerusalén, y cuando nuestro presidente reconoció formalmente la soberanía de Israel sobre los Altos de Golán, experimentamos un avance clave en el plan de Dios para esta nación. Esos eventos enterraron estacas celestiales en tierra del Espíritu Santo que no pueden ser removidas.
Estos acontecimientos, y otros demasiado numerosos para mencionarlos en este artículo, son señales de que el renacimiento del cual me habló el SEÑOR está en marcha. Aunque todavía es un trabajo en progreso, está sucediendo. Estamos en medio de ese proceso y, todos nosotros, como creyentes, somos responsables de facilitar que siga avanzando.
Esto no se trata de un pequeño acto político. Esto tiene que ver con el mayor derramamiento del Espíritu Santo y el Fuego que jamás antes haya impactado este planeta para transformarlo, y nuestras vidas en todos sus aspectos están conectadas con el mismo. Nuestras finanzas están conectadas a este cambio. El bienestar de nuestras familias y nuestros hogares están conectados al mismo, y todos tenemos un rol que desempeñar para producir su plena manifestación.
Aun un niño puede hacerlo
Esto debe formar parte de nuestra vida de oración todos los días. Necesitamos hablar sobre esto con otros creyentes. Cuando venimos a la iglesia, no debemos perder el tiempo hablando de nuestras opiniones, aferrándonos a la última y tonta declaración que algunos políticos hayan hecho. Deberíamos usar esas oportunidades para obedecer las instrucciones en 1 Timoteo: «Ante todo, exhorto a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los que ocupan altos puestos, para que vivamos con tranquilidad y reposo, y en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y lleguen a conocer la verdad.» (versículos 1-4).
No solo debemos orar cuando estamos en la iglesia, sino en nuestros momentos de oración personal; deberíamos estar orando por nuestra ciudad, nuestro estado y nuestra nación. Deberíamos estar haciendo por ellos lo mismo que el Apóstol Pablo dijo en Gálatas 4:19 que hizo por la iglesia en Gálata: «Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en ustedes».
¿Cómo es que sufres dolores de parto en la oración?
Lo haces en el Espíritu Santo. Pasas tiempo alabando y adorando a Dios por el gran derramamiento que tiene reservado para este país. Te afirmas en Su PALABRA y oras en otras lenguas hasta que en el espíritu accedes a un lugar donde el Espíritu Santo puede tomarte y hacer intercesión a través de ti según la perfecta voluntad de Dios (lee Romanos 8:26-28).
No tienes que ser un gigante espiritual para hacerlo. Mi hija Terri comenzó a hacerlo cuando era tan solo una niña. Cuando estaba en sexto grado, decidió ayunar y orar por su colegio, y sucedieron cosas increíbles. Otras estudiantes comenzaron a unírsele y le pidieron que orara por ellas entre clases para recibir el Bautismo en el Espíritu Santo. Tal movimiento de Dios estalló en ese colegio que un día el director sintió que era necesario anunciar por el altavoz: “¡No habrá más oraciones en lenguas en el baño de niñas!”
Por supuesto, si quieres ver ese tipo de resultados en tus oraciones, tendrás que orar con fe. No se puede llegar a ninguna parte quejándose delante Dios con incredulidad. La fe es el punto de partida. Es la clave para desbloquear las bodegas del espíritu.
Por esta razón fue que Jesús dijo en Marcos 11:22: «Tengan fe en Dios.»
“Pero hermano Copeland, no tengo esa clase de fe.”
Seguro que la tienes. Dios te la dio como regalo en el momento en que naciste de nuevo. Tal como lo hace con cada creyente, te dio «la medida» de fe que Dios repartió a cada uno. (Romanos 12:3).
¡Su fe es algo poderoso! Es lo que usó para crear los cielos y la tierra. No solo los hizo de la nada, como a veces nos enseña la religión. Lo hizo declarando palabras llenas de “la sustancia” de la fe (Hebreos 11:1). Él dijo por fe: “¡Sea la luz!” Y la luz explotó en la oscuridad y creó 16 mil millones de millas del universo en tan solo 24 horas.
Ese es el tipo de cosas que la fe de Dios puede hacer, y ahora tienes una medida de esa fe. Es posible que aún no hayas hecho mucho con ella, pero está allí, en tu espíritu, a la espera de ser alimentada con la PALABRA, desarrollada y utilizada.
Entonces, adelante, ponla a trabajar. Pon en práctica estos cuatro fundamentos de la fe y ayuda a hacer realidad la voluntad de Dios, no solo en tu vida y circunstancias, sino también en tu nación.
Primero, toma tu posición sobre lo que Dios ya ha prometido en Su PALABRA que haría cuando Su pueblo orara. Medita en versículos como 2 Crónicas 7:14 y cree que Dios responderá a tus oraciones y sanará nuestra tierra.
Segundo, dale voz a tu fe. No te unas a los detractores cuando comiencen a quejarse y hablar acerca de lo mal que va el país. Sólo declara lo que Dios ya dijo al respecto. Sigue el ejemplo del Apóstol Pablo y, tal cual él lo hizo en 2 Corintios 4:13, repite: «Pero en ese mismo espíritu de fe, y de acuerdo a lo que está escrito: «Creí, y por lo tanto hablé», nosotros también creemos, y por lo tanto también hablamos.»
Tercero: actúa según tu fe. Busca al Señor y pregúntale cómo quiere que votes y luego, obedécele. Pregúntale cómo puedes BENDECIR activamente a tu barrio, tu ciudad y tu estado o departamento, y haz lo que Él te diga.
Cuarto: perdona. La fe no funcionará en un corazón que no perdona, así que rehúsate a mantenerte en estado de contienda con alguien, incluyendo aquellos políticos cuyas políticas te molestan. En su lugar, deja que el amor de Dios fluya a través de ti mientras oras por ellos.
Si hacemos nuestra parte y oramos con fe y amor, Dios ciertamente hará Su parte. Cumplirá al máximo lo que nos prometió en Su PALABRA. ¡Dios Sanará nuestra tierra!