Sabemos que Dios comenzó y finalizó la creación de la Tierra en un periodo de seis días, pero ¿cómo lo hizo? ¿Usó una especie de martillo cósmico o un pico etéreo? ¿Formó las montañas y excavó los mares con alguna pala celestial o con Sus propios dedos?
El Génesis, o el “libro de los comienzos”, nos propele en nuestra primera lección de “teología” (o del conocimiento de Dios). En el versículo tres del capítulo uno descubrimos que Dios creó la luz con palabras.
Dios lo dijo, e instantáneamente apareció. Hay un milagro en la boca de Dios que trae a la existencia cualquier cosa que Él diga. «Y dijo Dios: «¡Que haya luz!» Y hubo luz». El texto original en hebreo dice que Dios literalmente dijo: “¡Sea la luz!” y la luz apareció.
Me han dicho que ciertos científicos inventaron una teoría llamada el “big bang”, la idea de que el universo se formó en una explosión hace cientos de millones de años, porque los telescopios de radio han detectado una señal débil como de un eco que todavía resuena a través del espacio. Tal vez este “eco” es en realidad un remanente persistente del mandato de Dios: “¡Sea la Luz!”
El registro de Génesis 1 nos lleva a través de cada uno de los seis días de la Creación, describiendo de manera general los eventos cataclísmicos de esos momentos en grandes pinceladas sin tener en cuenta los detalles específicos. Dios no narró específicamente cada detalle en ese primer capítulo. Su meta no era producir una reseña cronológica del proceso de la creación o la de proveer pruebas científicas de Su existencia.
Pareciera que Su meta principal fuera la de enfocarse en la importancia de Su creación más destacada.
Solo en el primer capítulo leemos diez veces en diez versículos la siguiente frase: «Y dijo Dios
». Algunas veces podría lucir como redundante, pero para mí es demasiado claro que Dios está usando el poder de la repetición para reforzar Su punto principal en Génesis 1: Dijo Dios, y fue creado.
¡También en tu boca!
¿Cómo crea Dios? Lo hace con palabras. ¡El milagro más sorprendente está en que nosotros también debemos hacer lo mismo! ¡No solamente hay un milagro en la boca de Dios, sino que también hay uno en tu boca!
Cuando Dios sopló aliento divino de vida en los pulmones de Adán, también dotó a la humanidad del poder creador del habla y la declaración. Sembró dentro de nosotros una semilla de inspiración divina o aliento. Y Él espera que Su semilla “germine”, tal como el resto de las semillas que creó. Cuando Dios dice una cosa, sucede. Dios tiene la fuerza de la fe porque cree que lo que Él dice va a suceder.
Nosotros también deberíamos creerlo.
¿Cómo podremos empezar a gobernar y reinar en esta Tierra como hijos e hijas de Dios cuando el mundo está tan lleno de pecado, dolor y carencias?
El Espíritu de Dios vive en nuestro interior y nos da la habilidad de tener éxito. Nosotros podemos reinar y gobernar en esta Tierra porque lo hacemos de la manera que Dios lo hace, en total acuerdo con Su Palabra y por fe en la misma. Cuando declaramos la Palabra de Dios en fe, es como si Dios estuviera declarando la Palabra a través de nosotros.
Es la Palabra de Dios la que limpia y renueva nuestra mente y la que nos abre la puerta para que operemos con la mente de Cristo en lugar de nuestra mente carnal.
El Espíritu de Dios usa la Palabra para conformar nuestra voluntad a Su voluntad, y es a través de la Palabra de Dios que Su poder creativo y la autoridad de gobernar nos es delegada por Cristo a través de Su Nombre. La Palabra escrita de Dios es tu instrumento legal. Es tu “poder” y la comisión por escrito del rey que certifica tu vocación y posición en Cristo. El resto dependerá de ti.
La verdadera clave para que tus oraciones sean respondidas y para experimentar la manifestación de tu confesión de fe es muy simple: Alinéate con la Palabra de Dios y Su propósito antes de que hagas una declaración. Luego, tu corazón, tu mente y tu boca estarán al unísono con el Espíritu y la Palabra de Dios.
¿Cómo puedes crear con Palabras?
Entonces. ¿cuándo y cómo un creyente puede “crear con palabras” como Dios lo hace? Esto sucede virtualmente cada vez que usas la Palabra de Dios para lidiar con enfermedades, problemas financieros, depresión u oposición en tu trabajo o en la sociedad. Sucede cada vez que obedeces la dirección de Dios para expandir un programa de alcance de la iglesia o das un paso de fe en un área nueva del ministerio por fe. Debes hacer lo que Dios Padre e Hijo hicieron: Declarar la Palabra.
Ya sea que Dios diga: “¡Sea la luz!” a la oscuridad del comienzo de la creación o para declarar una promesa de un sinnúmero de descendientes sobre los cuerpos “casi muertos” de los estériles Abraham y Sara, nosotros entendemos por Su Palabra que Él: «llama las cosas que no existen, como si existieran» (Romanos 4:17).
Tú haces lo mismo cada vez que declaras la Palabra de Dios de sanidad o liberación sobre un cuerpo físico golpeado por el dolor o debilitado por la enfermedad.
Cuando clamas para que las almas perdidas vengan del norte, sur, este y oeste, y cuando buscas el rostro de Dios por la salvación de tus seres queridos o las personas que conoces en tu trabajo todos los días, literalmente estás: ¡llamando las cosas que no existen, como si existieran! Estás creando una “realidad presente” con una palabra eterna para enfrentar las circunstancias negativas y temporales.
Moviendo montañas de circunstancias negativas serias
Si Dios te ha llamado al ministerio pastoral o a las misiones, eso podría significar que tendrás que cambiar de carrera, irte de tu país o aprender otro idioma, lo que te enfrenta a montañas negativas de circunstancias temporales. ¡Lo que necesitas es una provisión milagrosa de favor, finanzas, sabiduría y habilidades que simplemente no tienes! ¡Es el momento de empezar a llamar las cosas que no existen, como si existieran!
Si eres una persona joven que sabe que Dios no te ha llamado a una vida de celibato para cumplir Su propósito, empieza ahora mismo a orar por tu esposo o esposa ─ es posible que no sepas el nombre de tu futuro cónyuge, su dirección o como luce físicamente; sin embargo, Dios sí lo sabe. No existe mejor momento para empezar a llamar las cosas que no existen, como si existieran que antes de conocer a tu futuro esposo o esposa. Involúcrate en su bienestar hoy mismo.
Si estás casado, pero Satanás se las ha arreglado para causar división y contienda en tu relación con tu esposo(a), no te conformes con eso. Toma autoridad sobre ese espíritu maligno que ha sido enviado a destruir tu unión santa. Declara la Palabra de Dios sobre tu cónyuge y sobre tu hogar. No ores el problema ni declares tus emociones sobre la situación. ¡Ora la Palabra!
Sin importar lo negativas que sean hoy tus circunstancias temporales, ¡comienza a llamar las cosas que no existen, como si existieran! No empieces a preocuparte con los planes ocupados de los hombres. Pon el firme fundamento de la fe en la Palabra de Dios; no prestes atención a las circunstancias temporales y negativas que buscan disuadirte de la voluntad de Dios. Todo lo que Dios hace que nazca en el alma de los hombres comienza y termina en la fe, y se construye sobre la base firme de Su Palabra inmutable.
La Palabra de Dios no puede simplemente ser dada por obvia en la vida cristiana. La Palabra revela el plan de Dios para el hombre, Su camino para tu vida, la autoridad que tenemos y la que tendremos en la vida por venir. Este es sólo el primer vistazo de lo que significa ser “hecho a imagen y semejanza de Dios”. Como lo mencioné antes, “el resto dependerá de ti”.