Hace unos meses, estaba en comunión con el Señor antes de un servicio vespertino en Anaheim, California. Me estaba divirtiendo tanto con Él que, sin darme cuenta, llegó la hora de comenzar la reunión, y aún no le había preguntado sobre lo que Él quería que predicara. Al darme cuenta de que no tenía idea de lo que iba a decirle a la gente, le pregunté por dirección.
“SEÑOR …”, comencé.
Sólo ve y haz lo que te diga que hagas, me respondió.
Cuando lo escuché, ¡me emocioné! Hace mucho tiempo aprendí que simplemente escuchar al SEÑOR y hacer lo que dice que hagamos es la forma más segura de obtener resultados sobrenaturales. Es la clave para liberar el poder de Dios para obrar milagros, no solo en los servicios de la iglesia, sino en todas las áreas de la vida.
Piensa en el ministerio de Jesús y verás a lo que me refiero. Su primer milagro tuvo lugar en una boda. Él, su madre María y sus discípulos, estaban invitados al evento y, en medio de las festividades, los anfitriones se quedaron sin vino. Seguro recuerdas la historia: María acudió a Jesús con el problema.
“¡No tienen más vino!” le dijo.
“Apreciada mujer, ese no es nuestro problema —respondió Jesús—. Todavía no ha llegado mi momento.” (Juan 2:4, Nueva Traducción Viviente).
Decidida a obtener los resultados que buscaba, María ignoró Su respuesta (las mamás pueden salirse con la suya, otras personas no) y, en cambio, se volvió hacia los sirvientes que estaban cerca.
“Lo que sea que Él les diga, háganlo.”, dijo (versículo 5, Biblia amplificada, Edición clásica).
Había allí seis vasijas de piedra… cada una de una capacidad entre veinte y treinta galones. Jesús les dijo [a los sirvientes]: ‘Llenen las vasijas con agua.’ Entonces las llenaron hasta el borde. A continuación, Él les dijo: ‘Ahora, saquen un poco y llévenselo al administrador de la fiesta [al que preside, el superintendente del banquete].’ Así que le llevaron un poco. Y cuando el administrador probó el agua recién convertida en vino, sin saber de dónde venía ─aunque los sirvientes que habían sacado el agua lo sabían─ llamó al novio y le dijo: ‘Todos los demás sirven primero su mejor vino, y cuando las personas han bebido libremente, luego él sirve el que no es tan bueno; ¡pero tú has guardado el buen vino hasta ahora!’ Esta fue la primera señal (milagros, prodigios), que Jesús realizó en Caná de Galilea, y manifestó Su gloria…” (Juan 2: 6-11, AMPC).
Jesús ni siquiera había predicado el evangelio en esa situación. Él solo estaba invitado a la boda; sin embargo, la gloria de Dios se manifestó en el lugar. El milagro sucedió simplemente porque María les dijo a esos siervos que hicieran lo que Jesús dijera.
¿Cómo supo ella darles tales instrucciones? ¿Cómo sabía ella que, si ellos hacían lo que Jesús dijera, todo saldría bien?
Ella lo había estado observando durante años, ¡y así es como Él había vivido toda su vida! Lo dijo una y otra vez: “Solo digo lo que escucho decir a mi padre, y solo hago lo que veo hacer a mi padre” (Lee Juan 5:19, 8:28, 14:10).
¡Esa es una manera gloriosa de vivir! Puedo testificarlo, no solo de las Escrituras, sino también de mi experiencia personal. A lo largo de los años, cada vez que he sido diligente en escuchar al SEÑOR y hacer lo que me dice, los resultados han sido maravillosos. He visto lo imposible, simplemente porque lo escuché y obedecí.
¿En qué lugar de la Tierra queda “La Capital Mundial del Avivamiento”?
Así es como este ministerio terminó instalado aquí en el área de Eagle Mountain. Me había olvidado que este lugar existía, incluso todavía a principios de los años setenta; y ciertamente no tenía el dinero para comprarlo. Sin embargo, un día, mientras sobrevolaba la zona en dirección hacia el aeropuerto de Meacham, escuché una voz que decía: ¡En directo desde la Capital Mundial del Avivamiento!
A mí me pareció que sonaba como un locutor de radio. Entonces, al principio, asumí que era audible. Pensé que el selector de audio de la cabina había sido desplazado sin saber cómo desde la banda de alta frecuencia utilizada para las transmisiones de vuelo al canal de transmisión de baja frecuencia. Al revisar, comprobé que ese no era el caso.
Entonces me di cuenta: Debo haber escuchado la voz dentro de mi espíritu. ¿La Capital Mundial del Avivamiento?, pensé. Sé dónde está la Capital del Entretenimiento del Mundo. Está en Hollywood. Sé dónde está la capital de la música country del mundo. Está en Nashville. Pero ¿dónde está la Capital Mundial del Avivamiento?
No tuve tiempo de pensar más sobre el asunto en ese momento porque estaba a punto de aterrizar y debía comunicarme con el control de aproximación. Sin embargo, un tiempo después, uno de los miembros de la junta directiva me llamó. “Hay una propiedad al norte de la ciudad que debes ir a ver”, me dijo.
Salí a verla, y en el momento en que mi pie hizo contacto con el suelo, oí la voz por segunda vez. Esta es la capital mundial del Avivamiento, y tú la construirás.
Más adelante, descubrí que el dueño de la propiedad era un hombre llamado Pruitt. Este tenía 89 años, nunca se había casado, y formaba parte de la industria petrolera y el gas natural. También era un gran defensor de la Universidad Metodista del Sur en Dallas, y amaba a Dios.
Aunque nunca lo había conocido, podría haberlo contactado fácilmente. Pero el SEÑOR no me había dicho nada al respecto y no quería adelantarme. No quería intentar hacer algo por mi cuenta, porque eso siempre funciona en detrimento del Reino de Dios y hace que las cosas se arruinen.
Eventualmente, en el año 1979, mientras me afeitaba, un día escuché al SEÑOR decir claramente: Ve a visitar al Sr. Pruitt y dile: “El Señor necesita de esta propiedad.”
Hice una cita, fui a su casa, y después de que nos presentamos mutuamente, le comuniqué exactamente lo que el Señor me dijo que dijera, sin agregar nada. No usé muchas palabras para asegurarme de que entendiera lo que quería decir. Sólo dije: “Sr. Pruitt, el Señor necesita de esta propiedad.”
“Bueno…” respondió, hablando muy despaciosamente. “Está a la venta.”
Al comienzo no supe cómo responderle. Ya había dicho lo que El Señor me había dado, y no quería ignorar Su liderazgo, así que simplemente fui a mi interior. Eso es lo que debes hacer en ese tipo de situaciones. No solo comienzas a decir lo primero que viene a tu mente; escuchas la próxima palabra del Señor. Efectivamente, recibí una respuesta.
“Señor, no tengo dinero en este momento”, le respondí, “pero Dios lo obtendrá por mí.”
A continuación, nos sentamos allí por 15 o 20 minutos sin que ninguno de los dos dijera una sola palabra. El único sonido en la habitación era el tic-tac del reloj en la repisa. El señor Pruitt se balanceaba en silencio hacia adelante y hacia atrás en su mecedora, y yo estaba decidido a no decir nada hasta que él lo hiciera, así que también me quedé callado.
Finalmente me respondió: “Vuelve a verme.”
“OK” respondí, e hice otra cita.
Al regresar unas semanas más tarde, atravesamos la misma escena. Esta vez, bajo la dirección del Señor, le dije al Sr. Pruitt: “No pido dinero prestado.” Entonces, al igual que en la primera oportunidad, ambos nos sentamos en silencio durante unos 20 minutos.
Eventualmente, él me dijo: “Vuelve a verme.”
Entonces, hice otra cita.
No avances a los empujones. Sólo mantente firme.
Entre las distintas citas, seguí preguntándole al El Señor acerca de qué quería que hiciera; sin embargo, Él no me habló más acerca del asunto. Parecía que hablaba aún menos que el Sr. Pruitt. Entonces, me mantuve firme.
Eso no es fácil de hacer. Si has estado en esa posición, ya debes saberlo: tu carne tiende a ponerse ansiosa y quiere seguir adelante. Comienzas a preocuparte por cómo saldrán las cosas y a pensar que tienes que hacer algo.
Pero, ¡no tienes que hacer nada!
Ese es el punto que quiero que entiendas. El poder de Dios se libera al hacer lo que Él dice que hagas. Entonces, una vez que hayas hecho lo que Dios dijo, mantente en fe y entrégale a Jesús la situación para que Él sea Quien se encargue. ¡Él lo abarca todo! Todo es a través de Él, para Él, por Él y está debajo de Él. Por lo tanto, sigue buscando y esperando en Dios.
Cuando digo esperar en Él, no estoy diciendo, por supuesto, que te sientes y juegues con tus dedos pulgares. Sigues estudiando La PALABRA y fortaleciendo tu fe. Sigue preguntándole a Dios y orando en lenguas, esperando recibir sabiduría. De esa manera, si el SEÑOR quiere darte más instrucciones, lo escucharás y estarás listo para obedecer. Estarás perfectamente posicionado para que Él haga lo imposible y obre a tu favor.
Eso es lo que Dios hizo por mí con la compra de esta propiedad. Siguió guiándome para que fuera a las reuniones con el Sr. Pruitt y repitiera lo que Él me había dicho, hasta que, en la tercera reunión, el Sr. Pruitt me presentó un plan.
“Sé que no pides dinero prestado”, comenzó, “pero ¿tienes algo en contra de alquilar?”
“No señor. No he encontrado nada en la Biblia que esté en contra de alquilar.”
“De acuerdo. Entonces, procederé a dividir la propiedad en cuatro partes iguales. Toda la renta se destinará a pagar una cuarta parte. Cuando hayas pagado por esa parte, te la adjudicaré, y el pago de la renta comenzará a destinarse a la siguiente parte. No te cobraré ningún interés por el alquiler. Si Dios te instruye algo adicional, todo lo que tienes que hacer es darme un aviso de dos semanas y puedes irte. ¿Te sirve el trato?”
¡Ciertamente me servía! Era un plan maravilloso. Por mi propia cuenta nunca hubiera podido imaginarlo. Pero, ni siquiera tuve que hacerlo. El SEÑOR lo estaba guiando para que se le ocurriera, y Él me estaba guiando a estar callado.
A petición del Sr. Pruitt, los miembros de mi junta directiva del ministerio estuvieron presentes en esa reunión y le pidió a uno de ellos que redactara un contrato, fijando el precio total de la propiedad en varios millones de dólares, divididos en cuartos. El contrato era tan simple que cabía en una sola hoja de papel del tamaño de una carta. El Sr. Pruitt y yo lo firmamos y luego me lo devolvió. “Ahora: escríbelo una vez más tal cual está, excepto que debes reducir un millón de dólares del precio inicial”, dijo. “Seré el primer donante.”
Yo estaba totalmente sorprendido. ¡No me había imaginado nada similar! Luego, agregó algo más. “Kenneth, hay mucha gravilla en esta propiedad”, me dijo. “Una importante compañía de cemento me ha estado buscando para extraerla, y les dije que deberían hablar contigo sobre el asunto.”
“¿Eso significa que debería llamarlos tan pronto como le paguemos la primera parte?”, pregunté.
“No hijo. Te he dado todos los derechos de extracción mineral. ¡Vende un poco de gravilla y utilízalo para pagar por parte del terreno!”
Nota que él nunca me había hablado sobre la gravilla inicialmente. Esperó hasta que hubiera firmado el contrato y me hubiera comprometido con el trato. ¿Por qué fue guiado a hacerlo de esa manera? Porque así es como Dios trabaja. Él nos da el primer paso, y tenemos que creer y actuar sobre lo que nos dice acerca de ese paso antes de que podamos proseguir al paso número dos.
¿Recuerdas cómo trató Dios con los israelitas en el Antiguo Testamento cuando les dio la Tierra Prometida? Les dijo que Él derrotaría a sus enemigos delante de ellos, pero antes de que pudieran ver cómo iba a suceder, tenían que firmar Su “contrato de fe”, por así decirlo. Sólo debían creer lo que Dios dijo y avanzar hacia la tierra.
¡Pero se negaron a hacerlo! Cuando 10 de los espías que Moisés envió a Canaán regresaron e informaron que los gigantes allí eran demasiado grandes para ser conquistados, los israelitas se asustaron y retrocedieron. En lugar de salir con fe, se metieron en el razonamiento mental. Creyeron en lo que los espías dijeron en lugar de lo que Dios dijo, por lo que nunca tomaron posesión de su tierra.
Cuarenta años más tarde, la próxima generación de israelitas descubrió el error trágico que habían cometido. Supieron por medio de los dos espías que Josué envió a Jericó que los gigantes habían estado aterrorizados desde el principio. “¿Dónde han estado?” Rajab les preguntó. “¡Sabemos lo que hizo su Dios en el Mar Rojo, y nuestros corazones se desanimaron!” (Léelo en Josué 2:10-11).
Los gigantes se habrían rendido 40 años antes, cuando los israelitas cruzaran el Jordán por primera vez, si hubieran hecho caso a lo que Dios les dijo. Podrían haber marchado a la Tierra Prometida prácticamente sin oposición si le hubieran creído y dado el primer paso. Dios ya tenía el siguiente paso listo para ellos. Él ya estaba trabajando en el otro lado del trato, preparando el camino para su milagro.
¡Él está haciendo lo mismo por ti!
Entonces, si estás enfrentando una situación imposible, no te dejes intimidar por ella. Ten fe en Dios (Marcos 11:22) y deja que Él te muestre Su plan. Aliméntate de Su PALABRA, comunícate con Él en oración, y lo que sea que Él te diga, ¡hazlo!
¡Él tiene una tierra prometida llena de milagros esperándote!