En este momento muchos de nosotros enfrentamos necesidades. Necesidades grandes. Necesidades tan grandes que son imposibles de suplir sin la intervención directa de Dios.
Y es por eso que necesitamos tener certeza absoluta, incluso antes de que podamos entender —y acatar—, acerca de las leyes de la abundancia de Dios. Esas leyes son extremadamente importantes —pero gracias a Dios no son complicadas. En realidad, son tan simples como el A-B-C.
A: Decídete a sembrar
En Marcos 4, Jesús comparó el trabajo del Reino de Dios con el oficio de sembrar semillas en la tierra. «Pero que después de sembrada (la semilla)», Él dice que: «crece hasta convertirse en la más grande de todas las plantas, y echa ramas tan grandes que aun las aves pueden poner su nido bajo su sombra.» (Versículo 32)
Nota que no dice que la semilla sembrada crecerá y se hará más grande ocasionalmente. O que crece y se incrementa si a lo mejor es la voluntad de Dios. Lo que Él dice es que: «crece hasta convertirse en la más grande». Punto.
La economía de Dios no es como la nuestra. No está fluctuando un día arriba y al otro abajo. Siempre es la misma y siempre trabaja perfectamente. Si tienes tierra buena, semilla buena y agua buena, tendrás crecimiento. Es inevitable. Las leyes de Dios producirán que tu siembra se incremente en cada momento.
Así que, si estás pasando necesidades, no entres en pánico — ¡Siembra una semilla! Tu semilla puede tener la forma de dinero, tiempo o cualquier otra clase de recurso que tengas para dar. Sin importar la forma que tu semmilla tenga, necesitas entender que el regalo no es la semilla en sí misma, ya que ésta no tiene vida. La semilla es sólo la cáscara.
Hay personas que han plantado cáscaras durante muchos años, pero como nunca pusieron vida en ellas, nunca fructificaron. Así que no sólo hagas ruido al poner tu cáscara en el canasto de la ofrenda. Primero dale vida. Alaba a Dios por ella con acción de gracias. Di: “SEÑOR: Te estoy ofreciendo lo mejor para que Tú obres. Y a medida que te entrego lo mejor, me entrego en espíritu, alma y cuerpo.” Ora sobre esa semilla, llénala de fe, alabanza y la PALABRA. Así estará lista para la siembra.
B. Encuentra buena tierra
En el Oeste de Texas, en la granja de mi abuelo, habían grandes parches de arcilla arenosa color blanco (llamados caliche). Es la peor clase de tierra que existe para sembrar. Nada crece en ella, sin importar que tan buena y fina sea tu semilla; si la plantas en caliche, no recibirás ninguna cosecha.
Existen algunos ministerios que espiritualmente son como el caliche. No son buena tierra para tu semilla. Así que antes de dar, ora para saber dónde debes dar tu ofrenda. No confíes en tus propios juicios. No lo razones diciendo: “bueno, este predicador está gritando, llorando y diciendo que está por debajo de tal y cual, así que supongo que le daré a él.” No, ve ante el SEÑOR del diezmo y averigua dónde quiere que des tu dinero. Él es el único que puede dirigirte a buena tierra todo el tiempo.
C. ¡Riega!
Una vez que tu buena semilla ha sido plantada en buena tierra, debes continuar regándola con la PALABRA de Dios. Declara fe sobre ella en el transcurso de toda la semana. Declara el crecimiento de esa semilla llamando «las cosas que no existen, como si existieran» (Romanos 4:17). Puede que sea una pequeña semilla, pero necesitas empezar a ordenarle que crezca.
Quizá digas: “Bueno hermano, yo creo que las cosas se deben decir tal como son”. Entonces, el resultado será que no verás ningún crecimiento en tu vida, porque las cosas espirituales crecen a medida que las palabras son declaradas. Ésa es la forma en que Dios actúa.
Charles Capps dijo: aquel que “dice las cosas como son” es como ese hombre que salió al frente de su casa para darle un hueso a su perro. Al salir, vio que su perro no estaba, más encontró solo al gato. Así que empezó a decirle: “aquí tienes gatito… gatito… gatito…” Entonces, su vecino le dijo: “Pensé que querías darle ese hueso al perro”. “Sí, eso era lo que quería” le respondió el hombre, “pero me gusta decir las cosas como son — y encontré el gato, no al perro.”
No seas como ese hombre. Llama al perro, y éste vendrá. Riega tu semilla con palabras de fe. No llames a la pobreza, si no quieres pobreza. Llámate a ti mismo próspero. Declara que tus necesidades son suplidas. No pasará mucho tiempo hasta que estés lleno de gozo y expectativa a tal nivel, que regar la semilla será divertido.
Encuentra buena tierra. Siembra la semilla, y riégala. Luego, como dice Marcos 4:27, todo lo que tienes que hacer es «ya sea que él duerma o esté despierto, de día y de noche la semilla brota y crece…».
Quizá digas: “Pero no entiendo cómo funciona”.
No importa, solo házlo. Siembra y riega. Duerme y levántate. Y con sguridad, una de estas mañanas te levantarás con abundante cosecha.