Si has estado enfermo y estás esperando que Dios te sane, hoy te tengo muy buenas noticias: ¡No estás esperando a Dios; Él te está esperando a ti!
Él está esperando que abras tu Biblia y extraigas de ella el poder sanador con el que impregnó Su PALABRA.
Él está esperando que tomes esa PALABRA como medicina y hagas lo que dijo en Proverbios 4: “Hijo mío, presta atención a mis palabras; Inclina tu oído para escuchar mis razones. No las pierdas de vista; guárdalas en lo más profundo de tu corazón. Ellas son vida para quienes las hallan; son la medicina para todo su cuerpo.” (versículos 20-22).
¿Qué significa inclinar tu oído hacia LA PALABRA?
Significa que cuando lees un versículo como 1 Pedro 2:24: “Por sus heridas [de Jesús] fueron ustedes sanados”, te apoyas en él. Meditas en él, lo confiesas y sigues poniéndote de acuerdo con él, incluso ante circunstancias contradictorias. En lugar de discutir con eso y decir: “Sí, sé que la Biblia lo dice, pero todavía me duele y he recibido un mal informe médico”, te mantienes enfocado en lo que Dios ya dijo y sacas del camino ese “sí… pero”.
“Pero hermano Copeland, no sabes cuán grave es mi situación.”
No, pero sé lo poderoso que es Dios, y Su PALABRA puede hacer cualquier cosa que Él puede hacer. Puede hacer milagros en tu cuerpo físico y lograr lo que la ciencia médica dirá que es imposible. Dios ya lo ha provisto para que pueda hacer por ti lo mismo que hizo por la gente en el Salmo 107:20: «Con el poder de su palabra los sanó, y los libró de caer en el sepulcro.»
¡Esa era una situación de gravedad! Según los versículos que lo rodean, esas personas estaban a las puertas de la muerte. Estaban tan angustiados que, en lo natural, no había forma de que lo lograran. Sin embargo, cuando clamaron a Dios, Él pudo salvarlos de sus problemas y restaurarles la salud.
¿Cómo lo hizo?
¡Por su PALABRA!
«Así que la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios.» (Romanos 10:17), y la fe es el conector del poder de Dios. Entonces, mientras más tiempo pases en las Escrituras de sanación, más de Su poder sanador podrás recibir. Cuanto más veas en 3 Juan 2, por ejemplo, que la voluntad de Dios es que: «seas prosperado en todo, y que tengas salud, a la vez que tu alma prospera», más fe comenzará a levantarse en ti para prosperar y estar bien.
Cuando llenas tu corazón hasta que desborda con la PALABRA de sanación de Dios, no tienes que quedarte sentado durante seis meses esperando que Él haga algo por ti. Puedes apoderarte de tu sanación por medio de la fe y comenzar a caminar inmediatamente. Puedes decir: “Creo que recibo ahora”, tomar lo que Dios ya te ha provisto, y ni el mismo diablo podrá mantenerte enfermo.
La enfermedad es obra del diablo. Ya sea directa o indirectamente, él está detrás de ésta y no tiene defensa contra la PALABRA de sanación de Dios. Cuando alguien toma esa PALABRA por fe, el diablo se hunde. No hay nada que pueda hacer para mantener su obra a flote. Si lo hubiera, habría detenido la liberación del loco de Gadara. ¿Has leído sobre él? Era el hombre más demoníaco que puedas imaginarte. Tenía entre 3.000 y 6.000 espíritus malignos viviendo en él. Sin embargo, cuando cayó a los pies de Jesús y lo adoró, y Jesús echó a esos demonios, tuvieron que dejarlo. Las palabras que Jesús habló lo liberaron de manera instantánea.
El tiempo de Dios para la sanidad siempre es ahora
“Bueno”, podrías decir, “Dios no trabaja tan rápido en cada caso. A veces Su voluntad es que soportemos la enfermedad por un tiempo y que esperemos a que Él nos sane a Su debido momento.”
No, ¡no lo es!
Sé que algunas personas han enseñado eso, pero no es bíblico. Para que algo sea bíblico, debes tener las escrituras que lo respalden, y no hay ningún lugar en la Biblia en el que alguien se haya acercado a Dios por sanidad y que Él les haya dicho que no, o que tendrían que esperar.
No encontrarás en los evangelios a Jesús enviando a ninguna persona, diciéndole que siga buscando su sanación por otro minuto, ni mucho menos, por años. Con Jesús, el momento de la sanación siempre fue ahora. Una y otra vez, respondió de inmediato a los que acudieron a Él con fe.
Cuando el leproso se le acercó y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.», Jesús ni siquiera lo dudó. Él «extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero. Ya has quedado limpio.» Y al instante su lepra desapareció.» (Mateo 8:3).
Cuando el centurión vino pidiéndole a Jesús que sanara a su siervo, Jesús dijo: «Ve, y que se haga contigo tal y como has creído.» Y en ese mismo momento el criado del centurión quedó sano.» (versículo 13).
Cuando la suegra de Pedro estaba enferma de fiebre y le pidieron a Jesús que la sanara: «Él se inclinó hacia ella y reprendió a la fiebre, y la fiebre se le quitó. Al instante, ella se levantó y comenzó a atenderlos.» (Lucas 4:39).
Incluso la mujer en Marcos 5 que había estado enferma durante 12 años con una hemorragia incurable recibió su sanidad al instante. Ella dijo por fe en el versículo 28: «Si alcanzo a tocar aunque sea su manto, me sanaré.», luego tocó el borde del manto de Jesús, «y tan pronto como tocó el manto de Jesús, su hemorragia se detuvo, por lo que sintió en su cuerpo que había quedado sana de esa enfermedad.» (Marcos 5:29).
“Pero hermano Copeland, Jesús ya no está aquí en la tierra. Él está en el cielo. No puedo avanzar entre la multitud y tocar Su manto.”
No, pero puedes atrapar Su PALABRA. Puedes pararte firme sobre lo que dice sobre la sanación y mantenerla frente a tus ojos, en tus oídos y en tu boca. Cuando lo hagas, harás la conexión de fe, y el poder sanador de Dios fluirá hacia ti e irá a obrar de inmediato, sanándote y restaurando tu plenitud.
LaShea McKinney puede testificarlo. Como colaboradora de este ministerio y además, ministra, hace unos años se estaba muriendo a causa de un linfoma. Tanto su hígado como su bazo eran varias veces más grandes del tamaño normal. Estaba tan débil que apenas podía respirar, y los médicos le dijeron que solo tenía 30 días de vida.
En sus propias palabras, extraídas de la entrevista que pasamos en la Escuela de Sanidad: “Recuerdo caminar junto al espejo, y ver la sombra de la muerte. Sabía por mi aspecto que no iba a lograrlo y, en lugar de pelear, simplemente me acosté en el sofá y sucumbí.”
“Después de un par de días, mi padre entró y me dijo (de una manera no muy dulce): ‘Vas a morir si no te levantas de allí. Eres una ministra del evangelio y el diablo está peleando contigo por lo que estás haciendo para el reino de Dios. ¡Entonces, doctora, levántate y sánate!”
Agradables o no, esas palabras conmovieron el espíritu de LaShea. Se levantó del sofá, tomó su Biblia y comenzó a caminar de un lado a otro, leyendo y declarando las escrituras de sanidad.
Había escuchado a Gloria decir que cuando la enfermedad ataca, debes tomar La PALABRA como medicina tres veces al día y, si las situaciones empeoran, debes duplicar la dosis. Entonces, durante los siguientes 28 días, caminó tres veces al día con su Biblia en la mano, citando versículos de sanidad y declarándolos sobre su vida.
LaShea no sintió nada durante los primeros 27 días. Pero continuó haciendo lo que había planeado y el día 28 sucedió algo. “La fe llegó y supe que ese día estaba sanada”, nos relata.
Cuando regresó a los médicos el día 30, la examinaron y le tomaron más radiografías. Compararon las nuevas radiografías con las antiguas y llamaron a más especialistas. Después de que hablaron entre ellos por un rato, llamaron a LaShea y le mostraron las nuevas radiografías. “¿Dónde está el cáncer?”, le preguntaron. “¡Ha desaparecido!”
Los médicos no podían entenderlo, pero LaShea lo entendía a la perfección. “La Palabra de Dios no es solo algo escrito en la Biblia”, dice ella. “Cuando la tomamos, se convierte en vida.”
Desearlo no lo conseguirá
“Hermano Copeland, desearía que me pasara algo así.”
Puede sucederte, pero no vendrá simplemente por desearlo. Sucederá cuando hagas lo que dice Proverbios 4:20-22 e inclines tu oído a LA PALABRA. Si sigues haciéndolo, no puede dejar de suceder porque La PALABRA tiene poder divino para que se cumpla. ¡Es la PALABRA de Dios!
Su PALABRA tiene tanta vida y salud que destruyó todo el cáncer en el cuerpo de LaShea McKinney en solo 28 días. Es posible que pienses que un milagro como ese no podría suceder en solo 28 días, pero con Dios puede suceder en 28 segundos, particularmente en una reunión donde se predica la PALABRA de Dios con unción.
Por ejemplo: piensa en el milagro que sucedió en Hechos 14. El apóstol Pablo estaba predicando en la ciudad de Listra: «había un hombre lisiado de nacimiento; no podía mover los pies ni había caminado jamás. Estaba sentado, escuchando a Pablo; y cuando Pablo lo vio a los ojos, comprendió que tenía fe para ser sanado. Entonces Pablo levantó la voz y le dijo: «Levántate, y apóyate sobre tus pies.» Y aquel hombre dio un salto y comenzó a caminar.» (versículos 8-10).
¿Qué escuchó ese hombre que le infundió el poder para recibir ese milagro instantáneo?
Hechos 14 no nos lo dice exactamente. Simplemente dice que: «alli predicaban el evangelio.» (versículo 7). Pero podemos suponer que Pablo predicó en Listra casi lo mismo que escribió en su carta a los Gálatas: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, y por nosotros se hizo maldición (porque está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero»), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzara a los no judíos…» (Gálatas 3:13-14).
Triple maldición, triple BENDICIÓN
La maldición vino sobre la humanidad a través del pecado de Adán y su naturaleza es triple. Incluye la muerte espiritual, la pobreza y la enfermedad. LA BENDICIÓN de la redención que Jesús proporcionó a través de Su vida, muerte y resurrección también es triple. Incluye el nuevo nacimiento, la prosperidad y la sanación.
¡Eso es lo que escuchó el hombre de Listra! Se enteró de Jesús. Descubrió que Jesús lo había redimido no solo de la maldición del pecado, sino también de la maldición de los pies lisiados. Se enteró de LA BENDICIÓN que restaura a plenitud –espíritu, alma y cuerpo–, la recibió por fe, saltó y caminó.
En algunas Biblias, al comienzo de esa historia, los traductores agregaron un subtítulo que dice: Pablo sana a un hombre en Listra. ¡Pero eso está mal! Pablo no sanó a ese hombre. Fue la PALABRA de fe la que lo sanó.
¿No sería más exacto decir que fue Dios quien lo sanó?, te preguntarás.
¡Eso equivaldría a decir lo mismo, porque Dios y Su PALABRA son Uno!
Es por eso que cuando el sembrador siembra LA PALABRA, como dijo Jesús en Marcos 4:14-15, «en seguida viene Satanás» para robar la PALABRA que se sembró. Es por eso que trabaja tan febrilmente, una vez que comenzamos a alimentar La PALABRA en nuestro corazón, para ahogarla con ofensas, distracciones y las preocupaciones del mundo. Él sabe que si recibimos LA PALABRA y nos negamos a dejarla ir, se manifestará en nuestras vidas. Dará fruto, 30 y 60 y ciento por uno.
Eso es lo que sucedió con Regi McCorkle, otra colaboradora de este ministerio cuyo testimonio compartimos en la Escuela de Sanidad. Ella había pasado 15 años en una silla de ruedas. Los dolores de cabeza por migrañas habían afectado su cuerpo como una serie de derrames cerebrales, y había perdido el uso de su pierna y brazo derechos.
Los médicos le habían dicho que nunca se recuperaría, pero en julio de 2015, ella y su esposo William, descubrieron la Cadena BVOVN. Comenzaron a escuchar LA PALABRA y tuvieron tanta hambre que no vieron nada más en la televisión ni leyeron nada adicional, excepto la Biblia. Simplemente se sumergieron en LA PALABRA.
Una noche antes de que Regi se fuera a dormir, lo que había estado escuchando se hizo tan grande que apenas pudo contenerse. “Señor”, dijo ella, “¡quiero llevar tu gloria para que la gente se sienta atraída por ti! Quiero caminar en tu autoridad, para que sepan quién eres. Padre celestial, muéstrame quién soy, quién eres y lo que tengo”.
=Después de orar por eso, se durmió profundamente hasta las 3:30 de la mañana, cuando la despertó la voz del Señor que resonaba en su interior. Regi, le dijo, tienes todo lo que Yo digo que tienes. ¡Simplemente tómalo!
Oh, está bien, Señor, pensó ella.
Entonces, escuchó su voz de nuevo, aún más fuerte: ¡Dije que abrieras la boca y lo tomaras!
“Está bien, Señor”, respondió Regi en voz alta. “Tengo todo lo que dices que tengo”, dijo.
Por tercera vez, aún más fuerte, Dios dijo una vez más: ¡Abre tu boca y tómalo con autoridad!
Entonces, Regi levantó su brazo izquierdo en el aire y gritó: “Padre Dios, tengo todo lo que dices que tengo. ¡Lo tomo ahora por fe en el Nombre de Jesús!”
Mientras decía esas palabras, el poder de Dios la impactó. Saltó de la cama y antes de darse cuenta de lo que había sucedido, cruzó la habitación, pasó por encima del perro y estaba de pie en la puerta, ¡totalmente sana y 100% plena!
“Estoy muy contenta por la oportunidad de compartir con la gente que Dios es real”, dice Regi. “Está vivo, nos ama a todos por igual y quiere darnos todo lo que necesitamos. Todo lo que tenemos que hacer es poner Su PALABRA en nuestros corazones, abrir nuestras bocas y tomarlo.”
Yo no podría haberlo dicho mejor, Regi. ¡Gloria a Dios, y amén!