El bajo de los altavoces parecía estar sincronizado con el corazón de Venessa Battle. Su organismo corría a toda velocidad estimulado por el Valium, la codeína, los barbitúricos, el alcohol y el hachís. Salió hacia el balcón del apartamento donde vivía en Baltimore, Maryland, y observó el cielo nocturno.
“Dios, si estás ahí, te quiero en mi vida. Pero tienes que hacer que sea real.” Ella ya le había clamado a Dios numerosas veces. Pero, en realidad, no creía que fuera a responderle.
Venessa había decidido suicidarse.
A sus 29 años, se sentía agotada y lista para el final. Nunca hubiera imaginado que todo acabaría de esa manera. Pero, la realidad era que había tenido un comienzo rocoso.
Venessa, la menor de cinco hermanos, se había criado en Fort Worth, Texas. Su madre los había criado en la iglesia, a pesar de que a veces hubiera una desconexión entre lo que oían desde el púlpito y cómo vivían.
A sus 5 años, la madre de Venessa la había vestido con un traje de marinera y zapatos de charol; bajo la atenta mirada de una azafata, la había enviado a Nuevo México a visitar a su familia. Fue entonces cuando Venessa oyó una voz que le decía: Volarás por todo el mundo.
También había marcado el momento en que sus padres se divorciaran.
La niña de papá, Venessa no creía que sobreviviría la partida de su padre. Su ausencia había dejado un hueco en su corazón que no podía rellenar. Cuando empezó la primaria, las señales comenzaron a aparecer. Un día, rebuscando entre las pertenencias de su hermano, Venessa encontró y se tomó un Valium. A los 10 años, ya robaba medicamentos de los botiquines de las casas de las personas a las que cuidaba.
Aunque empezó a irle bien en el colegio, Venessa tuvo que esforzarse mucho. Pero, como era una atleta, sus profesores la pasaban sistemáticamente al siguiente grado. Cuando terminó el secundario, Venessa era una analfabeta funcional. Leía y escribía a un nivel de primer grado. Su problema no se limitaba a las letras ni las palabras. Tampoco sabía leer ni escribir números grandes.
Se alejó del borde del balcón, volvió al interior y escuchó música mientras contemplaba su muerte. Las notas graves parecían cobrar vida. A través de los altavoces, oyó estas palabras:
Puedes morir esta noche, o puedes vivir para Mí.
Libre al fin
“Ya no estaba volada”, recuerda Venessa. “La sobriedad fue instantánea. Le respondí: ‘Sí, Señor. Sí, quiero vivir para Ti.’”
“Mi vida cambió radicalmente en ese instante. Una de las primeras cosas que el Señor me indicó hacer fue ir a la biblioteca. Saqué libros de primer grado, luego libros de segundo grado. Seguí progresando hasta que aprendí a leer y escribir como un adulto.”
“Además, todo anhelo de drogas y alcohol me abandonó. Cuando fui salva, Dios me libró incluso de la tentación de las drogas. Cuando le dije “sí” a Dios, decidí que, si viviría para Él, haría todo lo que Él me dijera. Decidí que mi historia sería de obediencia total.”
Habiendo crecido en Fort Worth, Venessa estaba familiarizada con los Ministerios Kenneth Copeland. Cuando el Señor la instó a estudiar la fe, comenzó a sumergirse en las enseñanzas de Kenneth y Gloria Copeland, así como de otros predicadores de la fe como Jerry Savelle y Jesse Duplantis.
“Estudié la fe hasta que se convirtió en mi herencia espiritual”, relata.
El Señor dirigió a Venessa a mudarse al centro de la ciudad.
“Mi familia había sido muy multicultural”, dice. “No vivíamos en un barrio afroamericano. Vivíamos rodeados de todo tipo de etnias. En nuestra casa se reunía todo el mundo. Si necesitabas comida, venías a nuestra casa.”
“Ahora, en el centro de la ciudad, fui testigo de tiroteos en las calles. Vi cómo mataban a la gente. Una noche oí a alguien gritar. Habían encerrado a una mujer en el baúl de un auto.”
“Le pregunté al Señor por qué me tenía allí. Me dijo: ‘No sabes cómo vive tu gente.’ Me hizo llorar por el pueblo afroamericano, especialmente por los hombres y los niños.”
“Le pregunté a Dios qué quería que hiciera. Me dijo que adoptara algunos niños. Pensé que tal vez se había olvidado de que yo tenía 33 años y era soltera. Pero no le dije que no a Dios. Me convertí en madre temporaria durante unos años. Luego llegaron dos niños pequeños, Jonathan y Joshua, de 3 y 4 años. Me enamoré de ellos. Hacia el año de tenerlos, sus padres biológicos perdieron la patria potestad. Fue entonces cuando los adopté.”
La vida de Venessa era plena. Además de trabajar a tiempo completo, participaba activamente en la iglesia, criaba a dos niños y obtenía créditos universitarios. También recibió el llamado al ministerio. Con los años, Venessa obtuvo una licenciatura en educación cristiana y, más tarde, un máster en asesoramiento cristiano.
Ahora que estaba libre de drogas y alcohol, le fascinaba aprender.
Finalmente, obtuvo cuatro doctorados.
Un nuevo llamado
En 1997, Venessa recibió una oferta laboral nueva y ella y sus dos hijos se mudaron a Georgia. Allí, inició un estudio bíblico que, con el tiempo, creció hasta convertirse en la Iglesia Internacional New Gate, una iglesia llena de personas que oraban, que recibían revelación de misterios a través de la oración y que, a menudo, oían cosas profundas de Dios.
En una ocasión, Venessa se encontró orando sobre la Sociedad Americana de Colonización.
¿Qué era eso? se preguntó. Nunca había oído hablar de la Sociedad Americana de Colonización.
Al investigar el nombre, Venessa se enteró de que la sociedad, que también era conocida como la Sociedad Americana para la Colonización de la Gente Libre de Color en los Estados Unidos cuando se fundó a principios de 1800, era una organización nacional dedicada a promover la liberación de los esclavos y el asentamiento de los negros libres en África Occidental, específicamente en la colonia de Liberia. El grupo transportó a unos 12.000 negros a Liberia a lo largo de su existencia.
Además de investigar sobre el tema, Venessa también habló con liberianos de su iglesia. Entre otras cosas que aprendió, le contaron que, una vez en Liberia, los esclavos liberados hacían a los demás lo que les había ocurrido a ellos.
“Aunque no esclavizaron a la gente, les quitaron sus tierras”, dijo Venessa. “Destruyeron su gobierno. Crearon tal caos que acabó en una guerra civil en la que murieron 200.000 personas. Los liberianos llamaban americos a esa gente.”
“Señor, ¿por qué me muestras esto?”
Tienes que solucionarlo.
Espera. ¿Qué?
“Sólo soy una mujer. No tengo un gobierno o una gran organización que me respalde. ¿Cómo solucionaré este problema nacional en Liberia?”
La disculpa
Años más tarde, en el 2012, el sol resplandecía sobre la ventanilla del avión mientras giraba lentamente en aproximación a la pista de aterrizaje en Liberia. Venessa había concertado una cita con la primera mujer presidenta de Liberia. Sin embargo, la separaron. En su lugar, tuvo reuniones con el presidente interino, el presidente de la cámara, la Cámara de Representantes y algunos grupos religiosos. En cada reunión le preguntaban: “¿Por qué has venido a nosotros?”
Arrodillada ante ellos, les dijo: “He venido a disculparme. Mi linaje es de los Americos. He venido a disculparme por lo que mi pueblo les hizo.”
Mientras ella se arrepentía, la gente lloraba.
Un hombre dijo: “Es lo más hermoso que he visto en mi vida.”
La respuesta fue tan profunda que los funcionarios del gobierno le pidieron que volviera para hacer lo mismo en un estadio lleno de gente. Ella aceptó regresar.
“Lo que aprendí en Liberia es que, si el Dios del universo te envía a cualquier parte, tienes todo el respaldo que necesitas”, dice Venessa. “No hay gobierno más grande. No hay organización más poderosa. Creo que mi obediencia a esa misión me preparó para recibir más revelaciones de parte de Dios.”
“De vuelta en Estados Unidos, asistí a una reunión en la que oí algo increíble”, recuerda.
“En 2 Samuel 6, el rey David estaba trasladando el Arca de la Alianza cuando Uza la tocó y murió. No queriendo llevar el Arca a Jerusalén, el rey David se la envió a Obed-Edom. El conferencista dijo que Obed-Edom era africano. La mayoría de los afroamericanos nunca se han identificado a sí mismos con un personaje bíblico.”
“Obed-Edom no era judío. Era un gitita, es decir, un filisteo convertido. Antes, cuando el Arca estaba en manos de los filisteos, Dios trajo un gran juicio sobre ellos. La devolvieron a Israel. Pero aquí había otro filisteo que tuvo una experiencia diferente. En lugar de juicio, él y toda su familia fueron bendecidos. Este hombre sabía cómo adorar y ser bendecido en la presencia del Señor.”
“Más tarde, en 1 Crónicas, los levitas fueron establecidos sobre el templo, con excepción de una familia. Obed-Edom y 68 de los miembros de su familia recibieron puestos como porteros al servicio del templo. No eran levitas ni israelitas. Amaban la presencia de Dios.”
La historia de Cetura
Venessa telefoneó a un amigo rabino. “¿Sabías que Obed-Edom era africano?”, le preguntó.
“Sí”, respondió él. “Si vas conduciendo, estaciona y detente.”
Venessa detuvo su auto.
“Abre tu Biblia en Génesis 25. Lee donde dice que Abraham volvió a tomar esposa, y que su nombre era Cetura. Escucha: Cetura era una mujer africana.”
Algo se rompió en Venessa cuando esas palabras cayeron en su espíritu.
“Durante años, los afroamericanos hemos sentido que nuestra única identidad era la de esclavos”, dijo Venessa. “Esa era nuestra suerte en la vida. Ahora leemos que el padre de nuestra fe se casó con una mujer africana y tuvo seis hijos.”
“Ese capítulo continúa diciendo que los hijos de Cetura eran hombres fuertes. Abraham temía que, cuando él muriera, ellos tomarían el poder. Así que, como había hecho con Ismael y Agar, los envió lejos.”
“¡Tenemos una identidad bíblica!”
A partir de esa revelación, Venessa escribió un libro, titulado La Revelación de Cetura: Encontrando tus raíces judías (Keturah Revealed – Finding Your Jewish Roots).
Las Granjas Cetura
En 2019, Venessa voló a Kenia, donde predicó en una iglesia de 200 pastores y líderes. Mientras compartía el mensaje de Cetura, la gente respondió con risas y llantos. Un pastor, comenta ella, describió lo que había visto en el espíritu: “En lugar de limitarse a estar en la presencia de Dios, la gente se subió a Su regazo.”
“Había estado en Liberia, así que entendía la pobreza”, recuerda Venessa. “Pero algo era diferente en Kenia. Tenían diluvios intensos que hacían pozos en las carreteras. Mientras íbamos de un lugar a otro para poder predicar, vi a niños que sumergían sus tazas en charcos de barro para beber.”
“La visual me partió el corazón. Pensé: Dios, tienes que hacer algo. Esto no puede ocurrir mientras yo vigilo.”
“Hablé con los pastores locales. La mayoría tenía tierras y sabía cultivar. No tenían dinero para semillas ni fertilizantes. Sabía que teníamos que ayudarles. Compramos un orfanato que tenía más de 50 niños. Por un par de cientos de dólares, compramos 50 pollitos. Fue entonces cuando tuve la visión de granjas que producirían alimentos para alimentar a mucha gente. Las llamé Granjas Cetura. Empezamos varias en Kenia y en otros lugares de África.”
Al año siguiente, en el 2020, Venessa no regresó a Kenia, pero el grupo con el que había viajado anteriormente le envió fotos.
“¡Había maíz por todas partes!” comenta Venessa. La gente casi se moría de hambre en el 2019 cuando empezamos con las granjas. Si la pandemia de Covid hubiera impactado antes, no habría habido comida. Esa gente habría muerto.”
Una fe más profunda
Por aquel entonces, el Señor impresionó a Venessa para que volviera a conectarse con sus raíces de fe.
“Lucas 18:8 me daba vueltas en la cabeza: Sin embargo, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?”
“Pensaba que era una mujer de gran fe”, dice Venessa. “Sí, mi fe era fuerte, pero no estaba donde tenía que estar. Dios me estaba diciendo que necesitaba volver a sumergirme profundamente en la fe. Me hice Colaboradora de KCM. También comencé a ver el Canal Victory Channel™ a diario. Mi fe creció inmediatamente. Incluso algo más asombroso sucedió: Dios comenzó a hacer cosas sobrenaturales a través de mí regularmente.”
En el 2021, Venessa fue invitada a un programa de televisión. Antes de salir al aire, repasaron algunas de las cosas que se discutirían.
“¿Cuántas Granjas Cetura piensas fundar?”, le preguntaron.
Venessa no había pensado antes en ello.
“Quizás 500”, respondió.
El apacible anfitrión se transformó en un hombre diferente.
“¿Eso es todo lo que puedes creer? ¿Eso es todo lo que puedes creer que hará el Creador del Universo? No, no, no. ¡Vas a decir mil millones!”
“Después del incidente, yo temblaba y temblaba”, recuerda Venessa. “Cuando me preguntó en directo, grité: ‘¡Mil millones!’”
“Más tarde, Dios me compartió que el número de granjas no era tan importante como el número de personas alimentadas.”
El año pasado, Venessa estaba de visita en KCM y escuchaba predicar a Kenneth Copeland cuando le oyó decir: “Voy a predicar el evangelio de Jesucristo. Voy a predicar que Él salva, Él sana, Él bautiza con Su Espíritu y que Él viene otra vez… Voy a predicarlo desde la cima más alta del mundo hasta el valle más profundo, y en todos los confines de la Tierra. No daré ninguna concesión.”
“Supe en ese momento que yo ayudaría con esa visión”, dice Venessa. “Esas palabras me inspiraron a creer en Dios para alimentar a mil millones de personas. Basándome en eso, escribí un nuevo libro y filmé un documental, Granjas Cetura: Una misión para alimentar a mil millones de personas.
“Le agradezco a Dios por este ministerio. Por la fe que han enseñado en todo el mundo y por la visión de cambiar el mundo. Nunca dejaré de estudiar la fe. Se necesita una gran fe para alcanzar una gran cosecha. Y el mundo está maduro para esa cosecha.” V