En el estado de Michigan tenemos grandes banquinas (o zanjas) al lado de las carreteras. Algunas tienen diseños de hasta 5 metros de profundidad. Los trabajadores empujan la nieve fuera de las carreteras y la acumulan en estas zanjas para evitar que se acumulen grandes cantidades de nieve a los lados de las carreteras y los conductores tengan una visibilidad reducida.
Tristemente, la gente muere en esas mismas banquinas todos los años. Sus autos deslizan y terminan atrapados en ellas, enterrados, y las personas se sofocan por monóxido de carbono o mueren por congelamiento.
Un invierno, mi esposa Vickie y yo íbamos a pasar las vacaciones de Navidad en mi Jeep®, “Pepe la Mula”. Sí, le puse un nombre a mi Jeep. A Pepe no le importa la nieve, y es por eso que me gusta. Él solo gruñe y avanza.
Mientras conducíamos, observé un automóvil que había caído en la zanja. Apenas podía ver las luces traseras brillando detrás de la acumulación de nieve. Salté, agarré una pala de mi baúl y cavé lo más rápido que pude. Cuando finalmente alcancé el automóvil, golpeé la ventana. Dos mujeres estaban dentro, y una bajó la ventana.
“¿Están bien?”, le pregunté.
“Estamos bien.”
“Señora, no están bien”, le dije. “Puede que no estén heridas, pero no están bien. Voy a conectar mi cadena y sacarlas.”
“No, no. Estaremos bien. Estamos llamando a alguien.” “Señora, mire su teléfono. Dice: ‘Sin servicio’”. “Pero volverá.”
“No, no volverá”, le aseguré. “Están en el medio de la nada.”
La señora discutió conmigo hasta que finalmente le dije: “Señora, no puedo dejarla aquí. Voy a regresar a mi Jeep, conectaré la cadena y la sacaré de esta zanja. Por lo tanto, por favor asegúrese que el auto esté en neutro y espere.”
Conecté la cadena, puse a Pepe
en la tracción de cuatro ruedas y pisé el acelerador. Las llantas delanteras de Pepe hicieron tracción y las ruedas traseras giraron. Entonces, de repente, el auto salió disparado de la zanja.
Para mi sorpresa, ¡las mujeres estaban enojadas conmigo!
Le dije a la conductora: “Iremos hasta el próximo parador que está aproximadamente ocho kilómetros más adelante. Allí hay una estación de gasolina. Si logra seguirme, lo logrará. Ahí puede llamar para pedir ayuda. Pero no puedo dejarla aquí.”
Aceptaron a regañadientes.
Cuando volví a mi Jeep®, Vickie me preguntó qué había pasado.
“Oh, solo estaba ayudando a algunos miembros de la iglesia”, le respondí: “No van a nuestra iglesia, pero te garantizo que van a la iglesia.”
¿Cómo lo sé?
A lo largo de los años, he visto a muchas personas atrapadas en zanjas: zanjas financieras, matrimoniales, espirituales, de salud, y cada vez que Dios me indica que las ayude, dicen: “¡No pastor! ¡Estaremos bien!”
Es hora de dejar que el Señor nos ayude a salir de nuestras zanjas, ¡porque Él quiere restaurar a Su pueblo!
Reaccionando como Mefiboset
Aunque sabemos que Dios quiere ayudarnos y restaurarnos, a menudo nos resistimos. Eso no es tan diferente de lo que hizo el nieto de Saúl, Mefiboset, en 2 Samuel 9:1-4:
Un día David preguntó: «¿Queda todavía alguno de los descendientes de Saúl? En memoria de mi amigo Jonatán, quiero darle muestras de mi bondad.» Entonces llamaron a Sibá, que había sido siervo de la familia de Saúl, para que se presentara ante el rey David. Cuando Sibá se presentó ante David, éste le preguntó: «¿Así que tú eres Sibá?» Y éste respondió: «Así es. Para servirte.» El rey preguntó: «¿Queda algún descendiente de Saúl, a quien yo pueda darle muestras de bondad en nombre del Señor?» Sibá le respondió que aún quedaba un hijo de Jonatán, pero que estaba lisiado de ambos pies. El rey le preguntó dónde estaba, y Sibá le respondió que estaba en Lodebar, en casa de Maquir hijo de Amiel.»
En aquellos días, una discapacidad significaba una vida de pobreza. Mefiboset estaba destinado a mendigar.
Entonces David ordenó que fueran por él, y lo llevaron de la casa de Maquir a su presencia. Cuando Mefiboset, hijo de Jonatán y nieto de Saúl, llegó ante el rey David, se inclinó con mucha reverencia. Entonces el rey le preguntó: «¿Así que tú eres Mefiboset? Y éste contestó: «Aquí me tienes, para servirte.» Y David le dijo: «No tengas miedo, que por el gran aprecio que le tenía a tu padre voy a tratarte con mucha bondad; voy también a devolverte las tierras que fueron de tu abuelo Saúl, y desde hoy te vas a sentar a mi mesa.» Mefiboset volvió a inclinarse ante el rey, y le dijo: «¿Pero quién soy yo? ¡Este siervo tuyo no es más que un perro muerto!» (versículos 5-8).
Lee el pasaje de nuevo. El rey llamó a Mefiboset y le dijo cuatro cosas importantes. Él dijo:
«No tengas miedo»
«Te vas a sentar a mi mesa.»
“Voy también a devolverte las tierras que fueron de tu abuelo.» (¡Y eso es algo muy bueno cuando tu abuelo era el rey!)
«por el gran aprecio que le tenía a tu padre voy a tratarte con mucha bondad»
Ahora, lee cómo respondió Mefiboset. Él preguntó: «¿Pero quién soy yo? ¡Este siervo tuyo no es más que un perro muerto!»
Esta es una imagen de donde están muchos en el Cuerpo de Cristo hoy. Hacemos parte de la familia de la realeza y tenemos gran favor, no por quiénes somos, sino porque estamos en Cristo. Pero cuando Dios está listo para restaurarnos, reaccionamos como Mefiboset. Decimos: “¿Quién soy para que mires a un perro muerto como yo?”
Yo he sido ese perro muerto
La primera vez que leí ese versículo, me impactó.
¡Crecí en un pueblo pequeño y mi familia era realmente pobre! Puedo decirte que no hay nada bueno en la pobreza.
La pobreza es más que una falta de dinero; es una mentalidad demoníaca. El diablo quiere que creas que ser pobre es santo, pero eso no tiene sentido. Ser pobre no hace más que doblegar tu vida y tu ministerio. He sido pobre y he sido rico. Ser rico es definitivamente mejor.
Sin embargo, entiendo lo difícil que es superar una mentalidad de toda la vida. Crecí llamándome a mí mismo “bueno para nada”. Incluso, después de ser salvo y comenzar un ministerio, me preguntaba: ¿Cómo haré algo por Dios? ¿Dónde obtendré el dinero?
Después Dios me restauró. Él me enseñó cómo deshacerse de esa mentalidad demoníaca con la sangre de Jesús y Su Palabra. Ahora, ya no digo que soy un bueno para nada. Sé que soy más que un vencedor (Romanos 8:37) y que puedo hacer todo por medio de Cristo (Filipenses 4:13).
Cambié mi modo de pensar y permití que Dios me restaurara.
La manera en la que Dios restaura
Todos necesitamos restauración. A través del tiempo, el enemigo nos golpea con todo tipo de veneno. Nos dañan la vida misma y las personas, y ese veneno puede filtrarse en nuestras almas y arruinarnos. Duele y decepciona, pero no todo está perdido porque nuestro Dios es un Dios de restauración.
El Salmo 23:1-3 (La Biblia de las Américas), lo dice perfectamente: «El Señor es mi pastor, nada me faltará. En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce. Él restaura mi alma.»
El mensaje de restauración me habla en un nivel práctico. Siempre me ha gustado arreglar autos antiguos. Cuando restauro un auto, no es un simple trabajo de “remodelación”. Repaso todo. Cuando termino, ese auto vuelve a ser igual que el día en que lo hizo el fabricante. Vuelve a su condición original, hermosa y apto para manejo. Así es como Dios quiere restaurar nuestras almas. Él es un restaurador completo de cosas buenas.
Los hijos pródigos regresan a casa
Recientemente, Dios me dijo: Mark, Mi pueblo casi nunca me pide que restaure algo. Simplemente lo consideran perdido y continúan avanzando. ¿No saben que Yo disfruto la prosperidad de Mis siervos? ¿No saben que quiero agarrar a Satanás por la nuca y hacer que les devuelva sus cosas, que Me complazco en eso?
Le dije, “¡Sí! El Salmo 35:27 me lo dice”.
Entonces Él me dijo: Bien, entonces, ¿por qué me roban todo mi placer? ¿Y por qué nadie me pide que los restaure?
Servimos a un Dios que quiere restaurarnos. Y te tengo buenas noticias: Él está restaurando en este momento. Está restaurando nuestro gobierno, nuestras finanzas y la base moral de América. Él está restaurando la alegría de nuestra salvación y la salud a los enfermos. Él está restaurando a Su pueblo.
Los hijos pródigos están llegando a casa. Las personas que se fueron vuelven a Dios. Los pastores ven a miembros que dejaron sus iglesias regresar en gran número. Los ministros están viendo colaboradores perdidos de nuevo. Los padres están encontrando que los niños que aparentemente se perdieron para siempre, regresan a casa como en la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32).
No siempre es fácil para las personas regresar a casa. Se preguntan qué decir, si serán expulsados o reprendidos, o incluso si se les permitirá entrar por la puerta. En el caso de un verdadero hijo pródigo aún más, especialmente regresar a la misma casa que él o ella abandonaron. Pero Dios me ha mostrado que Él nos ha asignado estas personas. Él ha asignado miembros de iglesia a pastores, colaboradores a ministros y niños a padres.
Es hora de que le pidamos a Dios que restaure a estas personas. Oremos para que se sanen: espíritu, alma y cuerpo. Si están realmente lastimados y se dan cuenta de ello, debemos recibirlos y restaurarlos. Como dice Gálatas 6:1: «Amados hermanos, si otro creyente está dominado por algún pecado, ustedes, que son espirituales” (es decir, que no están dominados por ningún pecado), “deberían ayudarlo a volver al camino recto»
Es el momento de ser restaurado
Sin importar dónde te encuentres en el proceso de restauración de Dios, comprende que todavía tienes una parte importante en él. Si eres un pastor, ministro, padre, amigo o miembro de la iglesia, necesitas darle la bienvenida a aquellos que desean ser restaurados. Si han cambiado su forma de pensar y quieren regresar, deben ser bienvenidos. Dios los recibe, y nosotros debemos recibirlos también.
Si te has encontrado en una zanja de cualquier tipo, es hora de volver a casa. Es hora de cambiar tu forma de pensar y de permitir que Dios restaure tu alma por completo.
Dios es nuestro restaurador, nuestro restaurador completo, y si se lo permitimos, ¡Él nos sacará de nuestras zanjas todo el tiempo!