Cada creyente nacido de nuevo es más que un vencedor.. Es cierto. La Biblia lo afirma. Sin embargo, la triste realidad es que la mayoría de los creyentes han perdido tantas batallas con el pecado que llevan con ellos una bandera blanca en el bolsillo. En lugar de esperar la victoria, se han acostumbrado a rendirse.
¿Cómo ha podido Satanás capturar a estos soldados del Dios Todopoderoso y convertirlos en prisioneros de guerra espirituales? Convenciéndolos de que es más natural para ellos pecar que vivir una vida recta. En algún momento del camino, los ha convencido de que son sólo “viejos pecadores” (salvados por la gracia, sí, pero pecadores al fin y al cabo). Y, por mucho que intenten cambiar, los pecadores siempre pecarán. Esa es su naturaleza.
Lo que quiero que sepas hoy –lo que debes saber si alguna vez vas a vivir en victoria sobre el pecado en lugar de ser víctima de él— es lo siguiente: Si por fe has nacido en el reino de Dios, ¡ya no eres pecador por naturaleza! Eres la justicia de Dios.
Romanos 5:17 lo dice de esta manera: «Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia mediante un solo hombre, Jesucristo». El versículo 19 añade: «Porque así como por la desobediencia de un solo hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo muchos serán constituidos justos».
Sí, ¡has sido constituido justo! A menudo hemos oído predicar que «¡No hay ni uno solo que sea justo!» (Romanos 3:10). Y los creyentes nacidos de nuevo han aceptado esta declaración como una acusación contra ellos mismos. Excepto que esa declaración fue hecha en los primeros tres capítulos de Romanos, donde el Apóstol Pablo estaba describiendo la condición del hombre en su estado natural, sin Cristo. Estaba diciendo que sin Cristo no hay justo, ¡lo cual es la verdad absoluta!
Sin embargo, Pablo entonces procedió a explicar que nosotros que somos los hijos renacidos de Dios ¡somos justos! Tenemos una justicia que, en vez de venir a través de la Ley, viene a través de la fe en Jesucristo. Es una justicia que «…es para todos los que creen en él». (Romanos 3:22). ¿Cuál es este don de la justicia que Satanás ha tratado tan desesperadamente de cegarnos? Sencillamente, el de estar bien con Dios. Es la habilidad de estar en la presencia de un Dios santo sin sentido de culpa o condenación.
No es el camino correcto o incorrecto
La rectitud no es la conducta. Hemos tenido esta idea religiosa de que la rectitud es la manera correcta o incorrecta en que actuamos. Hemos pensado que, si actuamos lo suficientemente bien durante el tiempo suficiente, entonces Dios podría declararnos justos y asociarse con nosotros. En realidad, es todo lo contrario. La buena conducta no produce la rectitud. La rectitud produce buena conducta porque lleva consigo toda la autoridad y el poder que necesitarás para vencer el pecado.
Es por ello que el diablo está tan determinado a convencerte de que no la tienes. Sabe que una vez que te despiertes al hecho de que ya has sido hecho justo, ¡nunca podrá detenerte!
Lee Romanos 5:17 otra vez. Si has hecho a Jesús El SEÑOR de tu vida, ya no eres “sólo un viejo pecador”. Has recibido una abundancia de gracia y el don de la justicia. En lugar de ser un esclavo del pecado, ¡has nacido de nuevo en una familia real y se te ha dado el derecho de reinar en la vida como un rey! Lo sepas o no, has sido puesto en una posición de autoridad sobre tu vida y circunstancias. Eres de la realeza espiritual.
La realeza espiritual funciona de la misma manera que la realeza terrenal. El heredero de un rey tiene los mismos derechos y privilegios legales que el propio rey. Aunque el heredero sea sólo un niño y todavía esté siendo tutelado, no deja de ser el rey de la tierra. Tiene el derecho y la autoridad necesarios para gobernar.
Si has estado viviendo en derrota, puede que el hecho de que te hayan nombrado rey te resulte un poco difícil de creer. Puede parecerte que la pobreza, la enfermedad o el pecado gobiernan tu vida. Si ese fuera el caso, debes darte cuenta de que en realidad has estado viviendo en el engaño, ¡no en derrota! Al cegarte a la justicia real que Dios ha puesto dentro de ti, el diablo te ha engañado para que entregues tu verdadera autoridad.
Si has estado viviendo en esclavitud al pecado y a las circunstancias, el problema no es que Dios necesite hacer algo más para liberarte. Él ha hecho todo lo necesario para librarte. Te ha dado todos los derechos y privilegios que Jesús tenía cuando estuvo en la tierra, incluyendo el poder del Espíritu Santo. Ahora Él está esperando que te pares en fe y hagas valer esos derechos y privilegios. Él está esperando que tomes Su PALABRA y autoridad y le muestres a Satanás quien es el jefe.
Párate firme
Todos hemos visto ejemplos terrenales naturales de este tipo de situación. Por ejemplo, la lucha del hombre negro por la libertad aquí en los Estados Unidos. La Proclamación de Emancipación se hizo al final de la Guerra Civil, la cual declaraba absolutamente que había libertad, en este país, para todas las personas. Pero pasaron 100 años antes de que los hombres y mujeres negros, como grupo, empezaran realmente a pararse firmes y decir: “¡No me oprimirán!”. Cuando lo hicieron, la ley de libertad que había sido puesta en los libros tantos años antes fue finalmente puesta a prueba. Y, gracias a Dios, funcionó. Cuando alguien se paró firme en ella, ¡funcionó!
Legalmente, ¡los hombres y mujeres negros habían sido libres durante 100 años! Pero hasta el día en que, en conjunto, pusieron exigencias a la ley que decía que eran libres, se les robó sistemáticamente esa libertad. Lo mismo ocurre en el mundo del espíritu. Hasta que no te pongas firme y exijas tus derechos espirituales en el nombre de Jesús, el diablo te pisoteará.
Esta fue una de las primeras cosas que tuve que aprender después de nacer de nuevo. El diablo me dijo que no tenía ningun derecho a ser sanado. Me dijo que yo no tenía ningun derecho a recibir la llenura del Espíritu Santo. Insistió en que no tenía derecho a atender las necesidades de otras personas. Y, si me sentía un poco pecador en ese momento, estaba de acuerdo con él. Entonces vi en La PALABRA que yo tenía derecho a estas cosas simplemente porque Jesús me había dado el derecho. Descubrí que, me sintiera justo o no, ¡ya era justo porque Dios me había hecho justo! Fue entonces cuando empecé a obtener resultados, no sólo en mi vida personal, sino en mi ministerio.
Tu victoria vendrá a través de la misma revelación. Pablo dijo en 1 Corintios 15:34 (NBV): «Despierten [a la justicia] y no pequen más». Despertar a la justicia significa tomar conciencia de que has sido hecho justicia de Dios en Jesucristo. Si le has dado la espalda a una vida pecaminosa y te has entregado a Jesucristo, entonces has sido puesto en justicia con Dios a través del sacrificio de Jesús en el Calvario. Cuando despiertas a esa justicia, cualquier pecado que pueda estar tratando de aferrarse a ti tendrá que dejarte ir.
Mientras Satanás pueda convencerte de que no tienes ningún derecho a las cosas de Dios, él puede mantenerte bajo su pulgar y el pecado controlará tu vida. Pero, cuando despiertes a la justicia, te darás cuenta de que el diablo es un enemigo derrotado. Y la lucha habrá terminado, «porque mayor es el que está en ustedes que el que está en el mundo» (1 Juan 4:4).
Puedes dominar al pecado y al diablo sin importar las circunstancias. Si hay una situación que te está dominando en lugar de que tú la domines, ve a La PALABRA de Dios. Invierte tiempo en oración y medita en La PALABRA. El SEÑOR te guiará a través de La PALABRA y a través de Su voz quieta y pequeña tal como Él lo prometió en Juan 10:27 cuando dijo: «mis ovejas oyen mi voz».
Sabrás como tomar control sobre el problema por el liderazgo del Espíritu Santo. Jesús dijo que cuando el Espíritu de Verdad viniera, Él tomaría las cosas de Dios y nos las revelaría.
Tú puedes reinar en cada área de la vida si diligentemente haces estas tres cosas:
• Encuentras la voluntad de Dios en tu situación por medio de la oración y la meditación en La PALABRA.
• Una vez que hayas encontrado la voluntad de Dios, no consultes más con carne y sangre.
• Haz tu trabajo a toda costa. No permitas que nada ni nadie se interponga en el camino de la voluntad de Dios.
Sin embargo, antes de que puedas dar estos tres pasos, primero debes reclamar tu herencia real… y nunca más entregarla al enemigo. Debes estar listo para defender obstinadamente los derechos y privilegios que se te han dado como hijo del Rey. No sólo por una hora o un día, sino para toda la vida.
¿Estás listo para hacerlo? Estupendo. Entonces estás a punto de descubrir lo que significa ser más que un vencedor. Y más vale que te deshagas de la bandera blanca que llevas en el bolsillo… ya no la necesitarás más. V