«Porque donde hay celos y contiendas, allí hay desorden y toda práctica perversa.»
Santiago 3:16, RVA-2015
Un adversario del amor del que debes tener especial cuidado es aquel enemigo al que la Biblia le llama contienda. Ésta se define como un “conflicto vigoroso o amargo, discordia o antagonismo” y significa “pelear, luchar o chocar, estar en competencia o conflicto”.
La contienda está enumerada en las Escrituras junto con la envidia, y es realmente el arma principal de Satanás. Se trata de la herramienta que utiliza para causar separación entre los creyentes. Dado que Satanás no tiene el poder necesario para robar el amor de Dios de nuestros corazones, entonces utiliza la contienda para hacer que ese amor sea ineficaz y, como resultado, seremos incapaces de caminar en Su invencible poder.
¿Has escuchado la frase divide y vencerás? Esa es la estrategia principal que usa el diablo contra la Iglesia. Intenta socavarla haciendo que los cristianos se quejen y peleen entre ellos. Él hace todo lo que puede para mantenernos separados porque está aterrorizado de que «todos lleguemos a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios; hasta que lleguemos a ser un hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efesios 4:13).
¡El día en que la Iglesia entre en unidad total será el segundo peor día de la existencia del diablo! (el primero fue el día en que Jesús lo derrotó en el infierno y resucitó de entre los muertos). Satanás le teme absolutamente a ese día porque, cuando los creyentes nos reunimos en mutua armonía, él queda totalmente indefenso contra nosotros.
Él no puede hacer nada para detener el avance del reino de Dios cuando la Iglesia está operando como una fuerza indivisible. El día en que lo lograremos viene en camino, antes de que Jesús regrese. Estaremos tan sintonizados con el Espíritu Santo que todos comenzaremos a caminar en unanimidad. Cuando eso suceda, incluso las diferencias denominacionales ya no nos dividirán. Todos escucharemos al Señor y seguiremos Sus instrucciones. Estaremos de acuerdo en un grado nunca antes visto en la Tierra desde los comienzos de la Iglesia.
Hechos 2 dice que, en aquellos días, los creyentes se reunían con tal “sencillez de corazón” que eran absolutamente imparables. Su número creció a pasos agigantados. El evangelio se esparció como la pólvora, «y cada día el Señor añadía a la iglesia a los que habían de ser salvos.» (versículo 47, Reina Valera Contemporánea).
¡El diablo recuerda muy bien esa sensación! Fue una experiencia terrible para él y no quiere volver a pasar por algo similar. Por ello es que constantemente trata de que caminemos en desacuerdo. Sabe que, de lograrlo, no seremos amenaza alguna. Podrá atropellarnos porque, mientras estemos en conflicto, estaremos en su territorio, funcionando en su tipo de sabiduría: terrenal y diabólica.
Santiago 3:15-18 (RVA-2015) dice:
«Esta no es la sabiduría que desciende de lo alto sino que es terrenal, animal y diabólica. Porque donde hay celos y contiendas, allí hay desorden y toda práctica perversa. En cambio, la sabiduría que procede de lo alto es primeramente pura; luego es pacífica, tolerante, complaciente, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial y no hipócrita. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.»
“Pero Gloria”, podrías decir, “realmente no creo que toda contienda sea diabólica. No creo que siempre sea una fuerza tan infernal.”
Bueno, Dios dice que sí y ¡Él siempre tiene la razón! Lo único que nos dice en la Biblia es la realidad y, de acuerdo con esos versículos, no se puede vivir en conflicto y disfrutar de una vida buena y pacífica al mismo tiempo. Es simplemente imposible.
La contienda te mantendrá en estado carnal
Si el diablo puede mantenerte en un estado contencioso, podrá quitarte todas las cosas buenas que te pertenecen como cristiano. Pueda que aún vayas al cielo cuando mueras, pero no te divertirás en absoluto mientras llegas a tu destino celestial, porque la contienda te mantendrá caminando tras la carne en lugar del espíritu. Te hará permanecer en un estado de carnalidad en lugar de uno espiritual.
Como ya lo hemos visto, eso es lo que les sucedió a los cristianos en Corinto. Le dieron lugar a las envidias y a la contienda y se quedaron atrapados en una mente carnal. Como resultado, dejaron de experimentar el crecimiento en el Señor. Su capacidad espiritual llegó a ser tan limitada que el apóstol Pablo tuvo que escribirles y decirles: «Hermanos, yo no pude hablarles como a personas espirituales sino como a gente carnal, como a niños en Cristo. Les di a beber leche, pues no eran capaces de asimilar alimento sólido, ni lo son todavía, porque aún son gente carnal. Pues mientras haya entre ustedes celos, contiendas y divisiones, serán gente carnal y vivirán según criterios humanos.» (1 Corintios 3:1-3).
¡Piensa en lo triste que fue esa situación! Ese grupo tenía presente entre ellos al gran apóstol Pablo queriendo impartirles mayor revelación. Tenían uno de los predicadores más poderosos de todos los tiempos deseoso de alimentarlos con la carne de la Palabra. Sin embargo, no pudieron recibirlo. Estaban tan ocupados peleando entre ellos, que todo lo que pudieron asimilar fue un poco de leche.
Se necesita la carne de la Palabra para fortalecerse espiritualmente y ser bendecido. Entonces, al continuar alimentando las quejas mutuamente, los corintios le cerraron la puerta a su propio crecimiento espiritual y quedaron presos en su inmadurez y carnalidad.
¡Los cristianos carnales son personas miserables! Han nacido de nuevo y conocen lo suficiente acerca de Dios para no disfrutar del pecado y, al mismo tiempo, no conocen lo suficiente para vivir libres de la influencia del mismo. Terminan en problemas, una y otra vez, porque siguen reaccionando a las circunstancias con una respuesta carnal.
Si alguien los ofende, en lugar de ignorarlo y caminar en amor, se enojan. Ellos toman el asunto en sus propias manos y luchan por sus propios derechos. Eso mismo es lo que la carne hará cada vez que le toque responder. Cuando no está bajo el dominio del espíritu, se comportará de manera egoísta y buscará lo suyo. En el proceso, les robará la paz, obstaculizará su progreso y les impedirá prosperar en Dios.
Nunca olvidaré cuando Ken y yo descubrimos esta verdad por primera vez. Estábamos comenzando a aprender a vivir por fe en la Palabra de Dios. Estábamos desesperados por una manifestación de Su prosperidad en nuestras vidas. Ya habíamos intentado prosperar por nuestra cuenta y fracasado miserablemente. Así que estábamos escudriñando las Escrituras para descubrir cómo hacer las cosas a la manera de Dios.
Cuando leímos lo que Él dijo acerca de la contienda en Santiago 3, ambos supimos de inmediato que, si queríamos vivir en LA BENDICIÓN de Dios, tendríamos que llevarnos bien. Entonces eso es lo que decidimos hacer. Nos comprometimos a vivir en armonía, acuerdo y a mantenernos alejados de toda rivalidad.
Hemos mantenido ese compromiso desde ese día hasta hoy. Aunque hemos tenido que abocarnos al tema, hemos aprendido a ser rápidos para resolver cualquier desacuerdo que surja entre nosotros. Hemos aprendido que es más importante evitar conflictos en nuestro hogar que ser justificados. Es más importante mantener la armonía entre nosotros que ganar una discusión, salirse con la nuestra o demostrar que tenemos la razón. Si nos equivocamos y nos decimos algo poco amoroso, nos arrepentimos de inmediato y nos perdonamos mutuamente. Mantenemos la puerta cerrada a los conflictos en nuestro hogar. Esto mantiene la puerta abierta para que vivamos en paz y prosperidad divinas.
Adicionalmente hemos sido diligentes para mantener a la contienda por fuera de nuestras relaciones con otras personas; sin embargo, nos hemos mantenido más atentos en casa porque hace muchos años, el Señor me dijo:
Si permites que Satanás te detenga con la contienda en la puerta de tu casa,
no serás amenaza alguna para él en ningún otro lugar.
Casi todos lo sabemos: el lugar más fácil del mundo para someternos al egoísmo es nuestro propio hogar. A diferencia de lo que ocurre en público, donde la gente nos juzgará o incluso nos rechazará si actuamos de manera inapropiada, en casa no hay muchas barreras naturales que nos lo impidan. No nos preocupa lo que otras personas piensen de nosotros en casa. No intentamos ser amables para mantener nuestra reputación. Sabemos que nuestra familia tiene que aguantarnos, por lo que tendemos a sentirnos un poco más libres para someternos a nuestra carne y actuar como si lo que hacemos en casa realmente no contara.
Sin embargo, en realidad, ¡lo que hacemos en casa cuenta y mucho! Nuestro núcleo familiar es lo más cercano y valioso para nosotros. Nuestras relaciones familiares marcan la diferencia. Si estás casado, cuando tú y tu cónyuge estén en desacuerdo, tu vida entera se verá afectada negativamente. Aunque las cosas en el trabajo vayan bien, te sentirás miserable si la contienda está produciendo un infierno en tu relación matrimonial.
Por el contrario, si tu matrimonio es armonioso, tu vida podrá ser celestial. Podrás ser feliz aunque en otras áreas puedas estar lidiando con circunstancias negativas. Mejor aún, cuando como esposos se mantengan en armonía, podrán cambiar las circunstancias negativas que atraviesan. Podrán actuar de acuerdo con Mateo 18:19, que dice: «si en este mundo dos de ustedes se ponen de acuerdo en lo que piden, mi Padre, que está en los cielos, se lo concederá.» ¡Esa es una forma poderosa de orar! Pero no puedes orar con éxito de esa manera si, justo después de decir: “Amén”, vuelves a tu vida de conflicto. Para que tus oraciones sean efectivas, deberás cultivar un estilo de vida de amor y acuerdo. Deberás desarrollar el hábito de la dulzura y la amabilidad mutua. Deberás establecer como objetivo matrimonial una vida de armonía y de amor.
Al hacerlo, no solo tus oraciones serán contestadas, sino que nunca contemplarás el divorcio. El tema ni siquiera surgirá. Cuando los esposos y las esposas se aman con el amor de Dios, no quieren separarse… ¡quieren estar juntos! Quieren seguir disfrutando de la compañía del otro.
Mantener los conflictos fuera de tu hogar también beneficiará a tus hijos porque, para bien o para mal, siempre estamos modelando patrones para ellos. Naturalmente, los hijos tienden a reproducir lo que ven en nuestras vidas y, cuando crezcan, su hogar probablemente será muy parecido al nuestro.
Incluso los niños a los que no les gusta cómo son las cosas en el hogar donde se criaron, generalmente terminan siguiendo el ejemplo de sus padres. Los niños que crecen con padres alcohólicos, por ejemplo, probablemente también tengan problemas con el alcohol. Los niños que crecen siendo abusados, a pesar de que odian ser sometidos a él, a menudo perpetuarán ese abuso con sus propios hijos.
Ya sea que vivas para Dios o vivas para el diablo, estás dejando una herencia para tus hijos y nietos. Así que proponte dejarles una herencia de amor, paz y bienestar. Enséñales a tratar la contienda como a un enemigo y a vivir en armonía y amor en el hogar.
Protege tu reputación espiritual
Adicionalmente, debemos lidiar con la contienda y tratarla como un enemigo en la iglesia local. Si Satanás se las arregla para provocar conflictos en medio de una congregación, podrá despojar a esa asamblea de creyentes de su efectividad e influencia para Dios en la Tierra. Podrá usar sus conflictos interpersonales para desprestigiar al cristianismo como un todo.
Debemos ser reconocidos en el mundo por la forma en que nos amamos (Juan 13:35). Entonces, cuando la contienda estalla en medio de nosotros, ésta daña nuestra reputación espiritual. Se convierte en una herramienta viable que el diablo puede utilizar para convencer a la gente de que el cristianismo es tan solo otra religión sin vida auténtica y carente de todo poder.
¡La contienda es un arma poderosa de Satanás! Tiene el potencial de detener al Cuerpo de Cristo porque todo lo que hacemos para Dios debe hacerse por fe. Dado que la fe obra por el amor, los creyentes no pueden estar ambos en contienda y en fe al mismo tiempo. Por lo tanto, la contienda puede paralizar el avivamiento en la faz de la Tierra. Puede evitar que los creyentes crezcan espiritualmente, sean testigos de Jesús y, en consecuencia, frustrar el avance del reino de Dios.
«Porque toda la Ley [concerniente a las relaciones humanas] se cumple en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como [te amas] a ti mismo. Pero si se muerden y devoran mutuamente [en contiendas partidistas], tengan cuidado de que [tú o toda tu comunidad] no se consuman entre ustedes.» (Gálatas 5:14-15, Biblia Amplificada, Edición Clásica).
¡Ese sí que es un adversario peligroso! La contienda es un enemigo que puede hacer que toda una iglesia sea consumida. Pondrá a congregaciones enteras bajo el pulgar de Satanás. Podrá hacer que dejemos de caminar en el espíritu y que nos sumamos en el ámbito de la carne.
Sin embargo, de alcanzar la armonía y el acuerdo, estaremos manifestando esos frutos. Derrotaremos al diablo en todo momento porque el acuerdo nos sacará de la carne y nos regresará al ámbito del espíritu. Permitirá que nuestra fe obre para que todo lo que pidamos en oración nos sea hecho (Mateo 21:22).
¡El acuerdo es la respuesta de Dios para neutralizar la contienda! Es una jugada estratégica contra la ofensiva del diablo que nos permite «vencer el mal con el bien» (Romanos 12:21), manifestando la presencia de Dios entre nosotros. Mientras más promovamos una atmósfera de armonía en la Iglesia, Su poder se derramará con mayor intensidad a través de nosotros porque Dios podrá confiar en que no lastimaremos a nadie.
Por esa razón Ken y yo estamos tan atentos para mantener los conflictos por fuera de nuestro ministerio. Ya hemos experimentado lo que puede suceder cuando llega alguien con una personalidad propensa a los conflictos. Esa persona puede hacer que la contienda estalle donde quiera que vaya. En ocasiones hemos tenido algunas personas que lo hicieron y que debieron ser removidas. A pesar de amarlos, seguimos las instrucciones de Romanos 16:17, que dicen: «Tengan cuidado con los que causan divisiones… Manténganse lejos de ellos.» (NTV). ¡No podemos permitirnos tener divisores en nuestro equipo! Para que LA BENDICIÓN de Dios opere en este ministerio en su plenitud, tenemos que mantenernos en armonía. Si hubiera un conflicto interno, la unción sencillamente no fluirá como debería.
No esperes que Dios manifieste Su gloria en una atmósfera llena de la contienda. Él la aborrece. Como dice Proverbios 6:16-19: «Hay seis, y hasta siete cosas que el Señor detesta con toda el alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos que derraman sangre inocente, la mente que maquina planes inicuos, los pies que se apresuran a hacer el mal, el testigo falso que propaga mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos.»
Nota que, de acuerdo con esos versículos, la contienda, al igual que la envidia, ¡se codea con muy mala compañía! Está emparentada con las mentiras y el homicidio. El chisme, la murmuración y difundir rumores sobre algo malo que otra persona hizo o dijo es parte integral de la contienda. Bajo la mirada de Dios, la contienda es una ofensa muy seria, y muchos creyentes se someten a ella.
Algunos podrían decirse que son expertos en la materia, aparentemente a propósito. Otros lo hacen sin siquiera darse cuenta. Es posible que vean a otro creyente tropezando o pecando y simplemente asuman que su deber es ir y contárselo a todos. Nunca será el deber de un creyente chismear sobre alguien. Por el contrario, nuestro deber es caminar en el amor, ¡y el amor no actúa de esa manera!
El amor no expone los errores de los demás; no provoca que la gente en la iglesia señale con el dedo acusador a un creyente que se ha equivocado y perpetúe el problema al propagarlo. Como dice Proverbios 10:12: «El odio despierta contiendas, pero el amor cubre todas las faltas.»
El amor siempre cree lo mejor de cada persona. El amor ora por la persona que ha caído en pecado y deposita su confianza en Dios por la misma. El amor trata de proteger y restaurar a la persona. Nos mueve a hacer por un hermano o una hermana que ha caído lo que quisiéramos que hicieran por nosotros si estuviéramos en su lugar.
Sí, aun si se tratara del pastor
“Pero ¿qué pasa si la persona que está haciendo algo mal es muy importante?” podrías decir. “¿Y si fuera el pastor?”
No hay excusa alguna para provocar conflictos en la iglesia. El pastor no es tu sirviente; es el siervo de Dios, y Dios puede encargarse de él. No eres responsable de ser su juez o de andar advirtiendo a todos sobre lo que has oído que pudo haber hecho.
Lo más probable es que, de todos modos, no conozcas todos los detalles. Generalmente ese no es el caso en estas situaciones. Solo estamos reuniendo rumores e interpretaciones que hemos oído sin comprender todas las aristas de la historia.
Por eso, cuando escuchamos algo inquietante acerca de un ministro, es mejor hacer lo que la Biblia nos dice que hagamos. «Así que no juzguen ustedes nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual sacará a la luz lo que esté escondido y pondrá al descubierto las intenciones de los corazones.» (1 Corintios 4:5).
En otras palabras, pase lo que pase, no juzgues a tu pastor. Si no se está comportando como debería y sientes que ya no puedes seguirlo, vete y busca otra iglesia donde las cosas estén en orden. Pero no siembres la discordia mientras te despides. Simplemente retírate en silencio. Luego, dirígete en la dirección que el Señor te indique y continúa haciendo todo lo que esté a tu alcance para evitar promover la contienda.
¡Evitar la contienda es siempre lo más sabio que puedes hacer en cualquier situación! La Biblia lo confirma una y otra vez.
“Pero Gloria”, podrías decir, “tengo que tratar con personas en mi vida que realmente me han maltratado. Es difícil para mí evitar la contienda cuando se trata de ellos.”
Lo entiendo. Pero la contienda no te ayudará a lidiar con esas personas. Por el contrario, caminar en el amor de Dios sí lo hará. Cuando respondes en amor y te niegas al enojo y la división, siempre mantendrás el control de tus interacciones con ellos. Serás capaz de mantener tu temperamento y evitar que las cosas exploten fuera de control.
El amor te mantiene en la luz
Los enemigos del amor te arrastran hacia la oscuridad. Le abren la puerta a Satanás y le dan un lugar en tu vida. Éste último sólo puede operar en la oscuridad y no podrá hacerlo en la luz; así que, cuando sientas la tentación de unirte a la contienda, tan solo niégate a hacerlo. Ciérrale la puerta en la nariz, sigue caminando en amor y mantente a la luz.
¡Ese es el único lugar seguro donde siempre estar! V
Este artículo es una adaptación del nuevo libro de Gloria Copeland: Caminando en el Fruto del Espíritu, el cual estará disponible próximamente.