No soy una experta en la economía del mundo, pero juzgando por los reportes que escucho en las noticias, sé que tiene muchos problemas. Siempre ha estado plagada de algún altibajo. Y está perpetuamente en peligro de recesión, o depresión.
Me alegra que tú y yo no dependemos de ella. Yo soy una ciudadana del cielo — ¡y la economía del cielo está muy bien!
La economía del cielo no sube y baja de acuerdo al mercado de valores. No depende del índice de los precios al consumidor o del producto bruto interno. Depende de Dios, y Él es el mismo ayer, hoy y por toda la eternidad. Sus recursos nunca se acaban y Él nunca se cansa de derramarlos sobre Su gente.
Dios siempre ha sido, y siempre será, el Dios de la abundancia. Nunca ha sido tacaño en nada. Aún desde el Jardín del Edén, se mostró a Sí mismo como un Padre generoso. Cuando creó a Adán y Eva, no les dio solamente lo suficiente para que vivieran cada día; les dio en abundancia todo lo bueno. ¡Después los BENDIJO y les dijo que se multiplicaran e incrementaran aún más!
Y hoy en día, sigue haciendo lo mismo por nosotros, Su gente. Todavía está diciéndonos: «Amado, deseo que seas prosperado en todo, y que tengas salud, a la vez que tu alma prospera» (3 Juan 1:2).
Basados en nuestra experiencia, Kenneth y yo podemos dar este testimonio: ¡El Señor no tiene ni una pizca de tacaño! Cuando empezamos a aprender cómo recibir de Él, estábamos en una muy mala situación económica. Teníamos necesidad de todo. Vivíamos en una pequeña casa rentada cerca a la orilla del río en Tulsa, Oklahoma, y aunque estábamos agradecidos por tenerla, estaba tan deteriorada que no quise desempacar hasta después de dos semanas de habernos mudado.
Para mí, tener una casa hermosa era una de las prioridades más importantes en mi lista, así que cuando descubrí que Dios quiere que prosperemos, una casa fue la primera cosa por la que empecé a creer. Ken, por el otro lado, empezó a creer por un avión (las casas son importantes para las mujeres, los aviones para los hombres. Ken es piloto, así que si fuera por él, ¡podría haber vivido en un avión!)
No puedo recordar cómo estaba la economía del mundo durante 1967, pero puedo decirte esto: la economía de los Copeland estaba yendo hacia arriba. El Señor empezó a prosperarnos, y después de un tiempo, no sólo tuvimos una casa linda y un avión para nuestro ministerio, sino también muchas
otras cosas.
Hoy en día, 48 años más tarde, puedo decir que todo por lo que he creído lo he recibido. Las cosas no aparecieron de la noche a la mañana, sino con el transcurso del tiempo. Mientras nos mantuvimos firmes en fe, y dejamos que la paciencia hiciera su obra perfecta, todas las cosas que le pedimos a Dios se manifestaron. Y lo que es aún mejor, se mantienen incrementando todo el tiempo. Porque Dios es un Dios bueno, Él siempre está BENDICIÉNDONOS.
Él hará lo mismo por ti. No importa por cuánto tiempo has estado caminado con Él o cómo están las cosas, Dios te dará más en cada área de tu vida. Él no dice algo como: “Bueno, ya tienes suficiente, tienes una casa, un auto y un trabajo; ya no pidas más”.
No, probablemente tus padres te dijeron algo así cuando eras un niño. La gente dice cosas como esas. Si escuchan que estás creyendo por un auto nuevo, puede que te digan: “no necesitas uno nuevo, el que tienes ahora todavía funciona”. Pero Dios no piensa así. Para Él no se trata acerca de la necesidad. ¡Todo es acerca de la BENDICIÓN y Sus BENDICIONES siempre vienen en aumento!
¿Cuál eligirás?
A pesar de que Dios desea incrementar nuestras vidas, no puede solamente derramar Su prosperidad indiscriminadamente. Si nos da más de lo que estamos listos para administrar, podría lastimarnos. Por ese motivo, nos prospera a medida que “nuestra alma prospera”.
Podrías preguntarte: ¿Cómo prospera nuestra alma?
De acuerdo con 3 de Juan 1:4, nuestra alma prospera cuando “andamos en la verdad”, al vivir de acuerdo con la Palabra de Dios.
Jesús habló acerca de este tema en Juan 17:16-17. Mientras oraba por Sus discípulos, dijo: «Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad».
Esos versículos aplican a nosotros, los creyentes. La verdad de la Palabra de Dios nos santifica al separarnos de los caminos del mundo. Tal separación es vital porque, como esos 12 primeros apóstoles, nosotros no pertenecemos más a este mundo. A pesar de que vivimos en el mundo, no somos parte del mismo.
Eso significa que no se supone que sigamos actuando como el mundo lo hace. No se supone que pensemos y hablemos como el mundo. Debemos actuar, pensar y hablar como quienes realmente somos — ¡ciudadanos del cielo!
Aprendemos este nuevo proceso al renovar nuestras mentes con la Palabra de Dios. Mientras modelamos nuestras vidas de acuerdo a la Palabra, descubrimos que podemos hacer aquellas cosas que no podíamos antes de ser nacidos de nuevo. Podemos vivir en victoria. Podemos vivir sanos. Y podemos prosperar sobrenaturalmente.
Cuando hacemos las cosas de la forma que Dios quiere, le damos libertad para moverse en nuestra vida, BENDECIRNOS y hacernos el bien. Así que, mientras más obedecemos Su Palabra, más próspera se hace nuestra vida.
Siempre ha sido así. ¡El incremento siempre viene a través de la fe y la obediencia! Desde el Jardín del Edén hasta los Israelitas, y por toda la Biblia, consistentemente Dios ha puesto delante de Su pueblo LA BENDICIÓN y la maldición. Y ellos han tenido la libertad de escoger entre la una y la otra.
Ya que LA BENDICIÓN incluye todo lo bueno y la maldición todo lo malo, tomar la decisión correcta parece algo obvio. Pero hay un pequeño inconveniente. Aunque es más difícil vivir bajo la maldición, es más fácil de conseguir. No necesitamos hacer nada para conseguirla. Sólo debemos relajarnos y seguir la corriente, como todo el mundo lo hace.
Sin embargo, escoger LA BENDICIÓN requiere de un mayor esfuerzo. No podemos vivir en LA BENDICIÓN y seguir la corriente del mundo. Debemos hacer las cosas de la forma en que Dios las haría.
Y eso es bueno, porque “los mandamientos de Dios no son difíciles de cumplir” (1 Juan 5:3). Lo que nos pide que hagamos es para nuestro beneficio. Quiere que hagamos las cosas a Su manera porque Su forma de hacerlas funciona. Hacerlo nos mantiene caminando en LA BENDICIÓN.
Mateo 6:33 lo dice de esta manera: «Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas».
Saca corriendo al perro sarnoso
Podemos decir muchas cosas acerca de lo que significa buscar primero el reino de Dios, sin embargo la primer cosa que se me viene a la mente es la siguiente: si verdaderamente estamos buscando a Dios primero, le daremos a Su Palabra prioridad en nuestras vidas. No solamente leeremos la Biblia una vez a la semana los domingos en la iglesia. Leeremos y meditaremos la Palabra de Dios todos los días.
Quizás digas: “Pero, Gloria, ¡no tengo tiempo para hacer eso!” Entonces estarás en problemas porque: «la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios» (Romanos 10:17). Si no escuchas la Palabra, no tendrás fe. Si no tienes fe, no podrás creer y recibir la vida próspera que Dios tiene reservada para ti.
Tampoco tendrás la fuerza para resistir a satanás. Cuando el diablo empiece a decirte que te despedirán de tu trabajo o que te irás en bancarrota, simplemente te vendrás abajo. Comenzarás a arrugar tus manos con miedo, preocupándote por cómo vas a sobrevivir.
Tal comportamiento es característico de alguien del mundo. Pero, como creyente, no se supone que participes del mismo. Jesús lo dijo muy claro: «Por lo tanto, no se preocupen ni se pregunten “¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” Porque la gente anda tras todo esto, pero su Padre celestial sabe que ustedes tienen necesidad de todas estas cosas» (Mateo 6:31-32).
Como ciudadano del cielo, no debes recibir las cosas preocupándote y llenándote de ansiedad, ya que únicamente te traerá problemas. Lo que debes hacer, cuando estás bajo presión financiera y necesitas recibir dinero sobrenaturalmente, es creer la Palabra y resistir al diablo.
¿Cómo lo resistes?
Usando la Palabra de Dios para ejercer tu autoridad sobre él. Dile, sin dudar, lo que la Palabra dice acerca de tu situación. Dile: “Diablo, te reprendo en el Nombre de Jesús. ¡No pondrás escasez sobre mi vida! Mi Dios suplirá a todas mis necesidades de acuerdo a Sus riquezas en Gloria por medio de Jesucristo. Él es mi pastor y no hay nada que pueda desear o querer”.
Tampoco seas amable al respecto. Piensa cómo le hablarías a un viejo perro sarnoso que se metió en tu casa. No dirías: “Oh, se entró un perrito sarnoso. Pobre, está sucio, lleno de pulgas y acostado en mi cama. ¿Qué voy a hacer? Supongo que llamaré a la iglesia para que oren por la situación”.
¡No! Perseguirás al perro y le darás lo que se merece. ¡Tomarás un palo de escoba y lo sacarás de tu cama, y de tu casa! Deberías tratar al diablo de la misma manera. ¡No le des cabida!
NO LE DES TUS PALABRAS AL DECIR COSAS NEGATIVAS. MANTENTE DECLARANDO UNICAMENTE LO QUE DIOS DICE, HASTA QUE EL DIABLO NO PUEDA AGUANTAR MÁS TIEMPO Y TENGA QUE SALIR CORRIENDO BUSCANDO REFUGIO.
Un contrato financiero con Dios
Diezmar es otra cosa que deberás hacer para buscar primero el reino de Dios — o como lo dice la Biblia Amplificada en Mateo 6:33: “Su manera de hacer las cosas y Su perfección”. Diezmar es un elemento muy importante de la prosperidad sobrenatural. Es una de las cosas que nos separa como creyentes del mundo.
La gente del mundo piensa que diezmar es una locura. Dicen: “No puedes prosperar al regalar dinero. ¡Eso es lo peor que puedes hacer durante una mala temporada económica!”
Pero, como ciudadanos del cielo, nosotros hemos aprendido algo mejor. Entendemos que lo mejor que podemos hacer por nuestras finanzas es dejar que Dios se involucre en ellas. No estamos regalando nuestro dinero. ¡Estamos dándoselo a Dios! Él puede hacer más con el dinero de lo que nosotros podríamos hacer alguna vez.
Es más, todo lo que se requiere para abrirle la puerta es el 10% de nuestro ingreso. Eso es todo lo que Dios nos pide. Nosotros podemos quedarnos con el 90% restante — lo cual es más que justo ya que, sin Dios, no tendríamos absolutamente nada.
De la manera que yo lo veo, ¡diezmar es un privilegio! Diezmar es un acto de fe que nos conecta como creyentes a la seguridad de la economía divina. Es como firmar un contrato financiero con Dios, así que sin importar lo que venga —recesión, depresión o cualquier cosa— ¡nada puede detener nuestra prosperidad!
Adicionalmente, es emocionante saber que a pesar que nosotros diezmamos y ofrendamos para el trabajo de Dios en la Tierra, Hebreos 7:8 dice que Jesús los recibe en el cielo.
Te lo digo, ¡las personas que diezman son BENDECIDAS! Así que no te pierdas la oportunidad. ¡Honra a Dios con tus diezmos!
El amor no es opcional
La tercera cosa que debes hacer para vivir una vida próspera, es caminar en amor. ¿Por qué? Porque la Biblia dice que es nuestro mandamiento: «Éste es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como Dios nos lo ha mandado» (1 Juan 3:23).
Eso significa que para aquellos de nosotros que somos ciudadanos del cielo, el amor no es opcional. Es un mandamiento. No podemos vivir como Dios quiere sin cumplirlo.
Primero, porque: “la fe obra por el amor” (Gálatas 5:6), así que sin amor la fe no funciona —¡y necesitas la fe todo el tiempo! Como el diablo lo sabe, una de las cosas que usa para impedir que prosperes es hacerte desviar del camino del amor. El usará a alguien que está actuando mal para comenzar peleas y rivalidades.
Pero no se lo permitas. La rivalidad es mala: «Pues donde hay envidias y rivalidades, allí hay confusión y toda clase de mal» (Santiago 3:16). Así que haz todo lo que necesites para mantenerte lejos de la rivalidad, las peleas y las contiendas.
Podrías decir: “Pero eso es muy difícil, ¡algunas personas me irritan!”
Bueno, probablemente tú también los irritas a ellos. Así que perdónalos, y camina en amor con ellos de todos modos. En vez de irritarte pensando en las cosas que han hecho mal, medita en lo que 1 Corintios 13 dice:
El amor es paciente y bondadoso; no es nunca envidioso, no hierve de celos, no se envanece o vanagloria de sí mismo, no es altivo. No es engreído (no es arrogante, ni se infla con orgullo). No es grosero (maleducado) y no actúa de manera indecorosa. El amor (el amor de Dios en nosotros) no insiste en sus propios derechos o en su manera de hacer las cosas, porque no es egoísta, ni se irrita; no es rencoroso, no lleva cuenta de lo malo (no le pone atención a los sufrimientos que le puedan causar). El amor todo lo sufre, siempre está listo para creer lo mejor de cada persona, sus esperanzas no se desvanecen bajo ninguna circunstancia (sin debilitarse). El amor nunca falla. (Versículos 4-5, 7-8, AMP)
Recuerda: ¡la fe obra por el amor!
¡El amor de Dios es poderoso! Aún cuando el mundo entero pareciera derrumbarse a tu alrededor, el amor de Dios actuando en ti y fluyendo a través de ti hacia las otras personas nunca falla. Así que, apégate al amor, apégate a la Palabra y mantente diezmando.
En otras palabras, busca primero el reino de Dios. Luego, sin importar lo que pueda pasar en la economía del mundo, ¡tú podrás disfrutar de una vida próspera!