Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Mateo 24:3-6
En esos versículos, Jesús no sólo nos describió los ultimos tiempos, nos indicó cómo vivirlos. Nos dijo en cinco palabras qué debemos hacer para vivir de manera segura y victoriosa en estos últimos días.
Jesús dijo: «…mirad que no os turbéis…».
Luego Él continuó hablando y nos advirtió con detalle los problemas que vendrían. Nos explicó que se levantaría nación contra nación, también que habría asesinatos y engaño; que surgirían falsos profetas y el amor de muchos se enfriaría. En otras palabras, nos habló de las cosas que estamos viendo hoy en día.
Jesús nos advirtió de esas cosas para que no nos tomaran por sorpresa —para que supiéramos que habría problemas—. Sin embargo, también nos ordenó que veláramos porque esos problemas no nos atribularan.
Sustentados por la PALABRA de Su poder
¿Cómo podemos obedecer ese mandamiento? ¿Cómo podemos vivir en medio de este mundo lleno de peligros y desastres sin que estos problemas nos preocupen?
Esas preguntas son las que justo respondió Jesús en ese mismo pasaje: «De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (versículos 34-35).
Gracias a Dios, no importa qué suceda a nuestro alrededor, la PALABRA de Dios nunca cambia. La PALABRA es la fuerza inalterable que nos sustenta en cada momento de tribulación. Es la roca fuerte, el fundamento; y si edificamos nuestra vida sobre la Palabra, nos llevará de manera segura a la victoria en cada tormenta de la vida (Mateo 7:24-25). La PALABRA de Dios es más real y permanente que cualquier otra cosa en este mundo. De hecho, la Palabra tiene el mismo poder que creó el universo, y todo lo que en él existe. Leemos en la Biblia que Jesús sustenta todas las cosas—¡todas las cosas!— por la palabra de su poder (Hebreos 1:3).
Solía preguntarme por qué Dios usó esa expresión. ¿Por qué no dijo que sostendría todas las cosas por el poder de Su PALABRA? Entonces, me di cuenta del porqué. Si sólo estuviéramos dependiendo del poder de la PALABRA de Dios para alcanzar algo, nos daríamos cuenta que necesitáramos que el Señor diga algo que aún no ha dicho. Y si aún no lo ha dicho, el poder de Su Palabra no estaría disponible para nosotros. Pero ¡alabado sea Dios! ¡Él ya declaró todo lo que necesitamos que exprese! No tenemos que esperar que diga algo. Él ya dijo todo lo que se necesita para sustentar o respaldar ¡Sus palabras! Todo en la Tierra, cada fuerza natural y espiritual, está bajo el poder de lo que Dios ya ha dicho.
¿Qué está declarando?
En Salmos 119:89-91, leemos la siguiente afirmación: «Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos. De generación en generación es tu fidelidad; Tú afirmaste la tierra, y subsiste. Por tu ordenación subsisten todas las cosas hasta hoy, Pues todas ellas te sirven».
¿En estos tiempos difíciles, qué significan para ti esos versículos? ¡Significan mucho!
Quiere decir que en medio del peligro, la Palabra del Señor permanece, y declara: «No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada» (Salmos 91:10). Significa que en estos tiempos de crisis financiera, ya se estableció que: «…no tendrán falta de ningún bien» (Salmos 34:10). Y que cuando todos a su alrededor estén fracasando, Él nos aseguró que obtendríamos: «…triunfo en Cristo Jesús…» (2 Corintios 2:14). Esas son palabras que Dios ha declarado acerca de tu vida como Su hijo, y quedarán establecidas para siempre en el cielo. Nunca cambiarán.
Sin embargo, recuerda que no vives en el cielo; sino en la Tierra. Y para que esas palabras se hagan realidad aquí en la Tierra, debes asegurarte que tu corazón esté en sintonía con la PALABRA de Dios. ¿Por qué? Porque Jesús dijo que: conforme a nuestra fe será hecho (Mateo 9:29).
Los cielos ya hablaron, ahora la Tierra está a la espera de lo que tú dirás.
¿Declararás la PALABRA o los problemas que lo rodean? ¿Estarás de acuerdo con los decretos del cielo o estarás de acuerdo con las circunstancias terrenales?
No empujes los limites
Lo que estás viviendo hoy es el producto de lo que has declarado en el pasado. Y el futuro está esperando escuchar lo que declares hoy. Tu destino eterno está siendo moldeado y formado según la sintonía que tengas con la PALABRA de Dios, la cual sustenta todas las cosas.
Esta verdad siempre ha sido cierta… pero ahora es más crucial que nunca. La razón es simple, estamos fuera de tiempo. En el pasado, si nuestro corazón y nuestra boca se desviaban de la PALABRA, teníamos algo de tiempo para corregir nuestros pasos antes de obtener consecuencias por la desobediencia. Dios, en Su gracia, trataba con nosotros hasta que nos arrepentíamos y volvíamos al camino de fe.
Aunque Dios siga teniendo gracia y misericordia, el tiempo es corto. Hemos llegado al final de los tiempos y, francamente, muchos cristianos están “llevando las cosas al límite”. Están permitiendo que el sistema del mundo llene su boca y aparte su corazón, del acuerdo que tienen con el cielo. Justifican sus acciones al decir que un día de estos cambiarán y (cuando las circunstancias no sean tan difíciles) comenzarán a confesar la PALABRA de nuevo.
Pero hermano, estamos viviendo en los tiempos finales, las cosas no serán más fáciles. Van a empeorar y los días se nos agotan. Estamos a punto de llegar al tiempo en el cual nos quedaremos atrapados de forma permanente en las consecuencias de nuestras confesiones.
No es tiempo de ignorar lo que Jesús, nos está advirtiendo y decir cosas como: “Estoy tan enfermo y preocupado”. Cuando afirmas cosas como esas, no estás en común acuerdo con el cielo —sino con los problemas—. Estás abriendo la puerta para que esas cosas se manifiesten en tu vida.
Jesús nos dijo de manera específica que no hiciéramos ese tipo de confesiones. Él dijo: «…mirad que no os turbéis…». ¡Ésa no sólo es alguna sugerencia que nos dan en la Escuela Dominical! Es un mandamiento del Hijo del Dios viviente, el cual instruye a Sus discípulos que están viviendo en estos tiempos. ¡Es Jesús mismo quien nos habla y nos exhorta de manera personal!
Toma tu herencia
Hoy más que nunca, debemos prestarle atención a Sus instrucciones, obedecer ese mandamiento, aférrarnos a la PALABRA y rehusarnos a dejarla ir. Es necesario que actuemos como se nos indica en Salmos 119:105-106, 110-111: «Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino. Juré y ratifiqué que guardaré tus justos juicios… Me pusieron lazo los impíos, pero yo no me desvié de tus mandamientos. Por heredad he tomado tus testimonios para siempre, porque son el gozo de mi corazón».
No basta sólo con relajarnos, y decir: “Bien, si es la voluntad de Dios que obtenga la victoria, supongo que Él me la dará. Si es la voluntad de Dios que yo sea sano, Él me sanará”.
¡No! Por supuesto que es Su voluntad. Él ya te otorgó la sanidad: por Sus llagas has sido curado.
Ahora es cuando debes tomar la PALABRA de Dios como tu herencia. Debes persistir con agresividad en eso hasta que lo concibas en tu corazón, y lo confieses con tu boca.
Tienes que luchar contra todo demonio de incredulidad y toda circunstancia que quiera robar esa Palabra, y declarar: Bendito sea Dios, tengo las promesas de Dios como herencia. Son mi futuro y mi vida. Me rehuso a preocuparme por las circunstancias pasajeras de este mundo. Éstas pasarán, pero la PALABRA de Dios nunca pasará. Dios sustenta todas las cosas por medio de la PALABRA de Su poder, y esa PALABRA se llevará a cabo en mi vida.
Luego, sólo permanece en la PALABRA hasta el final. No importa lo que suceda a tu alrededor, no retrocedas. ¡No cambies! No temas; sólo cree y verás una senda que se abre a través de estos tiempos difíciles, la cual te llevará hacia el triunfo como el campeón de los tiempos finales que Dios diseñó que fueras.