Hoy tengo algunas preguntas para hacerte. Son preguntas que relativamente pocos cristianos consideran con la suficiente seriedad, pero que cada creyente debería poder responder.
¿Cuál quieres que sea tu ingreso?
Financieramente hablando, ¿qué deberías tener para poder vivir bien, libre de deudas, tener algunas cuentas de ahorros y ofrendar generosamente?
¿Te has sentado alguna vez a pensar al respecto? ¿Lo has escrito, y con la ayuda y la guía de la PALABRA y el Espíritu Santo, has arribado a las respuestas?
Si no es así, es tiempo de que lo hagas. Es el momento de que dejes de tratar de sobrevivir con lo que te entra y empieces seriamente a caminar en la plenitud de la voluntad financiera de Dios para tu vida.
Su voluntad es que «seas prosperado en todo, y que tengas salud, a la vez que tu alma prospera» (3 Juan 1:2). Su voluntad es que tú y tus hijos sean prosperados (Salmo 115:14). Su voluntad es que si: «quieren y obedecen, comerán de lo mejor de la tierra» (Isaías 1:19 RVA-2015), lo que significa que deberías manejar lo mejor, vestir bien y vivir bien.
Para resumirlo, Dios quiere que camines manifestando lo que la Biblia dice en el Salmo 112: «Dichoso el hombre que honra al Señor y se deleita obedeciendo sus mandatos. Sus hijos tendrán poder en la tierra, y serán bendecidos por su rectitud. Su casa rebosará de bienestar y de riquezas, y su justicia permanecerá para siempre».
¡De eso se trata la vida verdaderamente próspera! Cuando te deleitas grandemente en la PALABRA de Dios, tus hijos están bien, tienes una casa llena de bienestar y riqueza, y al mismo tiempo tu justicia está intacta; todo esto sucede en tu vida, mi amigo. ¡La vida no puede ser mejor!
“Sí, hermano Copeland, pero, cuando se trata de cuánto dinero tendré, pienso que es mejor dejarlo en manos de Dios. Debemos dejarlo escoger cuánto quiere darnos, ¿no estás de acuerdo?”
No, no lo estoy… y más importante aún, la Biblia tampoco lo está. Está perfectamente claro que Dios ya ha hecho Su decisión al respecto. Él ya ha hecho que la BENDICIÓN de Abraham venga sobre nosotros a través de Cristo (Gálatas 3:14). Él ya nos ha dicho a través de todas las escrituras:
He aquí que mi pacto es contigo (Génesis 17:4, RVA-2015).
Te BENDECIRÉ en la ciudad y en el campo (lee Deuteronomio 28:3).
BENDECIRÉ tu salida y tu entrada (lee Deuteronomio 28:6).
Mandaré la BENDCIÓN sobre tus graneros y en todo lo que haces, tendrás abundancia de bienes, y prosperarás a donde quiera que vayas (lee Deuteronomio 28:8, 11).
Yo he escogido BENDECIRTE. Ahora tú debes elegir. He puesto delante tuyo la vida y la muerte, la bendición y la maldición. ¡Así que escoge ser BENDECIDO! (lee Deuteronomio 30:19).
Como el Apóstol Pablo lo dice en 1 Corintios 3:21: ¡en Cristo «todo es de ustedes»! Todo lo que alguna vez necesites o quieras en la vida, y mucho más allá de tus sueños más ambiciosos, ya te pertenece como coheredero de Jesús. Sin embargo, cuánto decidas recibir o disfrutar de lo que ya te pertenece, no es responsabilidad de Dios.
Esa responsabilidad es tuya.
Tú eres quien debe tomar por fe lo que Su PALABRA dice que ya te pertenece. Tú eres quien debe decidir qué quieres y creer en ello… ¡y si te olvidas de hacerlo, te perderás muchísimo!
La cantidad exacta en el momento justo
Comencé a descubrir esta revelación a finales de los años 60, cuando Gloria y yo empezábamos en el ministerio. En ese entonces no sabíamos todo lo que sabemos ahora acerca de la prosperidad, pero habíamos aprendido cómo pagar una montaña de deudas aparentemente insuperable.
En una ocasión, después de predicar una serie de reuniones durante tres semanas seguidas en Luisiana, descubrimos que nos faltaban $900 dólares del presupuesto y sólo quedaba un servicio. Novecientos dólares, ajustados con la inflación a la economía de hoy en día, serían unos $6.000 dólares, y en ese momento para nosotros parecían como una fortuna. ¡Jamás habíamos recibido una cantidad similar en servicio alguno!
Así que, en lo natural, la situación parecía imposible.
A pesar de todo, nos habíamos puesto de acuerdo cuando las reuniones empezaron, en el número exacto que recibiríamos. Habíamos liberado nuestra fe de acuerdo a Mateo 18:19, donde Jesús dijo: «Una vez más les digo, que, si en este mundo dos de ustedes se ponen de acuerdo en lo que piden, mi Padre, que está en los cielos, se lo concederá». Así que no solamente estábamos esperando que el dinero llegara. Nosotros vimos nuestro acuerdo como un contrato firmado con Dios. Nosotros haríamos nuestra parte al actuar de acuerdo a Su PALABRA y creeríamos que Él haría Su parte haciendo que sucediera.
Aun así, en el transcurso de ese día antes de la última reunión, mientras me preparaba para predicar, el diablo seguía bombardeando mi cabeza, diciéndome: “Estas personas casi no han dado nada durante toda la convención. ¿Qué te hace pensar que darán $900 esta noche?”
“No pienso que lo harán”, le respondí. “Sé que lo harán, porque tengo la PALABRA de Dios de que así será”. Hora tras hora me mantuve peleando la buena batalla de la fe, resistiendo la presión del diablo en mi mente. Cuando ya no pude estar más en la pequeña habitación del hotel, salí a caminar orando en el espíritu, confesando La PALABRA de Dios. Como era invierno, nadie podía oírme así que continúe declarándolo en voz alta. “Este monto completo me pertenece. Lo creímos cuando empezamos las reuniones, y lo recibiremos, ¡gloria a Dios!”
Cuando el diablo me contradecía, yo repetía mi confesión de fe. “¡Cállate Satanás!”, le decía. “Eres un mentiroso y el padre de las mentiras. Tengo la palabra de Jesús en este asunto; están escritas en letras rojas y no pueden mentir. No nos faltará dinero. Tenemos un pacto y así sucederá”.
Después de un tiempo, levanté mi mirada para observar un auto que estaba deteniéndose en el estacionamiento del hotel. Cuando el conductor me vio, comenzó a pitar como si algo estuviera mal. Deteniéndose a mi lado, exclamó: “¡Hermano Copeland! Cuánto me alegra encontrarlo. He estado en todos los servicios que ha predicado, pero tengo una reunión esta noche. ¡Voy a ir a la reunión, pero llegaré tarde y no quiero perderme la oportunidad de dar mi ofrenda!”
A continuación, me entregó un cheque por $500 dólares.
En esos días no recibíamos muchos cheques por ese monto, por lo que fue una maravilla en sí mismo. Es más, cuando recibimos la ofrenda esa noche, el total resultó ser la cantidad exacta que Gloria y yo habíamos acordado por escrito tres semanas atrás. ¡No nos faltó ni un solo centavo!
Los mismos pasos, los mismos resultados
“Bueno, esas cosas le pasan a usted hermano Copeland, porque usted es un predicador”.
No. Me pasan porque soy un creyente, y si tú también lo eres, deberían pasarte a ti también. Al igual que Gloria y yo, tú deberías estar recibiendo ingresos sobrenaturales—y lo harás si sigues los mismos pasos básicos.
N° 1: Decide la cantidad que quieres. Determina cuánto necesitas, no sólo para suplir tus necesidades, sino para cumplir todos tus deseos.
Conversa con el SEÑOR acerca de preguntas como: ¿Dónde nos gustaría estar financieramente como familia? ¿Disfrutaría de una casa más grande que esta? ¿Cuánto me gustaría tener en mi cuenta de ahorros? ¿Cuánto me gustaría ofrendar cuando el pastor anuncie que la Iglesia está construyendo un nuevo santuario? ¿Mil dólares? ¿Diez mil dólares? ¿Más?
Mientras oras por estas cosas, pregúntale al SEÑOR: ¿cuál debe ser mi objetivo de fe ahora mismo? ¿Qué quieres que planee y en qué quieres que crea?
Si la respuesta que recibes te reta demasiado, pasa más tiempo meditando en lo que Dios dice en Su PALABRA acerca de suplir tus necesidades, lo que quieres y lo que deseas. Deshazte de tu vieja mentalidad de pobreza y expande tu pensamiento con versículos como estos:
«El Señor es mi pastor; nada me falta» (Salmo 23:1).
«Los que buscan al Señor lo tienen todo» (Salmo 34:10).
«Deléitate en el SEÑOR y él te concederá los anhelos de tu corazón» (Salmo 37:4).
«A los justos les será dado lo que desean» (Proverbios 10:24, RVA-2015).
Una vez que estés listo para tomar tu posición de fe y decidas la cantidad que deseas, grábalo en tu corazón: Esto es lo que tendremos. Este año tendremos un incremento del 40% (o el que sea).
Después, preséntaselo al SEÑOR de acuerdo con Marcos 11:24: pide, cree que recibes y ponte de acuerdo con Dios en que ya es tuyo.
Desde ese momento en adelante, piensa sólo de esa manera. Aférrate a tu acuerdo. Cuando la duda trate de llegar, pelea la buena batalla de la fe en el campo de batalla de tu mente y rehúsate a dudar, porque, como Santiago 1:6-8 bien dice: «…el que duda es semejante a una ola del mar movida por el viento y echada de un lado a otro. No piense tal hombre que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inestable en todos sus caminos».
Usa tu autoridad para atar y desatar
“Pero, ¿qué hay acerca del diablo?”, pueda que te preguntes. “¿No tratará de involucrarse y obstruir el flujo de mi ingreso?”
Sí lo hará. Así que no se lo permitas. Usa la autoridad que te pertenece como creyente para mantenerlo por fuera de tus asuntos financieros.
Jesús dijo en Mateo 18:18: «De cierto les digo que todo lo que aten en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo».
Así que después de orar la oración de fe, ata los espíritus en la atmósfera del cielo. Háblale directamente al diablo y sus secuaces, de esta manera: “¡Te ato y te ordeno ahora mismo que quites tus manos de mi dinero, en el Nombre de Jesús!”
A continuación, libera tus ángeles. Hay más de ellos que los demonios operando en la atmósfera del cielo, y ellos son: «espíritus ministradores, enviados para servir a quienes serán los herederos de la salvación» (Hebreos 1:14). Ellos han sido comisionados por Dios para responder a Su PALABRA y están esperando por tus órdenes. Así que ponlos a trabajar a tu favor.
No esperes que Dios les diga a tus ángeles qué hacer. Él te ha delegado ese trabajo a ti, así que habla y di: “Espíritus ministradores, en el Nombre de Jesús, vayan y hagan que el dinero venga a mis manos. ¡Hagan cualquier cosa que sea necesaria para facilitar que mi acuerdo de fe con mi Padre celestial se manifieste!”
Toda clase de cosas maravillosas pueden suceder cuando los ángeles se involucran en distintas situaciones. Por ejemplo, mira lo que le pasó a un pastor amigo mío. Hace algunos años, se encontró en una situación que sólo podía resolverse de forma sobrenatural. El banco demandaba que pagara inmediatamente $135.000 dólares de los $500.000 adeudados como parte de la hipoteca del edificio de la Iglesia. En lo natural, él no tenía forma alguna de reunir ese dinero, así que le presentó el problema al SEÑOR, se mantuvo en La PALABRA y creyó por la cantidad que necesitaba.
Poco tiempo después, él estaba en un viaje ministerial en la habitación de un hotel y estaba alistándose para ir a predicar, cuando escuchó abrirse la puerta. Asumiendo que el hotel por equivocación le había dado la llave de su habitación a alguien, miró hacia la puerta y se sorprendió al ver dos ángeles gigantes allí parados. “¿Por qué están aquí?”, les preguntó.
“Estamos aquí para ayudarte a conseguir el dinero para tu edificio”, le respondieron. “Ese es nuestro trabajo”.
“Maravilloso, ¿qué están esperando?”
“La orden”, le respondieron.
“¡Vayan!”, les dijo y—¡Zas! —se fueron.
Para hacer la historia corta, unos días después, él estaba en la oficina con su abogado y un hombre en sudadera entró caminando con un cheque en su mano por $135.000 dólares. “Pastor, no me gusta mucho su predicación”, le dijo, “pero hoy estaba corriendo y sentí muy fuerte que debía darle este dinero”.
Días más tarde, el mismo hombre regresó—esta vez a uno de los servicios de la Iglesia. “Me di cuenta de que se suponía que le dieran $500.000 dólares”, le dijo, “así que aquí está el cheque por el resto”.
¡Piénsalo! Esos dos ángeles gigantescos finalizaron el trabajo. Ellos ayudaron a traer suficiente dinero, no sólo para suplir la necesidad inmediata, sino para pagar el edificio en su totalidad.
Dios quiere que esa misma clase de cosas te sucedan a ti. Así que empieza a tomar los pasos necesarios. Determina la cantidad sobrenatural de ingreso que quieres recibir. Acuérdalo con Dios y cree que recibes. Ata al diablo. Da la orden a tus ángeles, y mantén tu confesión de fe.
¡Da un paso de fe… y camina en la plenitud de la voluntad financiera que Dios tiene para tu vida!