¿Sabías que tanto el reino de Dios como el reino de este mundo operan conforme la misma ley? Dadas las diferencias entre ambos, pueda que te parezca extraño, ¡pero es cierto!
Aunque uno es el Reino de la luz, regido por nuestro Padre celestial amoroso y todopoderoso, y el otro es el reino de las tinieblas, regido por el demonio, ese odioso ladrón, ambos producen sus resultados de la misma manera. Los dos manifiestan sus frutos en tu vida, para bien o para mal, de acuerdo con la ley de la siembra y la cosecha.
«Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará. El que siembra para sí mismo, de sí mismo cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.» (Gálatas 6:7-8).
Eso significa que, incluso si has nacido de nuevo, si dedicas tu tiempo y centras tu atención en las cosas del mundo, obtendrás los mismos resultados en la vida que las personas en el mundo. Irás al cielo cuando mueras, pero mientras tanto, no experimentarás mucho de ese reino. Seguirás pensando a la manera del mundo y haciendo las cosas como las hace el mundo. Y porque eso es lo que abre la puerta a la corrupción, te encontrarás sujeto a las condiciones malditas que llegaron a esta Tierra a través del pecado de la humanidad.
¡Esa no es la forma en la que un creyente debe vivir! Eres un ciudadano del cielo y heredero de LA BENDICIÓN. No quieres tener que aguantar la maldición y todas sus destrucciones diabólicas. No quieres vivir en sujeción a cosas como la enfermedad y la pobreza, y los problemas que en el mundo son imposibles de resolver.
¡No! Quieres elevarte por encima de esas cosas sembrándole al espíritu. Quieres mantener a Dios en primer lugar en tu vida e invertir tiempo aprendiendo Su manera de pensar. Quieres enfocar tu atención en Él y en Su Palabra y operar de acuerdo con los principios de Su reino para que puedas experimentar una vida abundante, la clase de vida de Dios.
¡Esa clase de vida es maravillosa! La misma incluye: «toda BENDICIÓN espiritual en los lugares celestiales.» (Efesios 1:3) y es lo que Jesús vino a darnos. Es de lo que Él habló durante su ministerio en la Tierra cuando predicó: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse, y crean en el evangelio!» (Marcos 1:15).
Cuando Jesús dijo eso, ¡Él estaba diciendo que el reino de Dios está presente ahora! Ya no tienes que hacer las cosas a la antigua. No tienes que seguir sembrando en el mundo. ¡Puedes cambiar esa vieja senda y entrar en los caminos de Dios! Puedes decirle no al pecado y ser hecho la justicia de Dios en Cristo Jesús (2 Corintios 5:21).
Puedes decirle no a la enfermedad y ser sanado (Isaías 53:5).
Puede decirle no a la pobreza y sí a tus necesidades suplidas en abundancia de acuerdo con las riquezas en gloria de Dios en Jesucristo (Filipenses 4:19).
¡Incluso puedes decirles no a los problemas imposibles! Cuando aparezcan en tu vida, puedes vencerlos por fe en Dios y en Su Palabra porque, a diferencia del mundo que no sabe cómo manejar las imposibilidades, «para Dios todo es posible» y «¡Al que cree todo le es posible!» (Mateo 19:26; Marcos 9:23, RVA-2015).
Por lo tanto, no se preocupen y esté ansiosos, diciendo: ¿Qué vamos a comer? o, ¿qué vamos a beber? o, ¿qué vamos a vestir? Los gentiles (paganos) desean y anhelan y buscan diligentemente todas estas cosas, y Su Padre celestial sabe bien que necesitan todo eso. Pero busquen (apunten y procuren) en primer lugar Su reino y Su justicia (Su manera de hacer las cosas y de hacer lo correcto), y luego todas estas cosas en conjunto les serán entregadas (Mateo 6: 31-33, Biblia amplificada, Edición Clásica).
Ejerce presión en las promesas
“Pero Gloria”, podrías decir, “he estado operando en el reino de Dios de la mejor manera que he podido, y todas las cosas aún no me han sido añadidas.”
¡Entonces, sigue sembrando en el espíritu!
Sigue poniendo la Palabra de Dios en tu corazón y en tu boca. Sigue buscándolo primero, diciendo y haciendo lo que Él dice, y alimentándote de Sus promesas, porque la Biblia dice que si hacemos eso: «a su tiempo cosecharemos, si no nos desanimamos.» (Gálatas 6:9).
¿Cómo es que no te desanimas?
Al seguir el ejemplo bíblico de Abraham. ¿Recuerdas lo que le pasó? Recibió una promesa de Dios acerca de algo que en lo natural era imposible. Dios le dijo cuando tenía 99 años que él y su esposa estéril de 90 iban a tener un hijo.
A pesar de toda evidencia de lo contrario, Abraham puso su fe en esa promesa y se negó a renunciar a ella. Comenzó a decir sobre sí mismo lo que Dios dijo y se hizo llamar “el padre de muchas naciones”.
«Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en la fe y dio gloria a Dios» (Romanos 4:20). Permaneció con el programa de siembra de Dios y, aunque requirió un tiempo, en el momento señalado, ¡él y Sara recibieron su cosecha, e Isaac nació!
Así ha funcionado desde siempre el reino de Dios. Su funcionamiento se basa en promesas. Se manifiesta en nuestras vidas cuando encontramos promesas en la Biblia sobre todas las cosas que Dios ya nos ha dado, las recibimos por fe y seguimos lo que Dios dice acerca de ellas hasta que las vemos cumplidas.
Cualquiera puede hacer eso. Es realmente muy sencillo. Pero requiere algo de tiempo y esfuerzo. Nos obliga a ejercer presión en Dios y Su Palabra para deshacer los viejos patrones de pensamiento, los viejos hábitos y las viejas formas mundanas que nos han enseñado, y en su lugar, creer y decir lo que Dios dice.
Por eso Jesús nos dijo que debemos arrepentirnos para recibir las buenas nuevas del reino de Dios. La palabra arrepentirse significa “cambiar, dar un giro de ciento ochenta grados y seguir el camino”, y eso es lo que debemos hacer para experimentar los beneficios del Reino. Debemos cambiar la forma en que pensamos y la forma en la que operamos. Debemos rechazar las mentiras del diablo y este sistema mundial decadente, reemplazándolos con la verdad de Dios.
Juan 8:32 (RVC) dice: «y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.» Juan 17:17 dice que la palabra de Dios: «es verdad.» Entonces, mientras más sepamos la Palabra de Dios, y cuanto más alineamos nuestras vidas con ella, ¡más libres seremos! Cuanto menos estemos sujetos a las limitaciones de este reino natural, más podrá el cielo irrumpir y cambiar las cosas para nosotros aquí en la Tierra.
Si conocemos y creemos la verdad, aquella que la Biblia nos dice acerca de la sanidad, por ejemplo, y el médico nos diagnostica una enfermedad para la cual no existe una cura médica, no tenemos que limitarnos a ese diagnóstico. Podemos elevarnos por encima del mismo, porque no estamos atados a este reino natural. ESTAMOS VIVIENDO EN EL REINO SOBRENATURAL DEL REINO DE DIOS, Y ÉL PUEDE SANAR CUALQUIER COSA, SIN IMPORTAR CUÁN TERMINAL PIENSE EL MUNDO QUE ES.
Personalmente, después de vivir en el reino de Dios por más de 50 años, ni siquiera puedo imaginar vivir de acuerdo con lo que puedo ver en lo natural, o dentro de los límites de lo que el mundo dice que es posible. Eso sería una existencia muy aburrida y poco elevada.
¡Me gusta vivir en el reino de Dios donde todas las cosas son posibles! Me gusta liberar el cielo en la Tierra, no sólo en mi vida, sino también en las vidas de los demás a mi alrededor, al salir y hacer lo que Jesús les dijo a sus primeros discípulos que hicieran. Les dijo que en Su Nombre: «Vayan y prediquen: “El reino de los cielos se ha acercado.” Sanen enfermos, limpien leprosos, resuciten muertos y expulsen demonios. Den gratuitamente lo que gratuitamente recibieron.» Como creyentes en la actualidad, ¡hemos recibido el mismo mandato! Jesús nos ha dicho casi exactamente lo que les dijo a esos primeros discípulos. «Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura… estas señales acompañarán a los que crean: En mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas… Además, pondrán sus manos sobre los enfermos, y éstos sanarán.» (Marcos 16:15, 17-18).
¿Cómo sanarán los enfermos? No lo harán por medios naturales, sino por el poder sobrenatural de Dios. Sanarán por medio de una irrupción del reino de los Cielos en este mundo natural para cambiar sus cuerpos de manera milagrosa y expulsar toda enfermedad y dolencia.
Viviendo continuamente en LA BENDICIÓN
“Bueno”, podrías decir, “Me gusta orar para que otras personas reciban milagros, de acuerdo. ¡Pero lo que estoy necesitando ahora mismo son más milagros en mi propia vida!”
Tal vez así sea; sin embargo, lo que necesitas aún más es seguir sembrando en el espíritu, para que puedas caminar consistentemente en LA BENDICIÓN.
¿Por qué?
Porque, aunque los milagros son maravillosos, no podrás sustanciar ni basar tu vida en ellos. Por ejemplo: no podrás ir a una reunión de Benny Hinn o a una reunión de Kenneth Copeland para recibir un milagro cada vez que te enfermas. Podrías sanarte de esa manera unas cuantas veces, pero uno de estos días, la enfermedad tocará tu puerta en medio de la noche y el hermano Benny y el hermano Kenneth no estarán allí para ayudarte. Simplemente serás tú, tu Biblia y Dios.
Esta es la razón por la que Dios dijo: «El justo por la fe vivirá» (Romanos 1:17). Si cultivas la fe prestándole atención a la Palabra, estará allí disponible cuando la necesites. No tendrás que esperar a que alguien más venga a orar para que obtengas un milagro. Tú mismo podrás aprovechar el poder sobrenatural del cielo y recibir sanidad (o cualquier otra cosa que necesites de parte de Dios) en cualquier momento y en cualquier lugar.
Para llegar a ese punto, sin embargo, debes seguir creciendo espiritualmente. Debes desarrollar tu fe para que, en lugar de ir de crisis en crisis, siempre necesitando un milagro, puedas vivir todo el tiempo en la cosecha de la semilla espiritual que ya has sembrado.
Eso fue lo primero que Ken y yo aprendimos a hacer en el área de las finanzas. Cuando empezamos a caminar con Dios, ese era nuestro mayor problema. ¡Nuestras finanzas eran un desastre! Estábamos tan endeudados que no podíamos concebir ninguna forma natural de pagarlas, y nuestros ingresos estaban literalmente por debajo del umbral de la pobreza, por lo que siempre estábamos necesitando un milagro.
Sin embargo, una vez que decidimos poner a Dios en el primer lugar en nuestras vidas, las cosas comenzaron a cambiar. Nos mudamos a Tulsa para que Ken pudiera asistir a la Universidad Oral Roberts y comenzamos a aprender sobre la Palabra y la fe. Mientras me quedaba en casa con nuestros hijos, Ken se convirtió en copiloto del hermano Roberts. Un día, en una de las reuniones del hermano Roberts, Ken lo escuchó predicar sobre la siembra de la semilla financiera por la fe.
El hermano Roberts señaló que 2 Corintios 9:6 dice: «El que poco siembra, poco cosecha; y el que mucho siembra, mucho cosecha.» Ken captó la revelación en esa palabra. Pudo ver cómo funciona el reino de Dios en esa área, por lo que vino a casa y me dijo: “¡Vamos a ser colaboradores con el hermano Roberts y sembraremos $10 al mes en su ministerio!”
No había estado en esas reuniones. No había escuchado la Palabra que Ken había escuchado, así que no tenía la fe que él tenía. Para mí, dar $10 al mes parecía imposible. Pensé: ¿Cómo vamos a hacer eso? Ya estamos lo suficientemente endeudados financieramente que no podemos sobrevivir.
Confié en Ken y lo apoyé de todos modos, y comenzamos a hacerlo. Nos convertimos en colaboradores con el hermano Roberts y comenzamos a insistir en lo que dice la Palabra sobre la prosperidad. Comenzamos a estudiar las Escrituras al respecto y escuchamos las cintas de Kenneth E. Hagin sobre cómo funciona la fe.
¿Qué pasó?
Al final del año estábamos libres de deudas.
¡Tan solo imagínalo! Un año antes, ni siquiera había pensado seriamente en salir de deudas. No lo creía posible. Pensaba que, si Dios hacía un milagro, podríamos pagar nuestras deudas, pero también asumía que siempre estaríamos endeudados porque así me habían enseñado. En mi familia, las deudas formaban parte de la vida.
Sin embargo, una vez que Ken y yo comenzamos a sembrar en nuestros corazones las verdades del reino de Dios sobre la prosperidad, nuestros viejos pensamientos comenzaron a cambiar. Comenzamos a creer lo que Dios dijo y a aplicar Su sistema —Su forma de hacer las cosas de la manera correcta y Su rectitud— y desde entonces hemos estado libres de deudas y hemos aumentado nuestra BENDICIÓN financiera.
¡Tú puedes tener la misma experiencia! Puedes sembrar en el espíritu y cosechar una cosecha celestial en cualquier área de la vida. Puedes creerle a Jesús en Su Palabra tal como lo hicimos Ken y yo, y creer que Él no estaba bromeando cuando dijo:
«A su Padre le ha placido darles el reino.» (Lucas 12:32, RVA-2015).
«Yo les asigno un reino, así como mi Padre me lo asignó a mí» (Lucas 22:29).
«Porque he aquí, el reino de Dios está dentro de ustedes [en sus corazones] y entre ustedes [rodeándolos]» (Lucas 17:21, AMPC).
No importa cuán mal se vean tus circunstancias en este momento, no hay una circunstancia en este mundo que el reino de Dios no puede cambiar. Producirá BENDICIONES sobrenaturales en cualquier situación. Entonces, si estás enfrentando imposibilidades naturales, descubre lo que Dios dice acerca de ellas en Su Libro.
Llena tu corazón y tu boca con Sus palabras y camina a la luz de ellas. Determina como nunca antes, que buscarás primero el reino de Dios donde todas las cosas son posibles, y que entrarás en la vida abundante de la BENDICIÓN. ¡Él está preparado y esperándote!