Si eres un hijo de Dios nacido de nuevo, tu Padre celestial tiene un plan financiero para ti. Este plan es mejor que cualquier cosa que puedas soñar por tu cuenta, porque no se basa en el saldo actual de tu cuenta bancaria o en la economía de este mundo. Se basa en la riqueza que te pertenece en Jesús y en la economía del cielo.
Es un plan sobrenatural, diseñado de acuerdo con la voluntad del Dios Todopoderoso para hacerte divinamente y BENDECIDAMENTE rico.
Así es. Dije que el plan de Dios es que seas rico.
Dios no quiere que seas pobre. Tampoco quiere que solamente subsistas. Él quiere que seas como Abraham quien, según Génesis 13:2, era «riquísimo». El plan de Dios es que seas como el creyente descrito en el Salmo 112, con riquezas y riquezas entrando en tu casa mientras tu justicia permanece para siempre. Quiere que tengas abundancia de la gracia financiera de Dios obrando en tu vida, como lo dice en 2 Corintios 9:8: «para que siempre y en toda circunstancia tengan todo lo necesario, y abunde en ustedes toda buena obra».
¡A eso le llamo un plan financiero grandioso! Eso es lo mejor que se puede obtener, y es la voluntad de Dios para cada uno de nosotros. Él quiere que todos los creyentes en la Tierra tengan abundancia de recursos materiales: Él quiere que tengas lo suficiente, no solo para que tú y tu familia disfruten, sino para des en cada buena obra y para ayudar a cualquiera que lo necesite. Él quiere que prosperes tanto y que seas una BENDICIÓN financiera tan grande para los demás, que te conviertas en un agente de prosperidad del reino de Dios.
“Hermano Copeland, Ud. no entiende mi situación”, podrías decir. “No tengo suficiente dinero para pagar mis propias cuentas, mucho menos las de otra persona. Estoy muy lejos de ser rico en este momento, no veo cómo llegar desde donde me encuentro a ese lugar”.
Lo entiendo. He estado en esa misma situación.
Cuando Gloria y yo decidimos entrar al ministerio en 1967, ¡no teníamos nada! Yo era un estudiante de primer año de 30 años de edad en la Universidad de Oral Roberts; ganaba unos $100 dólares al mes y cargaba alrededor de $ 24.000 dólares en deudas. Eso equivale a unos $200.000 dólares de hoy; esa deuda me había perseguido durante años, y no importaba lo mucho que había trabajado para pagarla, no había podido hacerle mella. Había hecho de todo, desde vender seguros hasta volar aviones para ganarme la vida; sin embargo, cada mes que pasaba retrocedíamos más y más.
Comenzar el ministerio parecía que empeoraría las cosas, pero lo hicimos a pesar de todo. Obedecimos a Dios y, habiendo aprendido un poco acerca de vivir por fe, tomamos comunión en nuestro primer día en el ministerio y le prometimos tres cosas: 1) nunca le pediríamos a nadie un lugar para predicar; 2) nunca predicaríamos en ninguna parte basados en un acuerdo financiero; y 3) nunca le pediríamos a nadie que supliera nuestras necesidades.
Varios meses después, vimos en la Biblia que no era la voluntad de Dios que nosotros tuviéramos más deudas, así que hicimos ese el punto número 4 en la lista. Nos mantuvimos firmes por medio de la fe en Filipenses 4:19: «Así que mi Dios suplirá todo lo que les falte, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús», tomamos una decisión de calidad para mirar solamente a Dios como nuestro proveedor, y nunca más pedimos dinero prestado para suplir nuestras necesidades.
También hicimos otro cambio vital en nuestras vidas. Empezamos a diezmar y a ofrendar. Habíamos aprendido de las escrituras que ambos era parte del plan financiero de Dios y ansiosamente empezamos con el programa. A pesar de que aún estábamos en la quiebra financiera, creímos y actuamos conforme a 2 Corintios 9: «El que poco siembra, poco cosecha; y el que mucho siembra, mucho cosecha. Cada uno debe dar según se lo haya propuesto en su corazón, y no debe dar con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama a quien da con alegría.» (versículos 6-7).
¿Dónde conseguiremos $10 dólares al mes?
Nunca olvidaré la primera vez que actué por fe en esos versículos. Sucedió cuando comencé a trabajar para el hermano Oral Roberts, que me había contratado para ser el copiloto de su avión ministerial. Durante el primer servicio de colaboradores al que asistí, él enseñó acerca de la semilla de la fe y el poder de convertirse en un socio colaborador financiero con el ministerio.
Mientras lo escuchaba, la revelación de esto me impactó, y deseaba colaborar con el ministerio del hermano Roberts de tal manera que no podía soportar la sola idea de esperar. ¡Pero no tenía dinero! Al final del servicio, cuando llegó el momento de ofrendar en el servicio, estaba tan decidido de querer hacerlo, que estaba listo para arrancarme un botón de la camisa para tener algo que dar.
Sin embargo, cuando los ujieres repartieron los sobres, nos dieron a cada uno un lápiz pequeño y gordito, y me di cuenta de que podía usar ese mismo lápiz. “SEÑOR”, dije, “esta es la única semilla que tengo”. Representa un compromiso mensual de $10 dólares, y tan pronto como reciba los primeros $10, los entregaré a este ministerio”. Luego, sellé el lápiz en el sobre y lo dejé caer en la canasta.
Tan pronto el servicio terminó, salí apurado. Estaba conduciendo el auto del hermano Roberts y no quería que él tuviera que esperarme. Sin embargo, antes de llegar a la puerta, escuché a una señora gritar. “¡Hey, tú!”
“¿Yo?”, le pregunté.
“¡Sí, tú! El Señor me dijo que te diera $10”.
Con el corazón saltando de alegría, tomé el dinero, le di las gracias y llamé al ujier. Me devolvió el sobre, saqué el lápiz y lo reemplacé con los diez dólares. “¡Alabado sea Dios!”, exclamé. “¡Estoy ansioso por contarle a Gloria que nos hemos hecho colaboradores con Oral Roberts por solo $10 dólares al mes!”
Por supuesto, Gloria no había escuchado el mensaje que yo había escuchado, por lo que al principio solo me miró con asombro. “¿Diez dólares al mes?”, repitió. “¿De dónde conseguiremos $10 al mes?”
Le respondí al predicarle lo que el hermano Roberts había predicado en la reunión. Cuando terminé, ella estaba tan emocionada como yo. Oramos juntos, creímos por el dinero extra que necesitaríamos para mantener nuestro compromiso mensual para la colaboración… y por supuesto que Dios inmediatamente comenzó a enviarlo. El próximo mes, $20 adicionales llegaron a nuestras manos: $2 para el diezmo, $10 para el hermano Roberts, y $8 extras como una cosecha de nuestra ofrenda.
A partir de ese mismo momento, siguieron llegando $20 adicionales, y algunas veces llegaron de maneras muy inusuales. Recuerdo una vez, por ejemplo, que estábamos manejando a Oklahoma City para predicar en una reunión. Pusimos cada centavo que teníamos en la forma de gasolina para llegar a destino. No teníamos idea de cómo íbamos a comprar el almuerzo. Justo cuando estábamos llegando a Oklahoma City, los niños comenzaron a decir desde el asiento trasero: “¡Papá, tenemos hambre!”, “¿Cuándo vamos a comer?”
Respondiendo por fe, les dije: “En cualquier momento, niños. En cualquier momento.”
Momentos después, por el rabillo del ojo, vi algo volando sobre la carretera.
“¡Gloria, eso era dinero!”, le dije. Di la Vuelta con el auto y regresé al lugar donde lo había visto; allí, pegado a una cerca, revoloteando en el viento, había un billete de $20 dólares.
En aquel entonces, una familia podía comprar una buena cena por $8. “Niños, ¿dónde quieren comer?”, les pregunté.
“¡El Toro!” me gritaron. Así que fuimos al Sizzler® Steakhouse (un restaurante que tiene la estatua grande de un toro sentado al frente) y disfrutamos de una buena comida.
Mes tras mes nos sucedieron cosas similares. Dios siguió haciendo milagros, de modo que no solo pudimos dar, sino que ¡en 11 meses los $ 24.000 que debíamos habían sido pagados y estábamos libres de deudas!
Todavía no éramos ricos, al menos no en términos de dólares y centavos. Pero, como dice 1 Timoteo 6:6: «…la piedad es una gran ganancia, cuando va acompañada de contentamiento»; y encontramos nuestro mayor beneficio en Jesús. Nos enamoramos perdidamente de Él y descubrimos que, cuando caminas por fe, puedes estar muy, muy contento, incluso cuando no tienes mucha riqueza material, porque sabes que lo mejor está por venir.
Se rico… simplemente no seas codicioso
Ahora, 50 años después, disfrutamos de un nivel de BENDICIÓN financiera que va más allá de lo que alguna vez podríamos haber imaginado. Además, Dios todavía está haciendo milagros y nosotros seguimos creciendo.
¿Estoy diciendo que Gloria y yo somos ricos? ¡Sí, lo estoy diciendo!
No nos propusimos hacernos ricos. Simplemente pusimos nuestros corazones en Dios, creímos y obedecimos Su PALABRA, y las riquezas aparecieron.
“Pero, hermano Copeland, ¿no nos advierte la Biblia acerca de no ser ricos? ¿No dice que el dinero es la raíz de todos los males?”
No. La Biblia nos advierte que no seamos como los impíos, que «¡bien puede verse que
se hacen ricos sin que nada les preocupe!» (Salmo 73:12). Nos instruye a estar contentos con lo que tenemos y a protegernos contra la codicia. Pero no dice que el dinero es la raíz de todo mal, sino que «…la raíz de todos los males es el amor al dinero.» (1 Timoteo 6:10).
Tener dinero y amarlo son dos cosas muy diferentes. Hay personas tan pobres que no tienen dos centavos, y que están tan enamoradas del dinero, que literalmente matarán para conseguirlo. También hay personas que son tan ricas y que, sin embargo, no aman el dinero en lo absoluto. Como creyentes, debemos estar en ese segundo grupo. No debemos evitar ser ricos. Debemos prosperar a la manera de Dios mientras mantenemos nuestros afectos en Él. ¡En lugar de amar el dinero, debemos amar a Dios, amar a las personas y vivir para dar!
Me gusta la manera en que 1 Timoteo 6:17-19 nos lo dice. «A los ricos de este siglo mándales que no sean altivos, ni pongan su esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Mándales que hagan el bien, y que sean ricos en buenas obras, dadivosos y generosos; que atesoren para sí mismos un buen fundamento para el futuro, que se aferren a la vida eterna.»
¡Eso es lo que yo llamo el perfil del creyente próspero! Es la imagen de los cristianos que tienen todas las cosas para disfrutar y que siempre están dispuestos a dar, no solo en la iglesia, sino en todas partes, todo el tiempo. ¡Hay cristianos que darían todo lo que tienen en un abrir y cerrar de ojos si el SEÑOR los guiara a hacerlo, porque su confianza no está en el dinero; está en Dios!
“Bueno, hermano Copeland, simplemente no creo que sea la voluntad de Dios para todos prosperar a ese nivel. Algunos creyentes nacen en situaciones económicas tan malas que simplemente tienen que tolerar el hecho de ser pobres. Tienen que aceptarlo como el plan de Dios para ellos”.
No, no tienen que hacerlo. No hay un hijo de Dios en este planeta que tenga que soportar vivir en la pobreza. De acuerdo con Deuteronomio 28, la pobreza es parte de la maldición de la ley, y Jesús nos redimió de esa maldición (Gálatas 3:13). Él llevó nuestra pobreza de la misma manera con que cargó con nuestros pecados y enfermedades.
Jesús es la única persona que nació y que tuvo que aceptar la pobreza como el plan de Dios para Él, e incluso Él no fue pobre por mucho tiempo. Durante Su ministerio terrenal, Él tenía tanto dinero que llegaba a sus manos, que necesitaba un tesorero para llevar un seguimiento del mismo. Fue solo cuando fue a la cruz que la maldición de la pobreza vino sobre Él, y la única razón por la que sucedió, fue para que nosotros pudiéramos librarnos de ella.
«Pues ustedes ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo que, por amor a ustedes, siendo rico se hizo pobre, para que con su pobreza ustedes fueran enriquecidos.» (2 Corintios 8:9).
Si pones tu fe en Jesús y sigues el programa de Dios, no importa cuáles sean las condiciones económicas en lo natural, siempre podrás elevarte por encima de ellas. Puedes salir de la pobreza y prosperar. Lo he visto suceder en las situaciones más imposibles. Por ejemplo: miremos lo que sucedió a lo largo de los años en la Iglesia White Post, ubicada en una reserva india Navajo que durante mucho tiempo ha sido el hogar de una de las tribus más pobres de los EE. UU. La iglesia comenzó alrededor de 1970 cuando un pastor pintó las palabras “Iglesia White Post” en un letrero y lo clavó en un pedazo de tierra desolada. En ese momento no había un edificio a la vista. Solo era un gran desierto vacío. Pero él le creyó a Dios y comenzó a ir de hogar en hogar para ganar gente para Jesús.
En 1972, cuando fui a predicar allí, la iglesia había crecido a unas 200 personas, todas ellas provenientes de un entorno de pobreza. Al explicarme la situación, el pastor dijo: “Hermano Copeland, cuando comencé a predicar La PALABRA de fe a estas personas, ninguno de ellos era dueño de un automóvil o una camioneta. Todos caminaban, montaban a caballo o conducían una carreta. Sin embargo, después de que descubrieron lo que dice la Biblia, comenzaron a diezmar y a sembrar y a creerle en Dios para prosperar. La mayoría de ellos no tenían dinero para dar, así que salían y encontraban piedras de colores, las pulían hasta que eran hermosas, y las traían a la iglesia los domingos como una ofrenda. Ahora ya nadie está caminando. Nadie monta a caballo, ni conduce una carreta. Cada familia en la iglesia tiene un auto o un camión”.
Piénsalo: ¡allá en el medio de la nada, Dios prosperó a esa gente!
Prediqué en esa misma iglesia otra vez no hace mucho, y todavía están prosperando. Y lo que es mejor, se han convertido en agentes de prosperidad de Dios; como resultado, la iglesia ya no está en el medio de la nada. La comunidad ha crecido a su alrededor y se ha convertido en una ciudad: White Post, Arizona.
¿Asombroso? Claro que sí. Algunos incluso podrían haberlo considerado imposible. ¡Pero entonces, lo imposible puede suceder muchas veces cuando obtienes el plan financiero de Dios!