Hace poco ministré en una iglesia maravillosa, Faith Tabernacle (Tabernáculo de la fe) del Obispo David Oyedepo, en Canaanland, Nigeria. Todavía me regocijo al pensar en la multitud que asistió: 91.000 personas en medio de la temporada de lluvias monzónicas. En el servicio de las 6:30 a.m. habían 54.000 personas presentes en el edificio principal y 37.000 adicionales en las carpas externas; era una vista maravillosa—y ese solamente fue el primer servicio. Cuando finalizamos ese domingo, 394.000 personas habían asistido a la iglesia.
Sin embargo, en el Tabernáculo de la fe, esos números no son inusuales. Allí, los creyentes realmente están hambrientos por escuchar la PALABRA de Dios. Están llenos de expectativa y Dios constantemente se mueve en medio de ellos con señales, milagros y prodigios—incrementando la iglesia a diario, como aconteció en el libro de Hechos.
¿Qué fue lo que abrió la puerta para que todo esto sucediera en el medio de la selva de Nigeria? Un hombre recibió la revelación de su pacto con Dios y se atrevió a creerlo. Un hombre que se olvidó de la preocupación—de una vez y para siempre—y simplemente creyó que Dios haría lo que Él ya había prometido. ¡A eso le llamo un ejemplo maravilloso de fe! David Oyedepo ha probado que la PALABRA de Dios funciona, en cualquier lugar, para cualquier persona que se atreva a creerla.
Durante muchos años, él nos ha llamado a Gloria y a mí “mamá” y “papá”, debido a que después de que empezó su ministerio, leyó dos de nuestros libros. De alguna manera consiguió “La voluntad de Dios es la prosperidad” y “Las Leyes de la prosperidad” y el SEÑOR los usó poderosamente en su vida. Durante nuestra última visita me contó cómo fue que sucedió.
“Siendo un ministro joven, ya entendía la PALABRA de fe acerca de la sanidad, pero todavía no entendía la parte de la prosperidad. Así que tomé mi Biblia y esos libros y pasé un tiempo a solas—ayunado y preguntándole al SEÑOR al respecto. Mientras leía “La voluntad de Dios es la prosperidad”, me di cuenta que la prosperidad es un pacto. Está prometida en la PALABRA, y como todas las promesas de Dios son en Él un sí y un amén, a través de Jesús le pertenecen a cada creyente”.
Desde ese momento, para David Oyedepo quedó totalmente claro el asunto de las finanzas.
“¡Tengo un pacto con Jesús!” me explicó. “Ese pacto dice: «Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas». Así que, no se preocupen…» (Mateo 6:33-34). Una vez que lo entendí por completo, nunca más me preocupé por el dinero”.
Los resultados han sido asombrosos. Justo en medio de uno de los lugares más pobres de la Tierra en términos económicos, Jesús le ha dado más que suficiente al Ministerio del Obispo Oyedepo para construir—sin deudas, por medio de la fe y sin dinero americano—unas instalaciones valuadas en exceso de los $500 millones de dólares, las cuales incluyen no sólo una iglesia, sino también una universidad. Literalmente, cientos de miles de personas reciben y estudian allí la PALABRA de fe. Ellos están aprendiendo las leyes de la prosperidad, aplicándolas y convirtiéndose en los que ellos llaman: “la nueva clase media social de Nigeria”.
Las 202 hectáreas que el Obispo Oyedepo adquirió en la parte rural del país, que en ese tiempo no eran nada más que un montón de animales salvajes, se han expandido a más de 4.000 hectáreas. Bautizada como Canaanland (Tierra de Canaán), se ha convertido en una ciudadela. Este florecer y prosperar, en medio de una economía que era famosa por la pobreza, es un testimonio evidente de que Dios no necesita la economía del mundo para hacer Su voluntad. ¡Él tiene Su propia economía y ésta prosperará a cualquiera que camine por medio de la fe en Su PALABRA!
La preocupación no es algo gracioso
Podrías decir: “Bueno, hermano Copeland, el obispo Oyedepo es un ejemplo inspirador; sin embargo, yo simplemente no soy como él. No podría decir que nunca más me preocuparé. Mis padres y abuelos se preocupaban y yo he seguido sus pasos. Algunas veces bromeo y digo: ‘¿qué haría sin mi vieja amiga, la preocupación?’”
No te reirías si supieras lo que la preocupación te está haciendo. El preocuparte te está robando la vida abundante que te pertenece en Jesús. Es una costumbre que lleva a la muerte, en lo absoluto. También es un pecado. De acuerdo con Romanos 14:23, una carta escrita a la iglesia en sus comienzos con el propósito de responder a la pregunta acerca de comer carne que había sido previamente ofrecida a ídolos: «… el que duda acerca de lo que come, ya se ha condenado, porque no lo hace por convicción; y todo lo que no se hace por convicción es pecado». La Edición Clásica de la Biblia Amplificada lo traduce de esta manera: “el hombre que tiene dudas (recelos o mala conciencia) acerca de lo que come… permanece condenado [delante de Dios], porque no está seguro de lo que cree y no actúa por fe. Esto en razón de que cualquier cosa que no nace o procede de la fe, es pecado [cualquier cosa que no se hace, con la convicción de que ha sido aprobada por Dios, es pecado]”.
Medítalo. Cualquier cosa que no nace de la fe, es pecado. Eso significa que toda duda, incredulidad y preocupación, es pecado.
“¿¡Qué!? ¿Estás diciendo que no puedo preocuparme por nada?”
Puedes hacerlo si quieres, pero es pecado. ¿Por qué? Porque la preocupación se basa en el temor y el temor proviene de Satanás. De la misma manera que la fe viene por escuchar y meditar en la Palabra de Dios, el temor viene por meditar las mentiras de Satanás. Este camina de la mano con la incredulidad y la Biblia lo llama algo malvado.
Me doy cuenta que la palabra malvado es una palabra fuerte, pero no fui yo quien la inventó. La Biblia se refiere a ella de esa manera en la historia de los 10 espías que Moisés envió a la Tierra Prometida. Números 14:37 dice que ellos trajeron un reporte “malo”: hablaron mal de la tierra. ¿Qué hizo que fuera malo? Fue inspirado por el miedo y no por la fe. En vez de asegurarle a los Israelitas que la Tierra era buena y podían conquistarla tal como Dios lo había dicho, ellos dijeron: “la tierra es buena, pero está llena de gigantes que son muy grandes para que nosotros peleemos en su contra. ¡Parecemos como langostas a sus ojos!”.
Cuando te preocupas, esencialmente estás tomando la misma actitud. Estás creyendo el reporte del diablo. En vez de mantenerte en fe en la PALABRA de Dios, estás cayendo en la incredulidad y el temor.
Cuando se trata de la fe o el temor, no existe una zona intermedia. No hay una zona neutral donde puedas acampar y hacer tus cosas. Como seres humanos, siempre estamos poniéndonos de acuerdo o con Dios o con el diablo—y aquel con el que nos pongamos de acuerdo determinará el resultado de la situación. Si nos ponemos de acuerdo con Dios y Su PALABRA, estaremos caminando por fe y cualquiera sea la situación que enfrentemos, todo nos saldrá bien porque Él quiere que tengamos una salud y riqueza completa y sobrenatural. Si nos ponemos de acuerdo con el diablo, caminaremos en temor y las cosas saldrán mal porque él es el ladrón que «no viene sino para hurtar, matar y destruir» (Juan 10:10).
Por esa razón es imposible agradar a Dios sin fe (Hebreos 11:6). No es porque Él sea terco al respecto. Es porque nos ama y la fe es lo que nos conecta con Él y nos permite recibir Sus BENDICIONES. Por otra parte, el temor nos desconecta de Él y nos conecta al diablo.
Lo que hoy en día conocemos como temor originalmente era la fe de Adán. Una fuerza espiritual potente que se manifestó en la Tierra cuando Adán pecó y las fuerzas de su espíritu fueron corrompidas, haciendo que estas fueran retorcidas en la dirección opuesta a como Dios las había creado. La primera cosa que el temor hizo cuando apareció en escena fue separar a Adán de Dios. Esto hizo que él corriera y se escondiera de Dios y Su PALABRA cuando se encontró en problemas, en vez de correr hacia Él para pedirle ayuda.
Si el diablo se hubiera salido con la suya, ese hubiera sido el final de la historia. La humanidad hubiera permanecido eternamente separada de Dios y todos nosotros hubiéramos estado atrapados en el pecado y el temor por siempre. Pero Dios nos amó demasiado como para permitir que eso sucediera. Así que puso en acción el plan que había diseñado antes de la fundación del mundo, y empezó a trabajar para abolir el temor, salvarnos de la maldición y restaurar Su BENDICIÓN
en nosotros.
Hizo un pacto de sangre con Abrahán y prometió: “Si caminas conmigo por fe, te BENDECIRÉ a ti y a tu descendencia y haré de ti una BENDICIÓN para todas las familias de la Tierra. Te haré heredero de todo el mundo” (lee Génesis 12:2 y Romanos 4:13). Después, como resultado de lo que Jesús hizo a través de la cruz y la resurrección, Él extendió la promesa de pacto a todo aquel que crea en Él.
«Porque la promesa dada a Abrahán y a su descendencia en cuanto a que recibiría el mundo como herencia, no le fue dada por la ley sino por la justicia que se basa en la fe… Por tanto, la promesa se recibe por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia, tanto para los que son de la ley como para los que son de la fe de Abrahán, él cual es padre de todos nosotros… Y si ustedes son de Cristo, ciertamente son linaje de Abrahán y, según la promesa, herederos» (Romanos 4:13, 16; Gálatas 3:29).
Un precio muy costoso
Si quieres ver con claridad cuán nocivos son el temor y la preocupación, ponte en el lugar de Dios por un momento y considera lo que Él hizo para librarnos de ellos. Piensa en el precio que pagó para acabar con nuestra conexión con el diablo y la maldición, y además, reestablecer nuestra conexión de pacto con Él y Su BENDICIÓN. Él sacrificó a Su propio hijo y puso todo el pecado de la humanidad sobre Él, y Jesús lo recibió. Él cargo nuestros pecados en Su cuerpo en la cruz, redimiéndonos de la maldición: porque está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero» (Gálatas 3:13).
¡Realmente Jesús fue al infierno por nosotros! Fue allí como nuestro sustituto sufrió los pagos de la muerte: «para que por medio de la muerte destruyera al que tenía el dominio sobre la muerte, es decir, al diablo, y de esa manera librara a todos los que, por temor a la muerte, toda su vida habían estado sometidos a esclavitud» (Hebreos 2:14-15).
Cuando lo miras desde esa perspectiva, no tienes por qué preguntarte porqué Dios llama al temor algo “malo”. Cada vez que le permitimos entrar en nuestra vida—ya sea en el área de las relaciones, las finanzas o la salud—éste hace que el sacrificio de Jesús no tenga ningún efecto en esa área. Nos desconecta del precioso regalo inmensurable de la gracia de Dios.
Una vez le pedí al SEÑOR que me definiera la palabra gracia. Él me dijo: Es mi más profundo deseo de tratar contigo como si nunca hubieses pecado. Cuando escogemos preocuparnos y dudar, frustramos ese deseo. Aún si somos nacidos de nuevo y estamos camino al cielo, el temor hará que pensemos como pecadores y nos apartemos de las BENDICIONES que el Dios de los cielos quiere que disfrutemos aquí en la Tierra.
Por esa razón, Jesús le habló con tal firmeza a Jairo al respecto. Jairo estaba enfrentando una situación de vida o de muerte. Él solamente tenía una hija, de más o menos 12 años y ella estaba muriendo de una enfermedad (Lucas 8:42).
Creyendo que Jesús podía sanarla, Jairo le había pedido que viniera a su casa y le impusiera las manos. Jesús había accedido, pero cuando iban para la casa, una multitud de personas se agolparon a su alrededor, causando que se demorara en llegar.
«Una mujer, que hacía doce años padecía de hemorragias y había gastado todo lo que tenía en médicos, ninguno hubiera podido curarla. Se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto. Al instante, su hemorragia se detuvo. Entonces Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?» Todos negaban haberlo tocado, así que Pedro y los que estaban con él le dijeron: «Maestro, son muchos los que te rodean y te aprietan.» Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado. Yo sé bien que ha salido poder de mí.» Cuando la mujer se vio descubierta, se acercó temblorosa y se arrojó a los pies de Jesús, y delante de todo el pueblo le contó por qué lo había tocado, y cómo al instante había sido sanada. Entonces Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha sanado. Ve en paz» (versículos 43-48).
Mientras todo esto sucedía, Jairo estaba de pie esperando… su hija todavía enferma en su casa cada vez más cerca de la muerte… y Satanás, que con casi toda seguridad estaba usando la demora como una oportunidad para presionar a Jairo para que rompiera su conexión de fe con Jesús, probablemente le estaba susurrando al oído algunos pensamientos de preocupación: ¿Cuánto tiempo vas a esperar que esta mujer tan charlatana siga hablando? ¿Ahora le va a contar todo lo que le ha pasado durante los doce años que ha estado enferma? ¿Acaso Jesús no se acuerda que tu hija está en tu
casa muriendo?
Sin embargo, Jairo aparentemente no cedió a la presión. Él tan solo se quedó allí en silencio. La última cosa que le dijo a Jesús acerca de su hija fue: «¡Ven que mi hija está agonizando! Pon tus manos sobre ella, para que sane y siga con vida» (Marcos 5:23), y permaneció con esa confesión. Escuchó el testimonio de la mujer que había sido sanada del flujo de sangre; escuchó lo que Jesús le dijo y debido a que la fe viene por el oír la PALABRA de Dios, su fe fue fortalecida y animada.
Después sucedió algo inesperado. Mientras Jesús hablaba, un mensajero vino desde su casa, a decirle: «Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro» (Lucas 8:49). Como padre, no puedo pensar en palabras más difíciles de escuchar que esas. Para un papá, recibir esas noticias y todavía mantener el control de sus pensamientos es, en lo natural, completamente imposible.
Aun así, eso fue exactamente lo que Jesús le dijo a Jairo que hiciera. Cuando Él escuchó que la niña había muerto, le respondió: «No temas. Sólo debes creer, y tu hija será sanada» (versículo 50). Por supuesto, Jairo lo hizo: obedeció a Jesús y se rehusó a temer. Como resultado, unos pocos versículos más adelante vemos que su hija estaba viva y sana.
“Hermano Copeland, conozco esa historia de la Biblia, pero no la entiendo. ¿Cómo alguien puede lograr que el temor no tome el control en un momento como ese?”
¡El poder para detener el temor está en la PALABRA de Dios!
Aparte de Su PALABRA, nadie ni nada puede detenerlo. Es posible adaptarse a éste o atravesarlo, pero no detenerlo en su totalidad. Para anularlo hace falta un poder, y conectarse a esa clase de poder requiere de fe en la PALABRA de Dios.
Eso fue lo que Jairo hizo. Él escuchó las palabras de Jesús: «tu hija será sanada» y las creyó. Eliminó el miedo con la fe en Dios, resistió la tentación de preocuparse y todo salió bien.
Puedes ver otro ejemplo de esto en la vida de Pedro.
¿Recuerdas cuando caminó sobre el agua? Instantes antes de hacerlo, estaba tan asustado como los demás discípulos que estaban con él en la barca. No solamente tenían que lidiar con un mar tormentoso. Leamos Mateo 14:
«Pero ya cerca del amanecer Jesús fue hacia ellos caminando sobre las aguas. Cuando los discípulos lo vieron caminar sobre las aguas, se asustaron y, llenos de miedo, gritaron: «¡Un fantasma!» Pero enseguida Jesús les dijo: «¡Ánimo! ¡Soy yo! ¡No tengan miedo!» Pedro le dijo: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya hacia ti sobre las aguas.» Y él le dijo: «Ven.» Entonces Pedro salió de la barca y comenzó a caminar sobre las aguas en dirección a Jesús» (versículos 25-29).
En esa ocasión, el poder de la PALABRA de Dios no solamente destruyó el temor en Pedro, sino que lo llevó a través del agua. Allí en el medio del mar de Galilea, caminó sobre la palabra materializada “Ven”, y ni siquiera se le mojaron los pies. Sin embargo, instantes después, Pedro permitió que su mente carnal tomara el control. Quitó su atención de la PALABRA, comenzó a preocuparse por las olas, y enseguida se hundió porque tuvo temor, el cual lo separó del poder sobre el que estaba caminado, e inmediatamente se metió en problemas.
El temor tolerado es fe contaminada
Hace varios años, después de los ataques del 11 de Septiembre en la ciudad de Nueva York, Dios lidió conmigo acerca de arrancar el temor del cuerpo de Cristo. Lo incluyó como parte de mi misión y me lo dijo de tal manera que todavía resuena en mi interior: ¡El temor tolerado es fe contaminada! De la misma manera que Pedro lo aprendió en el mar de Galilea, cuando el temor se mezcla con la fe, la detiene. El temor debilita y contamina la fe para que no pueda terminar su obra.
Por esta misma razón, la preocupación es un mal hábito. Cuando te preocupas, estás ministrando temor a tu cuerpo. Estás pensando acerca de las cosas malas e imaginándote que sucederán en tu vida. Por ejemplo: te imaginas perdiendo el trabajo y quedándote sin dinero. Hablas al respecto y haces confesiones llenas de temor como: “Estoy tan preocupado acerca de todas las decisiones tontas que el gobierno está tomando. Están dañando la economía a tal punto que temo que la compañía se vaya a la quiebra y ¡terminaré perdiendo mi trabajo!”
¡No importa lo que el gobierno esté haciendo; como creyente, no tienes excusas para justificar declaraciones de ese tipo! Es contraproducente. No procede de la fe, y como ya lo hemos visto, cualquier cosa que no procede de la fe, es pecado.
Podrías decir: “Pero, ¡deshacerse de todas las preocupaciones no es realista! Es imposible”.
Sí, sí se puede hacer. Jairo es la prueba. Si él pudo rehusarse a temer en medio de lo que estaba enfrentando, cualquiera puede hacerlo, en cualquier momento—y nos incluye a ti y mí.
“Hermano Copeland, pienso que Jairo tenía una ventaja; él estaba al lado con Jesús”.
Si, él estaba con Jesús. Pero conozco personas que son nacidas de nuevo, llenas del Espíritu Santo, que tienen a Jesús con ellos todo el tiempo y prácticamente han hecho de la preocupación una carrera. Así que no es solo la presencia de Jesús lo que hace la diferencia. Es Su PALABRA, y cuando se trata de preocuparse, Él ha dicho lo mismo que le dijo a Jairo a cada creyente.
«No temas. ¡Sólo debes creer!».
El solo hecho de que lo haya ordenado, garantiza que podemos hacerlo. Sería injusto que Él nos mandara a hacer algo y nos dejara sin la habilidad para obedecerlo. Por lo tanto, cualquier cosa que Él nos pida que hagamos, conlleva en sí misma el poder necesario para hacerlo porque nos ha dado Su PALABRA.
Estudia a través de la Biblia y verás que es un patrón de Dios: primero, previo a un mandato, siempre entrega Su PALABRA para generar fe. Piensa nuevamente como trató con David Oyedepo y verás lo que quiero decir. La primera cosa que Dios hizo por él, referente a la prosperidad, fue hablarle a través de las palabras de Jesús en Mateo 6:33: «Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas».
El Obispo Oyedepo recibió esas palabras como una promesa de pacto y estas hicieron que la fe creciera en su corazón. Le dieron poder para creer que todo lo que necesitaba le sería añadido. Como resultado, pudo obedecer el mandamiento del versículo 34: «no se preocupen», y nunca más se preocupó por las finanzas otra vez.
Este artículo es un extracto del nuevo minilibro por Kenneth Copeland, titulado: Rompe la cadena de la preocupación—El gozo de vivir una vida libre de preocupaciones, pronto a publicarse en idioma español.